La cátedra Manuel Bulnes del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la Universidad de Santiago de Chile, bajo la dirección del profesor Dr. Cristián Garay Vera, organizó y coordinó la séptima edición de sus Jornadas de Historia en su sede santiaguina del 28 al 30 de octubre de 2025 tanto en formato presencial como a distancia. La exposición de las comunicaciones propuestas se distribuyó en seis mesas temáticas: Mesa 1 sobre pensamiento militar, doctrina y conflictos contemporáneos; Mesa 2 sobre guerra, poder y representación global; Mesa 3 sobre diplomacia, representación y guerras en el siglo XX; Mesa 4 sobre Historia, memoria y actores transnacionales; Mesa 5 sobre guerra, economía y hegemonía global; Mesa 6 sobre relaciones internacionales, mediación y paz. Las Jornadas se clausuraron con una conferencia del Dr. Hugo Harvey -la convocatoria de las Jornadas está disponible aquí-. Respondiendo a la convocatoria de los organizadores, además de formar parte del comité académico de las jornadas, presenté en la Mesa 5 la comunicación titulada “Desarrollos recientes de sistemas de combate estratégicos rusos: esfuerzos de Rusia para el mantenimiento de la disuasión clásica”, donde insistimos en nuestras tesis fundamentales sobre que los conflictos recientes en Ucrania, Oriente Medio y Sudeste Asiático muestran una renovada vigencia de la disuasión y de la amenaza de uso de armas nucleares para resolver los diferendos entre grandes potencias. A pesar de que el riesgo de proliferación permanece contenido y sigue habiendo pocos actores nucleares, los poseedores no dudan en aumentar sus capacidades de combate estratégico, potencian la disuasión armada y no dudan en esgrimir la amenaza nuclear para tratar de disuadir a sus oponentes. En el caso de Rusia, en 2018 se pusieron sobre la mesa una serie de programas de armas ofensivas estratégicas con las que buscan no solo mantener la paridad con los Estados Unidos, sino también disponer de capacidad creíble para atacar y destruir en caso de conflicto los sistemas antimisiles estadounidenses que despliegan en Europa y Asia. Los dirigentes rusos consideran que esas capacidades son necesarias para que sigan funcionando los principios de la disuasión bajo la premisa de una guerra nuclear entre grandes potencias no se puede librar, porque, en caso de que ocurriera, sería masiva y completamente destructiva. Para ello examinamos esas armas estratégicas ofensivas rusas, su empleo en combate, así como su función en el mantenimiento de la disuasión clásica. Pero, más allá, en un sistema internacional multipolar esos sistemas aumentan el riesgo de proliferación tanto de misiles como municiones hipersónicas y armas nucleares y complican el proceso de toma de decisiones en caso de crisis y conflicto. Es un tema que indudablemente está abierto y sometido a la competición estratégica que están manteniendo las grandes potencias por lo que se anticiparon reflexiones finales, más que conclusiones como tales, que requieren más tiempo de análisis y un mayor esfuerzo reflexivo. Cabe decir que, como todas las actividades que organiza el IDEA, hubo un debate abierto, con intervenciones de gran interés y propuestas teóricas y metodológicas que merecen ser pensadas y sacar conclusiones en temas que cada día ganan prioridad en un mundo complejo e inestable sometido a cambios inesperados y cuyo alcance desconocemos a pesar de los intentos de aprehender el futuro que se nos viene.
EJERCICIO DE GUERRA NUCLEAR GLOBAL GROM-25: SIN SORPRESAS
Desde 2012 las Fuerzas Armadas rusas ejecutan en el mes de octubre el ejercicio principal de sus fuerzas nucleares, que culmina el plan de adiestramiento anual. Durante el primer semestre del año los diferentes componentes de la triada nuclear realizan ejercicios tácticos destinados a verificar la preparación de las fuerzas en los que sistemas móviles de misiles balísticos intercontinentales (ICBM) realizan ejercicios de dispersión, bombarderos estratégicos vuelos de larga distancia hasta zonas de lanzamiento de misiles sobre el Ártico y los submarinos nucleares estratégicos (SSBN) cargados con misiles (SLBM) con decenas de ojivas nucleares van y vienen en patrullas oceánicas destinadas a garantizar el funcionamiento de la disuasión, es decir, que no haya que usar ninguno de esos sistemas -véase la entrada del ejercicio anterior GROM-24: EJERCICIO DE GUERRA NUCLEAR SIN VÉRTIGO, de octubre de 2024-. En total, unos