DESPLIEGUE AVANZADO DE LAS TROPAS DE COHETES ESTRATÉGICOS DE RUSIA
Las
Fuerzas Coheteriles Estratégicas
(RVSN) realizan en junio de 2017 ejercicios de despliegue avanzado de sus
unidades de cohetes sobre plataformas móviles. En estos ejercicios están
implicadas las divisiones de cohetes estratégicos estacionadas en las provincias de Tver, Novosibirsk,
Irkutsk e Ivánovo, según informaciones divulgadas por el Ministerio de Defensa
de Rusia, y en concreto participan diez regimientos con unos noventa cohetes
en total -92º, 235º, 285º, 382º y 428º Regimientos de Cohetes
Estratégicos de la Guardia y 168º, 308º, 321º, 773º y 804º Regimientos de
Cohetes Estratégicos-. Las fuerzas dotadas con cohetes estratégicos Topol-M y RS-24 Yars móviles –equipados con
una ojiva de 800 kilotones y cuatro ojivas MIRV de 100 kilotones
respectivamente- se despliegan más allá de sus bases con todos los equipos
asociados, realizan maniobras de protección activa, se camuflan y se protegen
frente a ataques aéreos e incursiones de sabotaje de fuerzas de operaciones
especiales adversarias y, como culminación del entrenamiento, llevan a cabo uno
o varios lanzamientos de cohetes estratégicos que portan cabezas inertes. Estas
fuerzas son altamente disuasivas puesto
que en el caso de que surja una amenaza de guerra a gran escala, se desplegarán
muy lejos de sus bases permanentes haciendo extremadamente complicada su
detección y localización por los satélites espaciales del adversario y, por
tanto, serán invulnerables a un eventual
ataque de contrafuerza. Debido al número de cohetes y unidades implicadas
se trata de una demostración de fuerza, según han sugerido varios analistas; en
concreto, Andrei Kotz dice que “no se excluye la posibilidad de que estos
entrenamientos representen una respuesta de Rusia a la movilización de fuerzas
de disuasión nuclear de los Estados Unidos cerca de las fronteras occidentales
del país eslavo” (declaraciones en Sputnik, 14 de junio de 2017). Esto es así
porque durante la segunda semana de junio bombarderos
estratégicos B-52H y B-1B americanos sobrevolaron el Mar Báltico durante la
realización de ejercicios navales de la Alianza Atlántica que se han
desarrollado en las mismas fronteras de
Rusia. A su vez estos vuelos fueron interceptados y seguidos al menos en
dos ocasiones por aviones de combate Su-27 de las Fuerzas Aeroespaciales de
Rusia (VKS). Y en dos ocasiones también sendas parejas de bombarderos Tu-160 de la Aviación de Largo Alcance volaron hasta espacio aéreo del Atlántico norte desde sus bases en el sur de Rusia. Esto sirvió de excusa para que, una vez más, el gobierno polaco,
por boca de su presidente Andrej Duda anunciara el 12 de junio de 2017 que
estaba dispuesto a discutir con la Administración Trump el aumento de la
presencia militar aliada en Polonia (declaraciones recogidas en ibídem). Como
respuesta, el vicepresidente de la Comisión de Defensa de la Duma (parlamento
federal ruso), Yuri Shvitkin, manifestó que “hemos declarado en repetidas
ocasiones que no vamos a dejar sin atención el reforzamiento del contingente de
la OTAN y el de otros países que están forjando planes bajo el pretexto de
defensa. Está claro que se tomarán medidas de respuesta.” (ibídem). Esta
situación responde a la nueva dinámica creada a raíz del conflicto ucraniano,
la anexión de Crimea a Rusia y la eventual implicación de este país en los
movimientos secesionistas de las provincias prorrusas del este de Ucrania.
Pero, como hemos dicho en varias ocasiones, este proceder de la Alianza
Atlántica, encabezada por los Estados Unidos, supone una vulneración del gran acuerdo con la Unión Soviética de Gorbachov
que permitió la reunificación de Alemania y la liberación de los países de Europa Central y Oriental en 1990 y la
creación de la Unión Europea en 1993. En ese acuerdo fundacional para una
Europa Unida se encontraba el compromiso occidental de no extender las
organizaciones militares propias hasta las fronteras de Rusia, lo que se
institucionalizó en el Acta Fundacional de las Relaciones OTAN-Rusia de mayo de
1997 con una declaración adicional en la que se establecía que este acuerdo
estratégico “no puede en modo alguno menoscabar la eficacia política y militar
de la Alianza, incluida su capacidad para cumplir su compromiso de seguridad
con los miembros actuales y futuros”. Precisamente a lo que se agarran ahora
los responsables de la política exterior americana, los dirigentes europeos,
los líderes atlantistas y de la Unión Europea, que proclaman la agresividad de
Rusia y la necesidad de tomar medidas
disuasivas para “fortalecer” la defensa común. El problema radica en que
los nuevos dirigentes de la Administración Trump se crean moral e
intelectualmente superiores a los toscos dirigentes rusos y calculen mal
dejándose arrastrar por la irracionalidad del torpe -pensamos en los acontecimientos recientes en Siria que han llevado a Rusia a suspender el protocolo con los Estados Unidos y otros miembros de la coalición internacional para evitar incidentes aéreos vigente desde octubre de 2015-. Las consecuencias serán
catastróficas para toda la humanidad pues, como recordaba recientemente el
Presidente Putin, en un hipotético
enfrentamiento nuclear entre los Estados Unidos y Rusia “nadie sobreviviría” (declaracionesrecogidas en Sputnik, 7 de junio de 2017)
HACIA UN SISTEMA RUSO DE GUERRA ESPACIAL
