Turquía inició en la pasada década el camino de una política exterior basada en sus propios intereses y tomando decisiones al margen de su aliado fundamental, los Estados Unidos. Las primeras iniciativas, con el apoyo indirecto de Washington, estuvieron relacionadas con la intervención creciente en las nuevas Repúblicas ex-soviéticas del Cáucaso (su zona de influencia natural) y Asia Central (nueva zona de influencia próxima bien por afinidad étnica, religiosa o intereses energéticos). El paso siguiente se produjo con la decisión de negar la entrada de las tropas americanas en el norte de Irak durante la invasión de de este país en 2003. Esta decisión alteró y retrasó sustancialmente los planes de guerra americanos y puso de manifiesto la nueva posición de Turquía en el escenario regional. Como sabemos, no tuvo ningún coste político, financiero o militar para Turquía pero sí reportó beneficios políticos importantes al nuevo Primer Ministro Erdogan. La alianza conIsrael ha sido una constante durante al menos dos décadas y se ha sostenido por la existencia de intereses de seguridad comunes y alentada por los Estados Unidos. El tercer paso en la política exterior turca tiene que ver, precisamente, con esta alianza de intereses (seguro que todas las alianzas lo son, pero aquí solo hay intereses no valores comunes): Turquía se ve lo suficientemente fuerte y ve a Israel lo bastante retraído como para disputarle la preeminencia en la región. Más patente que las amenazas a Siria (ridículas por otra parte, porque Turquía no piensa ni quiere atacar a Siria) o la supuesta primacía con el distante Irán, es el acercamiento decisivo a Egipto y a Jordania, dos Estados árabes que han estado "del lado" israelí desde los años ochenta, de la mano de sus respectivas alianzas bilaterales con los Estados Unidos. No parece que Turquía tenga intenciones agresivas con Israel pero también es cierto que en su aspiración por la hegemonía regional no perderá la oportunidad para reducirlo a su condición inicial de mero protegido de los Estados Unidos. Por ello, no se debe perder de vista que Israel se enfrenta a un peligro decisivo, en su cercamiento por un conjunto de Estados árabes poderosos, armados por los propios Estados Unidos, pero en un escenario donde el protector se vuelve cada vez más distante (léase desplazamiento a la región Asia-Pacífico). Una alteración radical en el equilibrio de poder regional estaría relacionada con el acceso de Turquía a las armas nucleares, cuestión que no se puede descartar a largo plazo (no cabe duda de que en este escenario, Irán convertiría en un mal menor para Israel).
Sobre la emergencia turca durante las próximas décadas ha escrito Friedman, G.: Los próximos cien años. Destino. Barcelona, 2010. Véanse también los ensayos recientes de Bechev, D. y Krastev, I.: «Turquía busca el centro de su propio mundo», Política Exterior núm. 143, 2011, pp. 138-146; y Ruiz González, F.: «El lugar de Turquía en el mundo», Revista Española de Defensa núm. 274, pp. 54-57.
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