AVIONES DE COMBATE TRIPULADOS Y NO TRIPULADOS, ENJAMBRES Y PODER AÉREO
En la entrada del blog titulada PRIMER
VUELO DEL UCAS RUSO OKHOTNIK, del mes de agosto de 2019, dimos cuenta de los
primeros pasos de este prometedor sistema de combate aéreo no tripulado (UCAS)
pesado desarrollo por la Oficina de Diseño de Sukhoi para las Fuerzas
Aeroespaciales rusas (VKS). En la entrada comentamos que el Okhotnik ha sido pensado
para operar conjuntamente con el avión de combate tripulado de quinta generación
Sukhoi Su-57 en ambientes complejos y de alta intensidad de las amenazas,
actuando en paquetes de ataque contra objetivos especialmente protegidos. Como
referimos, el nuevo UCAS realizó el primer vuelo el 3 de agosto de 2019 y pocos
días después el Ministerio de Defensa ruso publicó un video en el que se podían
ver sus evoluciones, incluidas las maniobras de despegue y aterrizaje, que se puede
ver en la entrada citada. Pues bien, el 27 de septiembre de 2019, el Ministerio
de Defensa divulgó un nuevo vídeo en el que se muestra la evolución conjunta y
simultánea de ambos aparatos de combate: el Su-57 y el Okhotnik, actuando éste
en modo totalmente automático. Según la información difundida, actualmente se están
probando los procedimientos para conocer el potencial de búsqueda y seguimiento
del radar AESA N036 y los sensores electroópticos y de guerra electrónica fusionados
cuando ambos aparatos operan conjuntamente en misiones donde el Okhotnik vuela
en un posición de vanguardia o avanzada permitiendo al piloto del Su-57 emplear
los misiles de largo alcance, tanto propios como del UCAS, sin tener que entrar en la zona
de amenaza que lo convertiría en blanco de los misiles aire-aire o antiaéreos del
enemigo. El vuelo tuvo una duración de más de treinta minutos y los resultados pueden
ser extremadamente prometedores. Se espera que el Su-57 comience a entrar en
servicio a finales de este año y que el Okhotnik lo haga hacia 2024 o 2025, por lo que
podemos predecir que pronto veremos enjambres de aviones de combate tripulados
y no tripulados operando conjuntamente, atacando posiciones fuertemente
defensivas y con potencial para causar daños enormes en las defensas antiaéreas
y en las plataformas aéreas adversarias, especialmente las de alto valor, como
los aviones de mando y control (AEWC), alerta temprana (AWACS) y aviones
cisterna, que impedirían o limitarían en gran medida la proyección del Poder Aéreo
como lo conocemos hasta ahora. Solo el tiempo dirá si estamos ante una nueva
revolución de la guerra aérea, pero se trata de un asunto del que llevamos tiempo
hablando desde nuestras ideas seminales planteadas en ROBÓTICA
Y CONFLICTO MILITAR EN LA SOCIEDAD INTERNACIONAL GLOBAL en mayo de 2013 y
otros ensayos posteriores.
LOS SATELITES DE ALERTA TEMPRANA COMO COMPONENTE DE LA DISUASIÓN Y COMO PRIMER OBJETIVO DE LA GUERRA ESPACIAL
De nuevo, el 26 de septiembre las Fuerzas Espaciales de
Rusia (KO), dependientes de las Fuerzas Aeroespaciales (VKS), lanzaron desde el
cosmódromo de Plesetsk, en la región de Arkhangelsk, un cohete portador Soyuz-2.1b
con la misión de poner en servicio un nuevo satélite para el Ministerio de Defensa.
Ya en el espacio, la etapa propulsora Fregat-M se encargó de poner en la órbita
establecida el satélite que quedó bajo el control del Centro Espacial Principal
Titov mediante la toma de datos de telemetría y el establecimiento de
comunicaciones estables con los equipos de a bordo. El satélite recibió la
denominación secuencial de Kosmos-2541. Las agencias gubernamentalesrusas inicialmente no dieron más información sobre el nombre, características y
naturaleza del objeto puesto en órbita. Veamos entonces de qué nuevo satélite
militar estamos hablando. Las primeras informaciones útiles las aportan las NOTAM
que establecieron las restricciones a la navegación marítima y aérea en la zona
de lanzamiento y en la trayectoria de vuelo del cohete portador Soyuz-2.1b. El
despegue tuvo lugar a las 0746 GMT desde la plataforma
de lanzamiento Número 4 del Sitio 43 de Plesetsk volando en dirección sudoeste,
dejando caer los cuatro motores propulsores de la primera etapa dos minutos
después. En los minutos siguientes el cohete se desprendió sucesivamente del
carenado de la carga útil y de la segunda etapa, y la tercera etapa lanzó la
etapa superior Fregat-M a una trayectoria suborbital a los nueve minutos de vuelo.
A continuación, la Fregat-M maniobró varias veces para colocar la carga útil en
la órbita programada. En esta última fase fue cuando el Centro Espacial
Principal Titov estableció la conexión estable con el satélite. Según los datos
obtenidos de fuentes abiertas la etapa propulsora Fregat-M llevó la carga útil
a una órbita altamente elíptica de 63. 8º hacia el ecuador, con altitudes que
van desde los 1.645 kms a 38.538 kms. de la Tierra, denominada tipo Molniya. El
satélite espacial se separó del cuerpo principal varias horas después. Pues
bien, esta órbita coincide con las de los dos satélites de alerta temprana de
la clase EKS (Edinaya Kosmicheskaya Sistema) o Tundra puestos en órbita por la combinación Soyuz/Fregat en
noviembre de 2015 y mayo de 2017 denominados Kosmos-2510 y Kosmos-2518 –como tratamos
oportunamente en el blog– destinados a reemplazar a la serie anterior Oko-1, que
se puso en órbita por última vez en 2012. Estos aparatos construídos por RKK Energiya están equipados con
sensores de infrarrojos con capacidad para detectar el lanzamiento de misiles desde
América del Norte y los misiles adversarios que se acerquen al territorio ruso.
