DEMASIADOS PÁJAROS EN EL CIELO VERSIÓN 2017: COHETES ESTRATÉGICOS, SATELITES Y ARMAS ESPACIALES


Lanzamiento de cohete RS-24 móvil, Plesetsk, 20 de septiembre de 2017 (Fuente: Ministerio de Defensa de Rusia vía canal RT en YouTube.com).
Este es un título recurrente que he empleado en el blog cuando, de repente, se ha producido una concatenación de acontecimientos relacionados con el espacio y con los lanzamientos de cohetes estratégicos que realizan periódicamente las dos grandes potencias globales con la finalidad de evaluar la disponibilidad de sus fuerzas de disuasión nuclear. El último episodio se produjo en octubre de 2016 cuando, en pocos días, las Fuerzas Nucleares Estratégicas rusas lanzaron varios SLBM, ICBM y misiles de crucero en el marco de un ejercicio global de guerra nuclear; entre ellos, además, uno relacionado con el programa de armas hipersónicas que está desarrollando Rusia. La descripción de eventos y las conclusiones sobre los mismos en relación con los programas de armas hipersónicas y la tentación por el ataque preventivo están disponibles en la entrada titulada DEMASIADOS PÁJAROS EN EL CIELO OTRA VEZ: SLBMS, ICBMS, SARMAT Y PROYECTO 4202.
Pues bien, el mes de septiembre de 2017 parecía dominado a priori por la prueba nuclear coreana, que tuvo lugar el 3 de septiembre, y los reiterados lanzamientos de cohetes de alcance intermedio (IRBM) llevados a cabo por el irresponsable régimen norcoreano de Kim Jon-un, y que han merecido el reproche de todos los Estados y de las Organizaciones Internacionales de seguridad, incluidas las Naciones Unidas –eso que los profetas de la nueva era llamaron ridículamente la “comunidad internacional” y que, desafortunadamente, tanto calado ha tenido entre los políticos occidentales y los medios de comunicación a escala global, incluidas las redes sociales-. Pero esto puede formar parte de la anécdota en la agenda internacional mientras Beijing no ponga freno definitivamente a las aspiraciones nucleares de Corea del Norte. Porque, entre pruebas de cohetes estratégicos, lanzamientos espaciales y los desarrollos de sistemas de combate aeroespaciales no tripulados, los Estados Unidos y Rusia siguen adelante con lo que desde hace tiempo hemos calificado como una nueva carrera espacial. De este modo, a finales del mes anterior (28 de agosto) Roscosmos lanzó un cohete Protón-M desde el cosmódromo de Baikonur que puso en órbita el satélite de comunicaciones militar Blagovest, al que se asignó la denominación estándar Cosmos-2520. Se trata del primero de cuatro aparatos que componen un sistema satelital geoestacionario que suministrará servicios de internet de banda ancha, video y televisión sobre el territorio ruso, y que tiene una vida operativa estimada de quince años. Dos semanas más tarde, el 12 de septiembre de 2017, las Fuerzas Coheteriles Estratégicas (RVSN) lanzaron un cohete estratégico RS-24 Yars desde un silo situado en el centro espacial de Plesetsk con ojivas inertes que alcanzaron los objetivos programados en el polígono de Kura en la península de Kamchatka. Según informó el Ministro de Defensa ruso, el objetivo de la prueba era “confirmar la disponibilidad de una parte de los cohetes de esta serie”, lo que indica que se trata de uno de las partidas más recientes que se están entregando a las divisiones de cohetes estratégicos de Kozelsk y Tatischevo. Pero también se empleó para probar “una nueva cabeza de combate experimental” que no parece tener relación con el programa de armas hipersónicas conocido como Proyecto 4202. Pocos días después, el 20 de septiembre de 2017, se produjo un nuevo lanzamiento de un RS-24 Yars basado en una plataforma móvil (TEL), también desde Plesetsk, en un ejercicio de entrenamiento de combate de las tripulaciones de los sistemas móviles desplegados en la División de Cohetes Estratégicos de Yoshkar-Ola; las ojivas alcanzaron con éxito el blanco que se encontraba en la península de Kamchatka. Cuatro días después comenzó un ejercicio de mando de las Fuerzas Nucleares Estratégicas en el que participaron unidades de la División de Cohetes Estratégicos de Novosibirsk con el despliegue de más de cuatro mil efectivos y unos cuatrocientos vehículos que se pusieron en estado de alerta y salieron al