«GRANDES POTENCIAS, ARMAS NUCLEARES Y CONFLICTOS ASIMÉTRICOS»

Este es el título del ensayo de mi autoría publicado como Documento Marco por el Instituto Español de Estudios Estratégicos, perteneciente al Ministerio de Defensa, el 24 de junio de 2016. En el documento analizamos la aplicación del poder militar por las grandes potencias en el sistema internacional globalizado, el funcionamiento del régimen de estabilidad estratégica, el poderío nuclear y la exclusión del uso de la fuerza en sus relaciones mutuas, pero también cómo aquellas recurren a la amenaza o al uso de la fuerza cuando están en juego sus intereses vitales, la vigencia del régimen de no proliferación nuclear, las estructuras de seguridad regionales y las coaliciones militares temporales y, desde un punto de vista teórico, el eventual uso de armas nucleares en un conflicto asimétrico. Referencia completa del ensayo: Pérez Gil, L.: “Grandes potencias, armas nucleares y conflictos asimétricos”, Documento Marco del IEEE 9/2016, de 24 de junio de 2016, texto completo disponible en el sitio web del IEEE.

LA ESPERADA SALIDA DEL REINO UNIDO DE LA UNION EUROPEA

El resultado del referéndum sobre la pertenencia a la Unión Europea (UE) denominado popularmente “Brexit”, no debería sorprender a nadie; más bien se trata de un resultado esperado y, podría plantearse incluso, si hasta era deseable desde el punto de la vista de la integración política europea. Aprovechando la crisis financiera que desestabilizó la moneda única durante 2011 y 2012 el Directorio europeo –cada vez más alemán y menos francés- avanzó en sus planes para dar forma al proyecto de Unión Política Europea. Debemos recordar que entonces ya se habló del fracaso estrepitoso del euro, de la ruptura de la UE y otras tantas hecatombes políticas que se vuelven a reiterar ahora. El Presidente Sarkozy y la Canciller Merkel pactaron en diciembre de 2011 un acuerdo para los socios de la Eurozona por el que se crearía un nuevo régimen jurídico en el que una autoridad supranacional tendría el control de los presupuestos nacionales, la emisión de la deuda soberana y la política monetaria y la ampliación de los poderes del Banco Central Europeo. En ese momento, el Presidente Sarkozy explicó que “nuestra preferencia es por un tratado de todos los Veintisiete para que nadie quedara fuera, pero estamos listos para seguir con un tratado con Diecisiete (los miembros de la Eurozona en aquel momento) en el que otros serían libres para unirse.” Este fue un primer, y evidente, aviso a Londres de que no permitirían retrasos y oposiciones que pusieran en peligro el euro, que ya había sido definido por ambos dirigentes como parte del interés nacional de Francia y Alemania. Así lo expresaron en el Foro de Davos en enero de 2011 cuando el Presidente Sarkozy enfatizó que “Merkel y yo jamás, dejaremos caer el euro, jamás.” El acuerdo político en el seno del Directorio en diciembre de 2011 era tan contundente que París y Berlín anunciaron que comunicarían su acuerdo por escrito dos días después en una carta dirigida al Presidente permanente de la UE, van Rompuy.  En consecuencia, el Consejo Europeo de diciembre de 2011 se concibió como un mero trámite para extender al resto de socios europeos los acuerdos del Directorio: los Estados miembros “acordaron” las medidas decididas previamente que garantizaban una mayor unión fiscal y la supervisión entre los Estados firmantes, lo que se instrumentaría a través de acuerdos intergubernamentales que evitaban la reforma de los Tratados Fundacionales, es decir, un acuerdo dentro de los acuerdos ya existentes, en los que participarían los Estados miembros de la Eurozona y aquellos miembros de la UE que lo considerarán conveniente. Como aseguró la Canciller Merkel a la conclusión del Consejo, la oposición del Reino Unidos y otros países para sumarse al pacto de Unión Fiscal no impediría a Europa avanzar. Como ya comentamos en otro lugar, es interesante constatar cómo el Reino Unido estaba siendo excluido sistemáticamente de la decisiones políticas que implicaban un cambio estratégico complejo en el continente