Inesperadamente, en la
fugacidad de un momento que para siempre ya será único, unas manos delgadas y
largas con un toque de delicadeza me entregaron un pequeño paquete, envuelto en
ese papel marrón antiguo que hace intuir un deseo íntimo de sorprender, hecho
con mimo exquisito pero sin más pretensiones que las de cumplir un deseo
formulado en voz alta. Y el paquete contenía un librito, una edición de
bolsillo del clásico de la literatura rusa “Taras Bulba” (1835), obra del padre
de realismo ruso Nikolai Gógol.
El libro es un canto al
nacionalismo ucraniano, en una época en la que no existía Ucrania como tal, pero
que Gógol y otros autores tratan de rescatar de entre las tradiciones y el folclore
popular, por eso más que una verdad histórica contiene una verdad poética
acerca del origen y modos de vida de los cosacos de las estepas del sur de Rusia.
Y es también un canto al amor: “¿Quién dijo que mi patria es Ucrania? ¿Quién me la ha dado por patria? La Patria es aquello que busca nuestra alma, aquello que amamos por encima de todo. ¡Mi patria eres tú! ¡Esa es mi patria! Y llevaré esa patria en mi corazón, la llevaré hasta el final de mis días…”
“Cómo decirte que me has ganado poquito a poco, tú que llegaste por casualidad…”
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