CAMBIOS ESTRATEGICOS EN EL SISTEMA MUNDIAL
En
2014 se ha producido un cambio “impensable hace diez años“ –en palabras de
Robert Dudley, economista jefe de British Petroleum-: los Estados Unidos se han
convertido en el principal productor de petróleo mundial por delante de Rusia
–hasta ahora primer productor combinado de petróleo y gas- y Arabia Saudí.
Según datos de la petrolera británica, los Estados Unidos produjeron 11,6
millones de barriles diarios, un 15,9% más que año anterior. Por su parte,
Arabia Saudí lo hizo en 11,5 millones y Rusia en 10,85 millones; muy por debajo están Canadá
con 4,29 millones, China con 4,24 millones, Emiratos Árabes Unidos con 3,71
millones e Irán con 3,61 millones de barriles diarios. Este nivel de producción
permite ya satisfacer el noventa por ciento de las necesidades energéticas
nacionales, donde se mantiene vigente una prohibición de exportación de
hidrocarburos. El aumento de producción petrolera americana se produce en medio una
caída brutal de un cincuenta por ciento en los precios del petróleo en el
segundo semestre de 2014 como consecuencia de la estrategia de la OPEP
auspiciada por Arabia Saudí de mantener la producción en un mercado
crecientemente saturado por la oferta de los nuevos productores que empleas las
técnicas del fracking. La estrategia
de la OPEP pretende expulsar del mercado a las empresas especializadas en las
nuevas técnicas debido a los costes más elevados de extracción. Por eso resulta
más llamativo que el aumento de la producción se ha conseguido mejorando
extraordinariamente la eficiencia. Según Baker Hughes, empresa especializada en
servicios petroleros, el número pozos en explotación se sitúa en la primera
semana de junio en 868, la cifra más baja desde 2003, esto es 992 pozos activos
menos que hace un año. Sin embargo, la industria petrolera americana se basa en
un modelo de producción parecido al de las industrias manufactureras: las
empresas pueden activar o parar la producción con facilidad, lo que les permite
ajustarse más rápidamente a las demandas del mercado. De hecho, la cantidad de
petróleo almacenada es de 92 millones de barriles más que la media de los cinco
últimos años. La cuestión que se plantea es qué van a hacer los Estados Unidos
con todo ese petróleo. Así pues están a poco de llegar a la
autosuficiencia energética, que las mejores previsiones iniciales apuntaban a
2017, desbancan a Arabia Saudí como modulador de los precios del mercado con
las decisiones de aumento o reducción de la producción y mantienen sometida a
Rusia con las sanciones económicas conjuntas con la Unión Europea aprobadas el
verano pasado y que se extienden a las empresas estatales del sector energético
e incluyen las exportaciones relacionadas con las técnicas y materiales para la
extracción de petróleo en aguas muy profundas y en el Ártico, sanciones que
permanecen vigentes en la actualidad. Decía recientemente el experto español
Álvaro Mazarrasa, de la Asociación Española de Operadores de Productos
Petroleros, que “esto mantendrá el crudo barato con un beneficio para la
economía global”. Pero desde un punto de vista político concede una ventaja
estratégica fundamental para los Estados Unidos al desengacharse
definitivamente de la dependencia energética de las monarquías petroleras del
Golfo, lo que permitirá tomar mejores decisiones en política exterior y de
seguridad global para centrarse en el objetivo fundamental de la estrategia de
seguridad americana: bloquear el acceso de China como potencia equivalente.
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