doscientos ejercicios anuales destinados a probar los diferentes vectores de lanzamiento de armas nucleares. Pero, el GROM (“trueno” en ruso) tiene, además, otros objetivos. El primero es verificar el correcto funcionamiento del sistema de mando y control desde la cúspide del poder político (el presidente) hasta los mandos operativos que ejecutarán las órdenes de lanzamiento. En segundo lugar, comprobar la preparación de las fuerzas para actuar coordinadamente incluso después de haber sufrido un primer ataque (first strike), que puede ser tanto nuclear como convencional masivo, lo que no excluye evidentemente una respuesta nuclear proporcional, que a este nivel significa la aplicación de la estrategia de la destrucción mutua asegurada (MAD). En tercer lugar, busca comunicar a cualquier adversario potencial, alianza o coalición, la capacidad y la voluntad de emplear las armas nucleares para causar daños de proporciones catastróficas en caso de perpetrar una agresión (las excepciones a las fechas del mes de octubre tanto en 2014 como en 2021 fueron el resultado de la búsqueda de ese objetivo). Por tanto, está claro quién decide y cuándo su empleo, solo hace falta que haya alguien dispuesto a cometer un suicidio político y militar. Hasta ahora no ha ocurrido, pero no se puede excluir que suceda, porque en cierto modo la historia enseña que la soberbia humana no tiene límites y, en ciertos momentos, se ha transformado en estupidez, provocando la destrucción de países, responsables políticos y mortandad masiva -véase la entrada «NUCLEAR WAR: A SCENARIO, DE ANNIE JACOBSEN (2024)», de agosto de 2025-. Hasta el siglo XX no existieron mecanismos que reprimieran esas acciones, pero el arma nuclear introdujo la racionalidad (entendida también como el cálculo del coste-beneficio) en un enfrentamiento que en el caso de grandes potencias sería de destrucción masiva. Como hemos escrito en otro lugar, lo que quedaría sería mundo muerto como resultado del error más trágico de la historia. Por tanto, el ejercicio GROM, como también el Global Thunder estadounidense, es una llamada regular a no cometer estupideces, mucho más necesaria en estos tiempos donde el uso de la fuerza ha recuperado su posición frente a las declaraciones y deseos de paz infinita y universal para todos los pueblos, que nunca ha existido a lo largo de la historia. De este modo, el 22 de octubre de 2025 las fuerzas nucleares estratégicas rusas bajo las órdenes del presidente Vladimir Putin efectuaron el lanzamiento de armas de largo alcance. Un ICBM RS-24 Yars desde un sitio ubicado en el cosmódromo de Plesetsk, oblast de Arcángel y un SLBM R-29RMU2 Sinevá desde el SSBN K-117 Briansk que navegaba en inmersión en el mar de Barents, ambos misiles alcanzaron sus objetivos en el polígono de tiro de Kura, en la península de Kamchatka, y bombarderos estratégicos Tupolev Tu-95MS lanzaron misiles de crucero. Además, bombarderos supersónicos Tu-22M3 volaron hasta el mar Báltico escoltados por cazas Sukhoi Su-27P y Su-35S, en misiones similares a las que practican contra Ucrania. Por tanto, en medio de una guerra convencional a gran escala, soportando sanciones masivas e intentos de aislamiento internacional por parte de Occidente los dirigentes rusos reafirman su presencia, capacidad y voluntad para emplear las armas nucleares cuando estimen que ha llegado el momento, decisión que únicamente les incumbe a ellos, pero que, en caso de ocurrir, tendrá consecuencias terribles para todos. Entonces, parece que sería oportuno buscar con ahínco el fin al conflicto de Ucrania donde, como guerra por delegación, se mantiene latente el peligro de escala, o negociar la extensión del Tratado de Limitación de Armas Estratégicas (Nuevo START), que expira el 5 de febrero de 2026, o fortalecer los mecanismos de no proliferación tanto en el marco del tratado homónimo (TNP) como otros acuerdos multilaterales en los que participan las grandes potencias nucleares, o finalmente los miembros permanentes del Consejo de Seguridad (los Estados nucleares legales conforme al TNP) deberían alcanzar un gran acuerdo político para establecer mecanismos de transparencia, intercambio de informaciones e inspecciones que restauren la confianza mutua entre ellas porque esta será la verdadera garantía de la paz y la seguridad mundiales. Mientras tanto, seguiremos bordeando el abismo, con unos pocos que pueden tomar decisiones y el resto que las sufrirá de una u otra manera.