Por tanto, se puede concluir que las KO ha puesto servicio un tercer satélite
EKS en una constelación que tendrá seis aparatos de alerta temprana dedicados a la observación
permanente del territorio continental americano, realizando rotaciones de 12
horas para asegurar que ningún lanzamiento de misiles escapa a su control detectando
el inicio de un eventual ataque nuclear y dando al mando la capacidad de tomar
las decisiones necesarias para realizar un lanzamiento de alerta masivo. De
este modo, los satélites de alerta temprana garantizan el correcto
funcionamiento de la disuasión… y, al mismo tiempo, se convierten
en objetivos de gran valor de los sistemas antisatélites adversarios en caso de
un enfrentamiento decisivo. Esto significa que la interceptación o destrucción
de uno o varios de estos satélites sería la prueba irrefutable de que se ha iniciado
un ataque nuclear, de modo que el Poder Político ruso se encontraría ante la
decisión de ordenar un ataque masivo sin tener la certeza absoluta de que tal
ataque se esté produciendo, pero sí la convicción de que si no ordena el
lanzamiento quizás sea demasiado tarde para tomar tal decisión. O, al menos, que
lo haga un ser humano, porque en caso de descabezamiento del poder político
y militar entraría en juego en sistema automatizado de mando y control Perimeter,
que se encargaría de llevar a cabo un ataque de contragolpe contra los
objetivos preprogramados en territorio enemigo con el resultado de provocar una
destrucción de gran escala sin precedentes, y quizás que tampoco se podría ver
posteriormente, porque la civilización, la Humanidad como la conocemos,
entraría en una etapa sin futuro.
«LA RUPTURA DEL RÉGIMEN DE ESTABILIDAD ESTRATÉGICA Y LOS POSIBLES ESCENARIOS PARA EL FUTURO»
Este es el título del ensayo del que soy autor publicado por
el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) como Documento de Opinión el 24 de
septiembre de 2016. En este ensayo consideramos que el sistema se ha
transformado por completo en pocos años y las posibilidades de destrucción absoluta
se han multiplicado cientos de veces en un corto período de tiempo. Por ello, resulta
oportuno reflexionar sobre problemas que se han planteado más de una vez: ¿es
posible una tercera guerra mundial? ¿La adopción de decisiones ha
llegado al punto de no retorno? La frase “no puede ser” se cambia a “sí,
siempre que estimemos que salimos ganando algo”. A estas enormes consecuencias se
llega por ignorancia, desprecio a la diplomacia, complejo de falsa superioridad
y, sobre todo, por esa tendencia al suicidio que la humanidad en su conjunto
cultiva desde el principio de los tiempos. Se puede concebir el gigantesco avance
tecnológico con la posibilidad de la extinción, porque, en realidad, algunos
sobrevivirán sobre un plantea sin vida. Puede que ese día sea el final de la
civilización que conocemos y el amanecer de otras nuevas sobre un mundo distinto.
Es complicado plantear estas preguntas, pero lo hacemos, aunque carecemos de
respuestas coherentes. El documento que se presenta se estructura en Introducción,
tres epígrafes que se titulan “La peligrosa retórica del ataque nuclear y la guerra
preventiva”, “La renuncia al Tratado INF y los testigos silenciosos: la OTAN y
la Unión Europea” y “Lo que la verdad esconde: los intereses nacionales detrás
del abandono del Tratado INF” y unas Consideraciones finales.
Referencia completa: Pérez Gil, L.: “La ruptura del régimen de estabilidad estratégica y los posibles escenarios para el futuro”, Documento de Opinión IEEE 84/2019, de 24 de septiembre de 2019, texto completo disponible.
"Jolene"
Referencia completa: Pérez Gil, L.: “La ruptura del régimen de estabilidad estratégica y los posibles escenarios para el futuro”, Documento de Opinión IEEE 84/2019, de 24 de septiembre de 2019, texto completo disponible.
