«EL ÁRTICO COMO ESPACIO DE CONFLICTO»

Es el título del capítulo que he escrito en coautoría con Abel Romero Junquera y Federico Aznar Fernández-Montesinos para el Panorama geopolítico de los conflictos 2025 editado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) recién publicado y en el que, como señala el título, se recogen en nueve capítulos firmados por distintos analistas del IEEE los principales espacios de tensión y conflicto mundiales que se han producido en el año que ahora termina. La introducción del cuaderno la firma el director del IEEE, general de brigada Víctor Bados Nieto (todos los capítulos así como la introducción están disponibles en el enlace que se cita al final). Por nuestra parte, el capítulo noveno, que cierra el volumen, está dedicado a analizar el Ártico en su dimensión tanto de espacio de cooperación como crecientemente de conflicto en un mundo cada vez más complejo e inestable. Como se expone en la introducción el Ártico fue durante mucho tiempo un territorio lejano, inhóspito y difícil para la vida humana. Históricamente, ha sido una frontera final (final frontier) y en el siglo XX llegó a convertirse en una zona de separación entre las superpotencias nucleares que se enfrentaron durante la Guerra Fría. En ese período comenzó su explotación a gran escala, que fue en aumento de forma progresiva debido al descubrimiento de enormes yacimientos de hidrocarburos, de minerales y también gracias a las pesquerías. Con el fin del enfrentamiento bipolar a principios de los años noventa, este espacio perdió casi todo su interés estratégico y llego a acuñarse la expresión de “excepcionalismo ártico” para destacar su escaso peso en los asuntos globales. No obstante, el principal actor ártico que es Rusia comenzó a recuperar posiciones en la región después de una etapa de profunda crisis institucional y económica interna. El renovado esfuerzo ruso en la explotación de los recursos, las nuevas rutas marítimas y el control de los mares y las rutas aéreas ha configurado el Ártico como un espacio de cooperación, pero también de conflicto en el que participan los Estados Unidos, peor también China e India como parte de su pugna global por el poder y la hegemonía mundial. El capítulo se estructura en una introducción extensa, en la que se detallan los principales aspectos geográficos y político-estratégico del espacio ártico, y dos epígrafes principales. Uno está dedicado a Occidente y su visión del Ártico, donde se trata el nuevo enfoque de seguridad estadounidense, el interés de la OTAN, el papel de la Unión Europea como actor regional secundario, así como la renovada importancia de la isla de Groenlandia. El siguiente epígrafe se ocupa de las ambiciones y capacidades de Rusia, que abarca desde su enfoque estratégico, presencia militar, planes de desarrollo de la Ruta Marítima del Norte (RMN) y la cooperación con China e India en esos espacios. Las conclusiones son sin duda de interés y remarcan la importancia de este espacio en un mundo caracterizado inequívocamente por la competición estratégica entre grandes potencias, un mundo que parece cada vez más alejado de la cooperación y la paz y que avanza, si no se le pone freno, hacia crisis complejas en las que los principales actores cuentan con gigantescos arsenales nucleares para dirimir sus diferencia y los tienen también en esos espacios lejanos. En la parte final se incluye una bibliografía de referencia de interés para expertos y estudiantes interesados en el espacio estratégico ártico, que continuará aumentando su interés durante los próximos años.

Referencia completa: Romero Junquera, A., Aznar Fernández-Montesinos, F. y Pérez Gil, L.: «El Ártico como espacio de conflicto», Panorama geopolítico de los conflictos 2025. Ministerio de Defensa. Madrid, 2025, pp. 203-236 (ISSN 2530-3643), en https://publicaciones.defensa.gob.es/panorama-geopolitico-de-los-conflictos-2025-revistas-pdf.html  

Thomas Bergersen: “Final Frontier”.