y, a su vez, cómo Londres carecía de los recursos e influencia para presionar a otros socios en la petición de medidas de excepción y derechos de veto en asuntos en los que nadie le pedía opinión. En ese momento es cuando realmente se abrió el debate sobre si el Reino Unido seguiría formando parte de la UE. Así, tras conocer las conclusiones del Consejo Europeo de diciembre de 2011, Nigel Farage, eurodiputado partidario de la salida de la UE, consideró que lo sucedido era “la peor de las soluciones, porque nos deja dentro de la Unión, pero sin amigos y aislados (…) Eso va a llevar sin duda a la apertura de un gran debate sobre la cuestión esencial de si debemos o no seguir siendo miembros de la Unión Europea.” Y, evidentemente, no se equivocaba. El problema, de índole esencialmente política, fue que la Eurozona se constituyó rápidamente en una nueva entidad política supraestatal que comenzó a elaborar reglas para los Estados que la componen, empezando por la estabilidad presupuestaria, la deuda pública y la gobernanza, pero que no se quedaban ahí. Se trataba de una transformación compleja en una Organización Internacional integrada dentro de la UE con características fuertemente supranacionales y que coexiste con su gemela, la UE, supranacional orgánica –Consejo, Comisión, Tribunal de Justicia- e intergubernamental en todo lo no transferido, y regida por un Directorio del que había sido excluido explícitamente el Reino Unido. La convocatoria de un referéndum sobre la pertenencia a la UE por el Primer Ministro Cameron no era sino un desesperado intento de mostrar a los socios europeístas que el Reino Unido seguía existiendo, pero, el resultado ha puesto de manifiesto, aunque sea por un escaso margen del 51,9 por ciento de los votos que, efectivamente, el Reino Unido no es relevante para lograr la Unión Política Europea. En el contexto actual, las decisiones económicas y financieras que se han adoptado implican cambios políticos de gran alcance pero que se efectúan sin ningún tipo de mandato político, poniendo de manifiesto que el Directorio europeo se impone. Asistimos, por tanto, al nacimiento de un nuevo equilibrio de poder continental: Alemania es la potencia hegemónica que dicta las reglas del sistema con la anuencia de los Estados Unidos –sus prioridades estratégicas se encuentran en la cuenca del Pacífico- y Rusia. En términos realistas es la consecuencia del implacable interés nacional hegemónico. El reto es gigantesco pues se trata de equilibrar el sistema europeo entre una Rusia poderosa que ha recuperado sus zonas de influencia perdidas y una Alemania convertida en líder indiscutible de la UE. El Reino Unido ha dejado de existir como actor político relevante del sistema europeo de Estados. 
Las consecuencias económicas del desastroso error de cálculo político del Primer Ministro Cameron han sido inmediatas: fuertes caídas de las principales bolsas europeas, depreciación de la libra, subida de las primas de riesgos de los países periféricos de la eurozona, reducción de dos escalones en la solvencia del Reino Unido y -a nuestro juicio en el colmo del disparate- la rebaja por la agencia de calificación Standard and Poor´s de la nota riesgo de la UE porque considera que el resultado del referéndum es un "hecho trascendetal que provocaría un marco político menos predecible, estable y efectivo". 

Para un análisis sobre las consecuencias de un eventual -en aquel momento- "no" es recomedable del artículo de la catedrática Araceli Mangas Martín publicado en febrero de 2016 titulado "Europa al rescate de Reino Unido" (El País, 16 de febrero de 2016); con el referéndum ya celebrado la profesora Mangas Martín publicó "Sorprendente caja de Pandora británica" (El Mundo, 30 de junio de 2016). Véase también la entrada en el blog Equilibrio Internacional de nuestro colega Santiago Pérez: "Gran Bretaña rompe el statu quo", 24 de junio de 2016.Las implicaciones inmediatas en materia de seguridad y defensa en Félix Artega: "La defensa y la seguridad de la UE tras el Brexit", Análisis del Real Instituto Elcano 51,2016, 30 de junio de 2016.

