DECLARACIÓN CONJUNTA DE LAS CINCO POTENCIAS NUCLEARES SOBRE LA PREVENCIÓN DE LA GUERRA NUCLEAR Y LA CARRERA DE ARMAMENTOS

Hace poco más de un año escribimos en el blog que las armas nucleares son la garantía absoluta para la seguridad nacional de los países que las poseen porque, desde el momento en el que consiguen la primera ojiva nuclear gozan de inmunidad frente a otras potencias. Pero son también un aliciente para la paz mundial, porque evitan las guerras entre grandes potencias, actuando como inhibidores del conflicto. El fundamento de la efectividad de las armas nucleares es el miedo a sufrir daños de proporciones catastróficas y, conforme a este principio indubitado, las armas nucleares mostraron todas sus capacidades desde 1945 porque pusieron fin a una guerra y evitaron otra, puesto que los Estados Unidos y la Unión Soviética no se atrevieron jamás a llegar a un conflicto bélico directo. En la posguerra fría mantienen toda su vigencia porque ni las nuevas formas de guerra -asimétrica, irrestricta- ni las nuevas municiones guiadas -las milagrosas e indoloras “armas inteligentes”- han conseguido desplazar su avasalladora supremacía militar. Por tanto, su cualidad política fundamental es que inhiben el conflicto e imponen la racionalidad entre los dirigentes políticos. Aunque actualmente nueve países tienen armas nucleares, solo cinco son los poseedores legales de las mismas, es decir, su posición está reconocida jurídicamente en tratados, acuerdos y declaraciones internacionales. El resto, los que las tienen y aquellos que aspiran a tenerlas, actúan al margen del ordenamiento Internacional y en cualquier momento pueden ser sometidos a medidas compulsivas para asegurar el cumplimiento de esa legalidad internacional, es decir, la imposición efectiva del régimen de no proliferación. ¿A quién corresponde la aprobación de estas medidas? Al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que reúne a las potencias ganadoras de la Segunda Guerra Mundial, que crearon las reglas que rigen el sistema internacional. Estas potencias forman el Directorio mundial, porque son los creadores y aplicadores de las normas fundamentales que gobiernan el funcionamiento de la sociedad internacional y el resto solo puede someterse a su aplicación u oponerse y sucumbir ante uno, varios o todos los miembros del Directorio, como también hemos visto desde 1945. Por tanto, el funcionamiento del Directorio asegura la paz y la seguridad internacionales. Por ello, no es nada casual que sean ellos mismos los Estados nucleares legales, como los denomina acertadamente el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) de 1 de julio de 1968, del que forman parte 190 países. Solo los miembros del Directorio pueden poseer las armas que eliminan la guerra de la ecuación del conflicto, precisamente por esa capacidad de producir daños incalculables a cualquier agresor irracional -que hasta ahora no ha existido-. En la entrada anterior dedicada al RETO DE LA RUSIA DE PUTIN -de diciembre de 2021- afirmamos que, precisamente, la potencia que encumbró su poder al final de la Guerra Fría, los Estados Unidos, comenzó a actuar de forma unilateral, contradiciendo y contraviniendo los principios de la Carta, precisamente el conjunto de normas que había creado en 1945 para gobernar el sistema internacional. Y, probablemente, en esa actuación contradictoria estaba el germen de su propia contestación, imposible en las dos décadas posteriores a la desaparición de la Unión Soviética -simplemente no había un enemigo parangonable-, pero cada vez más alarmante con la emergencia de la China comunista como potencia retadora y una Rusia que aspira a restaurar su esfera de influencia que es, al mismo tiempo, la garantía de su seguridad frente a la agresión occidental -repasemos la historia de Rusia durante los dos últimos siglos para entender la seriedad de esta afirmación-. Mientras China crece y crece, mantiene la moderación en su arsenal nuclear, sabedora de que un rápido e inesperado crecimiento podría provocar medidas punitivas, que ya fueron propuestas y planeadas durante la Guerra Fría. Sin embargo, la Rusia de Putin comparte con los Estados Unidos el 92% de las armas nucleares del mundo. Y su influencia es decisiva cuando se llega a las puertas del conflicto. Por ello, cuando algunos dirigentes occidentales hablan de adoptar medidas punitivas contra Rusia, ¿realmente son conscientes de las consecuencias de lo qué están diciendo? ¿Piensan acaso que la otra parte estará dispuesta a hincar la rodilla simplemente porque su actuación contradice sus discursos políticos? El realismo enseña y las Relaciones Internacionales demuestran hasta la saciedad que los Estados conducen su política exterior conforme a su propio interés, lo que se ve exacerbado en el caso de las grandes potencias, y entonces hablamos de intereses de seguridad. En un sistema regido por varias potencias estas tratan de concertarse para evitar el conflicto en un juego permanente de balance de poder. Lejos están las casi dos décadas de hegemonía imperfecta de los Estados Unidos, período en el que expandieron su poder sin limites en el sistema internacional globalizado. Ahora, la Rusia de Putin ha exigido garantías de seguridad a Occidente, es decir, no está dispuesta a seguir aceptando la creación de reglas unilaterales, sino que éstas deben emanar de un mecanismo de cooperación global, es decir, del funcionamiento del directorio mundial. Si no lo consigue, es probable que el régimen de estabilidad estratégica decaiga y que una o varias grandes potencias vean el conflicto como una alternativa para destruir al oponente y crear un nuevo régimen fundado en las reglas de los vencedores. Puro realismo político. Solo que para llegar ahí existe la barrera de las armas nucleares y la gravísima decisión de aceptar daños catastróficos de quien aspire a ganar un conflicto de esta naturaleza. Sin embargo, por ahora parece que no va a ser así. Por ello, representantes de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, los Estados nucleares legales, el directorio mundial, aprobaron el 3 de enero de 2022 una declaración conjunta para prevenir la guerra nuclear, evitar costosas carreras de armamentos y mantener el régimen de no proliferación. El Ministerio de Asuntos Exteriores ruso ha declarado que la declaración fue preparada y propuesta por ellos y en Pekín han dicho que realizaron una aportación muy importante a la misma -tampoco han perdido tiempo en recordar que los Estados Unidos y Rusia son quienes tienen que reducir sus respectivos arsenales nucleares-. Es probable que sea así porque satisface sus demandas a corto plazo. Sea como sea, del texto se desprende, además de la necesidad de mantener la racionalidad entre los dirigentes políticos de las grandes potencias, una declaración tácita de no primer uso de armas nucleares (NFU en inglés) generalizada, que veremos hasta qué punto es compatible con las políticas nucleares militares del Bloque Occidental. Las reuniones sobre estabilidad estratégica y garantías de seguridad de los próximos días nos dirán lo acertado de estas ideas. Mientras tanto, Moscú ha anunciado la pronta ejecución de un ejercicio a gran escala que implicará a las fuerzas que componen su triada nuclear, un recordatorio de que, a pesar de todo, las armas nucleares están ahí y están preparadas para cumplir su última función, porque como reza el lema de las Fuerzas de Misiles Estratégicos rusa (RVSN): “Después de nosotros, el silencio”.

