Mon joli amour.
INICIO DE CONSTRUCCIÓN DEL PRIMER SSBN FRANCÉS DE NUEVA GENERACIÓN
DIEZ AÑOS DE LA ANEXIÓN DE CRIMEA
A principios de marzo de 2014 publicamos en el blog una entrada titulada “Crimea es rusa” en la que se valoraban los hechos que estaban conduciendo en esos momentos a una situación de ocupación de facto por fuerzas rusas de la península de Crimea forzando su escisión de Ucrania mediante la convocatoria por sorpresa de referéndum y, prácticamente sin solución de continuidad, solicitando y logrando su incorporación a la Federación de Rusia. Se trató de un proceso irreversible por varios motivos. El primero y más importante es que el Estado ucraniano se hallaba en un proceso de franca descomposición interna, por lo que era difícil o, más bien casi imposible, hacer frente a las acciones rusas. En segundo lugar, la propia decisión del gobierno ruso de hacerse con ese territorio a toda costa fue ejecutada de forma subrepticia y por sorpresa, evitando al máximo el uso de la fuerza y logrando una anexión no violenta. Es preciso recordar las imágenes de militares rusos impávidos (sin distintivos nacionales de identificación) que bloqueaban el acceso a las bases militares de sus homólogos ucranianos, sin violencia, pero con la resolución de los que están decididos a alcanzar un objetivo resueltamente. En tercer lugar, la inacción de otras potencias que, bien por omisión o por comprensión de la posición rusa, aceptaron que la península de Crimea era, de todas maneras, rusa y no ucraniana. Debemos recordar que por un acto caprichoso, en 1954 el líder soviético Nikita Khruchev entregó Crimea y con ella la ciudad de Sebastopol a la República Socialista Soviética de Ucrania. Es probable que si el estado de cosas hubiera quedado ahí, el paso del tiempo habría hecho que las partes convalidaran los hechos consumados. Sin embargo, la proclamación de la independencia en otras regiones ucranianas con una mayoría significativa rusa acabó en un baño de sangre (por ejemplo, en Odesa), el inicio de una guerra civil en el este del país y la intervención de mercenarios y tropas rusas encubiertas. Aquel Estado de descomposición llevó a la derrota de las fuerzas ucranianas y a la proclamación de las repúblicas populares del Donetsk y Lugansk, esta vez en forma de conflicto caliente en el Dombás (por oposición a los denominados conflictos congelados surgidos durante la desintegración de la Unión Soviética). El 18 de marzo de 2024 se celebró el 10º aniversario de la anexión de Crimea. Pero el escenario es muy diferente. Frente a una operación militar exitosa ejecutada en 2014, ahora Rusia se enfrenta a una guerra a gran escala en Ucrania, se ha anexionado cuatro regiones del sur de ese país donde tiene desplegados más de cuatrocientos mil efectivos y aspira a infligir una derrota estratégica a Occidente como consecuencia de su intervención en su área de influencia. Es decir, se ha pasado de una operación local para recuperar un territorio que consideraba propio (y que probablemente podría haber sido convalidado) a una ruptura con Occidente -véase la entrada RUSIA ROMPE CON OCCIDENTE, de septiembre de 2022- que, vista la evolución de los acontecimientos puede desembocar en una guerra abierta entre ambas partes de consecuencias imprevisibles. Esta situación muestra el fracaso del régimen de seguridad continental europeo, asunto que hemos puesto de manifiesto en este blog y en otras publicaciones desde hace tiempo porque, cuando se destruye la institucionalidad se quiebra la confianza, las partes se retraen a posiciones cada vez más unilaterales y se termina abriendo la puerta al conflicto. Por tanto, se plantea la siguiente pregunta: ¿por qué, en este caso, en lugar de reforzar el poder de las instituciones las grandes potencias optaron por el uso de la fuerza? La siguiente e inevitable es: ¿Europa está dispuesta para combatir una guerra contra Rusia?
