El 24 de julio de 2025 el presidente ruso, Vladimir Putin, viajó a la ciudad portuaria de Severodvinsk, en el norte de la Rusia europea, donde participó en dos eventos de gran importancia para el futuro de la Marina rusa. En el primero, presidió una reunión gubernamental sobre la estrategia de desarrollo de las fuerzas submarinas a la que asistieron miembros destacados del gobierno federal, como el primer viceprimer ministro y responsable de industria, Denis Manturov (uno de los protegidos del Kremlin), el asesor presidencial para temas navales, Alexey Dyumin, el asistente presidencial en política marítima, Nikolay Patrushev (el defenestrado exjefe del FSB), el comandante en jefe de la Marina, almirante Alexander Moiseev, y representantes de la industria naval. Durante la reunión se hizo un seguimiento de los planes de construcción de submarinos, los diferentes tipos en construcción y su perspectiva de producción, así como la confirmación de la entrega de otros seis nuevos submarinos nucleares hasta 2030. El anuncio más importante fue la orden de Putin de continuar la producción de los costosísimos submarinos nucleares multimisión (SSN) de la clase Yasen (proyecto 885M), que constituirán la fuerza principal de ataque convencional de las fuerzas submarinas armados con misiles de crucero subsónicos Kalibr e hipersónicos Tsirkon (Zircon) de ataque a tierra de larga distancia. Asimismo, estos submarinos nucleares destacan por su capacidad de sigilo y su velocidad en inmersión, alcanzando los 31 nudos -próximamente se entregará el sexto buque de esta clase, el Perm, botado el pasado 27 de marzo de 2025-. Pero, esta declaración también señala el abandono definitivo de los planes de modernización de todos los submarinos nucleares entregados en los años noventa y que llevan largo tiempo a la espera de modernización: SSN clase Akula (proyecto 971) y clase Sierra II (proyecto 945A), así como los exitosos submarinos nucleares con misiles de crucero (SSGN) clase Oscar II (proyecto 949A). Esta decisión hay que entenderla en el contexto de la guerra en Ucrania: la tensión de los presupuestos de Defensa obliga a eliminar gastos innecesarios o no esenciales, incluido invertir fondos en buques planeados y diseñados en tiempos de la Guerra Fría, cuando, además, los astilleros militares rusos han demostrado después de una década su incapacidad para afrontar tales trabajos -asunto que hemos tratado ampliamente en la saga de artículos sobre la Marina rusa publicados en la Revista General de Marina, el más reciente de ellos publicado en octubre de 2024-. Más adelante, les seguirán los submarinos nucleares de quinta generación, actualmente en fase de diseño, asunto que también se trató en esa reunión -véase la entrada «El programa del submarino nuclear ruso de quinta generación», de abril de 2024-. Después, Putin presidió en los Astilleros Sevmash la ceremonia de entrega del octavo submarino nuclear estratégico (SSBN) de la clase Borey (proyecto 949A), el Knyaz Pozharsky (por el príncipe ruso que liberó a Moscú de la ocupación polaco-lituana en el período de los Tiempos Turbulentos en el siglo XVII), donde estuvo acompañado por el almirante Moiseev. Durante un breve discurso a pie de muelle, el presidente ruso alabó el trabajo de los constructores navales y de la Marina para contar con los buques tecnológicamente más avanzados, que garantizan la seguridad del país armados con misiles balísticos intercontinentales (cada uno carga el equivalente a 533 bombas atómicas de Hiroshima) y repitió algunos de los puntos más importantes de la reunión anterior, deseando éxitos a la tripulación a cargo del buque. La ceremonia concluyó con el izado de la bandera de combate por parte del comandante del Knyaz Pozharsky. Es preciso señalar que hay otros dos submarinos nucleares clase Borey en construcción y se espera que en breve (este mismo año) se inicien otros dos, de modo que las Fuerzas Submarinas Estratégicas puedan contar a principios de la próxima década con un total de doce SSBN, que constituirán la fuerza de contragolpe nuclear rusa durante los próximos cuarenta años, asegurando el funcionamiento de la disuasión nuclear basada en la estrategia de destrucción mutua asegurada (MAD) y, significativamente, manteniendo la paridad de fuerzas en este segmento con la primera potencia militar mundial, los Estados Unidos. El objetivo a largo plazo es mantener el régimen de estabilidad estratégica que garantiza la paz entre las grandes potencias.