ESTRATEGIA DE SEGURIDAD NACIONALES DE LOS ESTADOS UNIDOS DE 2025 Y RÉGIMEN DE ESTABILIDAD ESTRATÉGICA

El 5 de diciembre de 2025 el gobierno estadounidense publicó la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (disponible aquí), la primera de la segunda Administración Trump -para la estrategia de su primer mandato véase la entrada LA NUEVA ESTRATEGIA DE SEGURIDAD NACIONAL Y LA POSTURA NUCLEAR DE LOS ESTADOS UNIDOS, de febrero de 2018-, y que sustituye al documento anterior de octubre de 2022 del presidente Joseph Biden -que tratamos en la entrada ESTRATEGIA DE SEGURIDAD NACIONAL DE LOS ESTADOS UNIDOS 2022, de octubre de 2022-. Hay algunos aspectos que merecen señalarse. En primer lugar, el lenguaje directo que emplean los autores del documento, que tiene que ver con la intención formulada en el preámbulo firmado por el presidente Donald Trump de llegar a todos sus conciudadanos. Se trata de una propuesta significativa y valiente que se condiciona con el segundo aspecto a destacar, que es la brevedad del documento, y que choca con documentos similares de otros países donde se acumulan páginas y páginas de enunciados que no resultan comprensibles y que finalmente llegan a muy pocos; reconozcamos que solo a algunos incautos que se atreven a leer esos documentos al completo. Si el gobierno de la potencia más grande del mundo es capaz de plasmar los principales asuntos de su seguridad nacional en un documento de treinta páginas, ¿cómo se puede entender que gobiernos de potencias de segundo orden o países que no tienen peso en las decisiones internacionales martiricen a sus ciudadanos y a los expertos con textos extensos que a la postre no aportan nada de valor? El tercero es que el documento se publicó el 5 de diciembre, pero lleva en su portada fecha de noviembre de 2025, es decir, en el mundo de la sociedad de la información, de la hipervelocidad y del quantum resulta que el documento de seguridad nacional más importante del mundo se retrasó al menos cinco días; esto da bastante que pensar. El cuarto es su estructura, de una gran simplicidad, que tiene que ver con ese lenguaje directo, pero también didáctico que emplean los autores. No hay grandes declaraciones o enunciados políticos que no sirven para nada, sino la asunción de unos postulados básicos apoyados en una teoría y a partir de ahí establecen los principios, las prioridades y los medios con los que pretenden llevarlos a cabo. Es en ese punto donde, en mi opinión, el documento es realmente exitoso, en su asunción explícita de los postulados del realismo político que, frente a aquellas declaraciones grandilocuentes y mayormente vacías de contenido, va a los primeros principios, es decir, la guía de toda política exterior es la búsqueda del interés nacional (Morgenthau en estado puro). Por tanto, se enuncian cuáles son los intereses nacionales que asume el nuevo gobierno estadounidense, que gustarán o no, esto es indiferente, pero que son los que ellos han determinado y que buscan ni más ni menos que mantener el poder mundial estadounidense en el siglo XXI (de nuevo, hay que leer a George Friedman). En quinto lugar, a partir de ese enfoque la Estrategia de Seguridad Nacional de 2025 es un texto eminentemente realista que hace un reconocimiento explícito del Estado soberano como actor fundamental de las relaciones internacionales, el propio, cuando se habla de mantenerlo fuerte, libre, rico e independiente, y los ajenos, porque con ellos, a través del reconocimiento de sus intereses, los Estados Unidos podrán mantener relaciones mutuamente beneficiosas. De ese modo, el conflicto bélico tenderá a ser la solución menos beneficiosa a un diferendo o a una crisis internacional porque la paz es el escenario básico en un sistema en el que rigen los postulados del equilibrio de poder (enunciados magistralmente por Henry Kissinger). De este modo, frente al intervencionismo sin límites de los gobiernos que le precedieron la nueva Administración Trump habla de intereses, de negociación, de comercio y de paz, lo que se ha dado en llamar