Al otro lado de Rusia, en el Extremo Oriente, una nueva escuadra de la Flota rusa del Pacífico ha partido el 19 de marzo de la base naval de Vladivostock con destino al oceáno Índico para continuar con la misión de asegurar la libertad de navegación internacional y actuar contra grupos de piratas o terroristas que pongan en peligro la vida o los intereses de los ciudadanos rusos o de países aliados en la región. Se trata del noveno despliegue de barcos de guerra rusos desde que comenzaron a operar escuadras de diferentes países y coaliciones internacionales en la región y, de largo, la de mayor entidad, pues se compone del gran destructor antisubmarino 548 Admiral Panteléev, los buques de desembarco 055 Admiral Nevelskói, 077 Peresvet y 066 Osliabia, el buque de salvamento Foti Krilov y el petrolero Pechenga –detalle de los buques que componen esta agrupación naval en http://sp.rian.ru/photolents/20130320/156670182.html–. Según informó el portavoz de la Flota del Pacífico, capitán de navío R. Mártov, “La presencia naval rusa ya es tradicional en esa zona. La peculiaridad de la actual misión es la participación de buques de desembarco y de los infantes de Marina”.
Esta presencia naval permanente en mares cálidos ha sido una aspiración tradicional de Rusia, lo fue en la época de los zares, durante la Unión Soviética en el marco del enfrentamiento bipolar con los Estados Unidos y, también para la Rusia post-1991, así las palabras del Presidente Yeltsin: "La Flota del Mar Negro fue, es y será rusa", propósitos ampliados con las capacidades actuales para mantener de forma efectiva agrupaciones de combate tan alejadas de sus bases navales en las aguas cercanas al círculo polar ártico.
Pues bien, es en este contexto donde se debe incribir la presente crisis de Chipre, que no se encuentra solo en la imposibilidad del gobierno chipriota para hacer frente a los vencimientos de la deuda pública o en la solvencia de los banco chipriotas, sino en si la Unión Europea y la Eurozona son capaces de atender de forma satisfactoria las posiciones de Rusia como gran potencia que recupera progresivamente posiciones en los subsistemas regionales en los que se juegan sus intereses nacionales. El Primer Ministro Medvédev lo expresó con claridad el 20 de marzo cuando advirtió a la Unión Europea de que el gobierno de Chipre puede negociar con otros actores internacionales y "tales negociaciones y decisiones deber ser abordadas también por otras partes interesadas y no ocultarse tras la fórmula: `A Chipre no le conviene discutir con otros´" –en http://www.eleconomista.es/internacional/cronicas/3738/03/13/EN-DIRECTO-Siga-las-reacciones-al-rescate-y-corralito-en-Chipre.html–. Y es que durante la visita del Ministro de Finanzas chipriota, M. Sarris, a Moscú los días 20 y 21 de marzo se puso sobre la mesa la posibilidad de que Rusia aportara el importe que necesita el gobierno de Chipre para hacer frente a los vencimientos de la deuda a cambio de una base naval y de la participación de las empresas estatales rusas en la explotación de hidrocarburos en la zona –en http://economia.elpais.com/economia/2013/03/20/actualidad/1363803346_517257.html–. Por eso, ante la posibilidad de una intervención rusa en la salida a la crisis financiera chipriota, la Canciller Merkel enfatizaba el 22 de marzo que a los dirigentes del Eurogrupo, esto es, a los miembros del Directorio europeo, se les estaba acabando la paciencia –declaraciones en http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/22/economia/1363943442.html–. Pero el problema es que a Rusia también se le estaba acabando la paciencia. Así que el Presidente Putin ordenó al gobierno el día 25 de marzo negociar la deuda con Chipre que pasaría por una reestructuración equivalente a condonar un 10% del crédito de 2.500 millones de euros concedido en 2011 –en http://sp.rian.ru/economy/20130325/156707729.html–. El Ministro alemán de Finanzas, W. Scheuble, manifestó que las Instituciones Financieras europeas aprecian la disponibilidad de cooperar con Rusia en el programa de asistencia financiera a Chipre. Por tanto, las tensiones entre las grandes potencias occidentales en la región se están resolviendo de la única manera que pueden hacerlo: profundizando el régimen implícito que existe entre las dos grandes potencias europeas, Rusia y Alemania –este régimen implícito es difícil que pueda pasar a la categoría máxima por ahora, debido a que Alemania es el hegemónico de la UE, por lo que podría quedarse en "moderadamente explícito" según las conveniencias estratégicas y económicas de ambas potencias–.
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