Una de las primeras iniciativas en política exterior de la Administración Biden en cuanto tomó posesión el 20 de enero de 2021 fue retomar las negociaciones para la prórroga del Tratado de Limitación de Armas Estratégicas (Nuevo START), cuya vigencia concluye el próximo 5 de febrero de 2021, si antes no se alcanza un acuerdo para su extensión temporal. El 21 de enero una declaración oficial de la nueva Administración americana señaló que buscaría una prórroga por el período máximo de cinco años establecido en el propio tratado, debido a que el Nuevo START está “manifiestamente en el interés de la seguridad nacional de los Estados Unidos y tiene aún más sentido cuando la relación con Rusia es contradictoria”. Estas motivaciones fueron expuestas previamente por el nuevo Secretario de Estado, Anthony Blinken, durante la audiencia de su nominación. El 25 de enero de 2021 el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso confirmó que ya se habían iniciado los contactos para prorrogar el tratado. Un día después, el 26 de enero, los presidentes de los dos países acordaron durante su primera conversación directa la extensión del tratado hasta el 5 de febrero de 2026. De forma casi inmediata, la decisión se formalizó mediante el intercambio de notas diplomáticas entre ambos gobiernos, como establece el propio tratado. El Nuevo START, firmado por los presidentes Obama y Medvedev en Praga el 8 de abril de 2010, formaba parte de un conjunto de tratados internacionales, conocidos como “acuerdos de desarme” que pusieron fin a la Guerra Fría, y que conforman lo que los teóricos denominan el régimen de estabilidad estratégica. Estos acuerdos forman parte del núcleo del régimen de seguridad internacional que, junto con el monopolio del uso de la fuerza en manos del Consejo de Seguridad de la ONU, el gran Directorio mundial, garantizan la paz y la seguridad global. Para los Estados Unidos estos acuerdos fueron la máxima representación de su poder global durante la etapa de la hegemonía imperfecta (1992-2001) porque sirvieron para contener cualquier peligro o amenaza de conflicto a gran escala entre grandes potencias sin necesidad de tener que recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza, incluso en sus formas más veladas de coacción. Por su parte, para Rusia fue, y sigue siendo, el reconocimiento de su condición de gran potencia, apoyada en su inmenso arsenal nuclear -los Estados Unidos y Rusia siguen poseyendo el 92% de las armas nucleares que existen- y, por tanto, le permite continuar participando en la creación de las normas internacionales. ¿Si no, qué significa ser una gran potencia? Por tanto, la destrucción de los acuerdos de desarme implica una quiebra grave en los mecanismos de seguridad existentes -régimen implícito-, promueve una carrera de armamentos que no interesa a ninguna de las dos partes y permite a terceras potencias aspirar a desempeñar un papel global, lo que va contra el mantenimiento del statu quo, y en consecuencia degrada la posición de hegemonía de las dos grandes potencias. Después de extinguirse el Tratado Misiles Antimisiles Balísticos (Tratado ABM) en 2002, el Tratado de Misiles de Alcance Intermedio (Tratado INF) en 2019 y el Tratado de Cielos Abiertos en 2020, el Nuevo START es el último tratado internacional que mantiene el régimen de estabilidad estratégica y su pérdida sería, reitero, una catástrofe en términos estratégicos, porque su mantenimiento sirve tanto al interés global como a los intereses nacionales de ambas grandes potencias. Esto en Moscú lo tienen claro. Sin embargo, durante en un determinado período (2018-2019) los responsables de la política de seguridad de la Administración Trump no lo tuvieron tan claro, ya que dejaron pasar el tiempo y juguetearon con ensoñaciones como un tratado trilateral que incluyera a la China comunista, lo que no tiene sentido simplemente con comparar los arsenales de cada uno de ellos, porque Rusia no quiere un nuevo actor que le dispute su influencia y porque China rechaza de plano cualquier acuerdo que limite