Los actos
conmemorativos celebrados en Moscú con motivo del 80º aniversario de la
victoria de la Unión Soviética sobre Alemania en la Segunda Guerra Mundial nos
han traído interesantes imágenes que permiten realizar algunas reflexiones
sobre la guerra en Ucrania, el futuro de Europa y el surgimiento de un régimen
internacional multipolar. A más largo plazo, también se puede plantear la hipótesis
sobre la creación de un nuevo orden internacional global. El 9 de mayo de 2025
el presidente ruso, Vladimir Putin, se presentó ante los otros jefes de Estado
y de gobierno extranjeros que acudieron a Moscú como un líder victorioso, no en
el campo de batalla, donde las fuerzas rusas todavía tienen que trabajar mucho
si pretenden derrotar a las Fuerzas Armadas ucranianas, sino en el dominio de
la diplomacia, el control de los tiempos y la capacidad de rehacerse ante los
reveses sufridos. Los que conocen y han estudiado la biografía de Putin saben
que es un político que se crece en los momentos más difíciles y el fracaso de
la invasión de Ucrania en febrero de 2022 ha sido uno de ellos. Sin embargo, la
concentración del poder ruso, la capacidad para tomar decisiones y que se
ejecuten y la paciencia estratégica hicieron que el país entrará
rápidamente en economía de guerra con la finalidad de sostener un conflicto
largo en Ucrania contra la OTAN, porque sin ese apoyo las Fuerzas Armadas
ucranianas habrían sido derrotadas hace tiempo. Esto nos lleva a la tesis
reiterada de la guerra por delegación (proxy war) y su aplicación al
conflicto de Ucrania, a pesar de que las emociones (una característica
propia de la sociedad occidental) y la propaganda rechazaban hasta hace poco este
enfoque. Sin embargo, la realidad se impone y por eso nuestros análisis
se anclan en el paradigma realista, porque es el que permite mejor describir la
realidad y a continuación proponer soluciones eficaces para prevenir o, en su
caso, finalizar los conflictos. Precisamente, los dirigentes políticos
europeos se resisten a poner fin al conflicto ruso-ucraniano bajo la idea de
que no les gusta el resultado. Pero, esto nos permite traer a colación una
de las frases más famosas del historiador británico E.H. Carr: las cosas son
como son, no como nos gustaría que fueran. De modo, que mientras las
fuerzas rusas avanzan cada día sus posiciones en el este de Ucrania y la
Aviación rusa aplica su doctrina de operaciones estratégicas de destrucción de
infraestructuras críticas (OPEDIC) contra el territorio de Ucrania, los
principales dirigentes europeos discuten cómo Ucrania debe continuar la guerra contra
Rusia, mientras ellos la ven desde la
trinchera, parapetados en una doble protección: la de la Unión Europea (menos
fuerte, pero más institucionalizada) y la de la OTAN (el verdadero instrumento
de poder de los Estados Unidos en Europa, con su paraguas nuclear protector).
Sin embargo, la guerra en Ucrania o, mejor dicho, la actuación de los
dirigentes europeos en esa guerra, ha puesto de manifiesto la fragilidad de
la estructura europea y probablemente ha sentado las bases para su
autodestrucción, implosión o simple abandono (solo el tiempo dirá a través
de cuál de estas formas de desintegración acabará la non nata Unión
Política Europea). Enfrentarse a Rusia ha demostrado a lo largo de la historia
que es letal para quienes lo han intentado, bien para sus países o para ellos
mismos. Esta es una máxima que se cumple desde los tiempos de Pedro El grande y
la estrepitosa derrota que aplicó a los suecos en la batalla de Poltava. Desde
entonces, Rusia ha sido una potencia europea inexcusable, ha participado en la
creación de los distintos órdenes de seguridad europeos que se han sucedido
ininterrumpidamente hasta hoy y parece poco probable que deje de hacerlo. Por
tanto, participará en los cambios en el régimen de seguridad europeo que suceda
a la guerra en Ucrania y es más probable que imponga sus reglas que que los
hagan los dirigentes europeos. No se trata solo de una cuestión de poder
(hard power), que lo es, sino que además se incardinan los valores,
pues la Rusia de Putin ha sido capaz de amalgamarse en torno a los fundamentos tradicionales
de la familia, el poder y el Estado. Cuestiones que, significativamente,
comparte con otras potencias no occidentales. Esto es lo que permite explicar,
por qué los dirigentes de países como Eslovaquia o Serbia están, en estos
momentos, más cerca de Rusia que de Europa (léase Unión Europea). Puede ser
decepcionante para los eurófilos, pero es la realidad que vimos en Moscú el 9
de mayo pasado. Pero, estos dirigentes no solo fueron a la capital rusa atraídos
por las supuestas cualidades del régimen putiniano, sino porque allí se
congregaron los líderes de las principales potencias que están marcando el
presente, el más destacado de todos el presidente de la China comunista, Xi
Jinping, mimado y agasajado por el mismismo Putin, no por una suerte de
amor fraternal espontáneo, sino porque reconoce que esa alianza es la que
permite a Rusia seguir en guerra y, si lo consigue, derrotar a la OTAN en
Ucrania. China se ha convertido en un gran atractor de voluntades y lo ha hecho
comportándose hasta ahora como una potencia benévola, porque a pesar de las
acusaciones (unas ciertas y otras, producto de la propaganda) trata de
imponerse principalmente a través de la negociación, el comercio y las finanzas.
