A continuación detallamos los puntos relevantes de las Conclusiones del Consejo Europeo.
Con una frase que raya la más pura obviedad (nada menos que el Tratado de la Unión Europea le dedica un Título completo), el Consejo Europeo enfatiza que “la defensa es importante” para, a continuación, reiterar la idea fundacional: “una Política Común de Seguridad y Defensa eficaz ayuda a aumentar la seguridad de los ciudadanos europeos y contribuye a la paz y a la estabilidad de nuestro entorno y del mundo en general”, esto es, la tesis de los entornos de seguridad y desarrollo democrático. Sin embargo, en la actualidad los escenarios de confrontación se desarrollan cada vez más cerca del territorio de la Unión Europea: el Cáucaso, Asia Central, el norte de África y el Mediterráneo y el área subsahariana, donde existen importantes intereses de la Unión Europea, pero cuya defensa acometen grupos de Estados miembros en coaliciones que se forman ad hoc en torno a una o varias potencias europeas, lo que responde bien poco a la idea de la solidaridad intraeuropea a la que recurren preferentemente los Estados débiles cuando sus intereses están en juego. Por tanto, “la Unión Europea y los Estados miembros deben ejercer mayores responsabilidades en reacción (sic) a esos desafíos” en el marco de los mecanismos de cooperación institucionalizados: la Política Común de Seguridad y Defensa, la Alianza Atlántica y las Naciones Unidas. Para lograrlo el Consejo Europeo define unas “acciones prioritarias” que deben reforzar la política común europea de defensa, potenciar las capacidades comunes y reforzar la industria de defensa. Sin embargo, reconoce con bastante realismo que la crisis financiera actual ha incidido fuertemente en las fragmentadas políticas de defensa europeas poniendo en peligro no solo la permanencia de un sector industrial de carácter estratégico como es el de la defensa, sino que afecta a la seguridad misma de la Unión y de sus Estados miembros, por cuanto su desaparición pondría en manos de potencias externas el suministro de equipos y sistemas de armas de alta tecnología.
Resulta reiterativa hasta el hartazgo la declaración sobre la necesidad de estrechar la colaboración con los socios mundiales, transatlánticos y regionales (en lugar de citarlo por su nombre sin tapujos: "el bloque occidental") y la participación en las organizaciones de seguridad globales y regionales. A continuación se citan un conjunto de iniciativas que no son sino respuestas a acciones ya adoptadas por las grandes potencias del sistema internacional global (los Estados Unidos o las potencias emergentes) o incluso por algunas de las potencias europeas: así se habla de estrategias de ciberseguridad, de seguridad marítima, contra la inmigración ilegal y el crimen organizado, de desarrollo, de seguridad energética, temas que interesan a todos pero en los que no se terminan de adoptar posiciones comunes por los divergentes intereses en juego entre las potencias que confirman el Directorio europeo, de forma muy simplificada entre los anglosajones y los europeístas, con Alemania moviéndose entre unos y otros dependiendo del tema y del momento concreto (solo por citar los casos más recientes la guerra de Libia, el conflicto sirio, el espionaje electrónico a los dirigentes europeos o la crisis política ucraniana).
En estas condiciones, las propuestas de nuevos informes en plazos determinados no es sino una forma de ampliar en el tiempo la adopción de decisiones que ya se antojaban urgentes desde el principio de la década. Lo mismo ocurre con el desarrollo de las capacidades militares, que parecía se potenciarían decididamente tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa el 1 de diciembre de 2009 por las obligaciones que impone a los Estados miembros y, en la realidad, se ha demostrado que todo sigue igual a pesar de los esfuerzos de la Comisión y de la Agencia de Defensa Europea.
Así pues, más allá de declaraciones políticas comunes, las Conclusiones del Consejo Europeo en materia de defensa son una demostración de la crisis estructural que padece actualmente la Unión Europea. Pero tampoco debe llevarnos a sorpresa: los “estadistas” europeos nunca han sido capaces de decir las cosas claras; piensan que exponer ideas obvias revestidas con palabras grandilocuentes genera por sí mismo avances institucionales. Pero ahora, esta Unión Europea agobiada por conflictos cercanos que afectan gravemente a sus intereses, las potencias mayores desconfiadas más que nunca de los Estados débiles y viceversa, sin posiciones comunes y sin una sola voz, nunca ha estado mas lejos de eso, ni se sabe que hacer conjuntamente cuando surge un conflicto: la guerra de Libia, la guerra civil siria o la crisis ucraniana son ejemplos patéticos y ponen de manifiesto lo poco que todavía representa la Unión en los asuntos serios, en aquellos en los que se juega con el “poder duro”. En fin, profunda melancolía de invierno, como diría Wilde.
Texto disponible en
http://www.consilium.europa.eu/uedocs/cms_data/docs/pressdata/es/ec/140263.pdf
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