NUEVOS MODELOS DE VISIBILIDAD Y LEGITIMIDAD INTERNACIONALES EN UN MUNDO COMPLEJO E INESTABLE
El 10 de octubre de 2025 el régimen norcoreano organizó otro de sus fastuosos desfiles en Pionyang para celebrar en esta ocasión el 80º aniversario de la fundación del Partido de los Trabajadores de Corea, donde se mostraron los principales vectores de lanzamiento de armas nucleares que poseen, desde los impresionantes tractores-lanzadores de misiles balísticos intercontinentales (ICBM) Hwasong-20 de combustible sólido y doscientas toneladas de empuje hasta los misiles de alcance medio (MRBM) Hwasong-11 armados con atractivos vehículos planeadores (glider) hipersónicos. Estos y otros sistemas con capacidad nuclear están destinados a impresionar a los observadores extranjeros, es decir, cumplir el cometido fundamental de la disuasión que es tratar de bloquear cualquier tipo de tentativa de atacar el país, cambiar su régimen político o ambas cosas. Pero, en el contexto de los procesos de cambio mundiales que se han acelerado con la guerra en Ucrania (proxy war), también sirven para mostrar sus capacidades tecnológicas avanzadas, porque su participación en el conflicto del lado ruso también sirve para demostrar que muchos de sus armas no son meros prototipos exóticos, sino que se producen en serie, están operativos, se emplean en misiones de combate y se enfrentan a sistemas occidentales teóricamente superiores, por ejemplo sus misiles balísticos contra las defensas antiaéreas suministradas por los Estados Unidos y sus aliados europeos a Ucrania. En este escenario de enfrentamiento entre grandes potencias, el régimen norcoreano aumenta su visibilidad y legitimidad, cediendo por tanto la idea de Estado aislado y cercado asentada en Occidente durante décadas. De hecho, gracias a su implicación en el conflicto ha mejorado progresivamente su imagen internacional, no con respecto a Occidente, que poco les interesa en ese punto y cuya retórica permanece invariable, si no con las potencias emergentes, que progresivamente ocupan mayores cotas de poder en el sistema internacional global, precisamente a costa de Occidente. Se pueden señalar dos momentos fundamentales en este cambio a favor del régimen norcoreano frente al aislamiento internacional. El primero fue la visita del presidente ruso, Vladimir Putin, a Pionyang el 18 y 19 de junio de 2024, después de veinticuatro años. Antes y después le precedieron todos los funcionarios más destacados del régimen putiniano (Lavrov, Shoigú, Belousov) según la estrategia de comunicación clásica del Kremlin. La culminación del renovado reconocimiento ruso se saldó, además de múltiples acuerdos de cooperación en todos los ámbitos de interés mutuo, en la firma de un nuevo acuerdo de asociación estratégica que incluye una alianza de defensa mutua en caso de agresión. Es decir, Rusia es garante de la seguridad de Corea del Norte y ambos están cómodos con esta declaración. La segunda fue la presencia del líder norcoreano, Kim Jong-un, junto a Putin y al presidente chino, Xi Jinping, en Pekín, el 3 de septiembre de 2025 durante los actos conmemorativos del 80º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial en esa parte del mundo. Las muestras de afecto y la proximidad entre esos tres dirigentes pusieron de manifiesto la existencia no solo de estrechas relaciones entre ambos, sino que además el régimen norcoreano también cuenta con la protección de la China comunista. China y Rusia gozan del derecho de veto como miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y, por tanto, tienen capacidad para bloquear cualquier intento de dañar a Corea del Norte (a la recíproca de la política que practican los gobiernos estadounidenses con Israel). Por consiguiente, el supuestamente aislado régimen norcoreano está amparado por dos grandes potencias frente a cualquier intento de presión, coacción o amenaza. Sin duda, es el resultado de una inteligente política exterior surgida de la pura necesidad de supervivencia, pero también de saber aprovechar las oportunidades que brinda un sistema internacional cada vez más complejo e inestable. Volviendo al desfile del 10 de octubre de 2025, donde el régimen norcoreano mostró sus capacidades nucleares, junto a Kim estaban presentes el vicesecretario del Consejo de Seguridad ruso, expresidente y exprimer ministro, Dimitri Medvédev, el primer ministro chino, Li Qiang, y el secretario general del Partido Comunista de Vietnam, Tô Lâm (este justo al lado de Kim). Aunque Medvédev asistió en su calidad del presidente del partido oficialista Rusia Unida, ya hemos analizado su papel en el régimen putiniano –DECLARACIONES ANTIEUROPEAS DE MEDVEDEV, de diciembre de 2024–. La presencia de estos dirigentes junto a Kim en Pionyang pone de manifiesto el estrechamiento de relaciones entre los participantes en un contexto de creciente competición estratégica, así como la existencia de un nuevo camino para obtener legitimidad y garantías internacionales más allá de la dominación occidental –véase un análisis extenso en la entrada anterior «LA POLÍTICA EXTERIOR RUSA HACIA LOS BRICS EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA EN UCRANIA», de octubre de 2025–. También como Rusia y China no se pisan, sino que se complementan (comparten cada vez más intereses) tratando de atraer progresivamente a más países del Sur Global a su modelo de nuevo orden mundial, que no es el de Occidente. Entonces, parece que los tiempos de la hegemonía imperfecta han fenecido.