el crecimiento de sus Fuerzas Armadas, ya claramente enfocadas a misiones más allá de sus fronteras. Está claro que esta situación fue provocada por el presidente Putin con su discurso ante la Asamblea federal en marzo de 2018 cuando sacó a la luz del público general las nuevas armas estratégicas rusas. ¿Tienen cabida en el Nuevo START? Estas discusiones nublaron el juicio, o al menos la capacidad de decisión, en Washington y cuando se dieron cuenta (mayo de 2020), ya era tarde, porque Moscú no iba a aceptar las condiciones que, en cada nueva reunión, creaban los negociadores americanos faltos más de rumbo que de mando. De este modo, las autoridades rusas optaron por abstenerse, esperando a la formación de una nueva Administración que no estuviera sin resuello como llegó la Administración Trump a diciembre de 2020. De este modo, Moscú simplemente suspendió la negociación. De este modo, Rusia no ha ganado solo una prórroga de un año, como propuso el presidente Putin el 16 de octubre 2020, sino una de cinco años; no incluye a China en ningún acuerdo, que no les interesa porque degrada su propia posición; y no se han tocado las armas nucleares tácticas, porque la parte rusa las necesita para equilibrar la balanza militar frente a China, las dos potencias nucleares europeas -Francia y Reino Unido- y el despliegue de los sistemas ABM americanos en Europa -recordemos las discusiones durante el abandono del Tratado INF en 2018-2019-. Moscú ha sabido controlar la ansiedad durante el proceso negociador, teniendo en cuenta que su máximo interés era, y es, prorrogar el tratado, y ha mejorado sensiblemente su posición de negociación que parecía muy debilitada a finales de 2019. Con el Nuevo START ampliado el sistema internacional global gana con el mantenimiento del régimen de estabilidad estratégica. Rusia puede seguir implementando su programa de modernización de la triada nuclear dentro de los límites definidos por su Programa Estatal de Armamentos 2020-2027, sin necesidad de dedicar más recursos, que necesitan imperiosamente para su desarrollo económico, a una costosa carrera de armamentos, reedición de la que tuvo lugar en los años noventa con el despliegue de los Euromisiles, etapa conocida como la segunda Guerra Fría. Y los Estados Unidos pueden concentrarse en su política de contención en Asia-Pacífico, con la retaguardia -la Zona Euroatlántica- pacificada. Un ejemplo de libro sobre el funcionamiento del balance de poder para los que siguen los postulados kissingerianos o un ejemplo extraordinario de funcionamiento del régimen para los seguidores de las teorías del régimen.
ENTRADA EN VIGOR DEL TRATADO DE PROHIBICIÓN DE ARMAS NUCLEARES
El 22 de enero de 2021 entró vigor el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares una vez que se alcanzó el número suficiente de ratificaciones, cincuenta, para llevarlo a efecto. Este tratado internacional se firmó en el marco de las Naciones Unidas el 7 de julio de 2017, es el primer tratado de carácter multilateral que prohíbe completamente las armas nucleares, pero del que, paradójicamente, no forman parte ningún miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ni ninguna potencia poseedora de armas nucleares, ni grande ni pequeña. Es más, el tratado se aprobó con el rechazo frontal de las grandes potencias y de los Estados miembros de la Alianza Atlántica –excepto Holanda que, una vez más, hizo gala de una incoherencia política difícilmente comprensible–. Las grandes potencias nucleares estaban cómodas con el régimen creado por el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) de 1 de julio de 1968, del que forman parte 190 países, y los acuerdos de desarme que pusieron fin a la Guerra Fría. Estos acuerdos redujeron el peligro de guerra nuclear entre ellas a umbrales manejables y, al mismo tiempo, les permitieron mantener la hegemonía militar global: cualquier adversario sabe que un ataque militar frontal contra una de ellas lleva aparejada, en el peor de los casos, una respuesta de proporciones devastadoras. En el otro lado, ha habido