El pasado 25 de mayo de 2017 las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia lanzaron un cohete portador Soyuz 2.1b desde el cosmódromo de Plesetsk en el norte de la Rusia europea con la misión de poner en órbita un nuevo satélite militar Tundra del sistema de alerta temprana EKS, que ha sido denominado Kosmos-2518. Los dos satélites en órbita del sistema EKS –el primer aparato Tundra, Kosmos 2510, está en órbita desde noviembre de 2015- son los únicos satélites de alerta temprana actualmente en servicio, ya que el sistema anterior US-KS/KMO concluyó su vida operativa en 2014. El nuevo sistema contará con una constelación de satélites de órbita altamente elíptica tipo Molniya y satélites geoestacionarios, lo que requerirá al menos diez nuevos lanzamientos hasta 2020. Precisamente en estos días se ha conocido que tres pequeños satélites que Rusia había puesto en órbita en 2013 y 2015 han comenzado a maniobrar después de estar inactivos durante este tiempo. Los satélites, denominados Kosmos-2491, Kosmos-2499 y Kosmos-2504, empezaron a moverse y realizaron maniobras de aproximación a otros satélites situados en órbita fuera de servicio y a pedazos de basura espacial. Según fuentes especializadas, estas capacidades ponen de manifiesto que se trata de satélites experimentales construidos para aproximarse a otros ingenios espaciales y examinarlos, pero precisamente, lo que llama la atención es que ni las autoridades rusas ni Roscosmos han detallado sus funciones o las misiones en las que participan, y en algún caso ni siquiera declararon el lanzamiento del satélite, lo que se sale de todos los estándares en materia de política espacial. Según el Instituto de Física y Tecnología de Moscú el Kosmos-2499 sería un satélite diseñado para probar los novedosos motores de plasma SPT, lo que parece no ajustarse a lo observado este mes, y en el caso del Kosmos-2504 puesto en órbita en 2015, las autoridades rusas anunciaron que el cohete portador que despegó de Plesetsk llevaba tres satélites de comunicaciones Gonets, pero no hicieron ninguna mención al primero. Sin embargo, el hecho de que puedan permanecer inactivos en el espacio durante largos períodos de tiempo y luego puedan activarse y moverse con libertad lleva a los analistas occidentales a considerar que pueden tratarse de aparatos experimentales, diseñados para perseguir e inutilizar a otros satélites en caso de conflicto. Y esto es más preocupante en un contexto en el que Rusia y China dan pasos importantes para colaborar en la carrera espacial. Tal es así que pocos días antes de estos acontecimientos que relatamos, el Presidente Putin explicó en una rueda de prensa con el Presidente Xi Jinping que “China y Rusia cooperan en el sector espacial desde hace tiempo y tenemos todas las posibilidades para intensificar esta cooperación, incluidos el suministro de motores cohete de fabricación rusa a China”. Se trata, precisamente, de los mismos cohetes que se entregan a los Estados Unidos a pesar de la vigencia del mecanismo de sanciones aprobadas por las autoridades americanas por la implicación de Rusia en el conflicto de Ucrania. Como anotamos en una entrada anterior del blog de junio de 2016 titulada ESTADOS UNIDOS AVANZA EN LA MILITARIZACION DEL ESPACIO, los Estados Unidos continúan manteniendo la dependencia de los motores rusos RD-180 construidos por Energomash, perteneciente a Roscosmos, para propulsar los cohetes espaciales Atlas V que se emplean para poner en órbita los satélites miliares de las Fuerzas Armadas y de la Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO), así como también del avión espacial no tripulado X-37B –avión que acaba de regresar del espacio el 7 de mayo de 2017 de su cuarta misión secreta y que ha tenido una duración de setecientos diecisiete días-. Sin embargo, el 3 de mayo de 2017 la NRO puso en órbita un satélite de reconocimiento NROL-76 con un cohete Falcón 9 y en la próxima misión OTV-5 del programa X-37B se empleará el mismo cohete propulsor de la empresa Space X. Pues bien, esta aproximación chino-rusa en materia espacial genera, de nuevo, preocupación en Washington, y responsables políticos y militares de los Estados Unidos no dudan en afirmar que ambos países desarrollan sistemas antisatélite dirigidos contra los Estados Unidos. Así, en noviembre de 2016 altos mandos militares declararon que Rusia y China disponen de armas de la era espacial con capacidad para eliminar los sistemas satelitales americanos situados en órbita. En concreto, el Director de Inteligencia Nacional, Dan Coats, ha dicho: “estimamos que Rusia y China perciben la necesidad de contrarrestar cualquier ventaja militar de Estados Unidos derivada de los sistemas especiales comerciales, militares y civiles, y están considerando, cada vez más, ataques contra los sistemas espaciales como parte de su doctrina de guerras futuras.” Por tanto, traemos de nuevo las palabras de Friedman (en Los próximos cien años, 2010) cuando escribió que las guerras del futuro se librarán en el espacio porque los adversarios buscarán destruirse mutuamente los sistemas espaciales que les permiten observar y seleccionar los objetivos y neutralizar los satélites de navegación y comunicaciones para impedir el empleo de los sistemas de armas de precisión lanzables desde aviones tripulados y no tripulados. En consecuencia, la destrucción de los satélites enemigos se convertirá en un objetivo esencial de las guerras entre grandes potencias. Se cumple, por tanto, el principio general que enunciamos de que si alguna potencia consigue poner armas en el espacio, también habrá armas de respuesta.
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