«LA POLÍTICA EXTERIOR RUSA HACIA LOS BRICS EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA EN UCRANIA»
Es el título del documento de análisis más reciente que he publicado en el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) sobre una de las fortalezas de Rusia en el conflicto de Ucrania. Los fundamentos de este texto son que durante la última década se han sucedido una serie de acontecimientos que han potenciado cambios profundos en la estructura del sistema internacional global. Cada vez más funcionarios estatales, internacionalistas y científicos políticos reflexionan sobre la configuración de un sistema multipolar en el que inciden dos factores fundamentales. Por un lado, se observa el retroceso de la potencia hegemónica estadounidense en áreas donde antes dominaba, aunque nunca lo hizo de forma absoluta (tesis de la hegemonía imperfecta que hemos sostenido durante mucho tiempo. Por otro, el desequilibrio de poder ha generado el avance de varias potencias emergentes encabezadas por la China comunista y la Rusia putiniana, que están consolidando poco a poco un bloque de poder alternativo que tiene como objetivo principal contrarrestar la asfixiante, desde su enfoque, dominación de Occidente. La consolidación del grupo BRICS, que responde al acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, junto con otras estructuras internacionales que también se mencionan en el texto, sirve a ese esfuerzo que persigue ni más ni menos que modificar las reglas del orden jurídico internacional y hacerlo a su favor. Todos estos procesos se han exacerbado con la prolongación del conflicto de Ucrania. El documento comienza con una introducción en la que se hace un breve repaso histórico de los principales eventos de la política exterior rusa desde 2007 en adelante, precisamente tomando como punto de partida el famoso discurso del presidente ruso, Vladimir Putin, en la conferencia de seguridad de Múnich, donde definitivamente llamó la atención sobre la ruptura de los acuerdos político-estratégicos que habían puesto fin a la Guerra Fría. Se trata de acontecimientos conocidos, pero que requieren ser revisados para comprender muchas de las decisiones más recientes. También se establecen las bases teóricas del análisis, porque estos procesos han sido descritos adecuadamente por la escuela realista. En cuatro epígrafes examinamos la creación y consolidación del grupo BRICS, la ruptura de Rusia con Occidente en 2022, la importantísima cumbre de Kazán en octubre de 2024 para los intereses rusos en la guerra en Ucrania, así como las perspectivas de desarrollo de la asociación, en la que participan las principales potencias mundiales no occidentales. En las conclusiones se afirma que el Kremlin ha recurrido activamente a la diplomacia, sus agentes han buscado nuevos socios políticos y comerciales, han utilizado los foros internacionales para exponer sus posiciones y han sido capaces de organizar dos grandes cumbres que han involucrado a una mayoría de países del Sur Global. Se han presentado como una potencia benévola que propugna un orden internacional más justo, pero mientras tanto no han cejado de aplicar la fuerza contra Ucrania con el objetivo de establecer un nuevo régimen de seguridad en Europa oriental que satisfaga sus necesidades de seguridad. Esta es su estrategia y parece que han tenido éxito, porque a pesar de los intentos de Occidente no solo no están aislados, sino que a través de todas sus relaciones bilaterales y multilaterales participan en foros y conferencias internacionales y, lo que es más grave, continúan obteniendo recursos en los mercados internacionales para seguir financiando la agresión contra Ucrania después de más tres años y medio del estallido del conflicto.
Referencia bibliográfica completa: PÉREZ GIL, L.: «La política exterior rusa hacia los BRICS en el contexto de la guerra en Ucrania», Documento de Análisis IEEE núm. 60/2025, 1 de octubre de 2025, en https://www.defensa.gob.es/documents/2073105/2907072/la_politica_exterior_rusa_2025_dieeea60.pdf/
Versión en inglés: https://www.defensa.gob.es/documents/2073105/2907072/la_politica_exterior_rusa_2025_dieeea60_eng.pdf/
PROPUESTA RUSA PARA EXTENDER LA VIGENCIA DEL TRATADO NUEVO START
El Tratado de Limitación de Armas Estratégicas (Nuevo START) firmado en Praga el 8 de abril de 2010 se mantiene como la única pieza que sostiene el régimen explícito de estabilidad estratégica, que forma parte del núcleo de régimen de seguridad mundial. Desde 2002 los sucesivos gobiernos estadounidenses iniciaron una estrategia de destrucción de los acuerdos de desarme, comenzando por el tratado ABM de mayo de 1972, el tratado INF de diciembre de 1987 y el Tratado de Cielos Abiertos (Open Skies) de marzo de 1992. Los responsables de la política exterior estadounidense pensaron que su posición de supremacía mundial, que a la postre siempre fue una hegemonía imperfecta, les habilitaba para tomar todo tipo de decisiones unilaterales en beneficio propio y que los demás las aceptarían de buen grado, a regañadientes o mediante el uso de la fuerza, como hemos visto en la escalada incesantes