siempre un grupo de Estados vinculados al movimiento de los Países No Alineados que aspiraba a lograr la prohibición de las armas nucleares –bien entendido que durante la Guerra Fría este movimiento fue espoleado por la Unión Soviética para servir a sus propios intereses de primacía mundial–. Pero, cuando los Estados Unidos comenzaron a abandonar los acuerdos de desarme en la pasada década –véase la entrada LA RUPTURA DEL RÉGIMEN DE ESTABILIDAD ESTRATÉGICA Y LOS POSIBLES ESCENARIOS PARA EL FUTURO, de septiembre de 2019– este grupo espoleó, de nuevo, las ansias desnuclearizadoras del movimiento mundial de desarme ahora denominado “Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares”, lo que quedó reflejado de manera patente en la Conferencia del Revisión del TNP de 2015 que concluyó con un rotundo fracaso -la de 2020 ni siquiera se celebró debido a la pandemia de la COVID-19 y quizás es mejor que fuera así-. De este modo, los Estados débiles del sistema internacional global impulsaron una conferencia internacional en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas destinado a aprobar un órdago contra las grandes potencias: el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares. Es conveniente reflexionar sobre los impulsores de este tratado y sus motivos. De este modo, nos encontramos con un tratado multilateral, jurídicamente vinculante, pero que pertenece al género de los buenos deseos, puesto que su vigencia efectiva será la que quieran las grandes potencias: escasa o ninguna. De nuevo, corresponde al Directorio mundial establecer los mecanismos de concertación, bien mediante regímenes explícitos –esperemos que sea así– o de carácter implícito, que mantengan el monopolio de la creación de las normas del sistema internacional, el uso de la fuerza y la distribución del poder, porque es la forma más eficaz de garantizar la paz y la seguridad internacionales.
RUSIA TAMBIÉN ANUNCIA SU RETIRADA DEL TRATADO DE CIELOS ABIERTOS
El gobierno ruso ha tomado una decisión inevitable: la retirada del Tratado de Cielos Abiertos, también denominado simplemente Open Skies, firmado en Helsinki el 24 de marzo de 1992, y que hasta ahora permite a los treinta y tres países que forman parte del tratado realizar vuelos de inspección sobre el territorio de cualquiera de ellos bajo unas determinadas condiciones formales. Las autoridades rusas comunicarán oficialmente a las otras partes la fecha de retirada, a partir de cual contará el plazo de seis meses para hacerse efectiva -véase el comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso en su sitio web-. Esta decisión es consecuencia de dos eventos: primero, la retirada efectiva de los Estados Unidos, anunciada el 21 de mayo de 2020 y formalizada el 22 de noviembre -véase nuestra entrada LA RETIRADA DE LOS ESTADOS UNIDOS DEL TRATADO DE CIELOS ABIERTOS, de junio de 2020-, y , segundo, que los Estados miembros de la OTAN que permanecen en el Tratado no hayan contestado a la solicitud de garantías requerida por Moscú de que la información obtenida con estos vuelos no sería compartida con Washington, debido a que como Estado que no forma parte del tratado no debería beneficiarse del mismo, mientras bloquea el acceso a las otras partes a su propio territorio. Pero debemos tener claro que la solicitud de Moscú era un deseo ilusorio, si vemos como se han comportado y actuado los dirigentes europeos ante la retirada de los Estados Unidos del Pacto Nuclear con Irán (JCPOA) en 2018, el Tratado de Misiles de Corto y Medio Alcance (Tratado INF) en 2019 -recordemos la declaración de moratoria unilateral de Moscú no contestada por la parte occidental- y el Tratado de Cielos Abiertos en 2020 -veáse la entrada PRUEBAS DE MISILES ESTRATÉGICOS, EJERCICIOS DE GUERRA NUCLEAR Y PRORROGA DEL NUEVO START, de octubre de 2020-. Es decir, mientras Washington desmonta el régimen de control de armas y no proliferación nuclear los dirigentes europeos se muestran como meros testigos silenciosos ante decisiones que han ido erosionando el régimen de estabilidad estratégica