transaccionalismo, que no es más que la negociación permanente aplicada a los asuntos internacionales. En sexto lugar, frente al conflicto permanente de etapas anteriores, el documento apela también expresamente al unilateralismo, a la abstención de los conflictos de otros, sesgado con un nuevo corolario Trump a la Doctrina Monroe, asunto sobre el que la academia ha vuelto a reflexionar recientemente. Este desarrollo teórico aplicado a las relaciones internacionales hace que el documento no hable de enemigos o amenazas potenciales como documentos anteriores. Desde el enfoque trumpista, unos Estados Unidos poderosos solo están llamados a liderar desde el ejemplo, por eso el énfasis en el denominado soft power, que es la primacía a través de la influencia, como ya enunció Tucídides en el siglo V a.C. en su Guerra del Peloponeso. Estados Unidos se ve como un primus inter pares, que necesita coordinarse con China, Rusia o India en un sistema multipolar. Séptimo, la consecuencia de este enfoque es el reconocimiento de esferas o ámbitos de influencia mutuos e inmediatamente enuncia el denominado Hemisferio Occidental (todo el continente americano de norte a sur) como el suyo propio, donde no permitirá ni tolerará intervenciones externas por aplicación de aquel corolario de la Doctrina Monroe. Si esto es así, entonces cada una de las otras grandes potencias también debe tener de forma inherente su propia zona de interés. La comprensión de esta realidad es fundamental para primero, entender el sistema internacional actual y, segundo conocer las reglas para evitar el conflicto. Porque Trump parte de una idea fundamental: no se puede producir una guerra entre grandes potencias, porque en caso de llevarse a cabo sería de naturaleza completamente destructiva, y su objetivo es conservar su propio país bajo esa fórmula exitosa de mantener o hacer fuerte de nuevo a los Estados Unidos, la famosa fórmula MAGA. Octavo, como parte de ese objetivo debe tratar de mantener el régimen de estabilidad estratégica con Rusia, que es la superestructura del sistema de seguridad global junto con el funcionamiento del Consejo de Seguridad de la ONU (P-5 y derecho de veto). Entonces habla de la necesidad de hacer esfuerzos diplomáticos serios para restaurar la estabilidad estratégica y normalizar las relaciones entre Rusia y los Estados europeos y para lograrlo es necesario poner fin al conflicto de Ucrania (entendido como “la no guerra de Trump”). Debemos recodar que ese régimen se basa en dos principios fundamentales: bilateralidad, es decir, dos partes, los Estados Unidos y Rusia, y paridad, esto es, poderío estratégico equilibrado, que permita el funcionamiento de la estrategia de la destrucción mutua asegurada, conservando ambos sus enormes arsenales nucleares (87% del total de las armas nucleares del mundo están en sus manos). Estas declaraciones son extraordinariamente significativas y pertinentes en un escenario en el que el último acuerdo de desarme, el tratado Nuevo START, está a punto de caducar el próximo 5 de febrero de 2026. Sobre este asunto nos hemos ocupado detenidamente en la entrada anterior -«LA VIGENCIA DEL TRATADO NUEVO START EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA EN UCRANIA», noviembre de 2025-, donde además se enuncian las posibles soluciones, compromisos o declaraciones que permitirían mantener esos arsenales nucleares bajo control. ¿Se requieren nuevos acuerdos? Sin duda, pero parece poco aceptable o más bien arriesgado funcionar con un régimen implícito, desestructurado y basado en declaraciones puntuales que un régimen explícito, negociado, acordado y regido por reglas claras y explícitas para todas las partes, tanto las que los acuerdan como el resto, que se ven sometidos al poder omnímodo de las grandes potencias. Estos son los fundamentos de la estrategia de seguridad nacional del presidente Trump en su segundo mandato, veremos si es capaz de aplicarlos y si se cumplen. El mundo se juega nada más y nada menos que la guerra o la paz

Metallica: “For Whom The Bell Tolls”.