OPERACIONES PÓKER Y MINOTAUR: PODERÍO DE ATAQUE NUCLEAR FRANCÉS DE LARGO ALCANCE

Son pocas las Naciones que son capaces de hacer un análisis correcto de sus intereses nacionales e implementar las decisiones necesarias para que, a pesar de los acontecimientos internacionales, incluidos los inesperados y caóticos, consigan alcanzar los objetivos fijados en su política exterior. Ello requiere uno de estos requisitos y, de forma ejemplar, los dos al mismo tiempo: un líder o un gobierno con una clara visión del Estado y del papel de su país en el mundo, con capacidad para tomar decisiones siempre y en todo momento, y unas elites políticas, intelectuales y funcionariales dotadas de altos valores éticos y morales, conscientes de la grandeza que atesoran a lo largo de los siglos y del papel que deben representar en la sociedad internacional, contribuyendo a crear y mantener las normas que regulan el sistema internacional. Estas cualidades son propias de grandes potencias, pero no solo de ellas porque hay potencias medianas y Estados que gozan de estos atributos, alcanzan sus objetivos de política exterior, mantienen su independencia y participan en las organizaciones internacionales de forma efectiva para garantizar la paz y la seguridad internacionales que, a la postre, no es más que garantizar su propia supervivencia. Hay potencias, algunas grandes y otras menores, que han aprendido estas lecciones después de acontecimientos extremadamente traumáticos, como puede ser el caso de la Unión Soviética, hoy Rusia, que superó la embestida de la Alemania de Hitler y alcanzó la victoria después de 27 millones de muertos; Francia, la potencia mejor armada de Europa en 1939, que sucumbió en seis semanas a la blitzkrieg alemana en 1940; o Israel, que consiguió la creación de su propio Estado por la fuerza de las armas después que murieran seis millones de judíos en Europa. De ninguna forma es causal que estos tres Estados tengan hoy armas nucleares, sino que fue una aspiración inmediata tenerlas y que no hubiera freno de ningún tipo para conseguirlo, porque frente a las buenas palabras y las buenas intenciones siempre se erige el poder del Estado, si es necesario en su forma más violenta, la guerra; y esta es una característica general de cualquier Estado, sea autoritario o democrático, como enseñaron terriblemente las guerras del siglo XX. Como decimos, la posesión de las armas nucleares, su mera presencia, disuade a otras potencias. De este modo, Rusia espera no tener que enfrentar otra guerra artera lanzada por Occidente, Francia no sucumbirá de nuevo a una ocupación humillante durante cinco años de una potencia extranjera e Israel no verá morir a millones de sus ciudadanos de forma inane ante el genocidio. Las armas nucleares aseguran la supervivencia por su mera existencia, cualidad terrible, pero que se ha mostrado imbatible desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Y esto lo han aprendido en sus carnes los líderes de países como Irak o Libia, que murieron a manos de potencias extranjeras, de Irán con sus aspiraciones al dominio del atómo o el caso aleccionador de Corea del Norte, que con la posesión de unas pocas armas nucleares se permite tratar de tú a tú a sus poderosos vecinos -los Estados Unidos, pero también la China comunista, Rusia, Japón o Corea del Sur-. Esto significa que las armas nucleares se convirtieron en una póliza de seguro de vida para los Estados que las poseen porque, ¿quién se atreverá a lanzar un ataque militar contra otra potencia que pueda recibir con un contrataque daños devastadores, de proporciones catastróficas? La existencia de la tríada nuclear, o lo que es lo mismo diferentes vectores de lanzamiento con base en tierra, aéreos o en plataformas navales, asegura en un altísimo porcentaje que las armas nucleares llegarán a su destino. Por eso, hemos dicho en varias ocasiones que las armas nucleares cumplen una función fundamental en el sistema internacional porque ayudan a mantener la paz y la seguridad entre las grandes potencias, lo que evita conflictos de cientos de miles o millones de muertos. Pero no basta la mera posesión de dichas armas, sino que es preciso que los líderes políticos, los dirigentes del Estado, estén dispuestos a emplearlas en caso necesario, y que las Fuerzas Armadas estén preparadas para su uso en cuanto reciban las órdenes oportunas. Es en esta decisión de empleo y en la preparación para hacerlo en lo que se basa la disuasión nuclear. Este es el caso de Francia. Desde que bajo la dirección del general de Gaulle se convirtió en una potencia nuclear en 1964, los sucesivos presidentes, mejores o peores, que ha tenido el país, han comprendido y asumido rápidamente el valor que tiene la posesión de las armas nucleares para mantener su estatuto