Un comportamiento extraño para una gran potencia si se observa desde la perspectiva
occidental, donde históricamente el poder se impone por la fuerza y el uso de la
violencia. Basta para ello estudiar la evolución del sistema europeo de Estados
desde la paz de Westfalia (1648) hasta el final de la Segunda Guerra Mundial
(1945), cuando Europa fue barrida del mapa del poder internacional por las
potencias victoriosas de ese momento, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Es
muy probable que actualmente estemos viviendo un proceso de cambio en la
estructura internacional, pero de tipo no violento, al menos por ahora. En
parte esto se debe a ese enfoque de gran potencia emergente benévola, pero
también a la aplastante presencia de las armas nucleares en el sistema
internacional, que bloquea el estallido de una guerra directa entre grandes
potencias. El período de la Guerra Fría probó la existencia de esta regla y la
evolución de la posguerra fría demuestra su vigencia inquebrantable. Esencialmente
porque, de romperse, el resultado sería terriblemente aniquilador para todos.
Por tanto, parece que los Estados Unidos, China y Rusia tratan de buscar
nuevas reglas para el funcionamiento del orden internacional sin provocar un
conflicto a gran escala entre ellas. Sin embargo, como enseña la historia
de las relaciones internacionales, en caso de que se produjese la potencia que
saliera victoriosa impondría un nuevo orden jurídico internacional con afán de
mantenerse durante un larguísimo período de tiempo. Siempre y cuando las partes
en conflicto hubieran mantenido la racionalidad, porque en el caso de
recurrir al empleo de las armas nucleares el resultado podría ser bien diferente,
donde ni tan siquiera quedará una sociedad que organizar y sin sociedad
no hay Derecho, como sabiamente enunciaron los juristas romanos, ubi
societas ubi ius.
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Es un gran tema. Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
ResponderEliminarHay que leerlo!!!
ResponderEliminarNo obstante lo que dices, nos quieren esconder la realidad brutal.
ResponderEliminarMe ha encantado. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy bueno
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
ResponderEliminarSon temas que se explica muy bien en el cuaderno de estrategia nuclear.
ResponderEliminarMe gusta especialmente este artículo y no puedo estar más de acuerdo contigo.
ResponderEliminarTodo esto nos afecta y los daños nos pueden salpicar. España no tiene ninguna posición.
ResponderEliminarMagnífico análisis. Muchas gracias. Enhorabuena.
ResponderEliminar👏👏👏Muy bueno.
ResponderEliminar👏👏👏
Una visión que en los medios no se habla en absoluto. Esperemos siga la vía comercial y benévola como apuntas. Estupendo artículo. Enhorabuena.
ResponderEliminarExcelente artículo. Crítico, pero bien argumentado y ponderado.
ResponderEliminarEstimado Luis, muy certero, realista y apasionada reflexión. Como señalas, "...si bien parece que los EE. UU., China y Rusia tratan de buscar nuevas reglas para el funcionamiento del orden internacional sin provocar un conflicto a gran escala entre ellas..." lamentablemente mientras ello ocurre, en otras partes se perciben los efectos políticos y estratégicos. Saludos. Fqp desde Santiago de Chile.
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