«LA TRANSICIÓN DE UNA HEGEMONÍA IMPERFECTA A UN SISTEMA MULTIPOLAR INESTABLE»
Este es el título del ensayo más reciente que se ha publicado en forma de Cuaderno de Trabajo Nº 1/2024 de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE) del Ministerio de Defensa de Chile en el que desarrollo la tesis de que el sistema internacional global está pasando una etapa de tensiones, crisis, conflictos y guerras que se producen cada vez con mayor frecuencia y de forma acelerada. La rápida sucesión de eventos conflictuales permite anticipar que nos hallamos inmersos en un período de cambios que afectan a la estructura de poder mundial, al equilibrio de poder y a los regímenes de seguridad, tanto internacional como regionales. No se puede descartar que estemos a las puertas de una modificación trascendental en las partes que componen el sistema global o incluso en las fases iniciales de un conflicto a gran escala que pueda desembocar en un enfrentamiento decisivo. En este sentido, se trata de un canto a los fundamentos de la doctrina realista como son el poder, la influencia, el uso de la fuerza y la violencia y su capacidad para entender y explicar los procesos de transición en las relaciones internacionales. El ensayo se estructura en una breve introducción, un primer epígrafe dedicado al paso de la hegemonía imperfecta a la inestabilidad compleja, el segundo sobre China como potencia retadora en el sistema internacional globalizado, tercero sobre Europa ante la competición entre las grandes potencias, cuarto dedicado a analizar la vigencia del poder estatal en un mundo en cambio, quinto en el que plantea la existencia de un nuevo orden multipolar complejo e inestable, para terminar con unas reflexiones finales que, necesariamente son abiertas y que solo el paso del tiempo y la evolución de los acontecimientos internacionales demostrarán si eran correctas o no. Además, se incluye un importante aparato de notas (referencias, citas y bibliografía) que, para hacer más fácil la consulta del lector, se sistematizan en una bibliografía al final del cuaderno.
Referencia bibliográfica completa: Pérez Gil, L.: «La transición de una hegemonía imperfecta a un sistema multipolar inestable», Cuaderno de Trabajo ANEPE núm. 1, 2024, en: https://unofar.cl/wp-content/uploads/2024/03/Cuaderno-de-trabajo-N%C2%B01-2024-ANEPE.pdf
“Haces que todas las palabras tengan sentido, unidas, seguidas, ordenadas.”
EL RIESGO DE UNA GUERRA NUCLEAR CON RUSIA
El 29 de febrero de 2024 durante su tradicional discurso anual a la Asamblea Federal en Moscú, Vladimir Putin volvió a advertir a las potencias occidentales sobre las potenciales consecuencias que tendría una intervención directa de éstas en la guerra en Ucrania. Su extenso discurso (disponible completo aquí) tuvo tres partes principales, pero que están íntimamente ligadas entre sí (la retórica de la guerra en Ucrania en defensa de la soberanía, la permanencia de Rusia como gran potencia y los objetivos de desarrollo nacional a largo plazo) y cuyo resultado final se resume en dos ideas fundamentales: la defensa de la soberanía y la autosuficiencia son una tarea permanente y todas las acciones del gobierno ruso están orientadas a entregar un país estable y basado en el bien común a las generaciones futuras. Es precisamente en esa defensa de la soberanía, que no se acota sólo a su territorio reconocido internacionalmente, sino que se extiende también a aquellos territorios históricamente rusos o con presencia significativa de ciudadanos rusos o de origen ruso y que han sido definidos como su extranjero cercano, áreas en las que Rusia estaría llamada a ejercer poder e influencia y que, en última instancia, garantizarían la seguridad de sus fronteras internas, en una suerte de zona de amortiguación (buffer zone) que alcanzó su máxima expansión durante la Guerra Fría, con su presencia militar permanente en Alemania Oriental y la creación del Pacto de Varsovia. Como en esa época, también ahora las autoridades rusas estiman que su zona de amortiguación debe y puede ser defendida con armas nucleares. De ahí, las reiteradas referencias a la existencia y vigencia de sus armas nucleares como mecanismo de disuasión por parte de las principales autoridades y funcionarios rusos desde el inicio de la invasión de Ucrania el 24 de febrero de 2022 -véase la entrada LAS ADVERTENCIAS SOBRE DISUASIÓN ESTRATÉGICA DE RUSIA CON OCASIÓN DE LA INVASIÓN DE UCRANIA, de febrero de 2022-. Estas advertencias están dirigidas contra Occidente y, en concreto contra los países de la OTAN que, con su apoyo a Ucrania, impiden alcanzar los principales objetivos rusos, entre ellos su sometimiento y neutralización. Por tanto, como hemos dicho en otras ocasiones, para el bando ruso la guerra en Ucrania tiene un carácter existencial, porque afecta a sus intereses nacionales (de seguridad), mientras que para el Bloque Occidental, encabezado por los Estados Unidos, es sólo un modo para desgastar a Rusia (guerra por delegación o proxy war) y lograr que deje de ser una amenaza para sus vecinos. Al contrario que en el primer caso, en el que es concebible que Rusia pueda