de conflictos internacionales desde 2001. Simplemente, para no lograr ninguno de los objetivos que se plantearon, porque ni los Estados Unidos son más seguros ni tienen más poder, ni el mundo es más seguro, con lo que esa política se puede calificar de absoluto fracaso. Precisamente, la prueba de que la disuasión falló fue la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, cuando los dirigentes rusos decidieron que era necesario tomar por la fuerza lo que se les negaba en la mesa de negociación, tengan o no razón en ello. Hay que recordar que las grandes potencias usan la violencia cuando lo estiman conveniente y no tienen que justificarse por ello ante nadie, porque son quienes ostentan el poder y crean las normas que rigen el sistema internacional. Esto no es solo teoría (realismo político) sino la aplicación del poder efectivo, como lo pueden observar cada día los que siguen los asuntos internacionales (en teoría de la ciencia se llama la prueba de falsabilidad). Por tanto, la destrucción de los acuerdos de desarme que pusieron fin a la Guerra Fría ha sido letal para la paz mundial. Los Estados Unidos han demostrado que no tienen todo el poder para actuar en todos los lugares siempre y al mismo tiempo, ni siquiera con sus aliados de relleno (los europeos y los asiáticos) son capaces de ordenar las respectivas áreas regionales, donde cada vez tienen menos poder e influencia. Esto es consecuencia de la existencia de otras grandes potencias que son capaces de ocupar aquellos huecos y espacios que no puede controlar la potencia hegemónica (recordemos que hablamos de hegemonía imperfecta). Rusia y China, cada vez más, han sido capaces de superar las barreras comerciales, financieras, económicas, las amenazas y las sanciones tanto de los Estados Unidos como de sus aliados, y ha llegado un momento en el que rechazan con descaro el ejercicio de poder estadounidense (de nuevo, se demuestra el fracaso estrepitoso de las tesis de Fukuyama sobre el fin de la historia). Entonces, en sistema internacional entra en un bucle, en un círculo, en el que los Estados Unidos tratan de imponerse cada vez con más fuerza, pero carecen de la capacidad para coaccionar a esas grandes potencias. A su vez estas tratan de unirse y crean foros para atraer a otros descontentos a su propio bando (BRICS, OCS, OTSC), configurando un bloque de descontentos con el ejercicio del poder imperial. En tiempos de crisis este tipo de iniciativas suele tener éxito, tanto en el plano interno como en el internacional. De nuevo, para los que siguen los asuntos internacionales la historia es una gran aleccionadora. Esto puede llevarnos a pensar en la inevitabilidad del conflicto, pero como hemos escrito en otras ocasiones, el realismo político en su versión kissingeriana aporta las herramientas necesarias a través de la aplicación de las tesis del equilibrio de poder y la negociación permanente para lograr acuerdos (mediante la creación de regímenes implícitos o explícitos) que garanticen la paz y la seguridad de las partes del sistema, es decir, las grandes potencias. Entonces, podemos analizar la situación actual, donde algunas de las partes buscan una escalada en la guerra en Ucrania, juguetean impunemente con el uso de la violencia desatada en Oriente Medio o crean escenarios de conflictos en el Asia-Pacífico donde no debería haberlos (porque los propios países occidentales admiten la vigencia de una sola China). Es decir, todo parece que conduce a un conflicto entre grandes potencias en un área estratégica o en otra. Pero, un enfrentamiento directo entre grandes potencias llevaría inevitablemente al uso de armas nucleares y su empleo sería masivo (dejemos de lado por inoperante la falacia de la guerra nuclear limitada). Es el escenario de la destrucción mutua asegurada que recientemente ha descrito en un estudio de caso hipotético Annie Jacobsen (Nuclear war. A scenario, 2024). ¿Estamos abocados a una guerra absolutamente destructiva en aras de un poder que no funciona, porque no se impone? Una de las grandes lecciones de la Guerra Fría fue que los dirigentes políticos (hasta los más estúpidos) entran en razón cuando se enfrentan al dilema de la amenaza nuclear. Estos parecen ser los fundamentos en los que se basa la propuesta realizada por el presidente ruso, Vladimir Putin, el 22 de septiembre de 2022, durante una reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad ruso en la que participaron los funcionarios más importantes del régimen ruso, desde el primer ministro, los presidentes de ambas cámaras del parlamento, los ministros de defensa y de asuntos exteriores, asesores presidenciales en materia de seguridad y jefes de los servicios de inteligencia. ¿Cuáles fueron las principales declaraciones del presidente Putin? Primero, que Occidente ha estado dando pasos destructivos para socavar los cimientos de régimen de estabilidad estratégica y las relaciones entre los Estados nucleares; le acusó del desmantelamiento de aquellos acuerdos de desarme a los que hacíamos referencia más arriba en aras de lograr una superioridad estratégica decisiva. Segundo, el gobierno ruso