"Jolene"
REFLEXIONES SOBRE LA ESTABILIDAD ESTRATÉGICA EN UN MUNDO EN CAMBIO
Actualmente estamos debatiendo de
forma incansable pero recurrente sobre la vigencia del régimen de estabilidad
estratégica ante la voluntad decidida del gobierno americano de abandonar los
acuerdos básicos en los que se fundamenta, como eran el Tratado de Sistemas
Antimisiles (Tratado ABM) de 1972, el Tratado de Misiles de Alcance Intermedio
(Tratado INF) de 1987 y el Tratado de Armas Estratégicas en su última versión
denominado Nuevo START de 2010. Estos acuerdos entre los Estados Unidos y la
Unión Soviética y, posteriormente, Rusia, sirvieron para crear un régimen
explícito de seguridad dotado de un conjunto de normas, reglas, procedimientos
y sistemas de adopción de decisiones entre las dos grandes potencias con la
finalidad de evitar un enfrentamiento militar directo que, en términos
estratégicos, se traduciría en una guerra nuclear total de proporciones
incalculables. Este régimen de seguridad global, que tiene su fundamento en los
Acuerdos de Moscú de 1972, ha funcionado porque ha mantenido la paz y la
seguridad internacionales. Sin embargo, ahora nos encontramos en la etapa final
de ese régimen y hablamos simple –y terriblemente– del fin del régimen de
estabilidad estratégica. Por eso es importante entender qué significa este concepto
y su importancia en los estudios estratégicos. Entendemos por estabilidad
estratégica el equilibro de fuerzas dentro de la cual ninguna de las partes
podría alcanzar una ventaja estratégica negándola a la otra parte, es decir,
una situación en la que ninguna de las partes tendría un incentivo para un
primer uso de armas nucleares porque no tiene la certeza de prevalecer en el
enfrentamiento. Con esta definición es evidente que estabilidad estratégica
y armas nucleares van de la mano. Esto es así porque el advenimiento en
1945 de la bomba atómica cambió la forma de hacer la guerra y la carrera entre
los Estados Unidos y la Unión Soviética durante las primeras décadas de la Guerra
Fría puso de manifiesto la brutalidad del nuevo invento: la posibilidad cierta,
por primera vez, de poder destruir completamente la civilización humana, lo que
en términos estratégicos se sintetizó en el concepto –luego doctrina– de la destrucción
mutua asegurada (MAD por sus siglas en inglés). Para evitar este escenario
terrible era preciso erigir un régimen de seguridad. Así que mientras ambas
potencias seguían amontonando cada vez más ojivas nucleares y capacidades para
alcanzar los objetivos (ICBM, SLBM, SSBN, ALCM, sistemas de guía satelitales)
Moscú y Washington implementaron primero un régimen de carácter implícito
y, posteriormente, con los Acuerdos de Moscú negociaron y establecieron un régimen
de seguridad explícito. Su existencia permitió que cuando llegó el final de
la Guerra Fría y el derrumbamiento de la Unión Soviética el sistema permaneciera
estable sobre la base del reconocimiento de Rusia como potencia nuclear
sucesoria y cogarante de statu quo. Esto era aceptado por ambas
partes… al menos hasta ahora, porque en abril de 2010 los presidentes Medvedev
y Obama firmaron en Praga el Nuevo Tratado START que ampliaba la vigencia de
los anteriores tratados START de limitación de armas estratégicas reduciendo el
número de ojivas estratégicas en ambos arsenales, así como los sistemas de
lanzamiento. Como hemos
seguido en el blog, desde su entrada en vigor, ambas
grandes potencias han cumplido estrictamente las estipulaciones del tratado en
cuanto a los sistemas de combate en servicio, su número, plazos y
estipulaciones de información mutua. Pero al contrario que el Tratado INF que tenía una vigencia
indefinida –pero que finalizó el 2 de agosto de 2019 por la denuncia de las partes, como tratamos de forma monográfica–, el Nuevo START terminará el 5
de febrero de 2021, y si no se hace nada, es decir, si Moscú y Washington, no
deciden ampliarlo o renovarlo, se habrá extinguido prácticamente el régimen
explícito de seguridad global. De hecho, solo quedará el Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas, que reúne al directorio mundial en sus cinco miembros
permanentes, como barrera de contención frente a la guerra a gran escala. Pero
también hemos visto como, cuando es necesario, se puede actuar al margen del
mismo: los casos más evidentes con la guerra de Corea de 1950 a 1953, el ataque
de la OTAN a Yugoslavia en 1999 o la segunda guerra de Irak en 2003. ¿Es
posible que el sistema se destruya completamente? Puede que sí. No auguramos el
caos, pero si un mundo más inestable porque supone retroceder a antes de 1972,
al período previo a los Acuerdos de Moscú, con el agravante de que el sistema
no consta de dos partes, sino de tres, porque ahora Washington incluye a China
en la ecuación, a pesar de que esta nueva gran potencia rehúsa el encuentro. Y
lo ha dicho claramente en el Libro Blanco de la Defensa publicado el 24 de
julio de 2019: el país todavía no está preparado para combatir y ganar guerras;
como ellos mismos establecen, esperan alcanzar esta capacidad en 2035. Pero los
Estados Unidos no van a esperar a que llegue ese momento. Como hicieron con el Japón
imperial restaurado las hostilidades se han iniciado con la denominada guerra
comercial, la pugna por el control de las rutas marítimas –eufemísticamente
denominado la libertad de los mares–, la competición por el acceso a los
recursos naturales –básicamente petróleo, gas y materias primas–, la suma de
nuevos aliados a la coalición antiimperialista –es decir, contra la nueva
potencia revisionista usando términos morgenthaunianos– hasta llegar,
finalmente, al enfrentamiento militar directo. Por ese motivo Washington no
quiere tener atadas las ambos con acuerdos o tratados que puedan limitar su
capacidad para desarrollar y poner en servicio cualquier tipo de sistemas de
armas avanzadas tecnológicamente, incluidas las hipersónicas, los misiles de
crucero de cualquier rango de alcance y las cargas nucleares de bajo
rendimiento o baja potencia para poder llevar a cabo ataques decisivos contra
instalaciones clave en cualquier momento y cualquier lugar –este es el
fundamento estratégico del programa de desarrollo Prompt Global Strike,
del que nos hemos ocupado en
otro lugar–. Como conocemos el desenlace del Japón
Imperial podemos augurar el final de la China comunista, porque no olvidemos un
principio fundamental: las democracias solo son más pacíficas entre ellas.
