El 25 de enero de 2011 la Duma de la Federación Rusa aprobó el texto del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START) firmado por el Presidente Medvédev en Praga el 8 de abril de 2010. Al día siguiente el Consejo de la Federación autorizó la ratificación para la entrada en vigor del Tratado. El nuevo Tratado se compone de dos documentos: el Tratado propiamente dicho y un Protocolo donde se desarrollan las cláusulas empleadas en los documentos y se establecen los procedimientos de verificación y control. El nuevo Tratado establece una reducción de los arsenales nucleares durante un período de siete años, aunque la vigencia de Tratado es de diez años. En siete años arsenales estratégicos de ambas potencias deberán alcanzar un techo de 1.550 cabezas nucleares y 800 vectores de lanzamiento, aunque solo 700 podrán estar desplegados (sistemas de misiles terrestres fijos y móviles, submarinos y aéreos).
La Duma realizó una declaración por la que Rusia se reserva el derecho de abandonar el Tratado en caso de que el sistema antimisiles americano amenace la seguridad nacional (http://sp.rian.ru/neighbor_relations/20110125/148244489.html). El Senado americano, después de un aparentemente complejo debate político interno (véase Kagan, R.: "The hard work alter START", The Washington Post, 23 de diciembre de 2010, en http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2010/12/22/AR2010122205570_pf.html), aprobó la ratificación del Tratado el pasado 22 de diciembre de 2010 formulando una declaración que estipula que el Tratado no restringe los planes de desarrollo del sistema de defensa antimisiles. En ambos casos, se trata de reservas primarias a un tratado internacional, previstas en el artículo 19 de la Convención de Viena del Derecho de los Tratados, de tal magnitud que pueden implicar llegado el caso la finalización del propio Tratado.
Desde sus respectivas posiciones negociadoras iniciales tanto los Estados Unidos como Rusia han obtenido concesiones de alcance de la otra parte: a diferencia del Tratado START de 1991, los misiles estratégicos móviles Topol, Topol-M y Yars no estarán sujetos a restricciones en cuanto a sus áreas de emplazamiento o despliegue; no se establecen limitaciones al despliegue de ojivas múltiples de reentrada contra objetivos independientes, por lo que Rusia mantendrá activos los misiles RS-20 y RS-18; no se prevén restricciones al despliegue de sistemas de defensa antimisiles ni a los misiles de crucero con base en el mar; los bombarderos estratégicos se contabilizan como una carga con independencia de la capacidad de lanzamiento de que dispongan. Finalmente, el Tratado prohíbe emplazar armas estratégicas fuera del territorio nacional de ambas partes.
El nuevo Tratado START entró en vigor el 5 de febrero de 2011, una vez que Sergei Lavrov y Hillary Clinton intercambiaron los instrumentos de ratificación en un acto que tuvo lugar en el marco de la Conferencia de Seguridad de Munich. El Ministro de Asuntos Exteriores Lavrov exprexó que el Tratado sirve a los intereses nacionales de los dos Estados: "Rusia y los Estados Unidos demostraron su responsabilidad por la seguridad en el mundo y mostraron su disposición a seguir avanzando por este camino" (http://sp.rian.ru/international/20110205/148315805.html).
A pesar de las valoraciones acerca de la importancia del nuevo START o, incluso, declararlo "esencialmente irrelevante" (así lo ha hecho Bardají: "El penoso estado de la unión", GEES, 27 de enero de 2011, en http://www.gees.org/articulos/el_penoso_estado_de_la_union_8417), la reconstitución del régimen implícito propio de la Guerra Fría está delante de nuestras narices, pero los actores parecen no darse cuenta de que están en él en medio de la terrible crisis económica. A Rusia no se la puede ignorar ni pretender aislar, ni se deja ni lo permite, ya no se habla de Ucrania o Georgia como candidatos a la Alianza Atlántica, ya que se reconsidera lo que George Kennan aconsejó en su momento: ha llegado la hora de que nos atengamos a la realidad de las cosas, no a lo que pretendemos que sea esa realidad.
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