AVANCES HACIA EL DESPLIEGUE DE LOS SSBN CHINOS

En el ensayo “Los SSBN de la Marina del Ejército Popular de China” (Revista General de Marina, t. 267, diciembre de 2014, pp. 929-944) analizamos el estado actual de la fuerza de submarinos nucleares portadores de cohetes estratégicos de China (SSBN) y realizamos un análisis prospectivo del desarrollo de dicha fuerza en función de determinadas variables relacionadas con las capacidades tecnológicas, presupuestarias, industriales y de doctrina de empleo en función de las decisiones estratégicas que podría adoptar el Poder político nacional. Estas decisiones podrían ir desde el mantenimiento del statu quo en el primer escenario, denominado de bastión, hasta lograr la paridad estratégica con los Estados Unidos y Rusia en submarinos y cohetes lanzables desde submarinos (SLBM) en el escenario más ambicioso. Esta posición pasa por aumentar el número de SSBN de los actuales tres Tipo 094 a diez  –dos Tipo 094 y ocho Tipo 096 equipados con 196 SLBM-, así como desarrollar la infraestructura necesaria para dos escuadras en sendas Flotas, entrenar las tripulaciones precisas y disponer de las capacidades de mando y control para la transmisión de órdenes del centro de mando político-militar a los comandantes de los submarinos desplegados a larga distancia. De ahí nace también la prioridad del desarrollo de un sistema de posicionamiento global por satélite al menos a escala regional que pueda cubrir la mayor parte del océano Pacífico y el Índico –véase la entrada EL SISTEMA SATELITAL BEIDOU AVANZA HACIA LA COBERTURA GLOBAL de febrero de 2016-. El siguiente paso es comenzar a realizar y mantener patrullas de combate permanentes en ambos océanos asegurando al Poder político nacional la capacidad de asestar un ataque decisivo cuando estuviera en peligro la existencia misma del Estado. La doctrina oficial militar china que se enuncia en el Libro Blanco de la Defensa de 2013 dice que en tiempo de paz las armas nucleares no apuntan a ningún país”, es decir, no existen códigos de objetivos instalados en los sistemas de guías de los cohetes, las ojivas nucleares se encuentran almacenadas en instalaciones centralizadas y no están disponibles inmediatamente para las unidades operativas –en concreto, La Fuerza de Cohetes del Ejército Popular de Liberación creada en diciembre de 2015, que es la responsable de las armas nucleares- y el proceso de adopción de decisiones en materia nuclear es complejo y colegiado ya que la decisión de empleo corresponde al Comité Central del Politburó y a la Comisión Militar Central. Los avances más recientes de los Estados Unidos en armas hipersónicas y el anunciado despliegue del sistema móvil de defensa antimisiles THAAD (Terminal High Altitude Area Defense) en Corea del Sur –las bases de Daegu, provincia de Gyeongsang, y de Pyeongtaek, provincia de Gyeongii-, socavando la función disuasoria de los ICBM chinos, plantean la tentación de emprender un ataque preventivo contra la fuerza nuclear de un potencial adversario como ya se planteó con la Unión Soviética al inicio de la Guerra Fría y, posteriormente, con el programa nuclear militar chino en 1962 y en 1973, sin que avanzaran las conversaciones con los soviéticas en este sentido. Como consecuencia de la nueva vulnerabilidad de la Fuerza de Disuasión Nuclear se ha generando en los responsables políticos y militares chinos una profunda incertidumbre