ha señalado repetidamente esta situación, así como sus consecuencias, pero las propuestas rusas han sido desoídas. Tercero, estas circunstancias motivaron la necesidad de abandonar la moratoria unilateral sobre la vigencia de las obligaciones del tratado INF debido al despliegue estadounidense de sistemas prohibidos en Europa y Asia-Pacífico. Cuarto, Rusia tiene las capacidades y está lista para responder con la fuerza a cualquier amenaza, literalmente Putin declaró que «Enfatizo, y nadie debería tener ninguna duda al respecto, que Rusia es capaz de responder a cualquier amenaza existente y emergente». Este es el lenguaje de las grandes potencias; no obstante, afirmó que Rusia no está interesada en una carrera de armamento, principalmente porque no se lo puede permitir, con o sin guerra en Ucrania (esta es otra de las grandes lecciones aprendidas de la etapa de la Unión Soviética). Quinto, justificó la suspensión de la participación rusa en el tratado Nuevo START en febrero de 2023 como resultado de «la política extremadamente hostil de la Administración Biden», en un mensaje dirigido directamente a los oídos del presidente estadounidense, Donald Trump. Sexto, para la parte rusa, desde hace quince años el tratado ha desempeñado un papel positivo en el mantenimiento del régimen de estabilidad estratégica, por lo que acabar con él sería un error. En este punto, formuló la declaración que justifica esa nota: propuso adherirse a los límites del tratado Nuevo START durante un año después de su finalización en el 5 de febrero de 2026. Esa decisión será efectiva si los Estados Unidos actúan de la misma manera y no toma medidas que socaven o violen el equilibrio actual en materia de disuasión nuclear. Para ello, ordenó a los responsables de los departamentos y agencia presentes que continúen la vigilancia de las capacidades estratégicas estadounidenses, incluidos los preparativos para desplegar sistemas de interceptación en el espacio, para verificar el cumplimiento de dicha moratoria. Se trata de una propuesta dirigida directamente a los Estados Unidos, en uno de los temas principales que se trataron durante la cumbre de Alaska del 15 al 16 de julio de 2025, donde Rusia trata de mantener el último acuerdo que puede salvar la paz entre grandes potencias, mientras trata de imponerse por la fuerza en Ucrania. Es decir, estamos ante una propuesta de acuerdo implícito entre grandes potencias en materia de estabilidad nuclear, que pone de manifiesto el grado de deterioro de la estabilidad internacional en una suerte de vuelta al pasado, anterior a los Acuerdos de Moscú de 1972. Mientras tanto, los dirigentes chinos observan para tomar sus propias decisiones que, también estarán basadas en sus intereses nacionales.
El discurso del presidente Putin está disponible en el sitio web del Kremlin: http://www.kremlin.ru/events/president/news/78051
LOS EQUILIBRIOS DE PODER EN EL RÉGIMEN POLÍTICO RUSO
El 22 de julio de 2025 la presidente del Tribunal Supremo ruso, Irina Podnosova, falleció por enfermedad poco más de un año después de su nombramiento en el cargo, en el que había sustituido al veterano Viácheslav Lebedev, que también murió en su puesto con 80 años de edad (su mandato duró de 1990 a 2024). Podnosova había sido compañera de estudios de Putin en la prestigiosa Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Leningrado (hoy Universidad Estatal de San Petersburgo), donde tradicionalmente se han formado los cuadros de KGB en la época soviética y después del FSB en la Rusia independiente. Además, estaba llamada a dirigir el Tribunal Supremo durante un largo período de tiempo (tenía 71 años), pero una enfermedad sobrevenida después de su nombramiento truncó esos planes. El 29 de julio de 2025 se abrió en plazo para la presentación de candidaturas a dirigir el alto tribunal, entre las que se barajó la del expresidente ruso y actual vicesecretario del Consejo de Seguridad ruso, Dimitri Medvedev, que también estudió Derecho en la misma universidad que Putin y Podnosova -véase la entrada DECLARACIONES ANTIEUROPEAS DE MEDVEDEV, de diciembre de 2024-. El 25 de agosto de 2025 la Junta de Jueces de Alta Calificación rusa informó que solo se había presentado un candidato, el actual Fiscal General, Igor Krasnov, que a pesar de ser fiscal de carrera, trabajó catorce años en el Comité de Investigación, los cuatro últimos como vicepresidente y responsable de los departamentos de casos particularmente importantes y el departamento de investigación. La Constitución rusa establece en su artículo 128 que el nombramiento del presidente del Tribunal Supremo corresponde al Consejo de la Federación (senado) a propuesta del presidente. El 26 de agosto de 2025 Putin firmó un decreto que prórroga por edad el mandato del actual jefe del Comité de Investigación ruso, Alexander Bastrykin (tiene más de 70 años). Este funcionario desempeña un papel significativo en el contexto de la guerra en Ucrania, porque en 2022 el presidente Putin le encargó luchar de forma implacable contra la corrupción como parte de la estrategia del Kremlin para lograr la adhesión de la población a la