VISIONARIOS, GRANDES DESCUBRIMIENTOS Y SEGUNDA CARRERA ESPACIAL
El 19 de enero de 2020 la empresa SpaceX alcanzó un nuevo éxito en la carrera por el espacio que están liderando en esta nueva era las empresas, el sector privado, frente a las agencias espaciales gubernamentales. Un cohete Falcon 9 lanzado desde el centro espacial de Cabo Cañaveral, en Florida, voló durante un minuto y 24 segundos hasta que se activó la secuencia de autodestrucción con la finalidad de probar la integridad y capacidad de supervivencia de la nave espacial Crew Dragon que llevaba a bordo. La nave espacial encendió sus propulsores para separarse del cohete lo más rápidamente posible y a continuación descendió en paracaídas en un punto del océano Atlántico fijado de antemano donde esperaban los equipos de rescate. En una misión tripulada esta secuencia de eventos habría salvado la vida de los astronautas. Elon Musk, fundador y consejero delegado de SpaceX anunció que “los datos iniciales indican que la prueba ha sido perfecta. El próximo vuelo de la nave será con astronautas a bordo en el segundo trimestre de este año”. Debemos tener en cuenta que este triunfo no corresponde a ninguno de los grandes conglomerados aeroespaciales, que nacieron al calor de la Guerra Fría y de la Primera Carrera Espacial, sino a una de esas nuevas empresas creadas al calor de la sociedad de la información, la globalización y las nuevas tecnologías, que están dirigidas por una nueva clase de directivos con una capacidad de trabajo extraordinaria, exitosos, multimillonarios, pero también visionarios de una nueva etapa del desarrollo humano como son Musk (Paypal, Tesla y SpaceX), Jeff Bezos (Amazon y Blue Origin), Richard Branson (Virgin Group y Virgin Galactics) o Paul Allen (Microsoft y SpaceShipOne). Desde que en 2011 la Agencia Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) dio de baja definitivamente los transbordadores espaciales, los Estados Unidos se quedaron sin naves propias con las que llevar hombres y mujeres al espacio, tanto a la Estación Espacial Internacional (EEI), situada en una órbita próxima a la Tierra, como a otros planetas o cuerpos estelares. Este privilegio quedó desde entonces, y de forma exclusiva, en manos de Rusia con sus naves Soyuz. La imposición de sanciones económicas, financieras e industriales a Moscú como consecuencia de la ocupación de Crimea y la implicación en la guerra del Donbás no cambio este escenario y los Estados Unidos (y otros países) han pagado un peaje elevado para mantener su presencia humana en el espacio. La fiabilidad de los sistemas rusos (que se mantiene a pesar de ocasionales fallos en los lanzamientos y accidentes resueltos de forma exitosa) y la confiabilidad de Moscú en que no vetaría llevar a astronautas americanos a la EEI, no impedía que desde importantes sectores de la política y la industria americanas se exigirá el esfuerzo de desarrollar nuevos sistemas de lanzamiento y nuevas naves espaciales para acometer con éxito la Segunda Carrera Espacial con la vista puesta en Marte. Para ello la NASA abrió un concurso en el que Boeing y SpaceX debían diseñar, construir y probar sus respectivas propuestas. De este modo, mientras Boeing no levanta cabeza en diferentes proyectos aeronáuticos y espaciales, la novísima SpaceX ha conseguido lo que parecía imposible hace una década: que una empresa privada lidere el sector espacial. Para ello Musk se ha enfrentado con al estamento político de Washington, a las grandes y poderosas corporaciones aeroespaciales nacionales e incluso a la misma NASA, a la que demandó ante los tribunales por impedirle primero participar en los contratos espaciales y, después, por dar trato de favor a otras compañías tradicionales. Sin embargo, el mismo día 19 de enero de 2020 el Administrador de la NASA, Jim Bridenstine, dijo que “esto representa el regreso de los astronautas americanos al espacio a bordo de cohetes americanos lanzados desde territorio americano”. De este modo, como en la era de los Grandes Descubrimientos un visionario se impone sobre los planteamientos más convencionales o tradicionales y Musk ya habla abiertamente la de colonización de Marte para mediados de este siglo. Frente a los que auguran un triunfo sin paliativos de la Inteligencia Artificial sobre el ser humano -y en última instancia un gran peligro para la supervivencia humana-, el éxito de los hombres visionarios nos reconcilia con la permanencia de la inteligencia y la capacidad del ser humano para soñar, para crear, para innovar y para superar fronteras que en cada momento se han considerado inamovibles.
Sobre el desarrollo de las nuevas empresas espaciales, véase Davenport, C.: Los señores del espacio. Editorial Planeta. Barcelona, 2019 (trad. de The Space Barons. Public Affairs. Nueva York, 2018).
Hasta el infinito y más allá…
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Y pronto llevarán astronautas americanos al espacio en cohetes y naves propios. Un logro impensable hace una década y solo a la altura de visionarios.
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