En el blog hemos traído a colación varias veces la máxima de Friedman de que la próxima guerra entre grandes potencias se iniciaría en el espacio. La descripción de los conflictos del futuro que realiza en Los próximos años (2010) está en la línea de la sorprendente y hoy en día poco recordada Las guerras del futuro (1993) del matrimonio Toffler. Ambos comparten una extraordinaria capacidad de ver más allá de los acontecimientos presentes para tratar de generar escenarios de futuro con una distancia temporal realmente pasmosa y, tanto en el caso de los Toffler, como más reciente, Friedman, no cabe duda que sus predicciones han resultado asombrosamente acertadas. La genialidad de estas obras radica en la capacidad analítica y la simplicidad en la comprensión de las reglas de funcionamiento del sistema internacional, el poder y la influencia, que les permiten establecer reglas predictivas con un alto nivel de acierto. También, en uno y otro caso, han tenido una influencia académica extraordinaria, pero difícilmente alcanzable hasta el gran público y, mucho menos, a medios generalistas, donde priman los análisis cortoplacistas, de última hora y donde el agente especializado no tiene cabida porque se estima que la capacidad de comprensión del ciudadano medio es baja o muy baja. Sin embargo, el análisis y explicación de este conocimiento es un bien social que debe ser difundido, porque nace de la teoría y no de la ideología y, por tanto, es válido en cualquier sociedad con independencia de su organización política y, me atrevería a decir, de su marco temporal. Pues bien, aplicando la máxima de Friedman citada al principio, la guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto la importancia decisiva de los medios espaciales en el planeamiento, conducción y ejecución de las operaciones militares para alcanzar los objetivos establecidos. La superioridad de los Estados Unidos en este ámbito es indiscutible, tanto a nivel tecnológico, como de organización y capacidades, que significativamente las aportan tanto el sector gubernamental y militar como el civil, en concreto en materia de comunicaciones de alta velocidad las que presta SpaceX con su sistema Starlink. Las otras grandes potencias le van a la zaga. China ha acelerado sus programas espaciales para intentar reducir la brecha de capacidades, convirtiéndose en el campeón de los lanzamientos espaciales durante dos años consecutivos. Por su parte, Rusia ha continuado con tecnologías y sistemas suficientemente probados, pero sin avances significativos, de modo que se ha ido ampliando la brecha tecnológica que ya existía con los Estados Unidos. Pero, no hay nada como una guerra para espolear la investigación y el desarrollo tecnológicos aplicados, porque todo conflicto bélico implica una carrera por lograr el arma decisiva. El ejemplo paradigmático es el proyecto Manhattan y la obtención de la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial. De hecho, su posesión permitió a los Estados Unidos acabar la guerra definitivamente en cuanto recurrió a su empleo y, de paso, cambió la naturaleza del conflicto para siempre. Por tanto, ese desfase de Rusia en el sector espacial se ha mostrado con toda su crudeza en la guerra en Ucrania. Y de ahí, la necesidad perentoria de aumentar capacidades para combatir una guerra donde la contraparte juega con una gran ventaja. A más largo plazo, el dominio del espacio será (es ya realmente) uno de los atributos para considerar a un país como una gran potencia. A sensu contrario, los que se queden rezagados estarán al albur de los más poderosos, que se impondrán con la sola amenaza de apagar los sistemas espaciales, que provocaría el caos para el que lo sufra, por lo que, como en el caso de las armas nucleares, la simple amenaza será suficiente para lograr los objetivos políticos y el uso de la fuerza será marginal. En el mes de agosto de 2022 se vio un incremento importante de las misiones espaciales por parte de Rusia y la China comunista -véase la entrada INTENSA ACTIVIDAD ESPACIAL DE LAS POTENCIAS RETADORAS DE LA HEGEMONIA OCCIDENTAL, de agosto de 2022-. En el caso de Rusia, estas operaciones han continuado aumentando, de modo que, en el mes de octubre de 2022, ha realizado seis lanzamientos