El 2 de junio de 2020 el presidente Putin firmó el decreto
presidencial nº 355 que recoge los “Fundamentos de la política estatal sobre
disuasión nuclear”. La Doctrina Militar de Rusia de 19 de diciembre de 2014
mantuvo en vigor el anexo reservado de la Doctrina Militar anterior de 5 de
febrero de 2010, en el que se anunciaban los principios de la política de
empleo de armas nucleares en caso de agresión contra la Federación de Rusia. Debemos
aclarar, con carácter previo, que la disuasión se basa en la capacidad que
tiene una potencia nuclear para causar daños de proporciones inaceptables como
represalia frente a un ataque de otra potencia nuclear o ante una guerra convencional
generalizada. La publicación de este documento tiene como objetivo
"garantizar que el adversario potencial comprenda la
inevitabilidad de las represalias en caso de agresión
contra Rusia o sus aliados", de modo que, frente a una agresión, Moscú se
reserva el derecho a responder con un contraataque nuclear. La Unión Soviética
primero, y la Rusia independiente después, consideraron que una guerra nuclear siempre
implicaría el uso masivo de las armas nucleares disponibles. Se trataría, en
consecuencia, de una guerra de destrucción total donde posiblemente solo quedaría
un mundo muerto, por la apllicación de la estrategia de la destrucción mutua asegurada. Esta concepción de la guerra nuclear es incompatible
con posiciones teóricas ilusorias como la guerra nuclear limitada o la llamada
estrategia de escalada para desescalar, que siempre fueron rechazadas por los
dirigentes soviéticos y, también, por la élite política y de seguridad rusa,
como reiteró el presidente Putin en el foro internacional de seguridad de
Valdai el 18 de octubre de 2018 cuando afirmó que “el agresor debe saber que
el castigo es inevitable y será destruido en cualquier caso”; es más, enfatizó
que “nosotros, como víctimas de la agresión, iremos al paraíso como mártires,
mientras que ellos simplemente morirán, porque ni siquiera tendrán tiempo de
arrepentirse”. Se puede argüir que se trata de un "farol", es decir,
una mera declaración política destinada a amedrentar a potenciales adversarios,
pero entonces se plantea una cuestión de muy fácil resolución: ¿quién se atreve
a ponerla a prueba si las consecuencias pueden ser absolutamente catastróficas?
La respuesta es absolutamente racional: una valoración correcta de los
intereses nacionales excluye el enfrentamiento militar directo con potencias
nucleares. El nuevo documento confirma los principios fundamentales de empleo
de armas nucleares enunciados en el anterior de 2010. En él se afirma que "La Federación de Rusia considera las armas nucleares únicamente como un
medio de disuasión cuyo empleo es el último recurso y una medida extrema, y
está realizando todos los esfuerzos necesarios para reducir la amenaza nuclear
y evitar el deterioro de las relaciones interestatales que pueden provocar el
uso militar, incluido un conflicto nuclear”. En consecuencia, esta política tiene una finalidad clara: “mantener el potencial de las fuerzas nucleares
al nivel suficiente para garantizar la disuasión nuclear y asegurar la
protección de la soberanía e integridad territorial del Estado". ¿Cuáles
son las amenazas que podrían implicar el uso de las armas nucleares? La presencia de armas nucleares y otro
tipo de armas de destrucción masiva en poder de otros Estados, la
proliferación incontrolada de armas nucleares, el despliegue de estas armas en
el territorio de Estados no nucleares o de armas ofensivas en países que puedan
ver a Rusia como un adversario potencial, los sistemas antimisiles, los misiles
de crucero de corto y alcance medio y los misiles hipersónicos, las armas de
energía dirigida y los sistemas ofensivos espaciales y, finalmente, la
acumulación de fuerzas militares cerca de las fronteras rusas, en lo que es,
sin duda, una clara alusión a la Alianza Atlántica. ¿En qué casos se
emplearían las armas nucleares? Cuando se produjera un ataque nuclear
contra Rusia o sus aliados, o se atacara con otro tipo de armas de destrucción masiva el
territorio del país o de los aliados, o cuando se produjera un ataque contra
las instalaciones estatales y militares vitales como son la sede del poder
político –la presidencia y el
gobierno– y los centros de mando y
bases de las fuerzas estratégicas, cuya destrucción pondría en peligro la
capacidad de represalia de las fuerzas nucleares rusas, o incluso, cuando
estuviera en peligro la existencia del Estado como consecuencia de un ataque
militar generalizado. ¿Quién
decide su uso? La decisión de
usar las armas nucleares corresponde al presidente de Rusia, quien puede, si lo
considera pertinente, informar a los dirigentes de otros Estados u
organizaciones internacionales sobre la disposición para emplear sus armas
nucleares, sobre la decisión de usarlas o sobre su empleo efectivo. En caso de
descabezamiento de la cúpula político-militar como consecuencia de un ataque
previo, el sistema automático Perimetr asegura el lanzamiento de
represalia de los misiles balísticos intercontinentales contra el agresor, cumpliendo
la máxima que hemos enunciado de la disuasión nuclear, que es la capacidad para
causar un daño de proporciones catastróficas en caso de agresión, por lo que un
