RUSIA CONTINUA AMPLIANDO SU SISTEMA ESPACIAL DE ALERTA DE MISILES


El 22 de mayo de 2020 (07.31 GMT) un cohete propulsor Soyuz-2.b despegó del cosmódromo de Plesetsk, situado en el norte de la Rusia europea, para llevar al espacio un satélite militar de características no anunciadas. Se trata del séptimo lanzamiento de un cohete Soyuz en lo que va de año y del tercero realizado desde Plesetsk. Después de un lanzamiento sin contratiempos, la etapa Fregat llevó a su órbita el nuevo aparato espacial y el Centro Espacial Principal de Pruebas de las Fuerzas Espaciales (KVR) de Serpukhov-15, cerca de Moscú, tomó el control automático (alrededor de las 13.00 GMT) iniciando la conexión de telemetría estable. Las notificaciones de alerta para la navegación marítima y aérea, la trayectoria de vuelo del cohete propulsor y la órbita que adoptó el aparato permitieron determinar con precisión que se trata de un satélite de alerta temprana Tundra o EKS-4, que forma parte de la nueva constelación espacial Kupol, antes conocida como EKS (Edinaya Kosmicheskaya Sistema), que tiene la misión de vigilar de forma permanente el hemisferio norte americano. La finalidad de este sistema es detectar cualquier lanzamiento que se produzca desde las bases de misiles situadas en territorio americano o desde la parte de norte de los océanos Atlántico y Pacífico y en el océano Ártico, que es la ruta más corta para batir los potenciales objetivos en Rusia -véase la entrada reciente LAFUERZA DE ATAQUE NUCLEAR DE LOS ESTADOS UNIDOS EN 2020- para pasar la información precisa al mando político-militar del país para la adopción de decisiones en caso de que se inicie un ataque nuclear contra Rusia. El nuevo satélite EKS-4 recibió la designación secuencial militar rusa Kosmos-2546 y la numeración estándar internacional 2020-031A. Como su nombre indica, se trata del cuarto aparato de su tipo y los anteriores fueron lanzados el 17 de noviembre de 2015 (Kosmos-2510), 25 de mayo de 2017 (Kosmos-2518) y 26 de septiembre de 2019 (Kosmos-2541). Los satélites Tundra están basados en la plataforma Viktoria que RKK Energia desarrolló a partir de los satélites de comunicaciones Yamal de los años noventa, incorporan un telescopio para detectar fuentes de calor, como el escape de los motores cohete de los misiles en vuelo, sensores ópticos y ultravioleta. Empleando este conjunto de instrumentos, pueden rastrear un misil a lo largo de toda su trayectoria de vuelo, lo que permite identificar sus objetivos potenciales con anticipación a los radares basados en tierra con capacidad de detección más allá del horizonte (OTH). Cada satélite incorpora un equipo de comunicaciones de emergencia que puede emplearse para enviar órdenes a las bases y unidades de misiles propias en caso de guerra nuclear. Una de sus características distintivas es que se mueven en una órbita altamente elíptica y muy inclinada (entre 1.600 y 39.000 km con una inclinación de 63, 4º con respecto al ecuador), denominada órbita Molniya (“relámpago”), y realizan dos rotaciones cada veinticuatro horas aproximadamente, que permite mantener una alta visibilidad desde las zonas polares. Este sistema sustituye a la generación anterior de satélites OKO, el último de los cuales se puso en órbita en 2012. Cuando esté completado, el sistema de alerta temprana espacial Kupol tendrá diez satélites situados en órbitas altas y geoestacionarias que facilitarán una observación permanente de las potenciales zonas de lanzamiento de misiles con capacidad nucleares de los Estados Unidos. Sin embargo, resulta llamativo que este evento se haya producido el mismo día en el que el Departamento de Estado americano comunicó oficialmente la denuncia del Tratado de Cielos Abiertos (Tratado Open Skies) de 24 de marzo de 1992, dando comienzo al plazo de seis meses para que la retirada de los Estados Unidos se haga efectiva. Este tratado firmado en Helsinki en el marco de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) durante los últimos coletazos de la Guerra Fría reforzó el cumplimiento de los acuerdos de desarme entre las grandes potencias al permitir los vuelos de reconocimiento y las inspecciones aéreas sobre un vasto territorio que se extiende desde Vancouver hasta Vladivostok para observar las actividades militares de todos los Estados parte conforme a una reglas establecidas en el propio tratado. Nos extenderemos más en el tema en otro momento pero baste decir, por ahora, que se trata de un paso más, probablemente el penúltimo, en la ruptura del régimen de estabilidad estratégica que ha mantenido la paz y la seguridad en el sistema mundial desde el final de la Guerra Fría. Su destrucción definitiva conllevará casi inevitablemente una nueva carrera de armamentos de todo tipo (nuclear, espacial, cibernético) e incrementará el riesgo de escalada del conflicto entre grandes potencias, con el peligro de guerra nuclear que ello conlleva. Ese es el escenario al que parece que estamos abocados y el que tendremos si nadie lo remedia. 

The final frontier.

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