DIEZ AÑOS DEL TRATADO DE LIMITACION DE ARMAS ESTRATEGICAS: LA VISION RUSA

El 8 de abril de 2020 se cumplieron diez años de la firma del Tratado de Medidas de Reducción de Armas Ofensivas Estratégicas, denominado Nuevo START o START III. En efecto, el 8 de abril de 2010, los presidentes Barack Obama y Dmitry Medvedev se reunieron en Praga para firmar un nuevo tratado de limitación de armas nucleares estratégicas, que los dos países estaban negociando desde 1997. En el acuerdo se establecieron límites máximos idénticos para los diferentes vectores de la triada nuclear de las dos grandes potencias, basados en el sacrosanto principio ruso de la paridad, y que empezarían a aplicarse a los siete años de la entrada en vigor del tratado. Estos límites eran sencillos, de fácil medición y seguimiento, conforme a las cláusulas de información mutua, transparencia y publicidad recogidas en el propio tratado, a saber, 1.550 ojivas o cargas nucleares estratégicas, 800 sistemas de lanzamiento entre misiles balísticos de largo alcance con base en tierra (ICBM), misiles del mismo tipo embarcados en submarinos (SLBM) y bombarderos estratégicos –en este último caso contaban como una unidad, con independencia del número de misiles o bombas nucleares que pudieran transportar–, de los cuales solo podría haber un máximo de 700 sistemas o vectores de lanzamiento operativos al mismo tiempo. Hay que tener en cuenta que las ojivas nucleares tácticas quedaron excluidas de esta regulación y los misiles de alcance intermedio estaban terminantemente prohibidos por el Tratado para la Eliminación de los Misiles de Alcance Intermedio y de Corto Alcance (Tratado INF) firmado por el presidente Ronald Reagan y el premier Mihkail Gorbachov en Washington el 8 de diciembre de 1987. El Nuevo START fue ratificado con celeridad por los respectivos parlamentos nacionales, que introdujeron sendas reservas al texto principal aceptadas por ambas partes y entró en vigor el 5 de febrero de 2011 –véase más extensamente nuestro desarrollo en la entrada LA RECONSTITUCIÓN DEL RÉGIMEN IMPLÍCITO EEUU-RUSIA de marzo de 2011–. Durante siete años, que seguimos regularmente en este blog en las entradas semestrales tituladas ESTADO DE LOS ARSENALES NUCLEARES DE LAS GRANDES POTENCIAS a la fecha correspondiente, las dos grandes potencias fueron reduciendo paulatina y progresivamente sus arsenales nucleares hasta alcanzar los límites fijados antes de la fecha estipulada. De este modo, el 5 de febrero de 2018 Moscú y Washington anunciaron el cumplimiento de sus obligaciones, que han mantenido estrictamente hasta el presente –los datos más recientes sobre los arsenales nucleares de las dos grandes potencias los aportan Kristensen y Korda en su Nuclear Notebook (2020)–.
Sin embargo, el mundo de hoy es diferente al de hace diez años. En primer lugar, como dijo Dmitri Medvedev, nombrado vicesecretario del Consejo de Seguridad Nacional tras su cese como Primer Ministro de Rusia el pasado 15 de enero de 2020, en una entrevista en TASS el 8 de abril de 2020: "el mundo está al borde de una grave crisis mundial a la luz de la pandemia de coronavirus", es decir, la crisis no es la pandemia mundial en sí misma, sino lo que vendrá después. Y no en un futuro lejano, como algunos ingenuos se esfuerzan en afirmar, sino más bien próximo como anotamos en la entrada UN MUNDO RESTAURADO de marzo de 2020. En esta entrevista Medvedev recordaba que "hace diez años, los Estados Unidos y Rusia demostraron que son capaces de superar los desacuerdos y llegar a un acuerdo, no solo por el bien de sus pueblos, sino por el bien de toda la humanidad.” Lo que demuestra que entiende el significado de la condición de gran potencia y las responsabilidades que tienen como garantes de la paz mundial. Segundo, Medvedev afirmó que durante este período "el restablecimiento de nuestras relaciones, en el que se depositaron tantas esperanzas, se transformó en una sobrecarga absoluta.” Para explicarlo gráficamente Medvedev citó una anécdota que ocurrió en marzo de 2009, cuando la secretaria de Estado Hillary Clinton entregó al ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, un obsequio simbólico: se trataba de un botón que daría la señal de “un reinicio”, el comienzo de una nueva etapa en las relaciones ruso-americanas; sin embargo, la inscripción que incorporaba tenía un error: no indicaba "reiniciar", sino "sobrecargar". De este modo, durante estos diez años los Estados Unidos “pasaron de la cooperación a la presión política y desataron una guerra sin precedentes de sanciones contra nosotros, tratando de expulsar a Rusia de la agenda global". Es evidente que aquí Medvedev pasa por alto la anexión rusa de Crimea en marzo de 2014 y la posterior intervención en la guerra en el Donbass, motivos por los que Washington y Bruselas impusieron a Rusia unos regímenes de sanciones económicas, comerciales y financieras que duran hasta la actualidad y que hemos tratado en el blog en varias entradas. En la entrevista citada Medvedev se detuvo en analizar la relevancia del Tratado de Praga: "no es exagerado decir que el documento firmado en ese momento fue un verdadero logro en las relaciones ruso-americanas, y en muchos aspectos, alivió la situación general en el mundo. De hecho, llevamos nuestros arsenales nucleares a donde habían estado a principios de la década de 1960, en un estado que había existido incluso antes del comienzo de la carrera armamentista a gran escala entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Teníamos suficiente