combatir durante años aplicando todos los recursos del Estado, es decir, asumiendo cualquier costo, el segundo es inalcanzable simple y sencillamente porque no se puede derrotar (o someter por la fuerza) a una gran potencia nuclear que, en el caso de Rusia, es necesario recordarlo, acumula el mayor arsenal nuclear del mundo y que junto con los Estados Unidos cuentan con el noventa por ciento de las armas nucleares existentes -véase la entrada ARSENALES NUCLEARES DE LAS GRANDES POTENCIAS EN 2023: ENTRE LA AMENAZA NUCLEAR RUSO-AMERICANA Y LAS FALACIAS SOBRE CHINA de junio de 2023-. Ante esta evidencia, Putin afirmó en su discurso del 29 de febrero de 2024 que “Occidente se ha olvidado de las consecuencias que tiene una guerra”, que “piensan que son dibujos animados” y “eso les hace perder la razón y crear riesgos para todos” (argumentos que ya fueron puestos sobre la mesa por el académico ruso y antiguo asesor presidencial Sergey Karaganov en sendos artículos publicados en junio y octubre de 2023). Sin embargo, algunos dirigentes europeos (los antiguos testigos silenciosos) apelan a continuar escalando contra Rusia, a atacar objetivos en el interior del territorio ruso y, a más, desplegar fuerzas militares en territorio ucraniano para tratar de sostener el frente, pero que se convertirían inevitablemente en objetivo de las armas rusas. Estas posiciones ponen de manifiesto dos cuestiones fundamentales en la teoría de las relaciones internacionales: la primera es que desconocen el poder limitador del conflicto que tienen las armas nucleares y, segunda, la ausencia del interés nacional en el cálculo de sus decisiones. Pero, ambas tienen un curso que lleva a un enfrentamiento directo con una gran potencia nuclear. Por tanto, un conflicto de estas características tendría como resultado previsible el empleo masivo de armas nucleares, con las consecuencias que pusieron de manifiesto los bombardeos atómicos americanos de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Se debe descartar, como hemos dicho en reiteradas ocasiones, la falacia de que es posible combatir (y ganar) una guerra nuclear limitada, porque, una vez iniciada, se desconoce el punto más alto de la escalada y los poseedores de dichas armas no estarán dispuestos a perder una guerra de tales características, además de que, conceptualmente, la idea de la guerra nuclear limitada fue rechazada por los dirigentes soviéticos y después por los rusos -sobre este debate véanse las entradas ARMAS NUCLEARES Y CONFLICTOS ASIMÉTRICOS: PERSPECTIVAS DE EMPLEO de mayo de 2015 y DE VUELTAS CON LA IDEA DE GUERRAS Y ATAQUES PREVENTIVOS de octubre de 2018. Esta concepción se plasma en los Fundamentos de la política estatal sobre disuasión nuclear de 2 de junio de 2020 -véase la entrada LA ACTUALIZACIÓN DE LA POLÍTICA DE EMPLEO DE ARMAS NUCLEARES DE RUSIA, UNA APUESTA POR EL RÉGIMEN DE ESTABILIDAD ESTRATÉGICA de junio de 2020- y es la que sirve de fundamento a Putin para afirmar el 29 de febrero de 2024 que el arsenal nuclear ruso tiene un nivel de disponibilidad total y que tienen la capacidad (y también la voluntad) para escalar hasta el punto más alto y combatir una guerra con armas nucleares bajo la premisa de que nadie podrá ganar porque el resultado será la desaparición de la civilización. Sin embargo, desde el lado occidental, se obvian las consecuencias que entrañan en sí mismas el peligro de un conflicto nuclear ilimitado. Como es propio de los dirigentes rusos, sus advertencias suelen ir seguidas de actos de demostración para tratar de mantener la vigencia de la disuasión nuclear. De este modo, el 1 de marzo de 2024 (un día después del discurso de Putin en Moscú) las Fuerzas de Misiles Estratégicos (RVSN) ejecutaron un ejercicio de preparación para el combate. Una tripulación perteneciente a la 14ª División de Misiles de Yoshkar-Ola, en los Urales, llevó a cabo el lanzamiento de un misil balístico intercontinental (ICBM) RS-24 Yars móvil desde un sitio de pruebas en Plesetsk, en el norte de la Rusia europea -vídeo del lanzamiento disponible aquí-. El misil voló unos seis mil kilómetros hasta que sus ojivas inertes alcanzaron los objetivos programados en el polígono de pruebas de Kura, en Kamchatka, en Extremo Oriente. Ahora bien, ni esta prueba es nueva ni es una sorpresa, sino que forma parte de las actividades regulares que realizan todos los componentes de las fuerzas de disuasión nuclear con la finalidad de validar el funcionamiento de los sistemas de mando y control y lanzamiento -véase la entrada GROM-23: EJERCICIO DE GUERRA NUCLEAR GLOBAL de octubre de 2023- y, casi más importante, mostrar a terceros esas capacidades, de tal modo que las armas nucleares sigan cumpliendo su misión primordial: evitar la guerra entre grandes potencias. Entonces, las cuestiones que se plantean son: ¿estamos preparados para afrontar una guerra contra Rusia? ¿somos conscientes de las consecuencias que podría tener tal guerra? ¿quiénes están adoptando tales decisiones? ¿Nos veremos arrastrados a una guerra donde no nos jugamos nada, en aras de una lucha entre las grandes potencias por la supremacía mundial?