campo recorriendo los itinerarios de patrullaje de combate preestablecidos, haciendo frente a incursiones de unidades de operaciones especiales adversarias y a ataques con armas de precisión en un escenario  estresado de interferencias electrónicas. Durante el desarrollo de estos ejercicios,  el 26 de septiembre tripulaciones de las RVSN llevaron a cabo el lanzamiento de un cohete estratégico RS-12M Topol desde el polígono de pruebas de Kapustin Yar, en la región rusa de Astrakhan, cuya única ojiva alcanzó correctamente el objetivo programado en el polígono de Sary-Shagan en Kazakhstán -un vídeo del disparo está disponible aquí-. Según informó el Ministerio de Defensa ruso el objetivo de este lanzamiento era probar una nueva cabeza de combate destinada a superar las defensa antimisiles. Pocos días antes, esto es, el 22 de septiembre de 2017, las Fuerzas Aeroespaciales (VKS) lanzaron desde el complejo número 43 de Plesetsk un cohete portador Soyuz-2.1b que puso en órbita con éxito un satélite Glonass-M del sistema de posicionamiento global ruso, que fue designado después de unos momentos iniciales de confusión como Cosmos-2522 -los anteriores satélites Glonass-M se pusieron en órbita el 7 de febrero de 2016 (Cosmos-2514) y el 29 de mayo de 2016 (Cosmos-2516)-. Esta confusión enlaza  precisamente con otro aparato espacial de singular interés: el que portaba el cohete Soyuz-2.1b que se lanzó una vez más desde Plesetsk el 23 de junio de 2017 y que, posteriormente, el Ministerio de Defensa de Rusia reconoció declaró oficialmente que se trata de un satélite "inspector", diseñado y puesto en órbita para acercarse y, en su caso, tomar contacto con otros satélites u objetos en el espacio -por ejemplo satélites fuera de servicio, restos de lanzamientos anteriores o, simplemente, basura espacial-, siempre que se trate de objetos nacionales (sic) según precisó el mismo Ministerio de Defensa; este satélite recibió posteriormente la designación de Cosmos-2521
Como sabemos, el gobierno ruso está gastando ingentes cantidades de dinero en el programa espacial: por un lado, en la construcción del gigantesco cosmódromo de Vostochni en la Siberia central, que permitirá desentenderse de la dependencia actual de Baikonur, ubicado en Kazakhstán –de hecho, Roscosmos pretende efectuar cinco lanzamientos desde el nuevo centro espacial en 2018-, y por otro, en el desarrollo de nuevos cohetes pesados y superpesados capaces de transportar cargas de grandes dimensiones al espacio. En este sentido, el Viceprimer Ministro ruso Dmitry Rogozin expresó este mismo mes que el primer lanzamiento del cohete pesado Angara-A-5M “está programado para 2021, y el de un cohete superpesado para después de 2025”. Mirando de reojo a su principal competidor en la carrera espacial, Rogozin declaró que Rusia sigue con atención los avances de las empresas privadas como SpaceX que emplean tecnologías que permiten reutilizar las primeras etapas de los cohetes; esto es así porque “no podemos ceder a nadie el mercado de los servicios  de lanzamiento. Mantenemos el liderazgo en ese mercado, así que debemos tomar ciertas decisiones”. En este marco estratégico-conceptual, salen a la luz las especificaciones de un nuevo avión de combate no tripulado ruso denominado Mig-41, que se encuentra en fase de definición por parte de la corporación aeronáutica MiG. Según las informaciones divulgadas hasta el momento, esta aeronave será capaz  de volar a 4.500 kilómetros por hora y lanzar misiles hipersónicos (velocidades del rango de mach 6-7). Se espera que el diseño esté preparado para 2020 y los primeros prototipos en 2025. El jefe de diseño de MiG, Ilya Tarasenko, explicó que “el Mig-41 tendrá la capacidad de operar en el espacio, cargará nuevas armas, será muy rápido y tendrá un alcance operacional elevado”, del rango de más de cien kilómetros de altitud, superando la denominada Línea de Kaman, que es la frontera imaginaria entre la atmósfera terrestre y el espacio exterior. Esto es, sencillamente, la militarización del espacio, llevar la guerra más allá de los límites conocidos hasta ahora, como hemos dicho en dos entradas recientes en el blog: ESTADOS UNIDOS AVANZA EN LA MILITARIZACIÓN DEL ESPACIO y HACIA UN SISTEMA RUSO DE GUERRA ESPACIAL.