buena voluntad, respeto mutuo y sincero por las posiciones de cada uno para hacer esto. Y lo más importante, compartimos el entendimiento de que sin el acuerdo Nuevo START no hubiéramos podido allanar el camino normal hacia el siglo XXI". Es la etapa en la que pareció posible un nuevo acuerdo de Yalta entre las dos grandes potencias como expresamos en la entrada NUEVO ORDEN GLOBALIZADO de julio de 2010. Pero como el mismo Medvedev enfatizó: "desafortunadamente, los eventos posteriores que se desarrollaron siguieron un escenario completamente diferente". El presidente Vladimir Putin declaró a principios de 2019 que Rusia está “lista para alcanzar nuevos acuerdos de control de armas” y tanto él como el ministro de Exteriores Lavrov han expresado en repetidas ocasiones la voluntad de la parte rusa de extender el Tratado después del 5 de febrero de 2021. Sin embargo, la Administración Trump se ha dedicado a dar largas al asunto y, en medio de acusaciones mutuas, anunció y posteriormente llevó a cabo la denuncia del Tratado INF, que se extinguió definitivamente el 2 de agosto de 2019 –véase la entrada “THE GAME IS OVER”: EL FIN DEL TRATADO INF de agosto de 2019–. Para Medvedev “la abolición iniciada por los Estados Unidos del Tratado para la Eliminación de los Misiles de Alcance Intermedio y de Corto Alcance (Tratado INF) provocó una señal muy alarmante", porque de repente el Nuevo START quedó como el único acuerdo internacional de limitación de armas nucleares entre las grandes potencias, con el riesgo que eso conlleva para la seguridad y la estabilidad internacional, cuestión que desarrollamos ampliamente en nuestro ensayo “LA RUPTURA DEL RÉGIMEN DE ESTABILIDAD ESTRATÉGICA Y LOS POSIBLES ESCENARIOS PARA EL FUTURO”, publicado en diciembre de 2019. En el Kremlin consideran que los responsables de la política exterior americana se dedican constantemente a crear obstáculos a las negociaciones, planteando cuestiones carentes de realismo como pretender que se sustituya el tratado actual por un nuevo acuerdo de armas estratégicas a tres bandas, que incluya a la China comunista y que está misma rechaza de plano –ya hemos expresado nuestras consideraciones al respecto en la entrada DE VUELTAS CON EL ARSENAL NUCLEAR DE CHINA: CUANDO LAS INVENCIONES RAYAN EL DISPARATE de febrero de 2020–. Además, Moscú ha denunciado en varias ocasiones el incumplimiento por parte de Washington de una serie de disposiciones de Nuevo START en relación con el número de sistemas desplegados y operativos y los denominados “silos de entrenamiento”. En consecuencia, Medvedev anotó que "parece que Washington está tratando de participar en un diálogo interminable y torpedear la prolongación de este documento, que es extremadamente importante para mantener la estabilidad estratégica en el mundo". La finalidad de la posición americana es evidentemente dilatoria, retrasar al maximo cualquier compromiso para llevar la fecha al límite y evitar la renovación o extensión del Nuevo START más allá de febrero de 2021, a pesar de que el presidente Putin declaró en diciembre de 2019 que Rusia está preparada para extenderlo inmediatamente “sin precondiciones”. Sencillamente los Estados Unidos de Trump no quieren tener las manos atadas por ningún instrumento internacional que les impida desarrollar nuevos armamentos, lo que es coherente con su Estrategia de Seguridad Nacional de 18 de diciembte de 2017. Si el tratado Nuevo START se extingue no solo nos encontraremos a las puertas de una nueva carrera de armamentos nucleares, sino que de entrada se perderá el mecanismo regular de intercambio de información de sus respectivas fuerzas estratégicas -según los datos disponibles hasta finales de 2019 los Estados Unidos y Rusia había realizado 321 inspecciones combinadas in situ y habían intercambiado 19.261 notificaciones-, puesto que la transparencia es un elemento fundamental de la confianza mutua que costó decenas de años de negociaciones alcanzar entre ambas potencias. Sin embargo, Medvedev, que siempre ha sido considerado la cara más amable del sistema político putiniano, en su nuevo puesto en el Consejo de Seguridad Nacional expresó que “hoy, esta capacidad de escucharse mutuamente es especialmente relevante. (…) cuando las relaciones entre nuestros países están pasando por tiempos difíciles, vale la pena mirar hacia atrás en ese evento de hace una década". Se trata de la típica retórica rusa: mantener siempre un enfoque positivo, incluso hasta bondadoso, y decir que están preparados para escuchar y cooperar, pero imponer siempre que puedan sus intereses nacionales. Es preciso entender que los Estados Unidos hacen lo mismo, pero mientras tanto están dilapidando un tiempo precioso para poder crear estrategias y formar alianzas de cara al próximo conflicto a gran escala. Parece evidente que, en un mundo al borde del caos, sería indispensable mantener el único tratado internacional que limita las armas nucleares ofensivas entre las grandes potencias pero, como estamos viendo, no existe la racionalidad en los dirigentes políticos actuales, que se muestran como gobernantes estúpidos y carentes de visión de Estado, y así es imposible hacer una política exterior que sirva a los intereses nacionales –la política exterior racional que decía Morgenthau–, que en el caso de las grandes potencias equivale al mantenimiento del régimen, la seguridad internacional y la paz mundial. Estamos abocados al desastre y nadie hace nada para pararlo.

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