En la entrada anterior del blog afirmaba que el arsenal
nuclear de la República Popular China ejerce una función meramente defensiva y que,
para entenderlo, saberlo o conocerlo es suficiente con repasar sus números –ojivas disponibles,
tipos de vectores y capacidades–, su doctrina nuclear y la política de empleo de las armas
nucleares en caso de guerra.
Es cierto, que el sector militar chino no se rige
por los estándares de transparencia e información de los países occidentales,
ni tampoco es comparable al conocimiento que se tiene del poderío militar de
Rusia, que es debido, principalmente, a la implementación de los acuerdos de
desarme –nuclear y
no nuclear– que
pusieron fin a la Guerra Fría, pero también a la voluntad del Kremlin de divulgar
sus capacidades militares como aviso a potenciales adversarios. Sin embargo, en
materia nuclear las autoridades chinas tratan de acercarse a los estándares
occidentales porque, de esta manera, su arsenal nuclear cumple la función para
la que fue creado, que es la de disuadir. Las armas nucleares existen para no
ser empleadas, su existencia y la posibilidad de su empleo son suficientes para
que no se desencadene un conflicto, ya que un eventual adversario tiene la
certeza de que recibirá un daño de proporciones incalculables. Pero, además,
Pekín es consciente de la gigantesca brecha que en materia nuclear le separa de
las dos grandes potencias nucleares. Por ello, la política nuclear china es sumamente cauta y persigue objetivos no amenazadores, por lo que recibe la
denominación de
“Estrategia nuclear de autodefensa”, está basada en la posesión de un arsenal
“suficiente y efectivo” y solo contempla su uso en caso de que el país sufra un
ataque directo con armas nucleares. La doctrina de empleo de estas armas establece una compleja cadena de toma de decisiones que va desde la Comisión
Militar Central (CMC), pasando por la Fuerza de Misiles (PLARF) hasta los
comandantes de las unidades encargadas del lanzamiento –de los misiles con
base en tierra de distintos tipos, de los bombarderos estratégicos y de la
aviación de combate–, pero con la particularidad de que las ojivas nucleares no
están instaladas o a disposición inmediata de los vectores de lanzamiento, sino
que se hallan guardadas en almacenes centralizados y su desplazamiento requiere
la autorización expresa de la CMC. Aunque desde la llegada al
poder de Xi Jinping en marzo de 2013 se ha producido una centralización en la cúspide en
el proceso de adopción de decisiones –la CMC habría dejado de ser un órgano
colectivo para convertirse en un mero organismo asesor del jefe del Estado sin
poder real–, no cabe duda de que la tradicional desconfianza de los
dirigentes del Partico Comunista chino en los mandos militares hace que exista
esta disfunción en un arsenal que ha sido creado, precisamente, para la disuasión.
De este modo, la fuerza de misiles con capacidad nuclear es
extremadamente vulnerable a un primer ataque nuclear tanto de los Estados
Unidos como de Rusia y es el origen de las aspiraciones chinas de dotarse
de una fuerza nuclear embarcada en submarinos nucleares portamisiles (SSBN) que
le den una auténtica y efectiva capacidad de contragolpe –asunto que hemos
analizamos en “Los SSBN de la Marina del
Ejército Popular de China”, publicado en la Revista General de Marina en diciembre de
2014–.
Con estas mimbres, este mes se han publicado estudios en los que
se afirma que China puede igualar a las dos grandes potencias en armas
nucleares en 2025 con un arsenal que estaría entre cerca de 1.400 y 2.000 ojivas y una década después entre
3.300 y 5.000. Aunque estos analisiparecen referirse exclusivamente a
las ojivas nucleares estratégicas, que se encuentran limitadas legalmente para los Estados Unidos y Rusia por
el Tratado de Armas Estratégicas (nuevo START) de abril de 2010 –los datos más recientes se
pueden consultar en la entrada ESTADO DE LOS ARSENALES
NUCLEARES DE LAS GRANDES POTENCIAS A 1 DE SEPTIEMBRE DE 2019–, no pasan de ser una invención. Se enfatiza que los documentos desclasificados revelan que es muy
difícil recopilar información sobre China, cuestión para lo que no se necesita
recurrir a documentos desclasificados porque es evidente y manifiesta; se afirma
que hasta hace poco, la recopilación y el análisis de esta información no
estaban entre las prioridades, cuando se llevan años investigando y analizando
estos temas tanto por organismos de inteligencia de las grandes potencias como
por analistas especializados; y se asevera que las principales incógnitas son
cuántos vectores de armas nucleares desplegará China y cuánto será suficiente.