Cuando el enemigo es un adversario que tiene un sistema político o
socioeconómico diferente no existen restricciones morales y se aplica la fuerza
absoluta para alcanzar la victoria: este es el principio sobre el que se
estableció la rendición incondicional de Alemania adoptado por los Aliados en
la Conferencia de Casablanca en enero de 1943 a propuesta del presidente
Roosevelt. Por eso son tan oportunos y se agradecen tanto los ensayos que explican
y tratan de actualizar los conceptos básicos que manejamos, no por simple
ejercicio de disquisición teórica sino porque su comprensión e implementación
permite mantener la paz entre las grandes potencias.
Este es el caso del reciente artículo titulado “Estabilidad estratégica en un mundo en cambio” del profesor ruso Dmitry Trenin, publicado en el número de julio/agosto de 2019 de la revista Política Exterior. Trenin dice que la competición entre grandes potencias ha reaparecido tras un paréntesis de veinticinco años y que en el futuro las armas nucleares probablemente no estarán controladas por tratados internacionales. Muestra, por tanto, un escenario sombrío para la paz. ¿Es posible reconducir la situación actual? Veamos que nos dice. Trenin comienza con una definición clásica de estabilidad estratégica como “la ausencia de incentivos para que un país nuclearizado lance un primer ataque nuclear” (p. 108) e inmediatamente advierte de que este concepto y las condiciones para que se dé “han mutado de manera fundamental” (p. 108). En consecuencia, lo primero que propone es definir “el concepto de estabilidad estratégica hoy” sobre la base de los siguientes puntos: la competición entre las grandes potencias –Estados Unidos, Rusia y también China–, el declive del control de armas, las nuevas tecnologías aplicadas a los sistemas de armas en un mundo con menos control –desde sistemas antimisiles, misiles guiados de precisión de largo alcance, armas nucleares de bajo rendimiento hasta armas cibernéticas–, una nueva percepción sobre el papel de las armas nucleares, los cambios en la doctrina estratégica –por ejemplo, China podría variar la política de no primer uso y Estados Unidos y Rusia volver a desplegar misiles balísticos en Europa–, la ampliación del concepto de estabilidad estratégica y la creación de mecanismos destinados a fortalecerla. Ante el escenario que se presenta de ruptura del régimen de estabilidad estratégica afirma que “las sociedades estadounidense y europeas, incluidas las élites políticas, han perdido, casi del todo, el saludable (sic) temor a una guerra nuclear” (p. 115). Hoy sabemos, por ejemplo, que Rusia puso en alerta máxima las Fuerzas Nucleares Estratégicas en 2014 durante la crisis de Ucrania, que terminó en la anexión de Crimea y el inicio de la rebelión separatista en las regiones orientales del país. Es preciso entender que para Rusia la posesión de su enorme arsenal nuclear es la clave de su capacidad para influir en las decisiones estratégicas de Washington. Y ante una amenaza de ataque nuclear Rusia respondería con una estrategia de lanzamiento de alerta, es decir, lanzaría todos sus misiles desde que tuviera conocimiento de que los misiles adversarios vuelan en hacia territorio ruso. Trenin insiste –en lo que estamos completamente de acuerdo– en que Moscú nunca ha aceptado la idea de guerra nuclear limitada, a pesar de las interpretaciones occidentales de una estrategia basada en la idea de “escalar y desescalar”, que no tiene apoyo ni en la política oficial de empleo de armas nucleares de Rusia ni en las declaraciones de los principales dirigentes políticos y militares sobre el uso de las armas nucleares. Para las élites política y militar rusas “es imposible acotar una guerra nuclear” (p. 116), por tanto, todo enfrentamiento con armas nucleares entre grandes potencias será siempre masivo. Trenin recoge las declaraciones recientes del presidente Putin cuando dijo el 18 de octubre de 2018: “nosotros, víctimas de una agresión, iremos al paraíso como mártires, pero ellos perecerán sin que les dé tiempo de arrepentirse de sus pecados”. La lógica de este pensamiento es lo que fundamenta el concepto de estabilidad estratégica de la Guerra Fría: si la guerra nuclear no se puede ganar, nunca se librará, que es la tesis que he defendido siempre el profesor Eladio Arroyo Lara, y se basa en la capacidad para infligir un daño de proporciones catastróficas a cualquier adversario “que ascenderá a millones de vidas y pérdidas que paralizarán la economía mundial” (p. 118). Trenin afirma, por tanto, que el mantenimiento de la estabilidad estratégica en la era actual exige una comunicación fluida y permanente entre los máximos responsables políticos, militares y jefes de inteligencia de los Estados Unidos, Rusia y China: “es imprescindible evitar una colisión militar directa entre los Estados Unidos y Rusia o los Estados Unidos y China” (p. 121). El temor reside en la existencia de un peligro de escalada incontrolable. En consecuencia, es absolutamente necesario conocer la doctrina estratégica de los otros, sus doctrinas militares y de uso de armas nucleares, así como sus programas de seguridad y defensa. Y aunque excluye la firma de acuerdos de control de armamento entre los Estados Unidos y China, considera que es indispensable acordar medidas de transparencia, fortalecimiento de la confianza y creación de mecanismos de prevención de conflictos como se formalizó con la Unión Soviética en la Guerra Fría. De este modo, sería posible alcanzar un régimen explícito donde las tres grandes potencias se abstendrán de adoptar medidas que minen o subviertan la estabilidad estratégica y, en consecuencia, perjudiquen su propia seguridad. Precisamente esta es la clave para que las partes decidan mantener un régimen de estabilidad estratégica: que sirve a sus intereses nacionales. Trenin dice que para ello se necesita “voluntad política” y “sentido de la responsabilidad”, pero es complicado lograrlo en un mundo que carece de un Kennan, un Kissinger o un Nixon. Finalmente, recomienda que Moscú adopte la estrategia de segundo ataque o de contragolpe para intentar elevar el nivel en el que se decidiría el empleo de las armas nucleares, lo que traería estabilidad al sistema. Por tanto, se trata de una lectura muy recomendable y que abre espacios para reflexionar “en un mundo en cambio” plagado de incertidumbres.