sobre cómo afrontar –y superar- un enfrentamiento con los Estados Unidos. Por ello, en la actualidad el Poder político chino se enfrenta a dos escenarios de conflicto fundamentales en los que se considera necesario disponer de un instrumento militar decisivo que le permita: a) disuadir de un ataque preventivo contra la fuerzas nucleares propias efectuado con armas hipersónicas, ya sea con cargas convencionales o nucleares; b) imponerse en una crisis internacional de carácter territorial frente a los Estados Unidos y la coalición de aliados regionales como la que se está gestando en el Mar Meridional, en el interior de lo que se denomina “la primera cadena de islas”, su propio hinterland marítimo, sin alcanzar la escalada bélica. Esto es así porque, como sabemos, la posesión de las armas nucleares disuade del enfrentamiento militar directo entre las grandes potencias, de ello que los responsables militares chinos necesiten imperiosamente disponer de una capacidad de respuesta –en el Libro Blanco de la Defensa de 2013 se enuncia como “disuasión estratégica y de contraataque estratégico”- que cause daños catastróficos a cualquier potencial adversario en caso de ataque con armas nucleares. Hasta ahora ningún SSBN chino ha salido más allá de las aguas territoriales ni ha llevado a cabo patrullas operacionales, ni tan siquiera han cargado los SLBM, y el Mando militar carece de la experiencia básica para manejar una flota de submarinos estratégicos. Esto significa que la posesión de una flota más o menos extensa de SSBN no garantiza por sí misma que China disponga de una fuerza de disuasión nuclear embarcada como componente creíble de una fuerza de represalia nuclear. Sin embargo, en fuentes especializadas occidentales se considera que China ya se encuentra en el punto de poder enviar a mares abiertos submarinos nucleares equipados con cohetes estratégicos -véase Kristensen y Norris: "Chinese nuclear forces, 2016", Bulletin of the Atomic Scientists núm. 4, 2016, pp. 205-211-, lo que supuestamente haría como respuesta a la decisión de Washington de desplegar sus sistemas de defensa antimisiles en Corea del Sur, aunque las motivaciones chinas son más profundas como hemos visto. El gran Kissinger dice en su libro más reciente que “las tensiones potenciales entre una potencia establecida y otra en ascenso no son nuevas. Es inevitable que la potencia en ascenso impacte en algunas esferas hasta entonces tratadas como prerrogativa exclusiva de la potencia establecida. Del mismo modo, la potencia en ascenso sospecha que su rival intentará aplastar su crecimiento antes de que sea demasiado tarde.” (Orden mundial. Penguin Random House. Barcelona, 2016, p. 232). Y trae a colación un estudio realizado en la Universidad de Harvard que muestra que de quince casos históricos en los que interactuaron una potencia en ascenso y una establecida, diez terminaron en guerra (citado en ibídem). Como hemos dicho en otro lugar, esto nos lleva a plantearnos las siguientes cuestiones: a) ¿aceptarán las dos grandes potencias nucleares del sistema internacional global la nueva situación de intrusión estratégica? b) ¿Buscarán en algún momento concertarse entre ellas para impedir, o al menos limitar, la capacidad de segunda respuesta de la fuerza nuclear china? c) ¿Se impondrá el principio de inevitabilidad del conflicto entre una potencia en ascenso y una potencia establecida?