y, por tanto, poniendo en peligro la paz y la seguridad internacionales. Las decisiones de Washington sirven a sus intereses nacionales, pero, las de los europeos, ¿a quién sirve? En este sentido, en la macroconferecia anual del presidente Putin en Moscú el 20 de diciembre de 2020 respondió ante una pregunta de un periodista occidental: “los Estados Unidos se han retirado del Tratado de Cielos Abiertos. ¿Qué debemos hacer? ¿Que siga como hasta ahora? Entonces, ¿un país de la OTAN volará sobre nuestro territorio y transferirá todos los datos a nuestro socio americano, pero nosotros estaremos privados de esa oportunidad en relación con el territorio americano? Ustedes son personas inteligentes, ¿por qué creen que somos idiotas? ¿Por qué cree que no podemos analizar y mirar cosas tan elementales?”. De modo que la decisión rusa ya estaba tomada después de que el presidente hubiera realizado una ronda de consultas con el Consejo de Seguridad Nacional, el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Estado Mayor General a finales de 2020, período en el que las autoridades rusas también decidieron aplazar las negociaciones sobre la prórroga del Tratado de Limitación de Armas Estratégicas (Nuevo START) hasta que tomará posesión el próximo presidente de los Estados Unidos. De este modo, el 13 de enero de 2021 el embajador ruso en Washington, Anatoly Antonov, declaró durante la celebración de un seminario telemático que el gobierno ruso estaba preparado para iniciar negociaciones con la nueva Administración americana en cuanto tome posesión el próximo 20 de enero. Y es que, en realidad, no queda otra opción, porque el Nuevo START es el último tratado de limitación de armas nucleares entre las grandes potencias y su vencimiento es inminente ya que se producirá el 5 de febrero de 2021, si no se toman decisiones inmediatas. Si pierde su vigencia, entramos en un período de ausencia de régimen de control de armas, sin reglas que moderen el conflicto, el deterioro del sistema internacional será rápido y la amenaza de la guerra se hará cada vez más patente, todo quedará fiado a la buena voluntad de las partes, que viendo como está el escenario internacional es bastante bajo, aunque mantenga su vigencia la regla de que los líderes de potencias nucleares tienen siempre comportamiento racionales cuando se trata de decidir sobre las opciones de una guerra.
EXPERIENCIA, TEMAS Y METODOLOGÍAS: LOS ESTUDIOS DE RELACIONES INTERNACIONALES DURANTE LA PRÓXIMA DÉCADA
Disertación presentada en el seminario de investigación del Doctorado de Estudios de Seguridad del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la Universidad de Santiago de Chile el 13 de enero de 2021.
Los estudios de Relaciones Internacionales. Los objetivos de investigador y la finalidad de la investigación. ¿Existe un compromiso con la búsqueda de la verdad o solo el cumplimiento de la teoría a toda costa? El debate sobre las Relaciones Internacionales como ciencia. Los estudios de futuro y la prospectiva.
El debate de las escuelas. ¿Ha superado el ámbito teórico y se ha convertido en un campo de enfrentamiento ideológico? ¿Es probable el surgimiento de un nuevo paradigma en la disciplina relacionado con las tesis de un Nuevo Orden Mundial?
Los temas (topics) de la teoría de las Relaciones Internacionales: el poder, la influencia, el Estado, la cooperación y las Relaciones Internacionales. El poder nacional no es una cuestión de percepción: se basa en la geografía, la económica y el desarrollo tecnológico y el poder militar. El paradigma realista es el más potente entre las teorías de Relaciones Internacionales y sigue desarrollándose (aplicación de este paradigma en las diplomacias nacionales y de grandes potencias).
Las grandes potencias y el orden internacional. Equilibrio y estabilidad estratégica. ¿Desaparición del régimen de estabilidad estratégica? ¿Un nuevo enfrentamiento decisivo? La guerra en sus diferentes formas: guerra global, guerra híbrida, guerra irrestricta, guerras asimétricas, guerras comerciales, sanciones y bloqueos.
