El presidente francés,
Enmanuel Macron, planteó el 5 de marzo de 2025 la propuesta de mutualizar o
compartir el paraguas nuclear francés al resto de la Unión
Europea (no se sabe si a todos, o solo una parte) en el contexto de la desintegración
de la coalición occidental que ha estado apoyando a Ucrania en la guerra con
Rusia -el texto completo está disponible en el sitio
web del Eliseo-. Aunque en estos momentos parece una novedad, porque existe
una tendencia a la grandilocuencia por parte de una Europa que es ninguneada
por las grandes potencias tanto en las iniciativas para poner fin a esa
guerra como en las negociaciones para reordenar el sistema internacional global,
en realidad no lo es. Este tipo de propuestas son antiguas, ya formuladas en el
siglo pasado, la más consistente de ellas realizada por el presidente Jacques Chirac
el 31 de agosto de 1995 y reiterada posteriormente más o menos por los mismos
términos por los sucesivos presidentes de Francia, en un intento de mantener su
hegemonía en el sistema comunitario europeo a golpe de declaración de política
nuclear. Es lo que determina la grandeur y cuentan con los medios
para ellos, como recordaba Macron orgullosamente. Ningún socio europeo,
incluido el Reino Unido, es capaz de poner sobre la mesa su autonomía e
independencia estratégica, cosa que sí hace Francia (con 290 ojivas nucleares),
en una escala muy reducida respecto a Rusia (5580), los Estados Unidos (5225) y
también la China comunista (600). Precisamente este debate se planteó en el ya lejano
proceso constituyente europeo (que, sin duda, era el momento oportuno), pero
que como sabemos acabó en un estrepitoso fracaso. Fue enmendado posteriormente
por la vía del tratado de Bruselas, que consiguió reconducirlo y llevarlo al
punto en el que nos encontramos actualmente donde se combinan las urgencias, la
falta de liderazgo y la ausencia de objetivos comunes -nuestras reflexiones sobre
el peso internacional de la UE se recogen en el número más reciente de la RESI,
véase en la entrada «LA
UNIÓN EUROPEA COMO ACTOR DÉBIL EN UN SISTEMA INTERNACIONAL COMPLEJO E
INESTABLE», de diciembre de 2024-. Pues bien, en ese contexto constituyente
europeo ya publiqué junto con mi maestro, el recordado
profesor Dr. Eladio Arroyo Lara (catedrático de la Universidad de la Laguna)
el ensayo titulado “Hacia un sistema europeo de disuasión nuclear” (2005)
donde examinamos las propuestas francesas en esa línea, el valor jurídico de tales
declaraciones a la luz de la teoría de los actos unilaterales (libres en cuanto
a su forma, pero con consecuencias jurídicas exigibles por los terceros a los
que se dirigen) y su contribución a la seguridad de la Comunidad Política
Europea que se pretendía crear. Ahí analizamos las consecuencias estratégicas,
políticas y jurídicas de aquella declaración del presidente Chirac, así como
otros actos posteriores en el contexto de los cambios que pretendía aplicar y
que nunca se produjeron. Todas las cuestiones planteadas en ese ensayo
mantienen su vigencia: la primacía de los Estados en el sistema internacional,
la inexistencia de una política exterior europea inherente a su propia naturaleza
(creada por Estados), la ausencia de voluntad política común, las carencias
institucionales, la falta de acomodo estructural, así como las desavenencias y
los desequilibrios internos en el seno de la propia Unión Europea, agravada por
la consolidación de una élite burocrática que efectivamente quiere ejercer el poder
en detrimento de los propios Estados e incluso ya se enfrenta abiertamente con
ellos con el trasfondo de una guerra en sus propias puertas. El origen de la
decisión francesa (en 1995 y ahora) tiene que ver con la constatación
del fracaso de la supranacionalidad aplicada al ámbito de la defensa. Esto
es así porque no se puede desconocer que los avances más importantes en la
construcción europea han sido siempre producto de la existencia de consensos
puntuales entre las potencias que la componen (Alemania, Francia y a ratos el
Reino Unido). Finalmente, hay una situación que es incontrovertible: la
existencia de armas nucleares y de otras de destrucción masiva hace que sean
susceptibles de usarse desde y contra la Unión Europea. De ello se deriva
la necesidad y conveniencia de establecer una estructura común de disuasión que
englobe los medios más poderosos en manos de los Estados miembros, incluidas
las armas nucleares. Por tanto, merece releer el texto, que mantiene todo su
valor.
Referencia bibliográfica completa: Arroyo Lara, E. y Pérez Gil, L.: «Hacia la creación de un sistema europeo de disuasión nuclear», Política y Estrategia (ANEPE, Chile) núm. 100, 2005, pp. 77-104, en: https://biblat.unam.mx/hevila/Politicayestrategia/2005/no100/5.pdf