LOS AUGURES DE LA GUERRA NUCLEAR
El 24 de febrero
de 2022 las Fuerzas Armadas rusas lanzaron una gran operación militar contra
Ucrania para alcanzar unos objetivos estratégicos muy bien definidos por el poder
político ruso: la desmilitarización de Ucrania, su neutralización, el bloqueo
definitivo de la expansión de la Alianza Atlántica (OTAN) y la delimitación de
esferas de influencia en el este de Europa. Como hemos dicho antes, en un
determinado momento, las élites moscovitas decidieron que la guerra se había
convertido en el medio más expeditivo para alcanzar estos objetivos, aplicando la máxima
de Clausewitz de obtención de los objetivos políticos por otros medios,
entendidos éstos como medios violentos -véase en este punto el recientísimo ensayo de Dacoba Cerviño: "Guerra en Ucrania, un puñetazo sobre el tablero internacional", Documento de Análisis del IEEE, 8 de abril de 2022-. La aplicación de la fuerza se ejerció
desde el primer momento, con un intenso ataque con misiles de precisión contra instalaciones
críticas de la defensa ucraniana. Al mismo tiempo, el presidente ruso, Vladimir
Putin, lanzó un mensaje de advertencia a los Estados Unidos y a la OTAN
declarando expresamente que cualquiera que tratará de interferir en la operación
militar rusa recibiría una severa respuesta y que, en caso de que se tratara de
frenar la actuación de Moscú con medidas militares, tales medidas serían respondidas
de forma inmediata y con consecuencias catastróficas para el eventual agresor.
Es decir, Putin puso sobre la mesa el poderosos argumento de la disuasión por
el empleo de las armas nucleares -véase la entrada anterior, LAS
ADVERTENCIAS SOBRE DISUASIÓN ESTRATÉGICA DE RUSIA CON OCASIÓN DE LA INVASIÓN DE
UCRANIA, de febrero de 2022-. Esta declaración es coherente con los
Fundamentos de la Política Estatal sobre Disuasión Nuclear, aprobada el 2 de junio
de 2020 -véase LA
ACTUALIZACIÓN DE LA POLÍTICA DE EMPLEO DE ARMAS NUCLEARES DE RUSIA, UNA APUESTA
POR EL RÉGIMEN DE ESTABILIDAD ESTRATÉGICA, de junio de 2020-. De este modo,
Moscú delimitó las líneas rojas de cualquier intento de implicación de otras
potencias en el conflicto: quedaba excluida cualquier acción militar directa contra
Rusia o Bielorrusia, desde donde partió uno de los ejes principales de ataque.
Un mes después de la invasión, las fuerzas rusas no fueron capaces de derrotar
a las Fuerzas Armadas ucranianas ni derrocar a su gobierno, sufriendo importantes
pérdidas en personal y material en el campo de batalla. Esto hizo que Moscú replanteará
los objetivos de la guerra: abandono de la parte norte de Ucrania ante la
imposibilidad de rendir Kiev, reubicación de efectivos hacia el sureste para
completar la conquista del territorio de las repúblicas de Donetsk y Lugansk y controlar
los oblast ucranianos de Kharkov y Kherson para crear un espacio de seguridad
para el Donbás y Crimea en el período de posguerra. Al mismo tiempo, las Fuerzas
Armadas rusas pusieron en marcha una campaña de bombardeos contra las infraestructuras,
militares y no militares, con el objetivo de dejar a Ucrania debilitada durante
un largo período de posguerra -dependiendo de cuánto se alargue la guerra, el producto
interior bruto de Ucrania podría reducirse hasta el 50% respecto a 2021-. ¿De
qué depende la resistencia de Ucrania? Sin ninguna duda de que se mantenga el flujo
de ayuda occidental: política, financiera y militar. Y parece que la tendrá en
abundancia porque a Occidente le interesa que el conflicto siga activo -así las
declaraciones del jefe de la Junta de jefes de Estado Mayor americano del 7 de
marzo de 2022, que fueron rápidamente extendidas por el secretario general de
la OTAN- y debilite a Rusia todo lo posible, pero, sin provocar su implosión.