Referencia bibliográfica completa: Trenin, D.: “Estabilidad estratégica en un mundo en cambio”, Política Exterior (Madrid), núm. 190, julio/agosto de 2019, pp. 108-124. Disponible en el sitio web de la revista.
Nota biográfica del autor: Dmitry Trenin (Moscú, 1955), PhD. en Historia por el Instituto de Estudios de Estados Unidos y Canadá de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, sirvió durante veintiún años en las Fuerzas Armadas soviéticas alcanzando el grado de coronel, fue profesor del Departamento de Estudios de Guerra de Moscú de 1986 a 1993, profesor visitante en la Universidad Libre de Bruselas de 1993 a 1994 e investigador principal del Instituto de Europa de la Academia de Ciencias de Rusia de 1993 a 1997, se adhirió a la red de centros de investigación Carnagie en 1994, donde es director del Centro Carnagie de Moscú desde 2008, es miembro principal de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional de Washington, del Instituto de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres, del Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia, de la Asociación de Estudios Internacionales de Rusia y de la Escuela de Estudios Políticos de Moscú y de la Real Academia Sueca de Ciencias Militares; es autor de innumerables ensayos sobre temas estratégicos.
"En el pelo, en el pelo de tu sueño,
fueron mis pensamientos enredándose"
Este es el caso del reciente artículo titulado “Estabilidad estratégica en un mundo en cambio” del profesor ruso Dmitry Trenin, publicado en el número de julio/agosto de 2019 de la revista Política Exterior. Trenin dice que la competición entre grandes potencias ha reaparecido tras un paréntesis de veinticinco años y que en el futuro las armas nucleares probablemente no estarán controladas por tratados internacionales. Muestra, por tanto, un escenario sombrío para la paz. ¿Es posible reconducir la situación actual? Veamos que nos dice. Trenin comienza con una definición clásica de estabilidad estratégica como “la ausencia de incentivos para que un país nuclearizado lance un primer ataque nuclear” (p. 108) e inmediatamente advierte de que este concepto y las condiciones para que se dé “han mutado de manera fundamental” (p. 108). En consecuencia, lo primero que propone es definir “el concepto de estabilidad estratégica hoy” sobre la base de los siguientes puntos: la competición entre las grandes potencias –Estados Unidos, Rusia y también China–, el declive del control de armas, las nuevas tecnologías aplicadas a los sistemas de armas en un mundo con menos control –desde sistemas antimisiles, misiles guiados de precisión de largo alcance, armas nucleares de bajo rendimiento hasta armas cibernéticas–, una nueva percepción sobre el papel de las armas nucleares, los cambios en la doctrina estratégica –por ejemplo, China podría variar la política de no primer uso y Estados Unidos y Rusia volver a desplegar misiles balísticos en Europa–, la ampliación del concepto de estabilidad estratégica y la creación de mecanismos destinados a fortalecerla. Ante el escenario que se presenta de ruptura del régimen de estabilidad estratégica afirma que “las sociedades estadounidense y europeas, incluidas las élites políticas, han perdido, casi del todo, el saludable (sic) temor a una guerra nuclear” (p. 115). Hoy sabemos, por ejemplo, que Rusia puso en alerta máxima las Fuerzas Nucleares Estratégicas en 2014 durante la crisis de Ucrania, que terminó en la anexión de Crimea y el inicio de la rebelión separatista en las regiones orientales del país. Es preciso entender que para Rusia la posesión de su enorme arsenal nuclear es la clave de su capacidad para influir en las decisiones estratégicas de Washington. Y ante una amenaza de ataque nuclear Rusia respondería con una estrategia de lanzamiento de alerta, es decir, lanzaría todos sus misiles desde que tuviera conocimiento de que los misiles adversarios vuelan en hacia territorio ruso. Trenin insiste –en lo que estamos completamente de acuerdo– en que Moscú nunca ha aceptado la idea de guerra nuclear limitada, a pesar de las interpretaciones occidentales de una estrategia basada en la idea de “escalar y desescalar”, que no tiene apoyo ni en la política oficial de empleo de armas nucleares de Rusia ni en las declaraciones de los principales dirigentes políticos y militares sobre el uso de las armas nucleares. Para las élites política y militar rusas “es imposible acotar una guerra nuclear” (p. 116), por tanto, todo enfrentamiento con armas nucleares entre grandes potencias será siempre masivo. Trenin recoge las declaraciones recientes del presidente Putin cuando dijo el 18 de octubre de 2018: “nosotros, víctimas de una agresión, iremos al paraíso como mártires, pero ellos perecerán sin que les dé tiempo de arrepentirse de sus pecados”. La lógica de este pensamiento es lo que fundamenta el concepto de estabilidad estratégica de la Guerra Fría: si la guerra nuclear no se puede ganar, nunca se librará, que es la tesis que he defendido siempre el profesor Eladio Arroyo Lara, y se basa en la capacidad para infligir un daño de proporciones catastróficas a cualquier adversario “que ascenderá a millones de vidas y pérdidas que paralizarán la economía mundial” (p. 118). Trenin afirma, por tanto, que el mantenimiento de la estabilidad estratégica en la era actual exige una comunicación fluida y permanente entre los máximos responsables