
El Tratado de
Limitación de Armas Estratégicas (Nuevo START) firmado en Praga el 8 de abril
de 2010 se mantiene como la única pieza que sostiene el régimen explícito de estabilidad
estratégica, que forma parte del núcleo de régimen de seguridad mundial. Desde
2002 los sucesivos gobiernos estadounidenses iniciaron una estrategia de destrucción
de los acuerdos de desarme, comenzando por el tratado ABM de mayo de 1972, el
tratado INF de diciembre de 1987 y el Tratado de Cielos Abiertos (Open Skies)
de marzo de 1992. Los responsables de la política exterior estadounidense pensaron
que su posición de supremacía mundial, que a la postre siempre fue una hegemonía
imperfecta, les habilitaba para tomar todo tipo de decisiones unilaterales
en beneficio propio y que los demás las aceptarían de buen grado, a
regañadientes o mediante el uso de la fuerza, como hemos visto en la escalada
incesantes de conflictos internacionales desde 2001. Simplemente, para no
lograr ninguno de los objetivos que se plantearon, porque ni los Estados
Unidos son más seguros ni tienen más poder, ni el mundo es más seguro, con lo
que esa política se puede calificar de absoluto fracaso. Precisamente, la
prueba de que la disuasión falló fue la invasión rusa de Ucrania en febrero de
2022, cuando los dirigentes rusos decidieron que era necesario tomar por la
fuerza lo que se les negaba en la mesa de negociación, tengan o no razón en
ello. Hay que recordar que las grandes potencias usan la violencia cuando lo
estiman conveniente y no tienen que justificarse por ello ante nadie,
porque son quienes ostentan el poder y crean las normas que rigen el sistema
internacional. Esto no es solo teoría (realismo político) sino la aplicación del
poder efectivo, como lo pueden observar cada día los que siguen los asuntos
internacionales (en teoría de la ciencia se llama la prueba de falsabilidad).
Por tanto, la destrucción de los acuerdos de desarme que pusieron fin a la Guerra
Fría ha sido letal para la paz mundial. Los Estados Unidos han demostrado
que no tienen todo el poder para actuar en todos los lugares siempre y al mismo
tiempo, ni siquiera con sus aliados de relleno (los europeos y los
asiáticos) son capaces de ordenar las respectivas áreas regionales, donde cada
vez tienen menos poder e influencia. Esto es consecuencia de la existencia de
otras grandes potencias que son capaces de ocupar aquellos huecos y
espacios que no puede controlar la potencia hegemónica (recordemos que hablamos
de hegemonía imperfecta). Rusia y China, cada vez más, han sido capaces de
superar las barreras comerciales, financieras, económicas, las amenazas y las
sanciones tanto de los Estados Unidos como de sus aliados, y ha llegado un
momento en el que rechazan con descaro el ejercicio de poder estadounidense
(de nuevo, se demuestra el fracaso estrepitoso de las tesis de Fukuyama sobre
el fin de la historia). Entonces, en sistema internacional entra en un bucle,
en un círculo, en el que los Estados Unidos tratan de imponerse cada vez
con más fuerza, pero carecen de la capacidad para coaccionar a esas grandes
potencias. A su vez estas tratan de unirse y crean foros para atraer
a otros descontentos a su propio bando (BRICS, OCS, OTSC), configurando un
bloque de descontentos con el ejercicio del poder imperial. En
tiempos de crisis este tipo de iniciativas suele tener éxito, tanto en el
plano interno como en el internacional. De nuevo, para los que siguen los
asuntos internacionales la historia es una gran aleccionadora. Esto puede
llevarnos a pensar en la inevitabilidad del conflicto, pero como hemos escrito
en otras ocasiones, el realismo político en su versión kissingeriana aporta
las herramientas necesarias a través de la aplicación de las tesis del
equilibrio de poder y la negociación permanente para lograr acuerdos
(mediante la creación de regímenes implícitos o explícitos) que garanticen
la paz y la seguridad de las partes del sistema, es decir, las grandes
potencias. Entonces, podemos analizar la situación actual, donde algunas de las
partes buscan una escalada en la guerra en Ucrania, juguetean impunemente con
el uso de la violencia desatada en Oriente Medio o crean escenarios de
conflictos en el Asia-Pacífico donde no debería haberlos (porque los propios
países occidentales admiten la vigencia de una sola China). Es decir, todo
parece que conduce a un conflicto entre grandes potencias en un área
estratégica o en otra. Pero, un enfrentamiento directo entre grandes potencias
