El 7 de julio de 2022 la prueba de vuelo de un cohete Minotaur II+ con un nuevo vehículo de reentrada Mk-21A terminó abruptamente con una explosión a los once segundos de su lanzamiento desde la base aérea de Vandenberg, en California, por causas no difundidas. Estos sistemas forman parte del programa de desarrollo del nuevo misil balístico intercontinental (ICBM) LGM-35 Sentinel, que está destinado a reemplazar al ICBM Minuteman III, que entró en servicio en los años setenta. El LGM-35 ha sido diseñado por la poderosa corporación aeroespacial Northrop Grumman bajo un contrato del Departamento de Defensa de los Estados Unidos de 13.300 millones de dólares con la finalidad de desarrollar un misil balístico basado en tierra (Ground Based Strategic Deterrent, GBSD) de características avanzadas. Actualmente, la capacidad de disuasión nuclear americana con base en tierra se basa una fuerza de unos 400 Minuteman III estacionados en silos distribuidos en tres Alas de Misiles en territorio continental estadounidense: 90ª de Warren, en Wyoming, 91ª de Minot, en Dakota del Norte, y 341ª de Malstrom, en Montana -véase la entrada LA FUERZA DE ATAQUE NUCLEAR DE LOS ESTADOS UNIDOS EN 2020, de mayo de 2020-. La USAF espera incorporar el LGM-35 en 2029, armado con la ojiva nuclear W87-0 de 300 kilotones (kt) y más adelante con la ojiva W87-1 de 475 kt, el coste total del programa ascenderá a 95.000 millones de dólares y el misil estará en servicio hasta 2075, lo que está en línea con los costosísimos programas paralelos de modernización de los componentes de la triada nuclear americana: el bombardero B-21 Raider y el submarino nuclear estratégico (SSBN) Columbia, que tienen fechas de entrada en servicio muy cercanas entre ellas -véanse las entradas EL FUTURO DE LA FUERZA DE ATAQUE GLOBAL DE LA USAF, de septiembre de 2020, y COMIENZA LA CONSTRUCCIÓN DEL SSBN-826 COLUMBIA, de junio de 2022-. Estos sistemas de disuasión nuclear se mantendrán en servicio en condiciones normales hasta la década de 2080, por lo que los esfuerzos científicos, tecnológicos y organizativos actuales permiten visualizar las capacidades estratégicas de los Estados Unidos a un plazo de tiempo muy largo. De este modo, mientras Rusia y Estados Unidos y sus adláteres disputan una guerra proxy en el territorio de Ucrania, ambas potencias continúan modernizando sus arsenales nucleares según sus capacidades industriales y financieras, con el objetivo de mantenerse en la cúspide del sistema estratégico global durante muchas décadas, y dejando al resto de las grandes potencias en una posición relegada bajo la amenaza permanente de sufrir un castigo de proporciones catastróficas en caso de conflicto entre ellas. Como sabemos, el régimen de estabilidad estratégica junto con la existencia del Consejo de seguridad de la ONU y el derecho de veto de las grandes potencias ha evitado una guerra devastadora durante décadas, garantizando la paz y la seguridad internacionales. Pero, si otras potencias quieren cambiar las normas, reglas y procesos de adopción de decisiones del sistema global deben concertarse con estas dos o ir a la guerra contra una de ellas o contra las dos, tratando de obtener una redistribución del poder internacional, que puede ser pactado o fruto de un enfrentamiento decisivo. Claramente, la voluntad de los dirigentes chinos es lograr una redistribución del poder global que les satisfaga, pero el modo de hacerlo no está en sus manos, por lo que, si persisten en sus planes de expansión estratégica más tarde o más temprano se tendrán que enfrentar a la decisión compleja de retar a la primera potencia global, los Estados Unidos, a un conflicto en el área del Pacífico. El Libro Blanco de la Defensa chino de 24 de julio de 2019 trataba de preparar a las Fuerzas Armadas y al Estado chino para este escenario en el año 2035 -véase la entrada NUEVO LIBRO BLANCO DE LA DEFENSA DE CHINA, de julio de 2019-, pero la agresividad que ponen de manifiesto los decisores políticos de Washington augura que está fecha se está aproximando peligrosamente, destruyendo la segurísima cuidada planificación china. Se trata, sin duda, de un escenario peligroso, extremadamente complejo, donde las poderosísimas capacidades propias, los juegos de alianzas y el sentido de cruzada juegan a favor de los Estados Unidos, creando las condiciones necesarias para que el siglo XXI siga siendo un siglo americano, según las tesis de Friedman. Pero la historia de las relaciones internacionales enseña que el resultado de una guerra entre grandes potencias siempre es incierto, salvo para los historiadores una vez producido el conflicto y conocidos sus resultados.
¡¡¡15 años antes de lo que esperaban los chinos!!!
ResponderEliminar¿Estamos ante el escenario de una tercera guerra mundial?
ResponderEliminarMuy buen artículo 👍
ResponderEliminarLa carrera armamentística otra vez.
ResponderEliminarMuy bueno el artículo, pero que miedo con estos yankis, casi prefiero las políticas de Trump🤦♂️
ResponderEliminarEnhorabuena por este nuevo artículo.
ResponderEliminarEntrada muy interesante. Enhorabuena.
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