Texto de la Declaración:

Declaración conjunta de los dirigentes de los cinco Estados poseedores de armas nucleares sobre la prevención de una guerra nuclear y la prevención de una carrera de armamentos

enero 3, 2022

La República Popular China, la Federación de Rusia, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, los Estados Unidos de América y la República Francesa consideran que es su responsabilidad primordial prevenir la guerra entre los Estados poseedores de armas nucleares y reducir los riesgos estratégicos.

Declaramos que no puede haber ganadores en una guerra nuclear y que nunca debe desatarse. Dado que el uso de armas nucleares tendría consecuencias de largo alcance, también reafirmamos que las armas nucleares, mientras sigan existiendo, deben servir a fines defensivos, disuadir la agresión y prevenir la guerra. Creemos que debe evitarse una mayor proliferación de esas armas.

Reafirmamos la importancia de contrarrestar las amenazas nucleares y subrayamos la importancia de mantener y cumplir nuestros acuerdos y compromisos bilaterales y multilaterales en la esfera de la no proliferación, el desarme y el control de armamentos. Seguimos comprometidos con nuestras obligaciones en virtud del Tratado sobre No Proliferación de las armas nucleares (TNP), incluida nuestra obligación en virtud del artículo VI de "proseguir las negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces para la cesación de la carrera de armamentos nucleares en una fecha temprana y el desarme nuclear, así como sobre el Tratado de Desarme General y Completo bajo un control internacional estricto y eficaz".

Cada uno de nosotros tiene la intención de mantener y fortalecer aún más sus medidas nacionales para prevenir el uso no autorizado o no intencional de armas nucleares. Reiteramos la pertinencia de nuestras declaraciones anteriores de no atacar y reafirmamos que nuestras armas nucleares no están dirigidas entre sí ni a ningún otro Estado.

Subrayamos nuestro deseo de trabajar con todos los Estados para crear un entorno de seguridad más propicio para el progreso en la esfera del desarme, con el objetivo final de lograr un mundo libre de armas nucleares, sin comprometer la seguridad de nadie. Tenemos la intención de seguir buscando enfoques diplomáticos bilaterales y multilaterales para evitar la confrontación militar, fortalecer la estabilidad y la previsibilidad, aumentar la comprensión y la confianza mutuas, y prevenir una carrera de armamentos que no beneficie a nadie y amenace a todos. Estamos decididos a entablar un diálogo constructivo basado en el respeto mutuo y el reconocimiento de los intereses y preocupaciones de seguridad de cada uno.  

“Matrix”