para un total de diecinueve en lo que va de año. Al margen de misiones relacionadas con el programa civil de la Estación Espacial Internacional (EEI), la mayor parte han estado destinadas a poner en órbitas satélites de comunicaciones, de reconocimiento o de naturaleza desconocida, pero todos con evidentes aplicaciones militares. El 10 de octubre la corporación espacial rusa Roscosmos lanzó un cohete propulsor Soyuz-2.1b desde el cosmódromo de Plesetsk, en el norte de la Rusia europea, con el satélite número 17 de la serie GLONASS-K, perteneciente al sistema de posicionamiento global ruso GLONASS, que se compone de veinticinco satélites en órbita, operativos y en reserva. El 12 de octubre un cohete Proton-M lanzado desde el cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán, llevó al espacio con éxito el satélite de comunicaciones Angosat-2, para Angola. El 15 de octubre un cohete ligero de nueva generación Angará-1.2, que despegó de Plesetsk, puso en órbita un satélite militar de reconocimiento de nuevo tipo que recibió la denominación estándar Cosmos-2560. El 21 de octubre las Fuerzas Espaciales, rama de las Fuerzas Aeroespaciales rusas, lanzaron un cohete Soyuz-2.1v desde Plesetsk con dos satélites militares a bordo de los que las autoridades rusas no facilitaron ningún tipo de información, recibiendo la denominación estándar Cosmos-2561 y Cosmos 2562. El 22 de octubre de nuevo Roscosmos lanzó un cohete Soyuz-2.1b desde el nuevo cosmódromo de Vostochny, en el Extremo Oriente ruso, con cuatro satélites de comunicaciones a bordo: tres Gonets-M (versión civil del satélite de comunicaciones militares Strela-3) y un satélite experimental Skif-D para el sistema de acceso a Internet de alta velocidad Sfera, similar a Starlink o OneWeb occidentales. Finalmente, el 26 de octubre un cohete propulsor Soyuz-2.1a despegó desde Baikonur con la nave de carga Progress MS-21 para la EEI. El estado de guerra en Ucrania, la implicación de las potencias occidentales en el conflicto y el efecto de las sanciones detodo tipo de los Estados Unidos, la Unión Europea y otros países bajo su esfera de influencia contra Rusia plantean cuestiones fundamentales: ¿Rusia tiene capacidad para aumentar sus satélites de comunicaciones y reconocimiento militares a corto plazo? ¿Dispone de la base tecnológica e industrial para llevar a cabo una actualización de sus sistemas espaciales a medio plazo? ¿El coste de la guerra en Ucrania afectará a la financiación del sector espacial, completamente dependiente de los presupuestos gubernamentales? ¿Rusia posee capacidad para mantenerse a largo plazo en la carrera por el espacio? Son cuestiones fundamentales y cuya respuesta determinará, como decíamos más arriba, que continúe formando parte del directorio mundial. En todo caso, la historia de las relaciones internacionales demuestra que el cambio en la estructura internacional solo se produce después de un enfrentamiento decisivo. La guerra en Ucrania no tiene esa naturaleza, pero no pasará mucho tiempo para que se produzca tal conflicto.
EJERCICIO GROM-22. RACIONALIDAD Y PODERÍO NUCLEAR EN EL CONTEXTO DE UN CONFLICTO CONVENCIONAL
El 26 de octubre de 2022 las Fuerzas Armadas rusas llevaron a cabo su ejercicio anual de guerra nuclear GROM-22 ("Trueno", en ruso). El ejercicio tiene como objetivo verificar la preparación de los sistemas de alerta, mando y control rusos para garantizar la respuesta ante un ataque nuclear de un eventual enemigo contra su territorio, sus Fuerzas Armadas o sus países aliados. Por ello, se ejecuta bajo las órdenes del presidente ruso, Vladimir Putin, como jefe del Estado, comandante de las Fuerzas Armadas y cabeza de la autoridad nacional de empleo de las armas nucleares. Como en ocasiones anteriores, Putin estuvo acompañado por el ministro de Defensa, general Sergey Shoigú, y el jefe del Estado Mayor General, general Valery Gerasimov, encargados de transmitir las órdenes a través de la cadena de mando militar hasta los comandantes operativos en sus zonas de operaciones o de despliegue avanzado. En el ejercicio participaron todos los componentes de la triada nuclear estratégica, sin que trascendiera la participación de fuerzas o vectores nucleares de nivel táctico, como si ha ocurrido en