ataque con armas nucleares contra otra potencias nuclear equivale al suicido de
toda una Nación y, posiblemente, lleve aparejado la destrucción de la civilización
como la conocemos. Por tanto, el sistema Perimetr ayuda a contener las
ambiciones militaristas de los dirigentes de potencias agresivas. ¿Cuándo se tomaría la decisión de empleo? La decisión se tomaría en cuanto el
presidente ruso recibiera datos
fiables del sistema de alerta
temprana –en sus dos
segmentos espacial y terrestre–
sobre la existencia de un lanzamiento
masivo de misiles balísticos contra el territorio ruso o de sus aliados o
cuando el país o sus aliados sufriera un ataque de alguna de las formas
enunciadas antes. En este punto es importante destacar que Rusia no se adhiere a la política de no
primer uso, como hizo la Unión Soviética durante la Guerra Fría y es consecuencia
de la manifiesta inferioridad que tiene Rusia en fuerzas convencionales frente
a la Alianza Atlántica y frente a la China comunista. Un día después de
publicarse la nueva política de empleo de armas nucleares, el 3 de junio de
2020, el portavoz presidencial del Kremlin, Dmitry Peskov, declaró que Rusia
nunca usaría armas nucleares en primer lugar, pero se trata de una declaración sin
ningún contenido político ni jurídico, porque no viene de una autoridad del Estado, ni representa
ninguna posición oficial y, además, contradice la letra y el contenido del
decreto de 2 de junio de 2020, que es la posición oficial del Estado ruso
frente a las otras potencias nucleares del sistema internacional. ¿Cómo se
logra el objetivo de la disuasión? Con la planificación estratégica y los
planes de ataque nuclear contra los potenciales oponentes; con la
disponibilidad permanente en
tiempo de paz de las fuerzas
nucleares estratégicas, que incluyen el sistema de alerta temprana contra
misiles, el adiestramiento continuo, despliegues regulares de los componentes
de la triada nuclear y con ejercicios de guerra nucleara gran escala; durante la amenaza inmediata de agresión; y en
tiempo de guerra hasta el inicio del intercambio nuclear. ¿Cuántas armas nucleares tiene Rusia?
A principios de 2020 el arsenal nuclear ruso ascendía a unas 6.366 cargas
nucleares: 4.306 están operativas o permanecen almacenadas listas para su uso y
se reparten entre 2.436 ojivas estratégicas –de las que 1.572 estarían
desplegadas– y 1.870 ojivas no estratégicas, de teatro o tácticas, que se
pondrían a disposición de los mandos operativos de las tres ramas tradicionales
de las Fuerzas Armadas para su uso en caso de conflicto. El resto,
aproximadamente 2.060 cargas nucleares se encuentran guardadas en almacenes centralizados
pendientes de desmantelamiento, pero podrían ser recuperadas en caso necesario.
Sin embargo, como parte del régimen
de estabilidad estratégica, Rusia lleva a cabo acciones destinadas a
mantener el régimen de no proliferación nuclear y el cumplimiento de los
tratados y acuerdos internacionales
de control de armas. Por ello, las autoridades rusas no cejan en su
pretensión de que cualquier negociación o tratado de desarme nuclear se basa en
los principios de paridad y mantenimiento de estabilidad estratégica. En este sentido,
un día antes, los presidentes Putin y Trump mantuvieron una conversación
telefónica en la que, entre otros temas, hablaron de la importancia del diálogo
en materia de estabilidad estratégica, el mantenimiento de las medidas de
confianza en el ámbito militar y acordaron continuar los contactos en varios niveles
de los respectivos gobiernos –secretario de Estado y ministro de Asuntos
Exteriores, ministros de Defensa, enviados especiales para el control de armas–. Es preciso tener en cuenta que se está a
las puertas del vencimiento del Tratado de Limitación de Armas Nucleares (Nuevo
START) el 5 de febrero de 2021, el único tratado de control de armas nucleare
que permanece en vigor y que, si nadie lo remedia, su terminación significará el
fin del régimen de desarme acordado entre los Estados Unidos y la Unión
Soviética al final de la Guerra Fría. Esto se traducirá en una nueva carrera de
armamentos de todo tipo, porque la existencia de un conjunto de reglas
implícitas más o menos aceptada no será suficiente para poner freno a la lucha
por el poder y la influencia internacional que podría desembocar en un
conflicto decisivo entre grandes potencias. Por ello, es tan importante el decreto
aprobado por el presidente Putin el 2 de junio de 2020, al recordar las tres
funciones primordiales que cumplen las armas nucleares: la función disuasiva,
puesto que la posesión de un arsenal suficiente inmuniza al país frente a un
ataque de otra gran potencia –es conveniente recordar que Rusia sufrió en los últimos dos siglos tres guerra
de agresión con un balance de decenas de millones de víctimas–; la función estratégica, en tanto que la
posesión de un inmenso arsenal nuclear heredado de la Unión Soviética le otorga
al país el estatuto de gran potencia mundial y, por tanto, es una parte ineludible
del régimen de estabilidad estratégica; y la función pacificadora, porque la
mera existencia de las armas nucleares es una garantía de que no se producirá
una nueva guerra mundial, porque mientras las armas nucleares existan y
cumplan su función, habrá paz perpetua entre las grandes potencias.
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