Esto es así porque, en términos realistas, un vacío de poder en el espacio
territorial que ocupa Rusia sería una catástrofe en términos estratégicos y sabemos
que Occidente no sabe lidiar con este tipo de situaciones, como ha demostrado
en Afganistán, Irak, Siria o Libia en tiempos más recientes. Esto plantea la
siguiente cuestión: ¿cuánto aguantará Rusia? Quizás esta es la mayor incógnita
porque ni la ayuda política, ni militar ni las sanciones económicas y financieras
aprobadas por los Estados Unidos, la Unión Europea y otros países occidentales
han influido en que Moscú se replantee ni un ápice el desempeño de la campaña militar.
En este punto, es donde se incardina la idea fantástica de un eventual empleo
de armas nucleares tácticas por parte de Rusia destinada a superar el impasse
militar forzado por la situación operacional y el bloqueo de un acuerdo de paz
ruso-ucraniano y lanzar una advertencia “única y definitiva” a Occidente,
acción que justificaría, como no podría ser de otra manera desde la perspectiva
de quienes enuncian dicha idea, una respuesta colectiva, amparándose en el
sacrosanto principio de legítima defensa consagrado en el artículo 51 de la
Carta de las Naciones Unidas. Sin embargo, los augures de la guerra nuclear
limitada parecen desconocer la doctrina de empleo de armas nucleares soviética
y, actualmente, rusa: cualquier ataque con armas nucleares será respondido con
un ataque nuclear masivo, provocando un intercambio nuclear ilimitado y, en
consecuencia, la destrucción mutua asegurada, según el brutal enunciado hecho por
Putin en el Foro de Valdai el 18 de octubre de 2018 -véase la reciente entrada EL
DÍA DEL TRUENO: GROM-21, EJERCICIO DE GUERRA NUCLEAR GLOBAL, de febrero de 2022-.
Esto es así porque, desde 1949 la existencia de las armas nucleares se basa en
su no uso y la posesión de gigantescos arsenales nucleares en manos de los Estados
Unidos y la Unión Soviética evitó un enfrentamiento directo entre durante décadas.
Y solo la vigencia de la estrategia de la destrucción mutua asegurada (MAD) permitirá
que continúe siendo así durante mucho tiempo, porque ambas poseen más del 90%
de las armas nucleares existentes en el mundo -como recuerda el reciente informe
del Servicio de Investigación del Congreso americano “Russia's
Nuclear Weapons: Doctrine, Forces, and Modernization”, de 21 de
marzo de 2022-. Por tanto, cuidado
con los que desconocen la doctrina militar de Rusia y todo el pensamiento sobre
la guerra nuclear soviético y ruso, aventureros que juegan el juego de la
escalada, que no se puede jugar entre grandes potencias, porque lleva a la
destrucción total.
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Muy buen artículo. De momento, todo cuelga de una balanza, esperemos que no se pierda el equilibrio.
ResponderEliminarY mientras resuelven estas sutilezas, los débiles son los que ponen los muertos.
ResponderEliminarRusia lo ha hecho tan mal que Suecia y Finlandia entrarán en la OTAN y la debilitada Rusia no podrá impedirlo o iremos todos a la guerra.
ResponderEliminarEsperemos que se apacigüe la situación.
ResponderEliminarMe ha parecido muy bueno el artículo, pero es tremendo lo que está ocurriendo.
ResponderEliminarInteresantes todos los artículos que publicas. Gracias.
ResponderEliminarBuenísimo artículo. Un abrazo.
ResponderEliminarAunque la ayuda occidental al ejército ucraniano es manifiestamente mejorablr, está sorprendiendo al ruso por sus tácticas y armamento moderno.
ResponderEliminarCoincido en que la amenaza nuclear es una opción suicida. Sin embargo, visto el poco respeto demostrado por el ejército ruso hacia la vida humana, a la Convención de Ginebra y al Tratado de Roma, no me extrañaría que Putin ordenarse el empleo de armas químicas y biológicas. Las próximas dos semanas serán cruciales.
Muy buen articulo. Esperemos que nadie meta la pata.
ResponderEliminarDicen que el que no recuerda su historia está abocado a repetirla Y verás tú como al final... Tanto escalar se rompe el arnés de seguridad.
ResponderEliminarPor su interés recomiendo la lectura del artículo de Castro Torres: «Un paso hacia una pesadilla nuclear en Europa», Documento de Análisis del IEEE núm. 27/2022, de 20 de abril de 2022, en https://www.ieee.es/contenido/noticias/2022/04/DIEEEA27_2022_JOSCAS_Nuclear.html
ResponderEliminarGracias a Dios, los buenos no las tienen, no las tuvieron y nunca las emplearon (ironic mode on).
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