políticos, militares y jefes de inteligencia de los Estados Unidos, Rusia y China: “es imprescindible evitar una colisión militar directa entre los Estados Unidos y Rusia o los Estados Unidos y China” (p. 121). El temor reside en la existencia de un peligro de escalada incontrolable. En consecuencia, es absolutamente necesario conocer la doctrina estratégica de los otros, sus doctrinas militares y de uso de armas nucleares, así como sus programas de seguridad y defensa. Y aunque excluye la firma de acuerdos de control de armamento entre los Estados Unidos y China, considera que es indispensable acordar medidas de transparencia, fortalecimiento de la confianza y creación de mecanismos de prevención de conflictos como se formalizó con la Unión Soviética en la Guerra Fría. De este modo, sería posible alcanzar un régimen explícito donde las tres grandes potencias se abstendrán de adoptar medidas que minen o subviertan la estabilidad estratégica y, en consecuencia, perjudiquen su propia seguridad. Precisamente esta es la clave para que las partes decidan mantener un régimen de estabilidad estratégica: que sirve a sus intereses nacionales. Trenin dice que para ello se necesita “voluntad política” y “sentido de la responsabilidad”, pero es complicado lograrlo en un mundo que carece de un Kennan, un Kissinger o un Nixon. Finalmente, recomienda que Moscú adopte la estrategia de segundo ataque o de contragolpe para intentar elevar el nivel en el que se decidiría el empleo de las armas nucleares, lo que traería estabilidad al sistema. Por tanto, se trata de una lectura muy recomendable y que abre espacios para reflexionar “en un mundo en cambio” plagado de incertidumbres.
Referencia bibliográfica completa: Trenin, D.: “Estabilidad estratégica en un mundo en cambio”, Política Exterior (Madrid), núm. 190, julio/agosto de 2019, pp. 108-124. Disponible en el sitio web de la revista.
Nota biográfica del autor: Dmitry Trenin (Moscú, 1955), PhD. en Historia por el Instituto de Estudios de Estados Unidos y Canadá de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, sirvió durante veintiún años en las Fuerzas Armadas soviéticas alcanzando el grado de coronel, fue profesor del Departamento de Estudios de Guerra de Moscú de 1986 a 1993, profesor visitante en la Universidad Libre de Bruselas de 1993 a 1994 e investigador principal del Instituto de Europa de la Academia de Ciencias de Rusia de 1993 a 1997, se adhirió a la red de centros de investigación Carnagie en 1994, donde es director del Centro Carnagie de Moscú desde 2008, es miembro principal de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional de Washington, del Instituto de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres, del Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia, de la Asociación de Estudios Internacionales de Rusia y de la Escuela de Estudios Políticos de Moscú y de la Real Academia Sueca de Ciencias Militares; es autor de innumerables ensayos sobre temas estratégicos.
"En el pelo, en el pelo de tu sueño,
fueron mis pensamientos enredándose"
LOS ESTADOS UNIDOS PONEN A PRUEBA SU FUERZA DE ATAQUE NUCLEAR EMBARCADA
El 4 y 6 de septiembre de 2019 el submarino nuclear portamisiles
(SSBN) de la clase Ohio USS 739 Nebraska llevó a cabo el lanzamiento en
inmersión de cuatro misiles estratégicos embarcados (SLBM) Trident II D5 desde posiciones
cercanas a las costas del sur de California. Los lanzamientos se realizaron en
salvas de dos misiles de cada vez y, aunque podría pensarse que son la
respuesta a los lanzamientos del mismo tipo realizados por sendos SSBN rusos el
24 de agosto de 2019 desde el océano Ártico y el mar de Barents -como detallamos
en la entrada LA
ARMADA RUSA PONE A PRUEBA SU CAPACIDAD DE ATAQUE NUCLEAR ESTRATÉGICO de
agosto de 2019-, se trata de ejercicios que responden a una exhaustiva programación
anual destinada a probar la capacidad de combate de la fuerza de contragolpe
nuclear de los Estados Unidos que sería empleada en caso de que se produjera un
ataque nuclear contra el territorio nacional o sus aliados, como especifica la
doctrina de armas nucleares aprobada por el presidente Trump de 3 de febrero de
2018 para “un mundo extraordinariamente peligroso, lleno de una amplia gama de
amenazas que se han intensificado en los últimos años” -como expusimos en la
entrada LA
NUEVA ESTRATEGIA DE SEGURIDAD NACIONAL Y LA POSTURA NUCLEAR DE LOS ESTADOS UNIDOS
de febrero de 2018-.
El Nebraska es el decimocuarto submarino nuclear de la clase Ohio, se construyó en los astilleros de General Dynamics en Groton, estado de Connecticut, entre 1987 y 1992 y se entregó a la US Navy en junio de 1993, está equipado con veinte SLBM Trident II D5 con han sufrido modificaciones para extender su vida útil hasta 2040. Está asignado al 17º Escuadrón de Submarinos de la Flota del Pacífico con base naval de Kitsap, Bangor, estado de Washington, y ha llevado a cabo lanzamientos de prueba de SLBM en 1995, 2004, 2008, 2011, 2018 y ahora en 2019. Es conveniente recordar que los catorce SSBN clase Ohio que se encuentran en servicio en las Flotas del Atlántico y el Pacífico transportan prácticamente la mitad de las ojivas nucleares estratégicas en servicio en las Fuerzas Nucleares americanas y están permanentemente en el mar listos para “defender la paz” con la fuerza abrumadora de las armas nucleares, como reza el lema del SSBN-739 Nebraska.