de gran potencia y asegurar la defensa del país, porque, aunque su coste inicial es muy alto, su posesión es más asumible que mantener ejércitos de cientos de miles de efectivos en armas. De hecho, en la Europa de las buenas palabras y los buenos propósitos esto es inasumible. Sin embargo, esa comprensión de la realidad y de los intereses nacionales no impide a un presidente francés, calificado como “amigable”, declarar que las armas nucleares son la garantía de la supervivencia de su país y advertir a sus socios europeos de que no pueden permanecer pasivos ante el deterioro del régimen de estabilidad estratégica, que la seguridad europea no puede dejarse en manos de terceros porque eso pone en peligro la propia supervivencia de Europa -la fórmula de la “Conferencia de Munich” revela que nada impide que las grandes potencias acuerden ceder todo o parte de un Estado a un potencial agresor en aras de evitar o aplazar un conflicto bélico-. No actuar significa quedarse fuera. En este sentido se expresó el presidente Emmanuelle Macron en el discurso que pronunció en la Escuela Militar de París el 7 de febrero de 2020, que fue objeto de la entrada UN DISCURSO PARAUNA NUEVA ERA QUE CHOCA FRONTALMENTE CON LA REALIDAD, de abril de 2020, donde hizo otras declaraciones de interés: Francia sigue apostando por el multilateralismo, pero no descuida los fundamentos de una defensa basada en la posesión de las armas nucleares y la existencia de una política de empleo de las mismas, no firmará ningún tratado destinado a reducir su arsenal nuclear y continuará aumentando el presupuesto de defensa nacional, del que un 12% se destina al mantenimiento de la disuasión nuclear. Pero, además, enfatizó “nuestra seguridad pasa también, inevitablemente, por una mayor capacidad de acción autónoma de los europeos”. Como el movimiento se demuestra andando, según reza un refrán castizo, la Fuerza de Disuasión Nuclear francesa mantiene su preparación al máximo nivel: mantiene al menos un submarino nuclear armado con misiles estratégicos en patrulla permanente, preparado para lanzar un ataque de represalia en caso de agresión, y adiestra de forma permanente a sus Fuerzas Aéreas Estratégicas (FAS) en operaciones de ataque de largo alcance. Es en este marco donde se inscriben las operaciones Póker y Minotaur, desarrolladas recientemente por el conjunto de las Fuerzas Aéreas francesas como parte del dispositivo de disuasión nuclear. La Operación Póker se activa cuatro veces al año, de forma inopinada, e implica poner en el aire una fuerza de unos cincuenta aviones de combate y apoyo para simular un ataque nuclear ordenado por el Presidente. Se trata de un ejercicio de alta intensidad con la finalidad de poner a prueba la preparación para el combate de las FAS que operan armadas con el misil de crucero ASMPA dotado de una cabeza de guerra de 300 kt -el equivalente a aproximadamente 16 bombas de Hiroshima en cada misil-. Los ataques duran varias horas y las fuerzas atacantes se enfrentan a las defensas distribuidas en diferentes zonas del país. De forma paralela, las FAS se entrenan regularmente en operaciones ofensivas de ataque a muy larga distancia. En este marco se ejecutó la Operación Minotaur el 15 de diciembre, un ejercicio realista de proyección de las FAS que simularon un ataque nuclear con cinco aviones de combate Rafale en un escenario defensivo de alta intensidad contra la base aérea francesa de Djibouti, situada a 8.000 kilómetros de distancia del punto de partida de la fuerza de ataque, bases aéreas de Saint Dizier y Mont-de-Marsan en Francia. Los cazabombarderos Rafale, tres de ataque y dos de caza, contaron con el apoyo de aviones de repostaje en vuelo A-330MRTT y KC-135FR y un avión de mando y control E-3F en una misión que alcanzó 10 horas de duración. Sin embargo, el récord lo tiene una patrulla de Rafale que voló durante 12 h 08 m desde la isla de Reunión, en el océano Pacífico, hasta la base aérea de Saint-Dizier, simulando una misión de ataque nuclear contra territorio francés. Pero las FAS no solo participan en ejercicios. Durante la Operación Hamilton, el 14 de abril de 2018, una fuerza de ataque de cazabombarderos Rafale, que despegó de Saint Dizier, lanzó nueve misiles de crucero desde el Mediterráneo oriental contra objetivos en Siria y regresó a su base, después de cinco repostajes en vuelo. Por tanto, posesión, decisión y preparación nuclear aseguran no solo la existencia del Estado sino su influencia en los grandes asuntos internacionales. Que los dirigentes nacionales lo entiendan y promuevan supone que tienen una correcta visión del poder nacional, de sus intereses nacionales y de su sociedad. Los que no lo tienen, simplemente están perdidos y sucumbirán, inevitablemente, en la marea de la Historia. 