llevaría inevitablemente al uso de armas nucleares y su empleo sería masivo
(dejemos de lado por inoperante la falacia de la guerra nuclear limitada). Es
el escenario de la destrucción mutua asegurada que recientemente ha descrito en
un estudio de caso hipotético Annie Jacobsen (Nuclear
war. A scenario, 2024). ¿Estamos abocados a una guerra absolutamente
destructiva en aras de un poder que no funciona, porque no se impone? Una
de las grandes lecciones de la Guerra Fría fue que los dirigentes políticos
(hasta los más estúpidos) entran en razón cuando se enfrentan al dilema de la
amenaza nuclear. Estos parecen ser los fundamentos en los que se basa la propuesta
realizada por el presidente ruso, Vladimir Putin, el 22 de septiembre de 2022,
durante una reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad ruso en la que
participaron los funcionarios más importantes del régimen ruso, desde el primer
ministro, los presidentes de ambas cámaras del parlamento, los ministros de
defensa y de asuntos exteriores, asesores presidenciales en materia de seguridad
y jefes de los servicios de inteligencia. ¿Cuáles fueron las principales declaraciones
del presidente Putin? Primero, que Occidente ha estado dando pasos
destructivos para socavar los cimientos de régimen de estabilidad estratégica y
las relaciones entre los Estados nucleares; le acusó del desmantelamiento
de aquellos acuerdos de desarme a los que hacíamos referencia más arriba en
aras de lograr una superioridad estratégica decisiva. Segundo, el gobierno ruso
ha señalado repetidamente esta situación, así como sus consecuencias,
pero las propuestas rusas han sido desoídas. Tercero, estas circunstancias
motivaron la necesidad de abandonar la moratoria unilateral sobre la vigencia
de las obligaciones del tratado INF debido al despliegue estadounidense de
sistemas prohibidos en Europa y Asia-Pacífico. Cuarto, Rusia tiene las
capacidades y está lista para responder con la fuerza a cualquier amenaza,
literalmente Putin declaró que «Enfatizo, y nadie debería tener ninguna duda al
respecto, que Rusia es capaz de responder a cualquier amenaza existente y
emergente». Este es el lenguaje de las grandes potencias; no obstante, afirmó que
Rusia no está interesada en una carrera de armamento, principalmente porque no
se lo puede permitir, con o sin guerra en Ucrania (esta es otra de las grandes
lecciones aprendidas de la etapa de la Unión Soviética). Quinto, justificó la
suspensión de la participación rusa en el tratado Nuevo START en febrero de 2023
como resultado de «la política extremadamente hostil de la Administración Biden»,
en un mensaje dirigido directamente a los oídos del presidente estadounidense, Donald
Trump. Sexto, para la parte rusa, desde hace quince años el tratado ha
desempeñado un papel positivo en el mantenimiento del régimen de estabilidad
estratégica, por lo que acabar con él sería un error. En este punto, formuló la
declaración que justifica esa nota: propuso adherirse a los límites del
tratado Nuevo START durante un año después de su finalización en el 5 de
febrero de 2026. Esa decisión será efectiva si los Estados Unidos actúan de
la misma manera y no toma medidas que socaven o violen el equilibrio actual en
materia de disuasión nuclear. Para ello, ordenó a los responsables de los
departamentos y agencia presentes que continúen la vigilancia de las
capacidades estratégicas estadounidenses, incluidos los preparativos para
desplegar sistemas de interceptación en el espacio, para verificar el
cumplimiento de dicha moratoria. Se trata de una propuesta dirigida
directamente a los Estados Unidos, en uno de los temas principales que se
trataron durante la cumbre de Alaska del 15 al 16 de julio de 2025, donde Rusia
trata de mantener el último acuerdo que puede salvar la paz entre grandes
potencias, mientras trata de imponerse por la fuerza en Ucrania. Es decir, estamos
ante una propuesta de acuerdo implícito entre grandes potencias en materia de
estabilidad nuclear, que pone de manifiesto el grado de deterioro de la
estabilidad internacional en una suerte de vuelta al pasado, anterior a los
Acuerdos de Moscú de 1972. Mientras tanto, los dirigentes chinos observan para
tomar sus propias decisiones que, también estarán basadas en sus intereses
nacionales.
El discurso del presidente Putin está disponible en el sitio web
del Kremlin: http://www.kremlin.ru/events/president/news/78051
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