Sobre el desarrollo del programa nuclear americano y el poder de las armas nucleares desde los tiempos de la Guerra Fría hasta ahora recomendamos el documental de Rushmore Denooyer y Kirk Wolfinger: "La bomba atómica, 70 años".
Hasta el infinito y más allá...
El Nebraska es el decimocuarto submarino nuclear de la clase Ohio, se construyó en los astilleros de General Dynamics en Groton, estado de Connecticut, entre 1987 y 1992 y se entregó a la US Navy en junio de 1993, está equipado con veinte SLBM Trident II D5 con han sufrido modificaciones para extender su vida útil hasta 2040. Está asignado al 17º Escuadrón de Submarinos de la Flota del Pacífico con base naval de Kitsap, Bangor, estado de Washington, y ha llevado a cabo lanzamientos de prueba de SLBM en 1995, 2004, 2008, 2011, 2018 y ahora en 2019. Es conveniente recordar que los catorce SSBN clase Ohio que se encuentran en servicio en las Flotas del Atlántico y el Pacífico transportan prácticamente la mitad de las ojivas nucleares estratégicas en servicio en las Fuerzas Nucleares americanas y están permanentemente en el mar listos para “defender la paz” con la fuerza abrumadora de las armas nucleares, como reza el lema del SSBN-739 Nebraska.
Sobre el desarrollo del programa nuclear americano y el poder de las armas nucleares desde los tiempos de la Guerra Fría hasta ahora recomendamos el documental de Rushmore Denooyer y Kirk Wolfinger: "La bomba atómica, 70 años".
Hasta el infinito y más allá...
NUEVA MURMANSK, UN VASTO ESPACIO PARA SOÑAR Y VIVIR
En el estribillo del himno nacional se define a Rusia como un
país que se extiende “desde los mares del sur hasta las regiones polares”, que
se considera “un vasto espacio para soñar y vivir”. Este parece que es el plan
que tiene el gobernador interino de la región norteña de Múrmansk, Andrei Chibis,
y que espera poner una vez se confirmó su mandato en las elecciones locales
del 8 de septiembre de 2019. Con el convencimiento de que se “abren los
años futuros”, Chibis presentó al presidente Putin el pasado 30 de agosto de
2019 el proyecto de la Nueva Múrmansk. La nueva ciudad, que aspira a ser la
capital ártica de Rusia, se construirá en la zona de Abram Mys situada en el lado
occidental de la bahía de Kola. El proyecto incluye la creación de un instituto
nacional de investigación nuclear, un centro de congresos, cuarenta complejos
de viviendas y un hotel de cinco estrellas. Según Chibis “es un proyecto para
un nuevo Múrmansk, donde podemos consolidar prácticamente toda la agenda internacional
del Ártico, llevarlo a nuestro lugar. (…) Esto nos proporcionaría un nuevo impulso
para el crecimiento, incluso para la economía, y nos daría el estatuto de capital
del Ártico”.
Como otras ciudades y territorios del norte y del este del país, la ciudad de Múrmansk, está situada a 1.480 kilómetros de Moscú, ha sufrido desde los años noventa del siglo pasado un continuo decrecimiento demográfico debido a la salida de población hacia las regiones occidentales e incluso al extranjero, siendo la parte más sensible de esta emigración los jóvenes, que buscan mejoras en el nivel de vida que el retraso económico de las regiones de origen no les permiten disfrutar. Ya desde la presidencia de Dmitry Medvedev el problema demográfico se convirtió en una prioridad nacional, aunque en la última década parecía que al menos no iba a peor consiguiendo un crecimiento mínimo de la población. Sin embargo, si analizamos las estadísticas del período esto se ha debido a la diferencia positiva de la emigración, pero con un reparto desigual a lo largo del territorio nacional. Sin embargo, en 2018 se ha vuelto a número netos negativos. Rusia se enfrenta al mismo problema demográfico de los Estados occidentales más desarrollados pero agravado por la inmensidad del país, el más grande de la tierra con 17,5 millones de kilómetros cuadrado. Y la región de Múrmansk, que abarca la península de Kola, es el reflejo de estos problemas: de una población de 1,2 millones de habitantes en 1990 ha pasado a 750.000, y la ciudad de Múrmansk tiene ahora unos de 298.000 habitantes. También era una época de ciudades militares cerradas como Severomorsk, Gadhziyevo, Polyarny o Vidyayevo, donde vivían los marinos y sus familias que servían en la Flota del Norte soviética, que llegó a albergar 170 submarinos nucleares. Todo eso se perdió con la caída de la Unión Soviética y la desastrosa situación económica del período de Yeltsin.
Y este escenario fue descrito por Chibis al presidente Putin de forma realista detallando los problemas fundamentales que obstaculizan el desarrollo regional: atención médica deteriorada, emigración dramática y condiciones de vida insatisfactorias de los miembros de las Fuerzas Armadas y sus familiares (casi tres niños por familia). Chibis dijo al presidente que “Después de todo, esta región es estratégicamente importante, es la puerta del Ártico, estamos hablando de intereses geopolíticos. (…) Y aquí es donde viven nuestros militares, las personas que sirven en la Flota del Norte y que brindan seguridad a nuestro país y estabilidad geopolítica.” Fue este tema el que el presidente tomó con especial interés enfatizando que está bien construir hoteles de cinco estrellas, pero hay que resolver los problemas de las ciudades militares cerradas en cuanto a vivienda, condiciones sanitarias y asistencia médica, abastecimiento de agua y energía, instalaciones educativas -el contenido de la entrevista se puede consultar en el sitio web oficial del Kremlin-.