ejercicios anteriores, pero es preciso aclarar que tampoco esto una regla. Las Fuerzas Coheteriles Estratégicas (RVSN) dispararon un misil balístico intercontinental (ICBM) RS-24 Yars desde un lanzador móvil situado en el cosmódromo de Plesetsk, en el norte de la Rusia europea. El misil recorrió 6.200 kilómetros hasta impactar en el polígono de misiles de Kura, en la península de Kamchatka. Al mismo tiempo, el submarino nuclear estratégico (SSBN) K-114 Tula lanzó un misil balístico embarcado (SLBM) R-29RMU Sinevá desde una posición en inmersión en el mar de Barents, que sobrevoló territorio ruso hasta batir un blanco programado en Kura. Finalmente, dos bombarderos estratégicos politurbohélice Tupolev Tu-95MS dispararon en vuelo varios misiles de crucero con capacidad nuclear contra blancos situados en el polígono de tiro de Pemboy, en el norte de Rusia. Una vez finalizado el ejercicio el general Shoigú declaró que las fuerzas de disuasión estratégica habían cumplido todos los objetivos programados en el ejercicio. Pero es preciso tener en cuenta que el planeamiento, el anuncio y la ejecución de este ejercicio se ha producido en el contexto de la campaña militar rusa en Ucrania y bajo la presión de la amenaza de empleo de armas nucleares en dicho conflicto, asunto que, por otra parte, tampoco es nuevo, como ya advirtió Putin en la madrugada del inicio de la guerra el 24 de febrero de 2022, sino que se realiza en un escenario bélico complejo de creciente deterioro del frente terrestre para Rusia. Sin embargo, el poder político ruso, en Kremlin para ser más exactos, ha tratado de lanzar una señal de normalidad con la ejecución del Grom en estos momentos. Por un lado, para demostrar que, a pesar de los reveses militares en Ucrania, las Fuerzas de Disuasión Nuclear están listas para actuar contra cualquier adversario que trate de lanzar un ataque masivo contra Rusia y sus Fuerzas Armadas, dando cumplimiento al principio básico en el que se basa la disuasión, es decir, seguir teniendo la capacidad de contragolpe suficiente para causar daños catastróficos a un potencial adversario. Este mensaje va dirigido contra cualquier gran potencia, cuente o no con armas nucleares y, específicamente contra los Estados Unidos, puesto que no debemos olvidar que juntos, Rusia y los Estados Unidos, tienen el 90% de las armas nucleares existentes en el mundo. Ese mensaje también va dirigido contra Kiev, señalando que Rusia tiene la capacidad para ganar la guerra en cualquier momento, realizando para lograrlo un ataque nuclear demoledor contra las Fuerzas Armadas y las instituciones gubernamentales ucranianas, destruyendo toda capacidad de resistencia de forma terrorífica y radical. Pero aquí es donde entra en juego la racionalidad de los decisores políticos de las grandes potencias, que se ve extraordinariamente reforzada por la posesión de las armas nucleares, la amenaza de su existencia y la capacidad de emplearlas, que debe de ser cierta y no dejar lugar a dudas de ello, pero que, al mismo tiempo, cumple su función con su no empleo. Como demostraron los teóricos de las armas nucleares hace mucho tiempo, su mera posesión disuade por el miedo y su perfección radica en que nunca van a ser usadas, porque el agresor no estará dispuesto a asumir el daño que su empleo lleva implícito. Dejemos de lado, la posibilidad de ganar una guerra nuclear (irrealizable en sí misma), la posibilidad de combatir una guerra nuclear limitada sin que haya escalada o ideas tan peregrinas como escalar para desescalar, que ni siquiera están en los documentos de a quienes se atribuye. De nuevo, los dirigentes rusos han lanzado un mensaje dirigido a las dos contrapartes en el conflicto: tenemos el poder y podemos usarlo, ¿nos veremos obligados a usarlo? Si la racionalidad se impone habrá negociación, en caso contrario el curso de la guerra solo puede llevar más daño y destrucción a Ucrania y la amenaza latente de que una gran potencia (con armas nucleares) no aceptará una derrota cuando están en juego sus intereses nacionales. En el caso de Rusia es así porque se juega su propio territorio (históricamente consideran que es así). En el caso de los Estados Unidos sus objetivos ya se han cumplido y no es necesario seguir escalando.
