En
la entrada COHETES
Y MÁS COHETES de diciembre de 2017 hablamos de los satélites rusos Cosmos-2523
y Cosmos-2519 como sistemas espaciales dotados de la capacidad de maniobrar de
forma independiente en el espacio, acercarse a otros objetos en órbita y
eventualmente poder actuar sobre ellos y manipularlos, de ahí la denominación de
“satélites inspectores”, lo que fue reconocido oficialmente por parte del Ministerio
de Defensa de Rusia en septiembre de 2017. Pues bien, a finales de enero de 2019
se conoció que dos pequeños aparatos se habían separado del satélite militar de
comunicaciones americano Eagle, que
había sido puesto en órbita en abril de 2018 con la finalidad de “explorar una
forma potencialmente nueva de obtener imágenes de satélites de alta calidad”. La
pregunta es: ¿quién detectó estas operaciones? Se trata del Sistema Automatizado
de Advertencia de Situaciones Potencialmente Peligrosas en el Espacio Cercano (ASPOS OKP), según un
documento del Centro Astronómico de la Academia de Ciencias de Rusia, que catalogó
a los nuevos objetos como USA-285 y USA-286. Esto significa que las dos grandes
potencias espaciales disponen de la capacidad de vigilar, reconocer, manipular
y poner fuera de servicio satélites y equipos espaciales propios y ajenos. Se
trata, por tanto, de una capacidad nueva y que otorga una ventaja temporal a
quien disponga de dichos sistemas operando en el espacio. Es evidente que esto ha
generado profunda preocupación en otras potencias espaciales. Precisamente por ello,
el 15 de enero de 2019 la Asamblea Nacional francesa aprobó un informe
sobre las necesidades del sector espacial de defensa presentado a la
Comisión de Defensa Nacional y Fuerzas Armadas por los diputados Olivier Becht y Stéphane Trompille,
que han sido los encargados de elaborar dicho informe. En la presentación del documento, Becht explicó
que “los satélites son tan importantes en nuestra vida que no podemos prescindir
de ellos. Son utilizados en transacciones bancarias, transportes, telecomunicaciones,
internet, televisión o para usos militares.” Sin embargo, alertó del inicio de
una guerra espacial basada en el espionaje, la interceptación de las
comunicaciones y la vulnerabilidad de los equipos físicos que ya es imparable, y
afirmó enfáticamente que “la guerra en el espacio ha comenzado y Francia debe
saber realizar acciones ofensivas”. Según Becht “defender los satélites civiles
y militares para poder ver, evitar, actuar y neutralizar las amenazas se ha convertido
en un tema fundamental de soberanía nacional y europea.” Por ello, Francia necesita
urgentemente reforzar su capacidad de vigilancia en órbita baja, para lo que se
recomienda la adquisición de dos nuevos sistemas GRAVES necesarios para reforzar la vigilancia
del territorio europeo y la Guayana, aumentar la red de telescopios de
observación espacial Tarot operados por el CNES y el CNRS, que en la actualidad solo cubren el setenta por ciento de
la órbita geoestacionaria, las capacidades del Centro de Vigilancia de Objetos Militares de Mont Verdun con la construcción de un segundo centro en el área del Pacífico (Nueva Caledonia o Polinesia), de modo que se pueda disponer de la capacidad de conocer
dónde y cuándo operan los satélites en órbita, a quién pertenecen y qué tareas
llevan a cabo, y tener satélites que puedan permanecer en órbitas bajas durante
meses con equipos de comunicaciones y observación” dispuestos para operar
cuando sea necesario cubriendo las capacidades de otros satélites que hayan
sido inutilizados o destruidos. De este modo, “Francia tiene que ser capaz de
neutralizar una amenaza en el espacio”, es decir, necesita tener armas en el espacio -véase la entrevista en La Tribune, 17 de enero de 2019-. Para afrontar estas nuevas tareas se
propone la creación de un organismo militar independiente del Armée de L´Air dedicado a la defensa de
los sistemas satelitales, en línea con lo que están haciendo otras potencias
espaciales. Las necesidades de inversión para levantar este sistema de defensa
espacial se estiman en unos 3.000 millones de euros que se realizarían en dos
planes presupuestarios -el contenido de las intervenciones están disponibles en
el sitio
web de la Asamblea Nacional-. En perspectiva estratégica parecería que se trata de un
paso más hacia la independencia europea. Sin embargo, el subsecretario para Investigación e Ingeniería del Departamento de Defensa, Michel Griffin, dijo en enero de 2019 que para enfrentar las crecientes amenazas que representan los misiles de todos los tipos que tienen Rusia y China, incluidos los misiles hipersónico, "es necesario contar con una defensa espacial" y que "no podemos hacer lo que necesitamos hacer en defensa de misiles sin el espacio". Así que tranquilamente afirmó: "una red de mil misiles antibalísticos desplegados en lanzadores de satélites costará solamente (sic) 20.000 millones de dólares". Es terrible. La cifra y el número escandalizan y ponen de manifiesto la locura de la nueva carrera espacial que venimos comentando en el blog desde hace tiempo y parece que estamos ante una profecía autocumplida de Friedman en su extraordinario libro Los próximos cien años (2010) que tantas veces hemos citado.
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La lectura de su mail es estremecedora. Se me recuerda a la Jungla de Cristal IV y me trae a la memoria el que todo, absolutamente todo, funciona por señales de satélite: lo básico para la supervivencia de la especie, como agua, electricidad, transporte, comunicaciones y lo secundario pero letal: toda clase de armamentos convencionales o nucleares y sistemas `para paralizar o destruir lo secundario y, peor aún, lo básico. Se habla y se escribe sobre el cambio climático, la destrucción de los polos ártico y antártico, la sociedad líquida, la posmodernidad... pero no sabemos en realidad que es lo que se juega en el espacio cercano, el lejano y el profundo. Estamos jugando de manera totalmente irresponsable, como si fuéramos dioses o héroes míticos, con la esencia del cosmos, sostenido en equilibrio por un conjunto de fuerzas de una antigüedad insondable y arriesgamos, como nuevos Prometeos, a ser castigados por el aventurerismo ridículo de ser Grandes Potencias en nuestro pequeño planeta y atrevernos a modificar las leyes inmutables del Universo. No sé, la edad me ha hecho pensar en grandes términos, del mundo macro y del micro, y aterrorizarme de a dónde podemos llegar. O mejor, a donde nos dejarán llegar. EAL
ResponderEliminarEstimado Luis, interesante y oportuno análisis de una temática, que en esencia no es nueva (el dominio del espacio), sin embargo luego del término de la Guerra Fría, el control espacial (guerra) se postergó a tal nivel que la brecha generada es difícil de cubrir en corto plazo, teniendo como factor primordial los costes que los programas representan. Buen desafío para Francia y Europa en general, se constituirán en actores o seguirán siendo espectadores. Saludos
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