Appelle mon numéro

“LAS ACCIONES NO (TODAS) CONTADAS DE LAS UNIDADES DE OPERACIONES ESPECIALES ESPAÑOLAS”

Este es el título del libro del general de división Jaime Íñiguez Andrade dedicado a las operaciones especiales en España, que se presentó el 15 de diciembre de 2020 en el Instituto de Historia y Cultura Militar en Madrid, con el aforo completo y una excelente introducción del general Adolfo Coloma Contreras, que fue jefe del Mando de Operaciones Especiales. El libro se compone de un preámbulo, firmado por el almirante William McRaven, de la US Navy y Navy SEAL; un prólogo firmado en común por el exministro de Defensa, Pedro Morenés, y el que fue Jefe del Estado Mayor de la Defensa, el almirante Fernando García Sánchez; una introducción en la que se expone la creación y el contexto de las operaciones especiales en España; tres capítulos, en los que se examinan, por este orden, las actuaciones de interés exclusivamente nacional, las misiones internacionales y otras operaciones; un epílogo y dos anexos. A lo largo de la obra el general Íñiguez hace un extenso recorrido histórico desde las primeras Compañías de Operaciones Especiales -las afamadas COE- hasta el actual Mando Conjunto de Operaciones Especiales (MCOE), dependiente del actual Mando de Operaciones del Estado Mayor de la Defensa. Pero, al mismo tiempo, hace un recorrido intenso, cargado de emoción, de las operaciones especiales españolas porque va desgranando a lo largo de las páginas lo que se denominó hace mucho tiempo como “el espíritu guerrillero", que no es más que una actitud especial, diferente, más comprometida a través del sacrificio de lo que significa ser militar y servir a España. Valores que son comunes a todos los soldados de operaciones especiales de cualquier país de mundo y que, en el caso español, se materializan en la boina verde y el machete guerrillero, presentes física y simbólicamente en la sala.

En consecuencia, se trata de una obra extremadamente recomendable que viene a llenar un vació existente en la historiografía militar de nuestro país y que puede y debe servir de acicate para que otros autores se introduzcan en el estudio y divulgación de las operaciones especiales en España, en el valor de sus miembros y en exponer cuánto han aportado a la sociedad a la que sirven. Una última observación realizada por el autor al finalizar la presentación: para comprender mejor lo que se cuenta, se debe comenzar la lectura por el Anexo B: “Testimonios”: “1. De donde se narra por lo que pasó un guerrillero” y “2. De cómo algunos ven a los mandos de las UOE”. Por tanto, leamos el libro del general Íñiguez y aprendamos. 

Referencia bibliográfica completa: Íñiguez Andrade, J.: Las acciones no (todas) contadas de las unidades de operaciones especiales españolas. Ediciones Punto Didot. Madrid, 2020.  

“Canción de los guerrilleros”.

GROM-20: DEMOSTRACIÓN DE PODERÍO NUCLEAR RUSO EN UN MUNDO MÁS INSEGURO

Las armas nucleares son una garantía para la seguridad nacional de los países que las poseen porque, desde el mismo momento en que acceden al átomo militar, gozan de inmunidad, y son también un aliciente para la paz mundial porque evitan las guerras entre grandes potencias, ya que actúan como inhibidores del enfrentamiento. El fundamento de su efectividad es el miedo a sufrir daños de proporciones absolutamente catastróficas y, en ese sentido, las armas nucleares mostraron todas sus bondades durante la Guerra Fría -los Estados Unidos y la Unión Soviética no llegaron jamás a un enfrentamiento directo- y en la posguerra fría, donde los conflictos asimétricos y las armas avanzadas no han conseguido desplazar la avasalladora supremacía de las armas nucleares. Su don y su virtud es que inhiben en conflicto y ni siquiera requieren que los líderes de las potencias que las poseen sean inteligentes, porque imponen la racionalidad hasta entre los estúpidos. Nueve países poseen armas nucleares, pero solo dos están en condiciones de destruir completamente al otro, y al resto con él, si se superara esa barrera racional del miedo. Y para recordar que las armas nucleares están ahí y que están preparadas para cumplir su función las dos grandes potencias se ejercitan periódicamente en su empleo. En la Rusia de Putin este ejercicio se denomina, acertadamente, Grom (Trueno) y su finalidad es validar los sistemas de mando y control que están a disposición del Poder Político para poder responder a un ataque masivo contra el país. Esta respuesta se basa en la disposición permanente de las Fuerzas Nucleares Estratégicas, compuestas por la famosa tríada nuclear, preparada para descargar toda la fuerza del poder militar sobre el territorio del país cuyos líderes hubieran perdido el juicio, algo improbable, pero no imposible, y nunca descartable. Por ello, el 9 de diciembre de 2020 las Fuerzas Nucleares Estratégicas ejecutaron el ejercicio Grom-20 bajo la supervisión del presidente Putin y lo hicieron de forma pública, patente, con toda la difusión que dan los medios de la sociedad de la información, masivamente, para que el mundo real -y también el virtual- se entere de que las armas nucleares están presentes, se encuentran preparadas y se usarán en caso necesario, aunque en un enfrentamiento entre grandes potencias sería el primer y último caso. Después de una respuesta nuclear masiva -como enfatizan los dirigentes políticos y militares rusos- solo quedará el silencio, según reza el lema de las Fuerzas Coheteriles Estratégicas, porque, perdida la razón, solo quedará la devastación. Por tanto, que siga el equilibrio, equilibrio estratégico en el lenguaje de las grandes potencias.

“Hey boy hey girl”.