guerra -véase más extenso el documento de análisis «LOS ESFUERZOS DE LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN EN EL ESTADO RUSO EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA EN UCRANIA», de marzo de 2025-. En ese cometido cuenta con el apoyo presidencial y sabedor de su poder no ha dudado en mandar a prisión desde altos funcionarios del gobierno federal a gobernadores regionales y generales de prestigio en la guerra (el caso más destacado es el del general Iván Popov, excomandante del 58º Ejército Mecanizado, que ha rechazado públicamente las acusaciones y a quien no se le ha aceptado siquiera su solicitud de redención de acusaciones o pena por la prestación de servicio en Ucrania; no se debe confundir con el otro general Pavel Popov, también en prisión por corrupción, aunque en este caso reconoció su responsabilidad para reducir la condena). Incluso, una de sus investigación llevó el pasado 7 de julio de 2025 al cese y, según parece, inmediato suicidio en un parque de Odintsovo, cerca de Moscú, del ministro de Transportes, Román Starovoit, que habría estado implicado en un caso de corrupción con fondos destinados a la construcción de defensas en la frontera con Ucrania durante su mandato como gobernador del oblast de Kursk. Pero, además, Bastrykin se ha caracterizado por su lucha contra la delincuencia organizada, particularmente contra las organizaciones criminales procedentes de las repúblicas exsoviéticas, cuyas actividades se han expandido desde el inicio de la guerra en Ucrania como consecuencia de la necesidad de mano de obra procedente de esos países. Recientemente ha habido un fuerte choque diplomático con Azerbaiyán por ese motivo, incluidos detenidos muertos en detención en Cheliábinsk y ciudadanos rusos torturados en Bakú. Además, el creciente flujo de inmigrantes legales e ilegales ha provocado un aumento de los delitos violentos (robos, extorsión, homicidios), así como los de tipo sexual, que están causando un creciente malestar en la población rusa, ya constreñida por subidas de impuestos, caída de los servicios públicos y bajas provocadas por la guerra. Por tanto, con esas actuaciones, Bastrykin se ha granjeado un importante reconocimiento popular. Sin embargo, Krasnov, desde su posición de Fiscal General, ha apoyado las políticas inmigratorias aprobadas por el Ministerio del Interior debido a la necesidad de mano de obra impuesta por la guerra, tanto de voluntarios para servir en Ucrania (la prestación del servicio en el conflicto permite, además, obtener la ciudadanía rusa) como para las industrias de defensa en constante expansión y la economía en general. En ese contexto, los inmigrantes de Asia central y del Cáucaso aceptan los trabajos más duros y menos remunerados de la economía, pero también se generan crecientes tensiones sociales internas que, por ahora están siendo silenciadas a cambio de aplicar cierta mano dura. Por tanto, estamos ante un nuevo caso de equilibrio en el ejercicio del poder en el régimen putiniano, donde el presidente ruso actúa una vez más como mediador, pero, en caso de choque, siempre termina tomando una decisión que implica la defenestración del perdedor.
«NUCLEAR WAR: A SCENARIO, DE ANNIE JACOBSEN (2024)»
Este es el título de la reseña de libro que publiqué en el número 24 de la Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE). Después de dominar el escenario de la Guerra Fría, en los años noventa del siglo pasado pareció que las armas nucleares habían caído en un estado de decaimiento estratégico, que hizo incluso aventurar que su importancia iría disminuyendo hasta terminar en una suerte de obsolescencia como recurso de poder. Fue el periodo de la Posguerra Fría, del “fin de la historia” de Fukuyama, del “momento unipolar” de Krauthammer, de la “Nación indispensable” de Albright y de la globalización definitiva bajo unos mismos principios compartidos por todos. Entiéndase que la referencia “a todos” es necesariamente a las grandes potencias, salvo para aquellos que creen que las relaciones internacionales se fundamentan en sensaciones, deseos y declaraciones grandilocuentes, pero que no aportan nada para resolver conflictos y crisis internacionales, son teorías que podemos denominar del té o del café, porque no funcionan más allá de ese espacio de ocio y solaz. De este modo, de 1991 a 2018 los arsenales nucleares de las dos grandes potencias se redujeron desde números absolutamente gigantescos hasta 13 400 ojivas nucleares, de las que aproximadamente el 92 % estaban en manos de los Estados Unidos y de Rusia, como única sucesora reconocida en el ámbito internacional de la desaparecida Unión Soviética. En ese período, un conjunto de tratados de desarme, hoy casi completamente desmontados, junto con una importantísima sucesión de declaraciones conjuntas, dieron forma legal a un nuevo escenario mundial, denominado régimen de estabilidad estratégica entre los Estados Unidos y Rusia, basado en los principios de bilateralidad y paridad nuclear. De este modo, se alejó el peligro de una guerra nuclear, mientras la globalización expandía aceleradamente los beneficios