Nový
domov pro život a snění.
Como otras ciudades y territorios del norte y del este del país, la ciudad de Múrmansk, está situada a 1.480 kilómetros de Moscú, ha sufrido desde los años noventa del siglo pasado un continuo decrecimiento demográfico debido a la salida de población hacia las regiones occidentales e incluso al extranjero, siendo la parte más sensible de esta emigración los jóvenes, que buscan mejoras en el nivel de vida que el retraso económico de las regiones de origen no les permiten disfrutar. Ya desde la presidencia de Dmitry Medvedev el problema demográfico se convirtió en una prioridad nacional, aunque en la última década parecía que al menos no iba a peor consiguiendo un crecimiento mínimo de la población. Sin embargo, si analizamos las estadísticas del período esto se ha debido a la diferencia positiva de la emigración, pero con un reparto desigual a lo largo del territorio nacional. Sin embargo, en 2018 se ha vuelto a número netos negativos. Rusia se enfrenta al mismo problema demográfico de los Estados occidentales más desarrollados pero agravado por la inmensidad del país, el más grande de la tierra con 17,5 millones de kilómetros cuadrado. Y la región de Múrmansk, que abarca la península de Kola, es el reflejo de estos problemas: de una población de 1,2 millones de habitantes en 1990 ha pasado a 750.000, y la ciudad de Múrmansk tiene ahora unos de 298.000 habitantes. También era una época de ciudades militares cerradas como Severomorsk, Gadhziyevo, Polyarny o Vidyayevo, donde vivían los marinos y sus familias que servían en la Flota del Norte soviética, que llegó a albergar 170 submarinos nucleares. Todo eso se perdió con la caída de la Unión Soviética y la desastrosa situación económica del período de Yeltsin.
Y este escenario fue descrito por Chibis al presidente Putin de forma realista detallando los problemas fundamentales que obstaculizan el desarrollo regional: atención médica deteriorada, emigración dramática y condiciones de vida insatisfactorias de los miembros de las Fuerzas Armadas y sus familiares (casi tres niños por familia). Chibis dijo al presidente que “Después de todo, esta región es estratégicamente importante, es la puerta del Ártico, estamos hablando de intereses geopolíticos. (…) Y aquí es donde viven nuestros militares, las personas que sirven en la Flota del Norte y que brindan seguridad a nuestro país y estabilidad geopolítica.” Fue este tema el que el presidente tomó con especial interés enfatizando que está bien construir hoteles de cinco estrellas, pero hay que resolver los problemas de las ciudades militares cerradas en cuanto a vivienda, condiciones sanitarias y asistencia médica, abastecimiento de agua y energía, instalaciones educativas -el contenido de la entrevista se puede consultar en el sitio web oficial del Kremlin-.
Para revertir la situación, los programas nacionales prioritarios
de desarrollo son el del Ártico y el de Extremo Oriente, tanto por motivos
económicos, debido a la explotación y exportación de hidrocarburos y minerales,
que son la base de la economía nacional y de los ingresos estatales, como también
para la seguridad nacional. Para entender los esfuerzos de los gobernantes de
la Rusia actual debemos recordar las palabras de la emperatriz Catalina La
Grande, precisamente la gobernante rusa que incorporó Crimea y Novorrosiya a
Rusia: “tengo que expandir mis fronteras para mantener a mi país seguro”. Y como
sabemos, la pérdida de las fronteras expandidas en Europa occidental tras la
caída del Imperio soviético, ha hecho que el futuro de Rusia se decida en las
regiones árticas y en el Extremo Oriente. Por eso destaca la importancia que
han adquirido los Foros Económicos del Ártico y de Vladivostok, en los que
tratan de atraer recursos, inversiones y grandes proyectos de desarrollo y que,
a nivel político, están otorgando réditos importantes a Moscú, como ha puesto
de manifiesto la reciente participación de los primeros ministros Narendra
Modi, de India, y Shinzo Abe, de Japón junto al presidente Putin en el Foro Económico
Oriental, que se celebró en el campus de la Universidad de Extremo Oriente en
Vladivostok del 4 al 6 de septiembre de 2019. La entrevista del pasado 30 de
agosto de 2019 pone de manifiesto que el Kremlin apoya a Chibis. En estas condiciones,
¿debemos considerar a Andrei Chibis como un visionario o simplemente un
funcionario ambicioso, que sabe interpretar los deseos de sus superiores? Solo
el tiempo lo dirá, pero no cabe duda de que tiene argumentos muy favorables
para aspirar a convertir a Múrmansk en una ciudad del futuro, capital de un
vasto territorio exportador de gas, petróleo, minerales y recursos pesqueros,
que atraerá población y talento y que continuará siendo la sede de la flota de
rompehielos nucleares de la Ruta del Norte y albergará la fuerza de disuasión nuclear embarcada de la Flota
del Norte, que es quien, en última instancia, garantiza la seguridad de una Rusia,
“Protegida por Dios, tierra natal”, como termina diciendo el himno nacional. El
irreversible deshielo del Ártico ha hecho que ese futuro ya sea inmediato.
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