Del otro lado, en junio de 2006 el Presidente Obama envío al Congreso un informe con un anexo clasificado sobre la “política integrada para contener a los adversarios de los Estados Unidos en el espacio” de acuerdo con la Ley de Autorización de la Defensa Nacional que especifica que “el Presidente debe iniciar un proceso interinstitucional para desarrollar la política de contención de los adversarios en el espacio.” Y esta iniciativa política ha sido continuada por el Presidente Trump, que aprobó un decreto presidencial por el que vuelve a crear el Consejo Nacional del Espacio –que desapareció en 1993- con la finalidad de coordinar todos los aspectos del poder espacial americano e integrar a los principales Departamentos del gobierno, el Pentágono, la NASA y la inteligencia nacional, en la toma de decisiones. En la firma del documento el Presidente Trump expresó que se trata de “una señal clara al mundo sobre el liderazgo de los Estados Unidos en el espacio.” (he subrayado la expresión para compararla con la anterior de Rogozin). No es casual, sin duda, que en estas mismas fechas (8 de septiembre de 2017) un cohete reutilizable Falcon 9 de SpaceX –recordemos de nuevo la cita anterior de Rogozin respecto a unos de los focos de atención especial de Rusia- llevó por primera vez al espacio un avión robótico Boeing X-37B en la quinta misión del programa de la Fuerza Aérea para el desarrollo de aeronaves no tripuladas que pueden regresar a la Tierra por sus propios medios –programa del que también nos hemos ocupado en UN EJEMPLO DE LA CRECIENTE MILITARIZACIÓN DEL ESPACIO: EL PROYECTO XS-1-. Como en las misiones anteriores el alcance, cometidos y permanencia en el espacio de la misión OTV-5 son secretos. El 24 de septiembre de 2017 un cohete portador Atlas V equipado con motos rusos RD-180 -recordemos que sigue vigente el régimen de sanciones aprobado por los Estados Unidos y la Unión Europea en el verano de 2014 como consecuencia de la implicación rusa en el conflicto de Ucrania- despegó de la base aérea de Vandenberg, en California, y puso en órbita el satélite de reconocimiento NROL-42 de la Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO). Según datos del Departamento de Defensa, este satélite esta destinado a detectar lanzamientos de cohetes estratégicos en el hemisferio norte a través de sensores infrarrojos -los anteriores satélites al servicio de la NRO se lanzaron el 29 de julio de 2016 (NROL-61) y el 1 de marzo de 2017 (NROL-79). 
Por tanto, en el desarrollo de las nuevas tecnologías espaciales está en juego el mantenimiento de la supremacía de las grandes potencias en el sistema internacional. Y en esta lucha adquiere toda su vigencia la máxima de Friedman –declaración que empleamos reiteradamente- que dice que la próxima guerra se iniciará en el espacio, porque el primer movimiento de un eventual agresor será cegar los sistemas de comunicaciones, mando y control del adversario, antes incluso de que se haya llevado a cabo la primera misión de combate. Este es el objeto de la carrera espacial a la que asistimos en la actualidad.

"Desde que vi tus pies en el arroyo..."

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