DATOS DE LOS ARSENALES NUCLEARES DE LAS GRANDES POTENCIAS A 1 DE SEPTIEMBRE DE 2022
El 14 de octubre de 2022 se divulgaron los datos actualizados sobre los arsenales nucleares estratégicos de las grandes potencias a 1 de septiembre de 2022, conforme a las cláusulas de información del Tratado de Limitación de Armas Estratégicas (Nuevo START). Este tratado se firmó en Praga el 8 de abril de 2010 por los Estados Unidos y Rusia, entró en vigor el 5 de febrero de 2011, su renovación fue acordada durante una conversación telefónica de los presidentes Biden y Putin el 23 de enero de 2021 y estará en vigor, salvo denuncia previa, hasta el 5 de febrero de 2026. Baste recordar que el Nuevo START establece tres límites cuantitativos estrictos para las dos grandes potencias: 800 vectores de lanzamiento, de los que solo pueden estar en servicio de forma simultánea un máximo de 700, y un tope de 1550 ojivas nucleares. También conviene recordar que, a efectos del tratado, los bombarderos estratégicos cuentan como una unidad, con independencia del número de ojivas que puedan transportar. Finalmente, estos números no indican el volumen total de armas nucleares de cada uno, porque solo se ocupa de las armas estratégicas en los límites y tipos establecidos por el propio tratado -esta información está disponible en la entrada reciente ARSENALES NUCLEARES DE LAS GRANDES POTENCIAS EN 2022, de septiembre de 2022-. Los Estados Unidos contaban a 1 de septiembre de 2022 con 800 vectores de lanzamiento, entre misiles balísticos intercontinentales con base en tierra (ICBM), misiles del mismo tipo embarcados en submarinos (SLBM) y bombarderos estratégicos (mismo número que el año anterior), 659 de ellos operativos (-6) con 1420 ojivas nucleares en servicio (+31). Por su parte, Rusia tenía 759 sistemas de lanzamiento (+17), 540 operativos (+13) y 1549 ojivas nucleares (+1). Por tanto, ambas cumplían estrictamente las limitaciones acordadas, aunque los Estados Unidos estaban, como hemos dicho, en el límite de los sistemas de lanzamiento totales (800 de 800) -los datos del mismo mes del año anterior pueden consultarse en DATOS DE LOS ARSENALES NUCLEARES DE LAS GRANDES POTENCIAS A 1 DE SEPTIEMBRE DE 2021, de noviembre de 2021-. No obstante, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso presentó una queja alegando que las cantidades declaradas por la contraparte americana no se ajustan a la realidad, al no contabilizar sistemas que deberían estar bajo el paraguas del tratado. Además de repetir las reclamaciones anteriores sobre los denominados “silos de adiestramiento” con base en tierra (cuatro en total), categoría que no se contempla en el Nuevo START y que Moscú considera una “reclasificación arbitraria”, también se refiere a 41 bombarderos B-52H y 56 SLBM Trident II que “no puede confirmar” que cumplan las condiciones para quedar fuera del tratado Nuevo START. Como decimos, estas discrepancias no son nuevas, pero ahora presentan un volumen significativo y, en el contexto de crisis actual, podrían ser un detonante para que una de las partes, o las dos, decidieran denunciar la vigencia del tratado y dejar de cumplirlo, como se ha hecho con el resto de tratados de control de armas y medidas de confianza acordados al final de la Guerra Fría -véase LA RUPTURA DEL RÉGIMEN DE ESTABILIDAD ESTRATÉGICA Y LOS POSIBLES ESCENARIOS PARA EL FUTURO, de septiembre de 2019-. De hecho, como hemos repetido en varias ocasiones, el Nuevo START es el último tratado de control de armas nucleares entre las dos grandes potencias (que acumulan el 90% de todas las armas nucleares existentes en el mundo) y, aunque ambas han cumplido hasta ahora estrictamente los límites pactados, pueden tomar un curso de decisión diferente, destruyendo definitivamente el régimen de control de armas nucleares e iniciando una nueva carrera de armamentos en un contexto de recesión económica, crisis político-estratégica y guerra en Ucrania de proporciones incalculables -como hemos escrito recientemente en EL CALLEJÓN SIN SALIDA DE LA GUERRA EN UCRANIA, de septiembre de 2022-. Los dirigentes políticos de las grandes potencias están hablando abiertamente de armas nucleares, de la amenaza de uso y de su uso en la guerra de Ucrania, y a este discurso se han sumado los testigos silenciosos, con declaraciones extremadamente peligrosas sin que demuestren ser conscientes de que lo que está en juego no es solo la paz y la seguridad internacionales, sino la existencia misma de los países que representan. En una época sin líderes políticos de la talla de un Gorbachov, un Kohl o una Thatcher, todo puede suceder, sobre todo cuando dirigentes manifiestamente incapaces hacen caso omiso a aquellos que se esforzaron en crear un mundo más seguro, más benévolo y orientado hacia los ciudadanos. El ejemplo más reciente es el de la canciller Merkel, ya retirada, a la que no le hacen caso ni en su propio país, o un politólogo como Kissinger cuando habla del equilibrio de poder, al que solo los estúpidos no tienen en cuenta. Pues bien, o se pone cordura en las declaraciones que se hacen y en las decisiones que se adoptan o estamos abocados a un desfiladero de la Historia.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)