Pues bien, aunque existen diversas fuentes que analizan el número y capacidades
del arsenal nuclear chino, vamos a recurrir a Hans Kristensen y Matt Korda por su solvencia y la persistencia
en el tiempo de sus análisis. En el ensayo “Chinese
nuclear forces, 2019”, publicado en el Bulletin of the Atomic Scientists
de junio de 2019, detallan
que el arsenal nuclear chino estaría compuesto por 187 misiles con base
en tierra con capacidad para cargar 218 ojivas, 4 SSBN 904 Jin equipados con 16 misiles
embarcados (SLBM) JL-2 cada uno con capacidad para 48 ojivas nucleares en conjunto –aunque no se ha podido
constatar que hasta ahora hayan llevado a cabo ninguna patrulla de disuasión
fuera de aérea– y 20 bombarderos Xian H-6K con capacidad para cargar
unas 20 ojivas nucleares en conjunto. La suma de estos componentes da un
total de 255 lanzadores y un máximo de 290 ojivas nucleares. Pero, además, esta ratio
se incrementado en la última década a un ritmo muy lento y la perspectiva
parece mantenerse al observarse una desaceleración en el gasto militar global
de China.
El 24 de julio de 2019 se publicó un nuevo Libro Blanco de la Defensa, “Defensa Nacional
de China en una nueva era”, que es el documento estratégico más importante
divulgado por las autoridades chinas hasta la fecha –lo analizamos en la entrada NUEVO LIBRO BLANCO DE LA DEFENSA DE CHINA de julio de 2019–. La declaración más
conocida, o en la que se ha puesto más énfasis en Occidente, es que la
reorganización y modernización de las Fuerzas Armadas tiene como objetivo
alcanzar las capacidades necesarias para “combatir y ganar guerras”, en el
horizonte de 2035. Sin embargo, en materia nuclear se mantienen los principios
fundamentales: la política nuclear se basa en la disuasión y la suficiencia, esto es, disponer de un arsenal nuclear mínimo imprescindible para “garantizar la
seguridad estratégica nacional”, y la vigencia de la política de no primer
uso, incluida una declaración de que no uso de armas nucleares
“en ningún momento y bajo ninguna circunstancia” contra Estados no nucleares o
zonas declaradas libres de armas nucleares por acuerdos o tratados
internacionales. Esto significa que las Fuerzas Armadas chinas deben estar
preparadas para enfrentar una guerra con los Estados Unidos o una coalición de
países liderados por Washington en el área del Asia-Pacífico en la próxima
década. Una guerra que en principio sería convencional, pero que entre
potencias nucleares siempre encierra el riesgo de escalada hacia el
intercambio nuclear, lo que podría implicar en algún momento el abandono de la
política de no primer uso por parte de China –que hemos tratado en la
entrada ¿EL
PROGRAMA DE SSBN DE CHINA SIGNIFICA EL FIN DE LA POLÍTICA DE NO PRIMER USO?
de enero de 2016–.
En
consecuencia, como hemos afirmado en otras ocasiones, mientras se mantenga el
escenario estratégico actual, Pekín no modificará los principios básicos de su
política nuclear, que son la doctrina de no uso de armas nucleares contra Estados no
nucleares, la política de no
primer uso de armas nucleares en caso de conflicto y el mantenimiento de un
número de ojivas nucleares parecido al que tienen Francia y
Gran Bretaña,
las otras potencias miembros permanentes del Consejo de Seguridad
que se dotaron de una fuerza de disuasión nuclear de contragolpe. Por tanto,
nada de miles de ojivas nucleares en manos chinas por ahora y tampoco en un
futuro próximo... a menos que se quiera agitar el miedo de que viene el lobo.
¡Qué bonito!
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