Los principales “problemas” durante la próxima década: ¿se mantendrá vigente el paradigma realista? ¿Estamos a las puertas de un nuevo paradigma revolucionario para comprender la nueva realidad internacional? ¿Un nuevo paradigma impone nuevos temas?
Nuevas tecnologías disruptivas modificarán la estructura internacional: la robótica, la inteligencia artificial , la nueva carrera espacial, las tecnologías blockchain aplicadas a la sociedad de la información, un sistema financiero global basado en medios de pago digitales, las criptomonedas y la desaparición del dinero físico, la energía de fusión, la desaparición del trabajo físico humano como base del desarrollo socioeconómico.
El impacto de estas tecnologías y cómo las sociedades acepten y apliquen los nuevos desarrollos determinará el nacimiento de nuevos modelos socioeconómicos. Esto plantea cuestiones fundamentales: ¿el modelo democrático está en crisis por inadaptación a las demandas que imponen las nuevas tecnologías? ¿Las empresas globales investidas con atributos de soberanía? ¿Dónde quedan las Organizaciones Internacionales? ¿Dónde estará la Unión Europea como ejemplo mundialmente único de la cooperación internacional?
La caída internacional de Europa con sus repercusiones políticas y económicas globales. La pugna entre la definición de grandes objetivos y altas expectativas europeas y las realidades nacionales e internacional no terminan de encajar. Creciente tensión entre las competencias europeas y nacionales. El impacto de la "generación de Erasmus" que llegará al poder tendrá consecuencias para la actuación de la Unión Europea (UE) en el ámbito de la seguridad internacional, donde se estará jugando según reglas absolutamente diferentes. La UE dejará de ser, a escala global, un modelo de integración supranacional.
América Latina aparece como uno
de los grandes damnificados por la crisis del COVID-19, que ha agravado los
problemas políticos, sociales y económicos preexistentes. Si estamos ante un
nuevo orden mundial, un nuevo paradigma, pueden establecerse nuevos regímenes
políticos, económicos, que no serán definidos por el mundo occidental. ¿El
multilateralismo regional buscará nuevos referentes externos? ¿Es probable una
subordinación imperial laxa a la China comunista? ¿Qué papel tiene América
Latina en la nueva carrera espacial o en desarrollo de la robótica, en la inteligencia
artificial o en los sistemas de intercambio de datos globales?
«UN ÁRTICO AZUL: UN LIBRO AZUL PARA EL ÁRTICO»
Este es el título del nuevo plan estratégico para el Ártico publicado por el Departamento de la Marina de los Estados Unidos el 5 de enero de 2021 para sus tres servicios: la Marina, el Cuerpo de Infantería de Marina y la Guardia Costera –el documento, de 28 páginas, está disponible aquí–. Aunque pone su énfasis en el control marítimo del Ártico, es un documento sectorial que complementa la Estrategia Ártica de la Fuerza Aérea, aprobada el 21 de julio de 2020 –documento de 20 páginas, disponible aquí–, y es probable que, en breve, aparezca el equivalente del Ejército, estableciendo con ellos el marco conceptual para una renovada intervención militar, no bélica, de los Estados Unidos en el Ártico y, en el caso de su componente naval, asegurar su presencia en la denominada Ruta Marítima del Norte -que, desde el mar del Norte, atraviesa el océano Ártico bordeando las costas de Rusia, desde la península de Kola hasta el estrecho de Bering-. El Libro Azul para el Ártico delimita, en primer lugar, el área, “que se extiende desde Maine, en el Atlántico Norte, a través del Océano Ártico a través del Estrecho de Bering y Alaska en el Pacífico Norte, hasta el extremo sur de la cadena de Islas Aleutianas” y la califica como área de interés vital para el país con el objetivo declarado, como no podía ser de otra manera, de “fomentar