de los llamados “dividendos de la paz” de la Posguerra Fría, que alcanzaron hasta a la misma China comunista. La existencia de una Corea del Norte nuclearizada en este periodo no cambió el escenario general e incluso podía ser contenida mediante la acción coordinada de las grandes potencias reunidas en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, la guerra en Ucrania trajo una renovada vigencia de las armas nucleares como mecanismo de presión para alcanzar fines políticos por parte de las grandes potencias, precisamente aquellas que están llamadas a garantizar la paz y la seguridad internacionales, y es esa responsabilidad la que explica y justifica su derecho de veto en el Consejo de Seguridad. En la actualidad, tanto los Estados Unidos como Rusia están inmersos en costosísimos programas de modernización de sus respectivos arsenales nucleares (la famosa tríada nuclear), que suman centenares de miles de millones de dólares, más otro tanto en costes operativos durante todo su ciclo de vida, bajo la premisa del mantenimiento de la disuasión. Por su parte, China, convertida en la gran potencia emergente en términos políticos y estratégicos, aumenta su propio arsenal nuclear mientras mantiene la política de no atarse por ningún acuerdo internacional que pueda coartar su capacidad para armarse y hacerlo al menos hasta el nivel de contar con la capacidad estadounidense o rusa para generar una destrucción mutua asegurada en caso de enfrentamiento directo. Aunque otros seis Estados poseen armas nucleares, solo aquellas tres tienen la capacidad para iniciar una guerra de proporciones catastróficas para el conjunto de la humanidad. Eso es al menos lo que piensa la mayoría de los expertos. Es en este punto donde se inserta la obra de la periodista estadounidense Annie Jacobsen (Middleton, Connecticut, 28 de junio de 1967): “Nuclear war: A scenario”. La autora manifiesta en una nota inicial que el libro es el resultado de una investigación que inició durante el periodo de cuarentena decretado en Washington como consecuencia de la pandemia de la COVID-19. Durante ese tiempo tuvo la oportunidad de mantener largas conversaciones con altos funcionarios de la seguridad nacional estadounidenses, debatir con destacados especialistas de diferentes disciplinas científicas (físicos e ingenieros nucleares, ingenieros electrónicos, informáticos y de sistemas, meteorólogos y oceanógrafos) y realizar consultas a historiadores y responsables de archivos y depósitos documentales estatales enfocadas a dar forma al tema que presenta: elaborar un escenario de guerra nuclear. Ya en el prólogo muestra de forma inopinada el resultado de ese escenario, comienza detallando las terribles consecuencias de un ataque nuclear (la autora indica el objetivo de forma explícita), que provoca la muerte instantánea de un millón de personas y otros tantos heridos de diversa consideración. Por eso justamente lo titula «El infierno en la Tierra». Por tanto, se trata de un escenario de impacto en la terminología de generación de escenarios de futuro. A partir de esa situación inicial dada, va desarrollando capítulo tras capítulo un cronograma que se extiende a lo largo de un periodo temporal de horas que dan título a cada capítulo hasta la aplicación de la doctrina de la destrucción mutua asegurada, que oportunamente denomina como el Armagedón por la batalla final que se anuncia en la Biblia,(Libro del Apocalipsis). Se trata de un escenario entre muchos de los que podrían darse, pero el resultado final no deja lugar a dudas: una guerra nuclear será una guerra de destrucción global. De este modo, Jacobsen construye un alegato contra la idea de que es posible ganar una guerra nuclear y, en consecuencia, destruye la falacia de la guerra nuclear limitada, noción que fue defendida por responsables políticos, militares y académicos occidentales desde los años setenta del siglo pasado durante la Guerra Fría y que a vuelve a estar en boca de políticos y especialistas. Además, la perspectiva de la aplicación de la inteligencia artificial (IA) al planeamiento nuclear no parece augurar tampoco un escenario halagüeño. De este modo, a través del desarrollo de un escenario terrorífico y desolador, Jacobsen plantea una reflexión profunda a favor de las tesis del abolicionismo nuclear, que van mucho más allá del control de armamentos o el desarme nuclear. Todo eso y más se cuenta en la reseña, incluidas otras referencias bibliográficas de interés, invitando a aquellos que se atrevan a leer el libro a hacer una reflexión en profundidad, mucho más necesaria en los tiempos actuales en los que los dirigentes de las potencias nucleares fantasean con un juego de escalada nuclear, que no se puede jugar porque el resultado final es siempre la destrucción total.
Referencia bibliográfica completa: Pérez Gil, L.: «Reseña del libro: "Nuclear war: a scenario": Annie Jacobsen Editorial: Debate, 2024», Revista del Instituto Español De Estudios Estratégicos núm. 24, 2025, pp. 323–327, en https://revista.ieee.es/article/view/7144/9071 ; versión en inglés: https://revista.ieee.es/article/view/7144/9072