el cumplimiento con las reglas existentes para asegurar una región ártica pacífica y próspera”. Sin embargo, la “competencia de las principales potencias en el Ártico tiene el potencial de amenazar los intereses y la prosperidad de Estados Unidos”, por lo que se requieren respuestas adecuadas. Esto significa que en los próximos años la US Navy mantendrá una presencia regular, si no permanente, en los espacios marítimos árticos cercanos a las fronteras rusas –véase la entrada ICEX-20: SUBMARINOS NUCLEARES BAJO EL HIELO Y COMPETENCIA POR EL ÁRTICO, de marzo de 2020–. Es evidente que estos planteamientos chocan directamente con los intereses nacionales de Rusia, que desde entonces ha aprobado un Programa Nacional de Desarrollo del Ártico, una Estrategia para el Ártico y una Estrategia para el Desarrollo de la Seguridad en el Ártico, basados en una concepción holística del Ártico como espacio de desarrollo económico nacional durante las próximas décadas. Si a esto sumamos los intereses de una potencia externa, pero con evidentes aspiraciones a la hegemonía global, que trata de inmiscuirse en los espacios marítimos del Norte, como es la China comunista, el enfrentamiento está servido –como ya planteamos en EL ÁRTICO: ¿ZONA DE UN POSIBLE CONFLICTO MILITAR?, de septiembre de 2010–. La Estrategia de Seguridad Nacional aprobada por el presidente Trump el 18 de diciembre de 2017 comenzaba afirmando un escenario internacional complejo, “un mundo extraordinariamente peligroso, lleno de una amplia gama de amenazas que se ha intensificado en los últimos años”, y para enfrentarlas reivindica una política basada en un realismo de principios, esto es, en la búsqueda del equilibrio de poder, lo que puede dar lugar a medio y largo plazo a coaliciones inéditas –véase la entrada LA NUEVA ESTRATEGIA DE SEGURIDAD NACIONAL Y LA POSTURA NUCLEAR DE LOS ESTADOS UNIDOS, de febrero de 2018–. Por ello, los Estados Unidos tratarán de reforzar su presencia en el Ártico, para lo que tendrán que invertir enormes presupuestos en buques especializados de los que carecen –de los que no hay ni una sola mención en el 30-Year Shipbuilding Plan aprobado por la Adminsitración Trump el 9 de diciembre de 2020– y dedicar ingentes recursos a patrullar y mantener la presencia en dichas aguas si realmente quieren forzar la posición rusa, que aspira al control exclusivo y excluyente de los espacios de la Ruta Marítima del Norte.
Pero, además, las pretensiones rusas se apoyan en las disposiciones legales que la Convención de Derecho del Mar de 1982 dedicada a los espacios marítimos cubiertos de hielos. Mientras tanto, los Estados Unidos no forman parte de dicha Convención, que siempre han rechazado porque considera que contradice los principios básicos de la libertad de navegación, y tiene que estar permanentemente vigilante ante las aspiraciones de Estados veleidosos que, incluso, han costado guerras. Pero, es posible que dejando hacer a Moscú, que cuenta con la capacidad y determinación para ello, consigan bloquear el acceso a la frontera norte de Norteamérica a China, su gran oponente en los próximos años. Cómo la diplomacia de Washington sea capaz de tejer sus acuerdos y alianzas en esta zona determinará su posición en otras áreas marítimas globales como son el océano Pacifico y el Índico, áreas prioritarias para su oponente y cuyo control y bloqueo en caso de crisis o conflicto llevaría a su estrangulamiento.
Sobre temas principales que plantea el océano Ártico como espacio estratégico, los cambios que está produciendo el cambio climático, la explotación intensiva de los recursos naturales, las nuevas rutas marítimas y su impacto económico global, véase la obra colectiva de Spohr, K. y Hamilton, S. (eds.): The Arctic and World Order. John Hopkins University. Washington, 2020, que se puede consultar aquí.