ESTADOS UNIDOS AVANZA EN LA MILITARIZACIÓN DEL ESPACIO

En la entrada del mes de diciembre de 2015 titulada PARA SER EUROPEOS NO LO HACEMOS TAN MAL, sobre el despliegue de la constelación de satélites europea Galileo, introducíamos una reflexión sobre la relevancia del espacio en las guerras del siglo XXI recordando la máxima de Friedman de que las guerras del futuro se librarán en el espacio porque los adversarios buscarán destruir los sistemas espaciales que les permiten seleccionar objetivos y los satélites de navegación y comunicaciones deberán ser destruidos para inutilizar su capacidad bélica. En la entrada anterior del blog que lleva por título POLITICA ESPACIAL DE RUSIA Y MANTENIMIENTO DEL RÉGIMEN DE ESTABILIDAD GLOBAL planteamos cómo se llevará a cabo dicha destrucción. Sin duda, estamos ante una segunda carrera espacial, a la que se han sumado las potencias emergentes que están realizando fuertes inversiones en programas espaciales propios, y ante una inevitable militarización del espacio, porque hemos deducido el principio general de que si alguna potencia consigue poner armas en el espacio, también habrá armas de respuesta. Esto es así porque la disuasión y el control de armamentos están estrechamente vinculados a la cambiante tecnología armamentista. Ante el fracaso del régimen de estabilidad estratégica en materia espacial nos planteamos: ¿qué hacen los Estados Unidos al respecto? Porque sencillamente es el país que más satélites tiene en el espacio, su economía es la más dependiente de las tecnologías de la sociedad de la información y, por tanto, tienen más que perder. El Presidente Obama ha enviado en estos días al Congreso “un informe y un anexo clasificado sobre la política integrada para contener (la cursiva es nuestra) a los adversarios de los Estados Unidos en el espacio” de acuerdo con la cláusula 1613 de la Ley de Autorización de la Defensa Nacional que especifica que “el presidente debe iniciar un proceso interinstitucional para desarrollar la política de contención de los adversarios en el espacio”. Esto supone que seguimos con las políticas propias de la Guerra Fría. Estos adversarios son inequívocamente Rusia y China. De hecho, la Administración Obama se ha referido en diversas ocasiones a la “amenaza rusa en el espacio” y este ha sido uno de los temas prioritarios que se han sacado a la luz en los debates del presupuesto del Departamento de Defensa para 2017 con la finalidad de incrementar las partidas presupuestarias relacionadas con los programas espaciales desde el los cohetes SLS -probado con éxito el 28 de junio de 2016- hasta los aviones exoatmosféricos. Sin embargo, paradójicamente, los Estados Unidos siguen manteniendo la dependencia de los motores rusos RD-180 de Energomash, perteneciente a la agencia espacial Roscosmos, para propulsar los cohetes espaciales Atlas 5 que se emplean para situar en órbita los satélites militares de las Fuerzas Armadas y de la NRO, así como también del avión espacial no tripulado X-37. Y todo esto, dentro del desquiciante régimen de sanciones actualmente vigente contra Rusia por la implicación en el conflicto de Ucrania -véanse las recientes declaraciones del senador John McCain en esta materia-.

POLITICA ESPACIAL DE RUSIA Y MANTENIMIENTO DEL RÉGIMEN DE ESTABILIDAD GLOBAL

Como hemos venido siguiendo en el blog, todas las potencias, las grandes, y las que están en un escalón inferior, se esfuerzan por disponer de sus propios sistemas de posicionamiento global por satélite que les permiten la independencia estratégica. Las más grandes, los Estados Unidos y Rusia, para mantener permanentemente preparada y dispuesta la Fuerza de Disuasión Estratégica guiando a los bombarderos de largo alcance y a los submarinos nucleares portadores de cohetes (SSBN) hacia los objetivos donde deberán descargar sus cargas nucleares en caso de enfrentamiento decisivo entre ellas. Y también para las guerras convencionales que emprenden en cualquier parte del mundo y para las guerras que llevan a cabo las potencias inferiores contra Estados débiles, al canalizar las comunicaciones entre los centros de mando gubernamentales y las tropas desplegadas en el extranjero y, no menos importante, para aplicar la fuerza militar empleando misiles de crucero y bombas guiadas por satélite, en ese tipo de guerra donde la “precisión” evita bajas propias y los denostados “daños colaterales”. Pues bien, mientras Rusia realiza lanzamientos espaciales periódicos para mantener la plena operatividad del sistema de navegación espacial propio Glonass al mismo tiempo avanza en el desarrollo de sistemas para privar a posibles adversarios de esa capacidad. Así, el día 29 de mayo de 2016 un cohete Soyuz 2.1b despegó por cuenta de las Fuerzas de Cohetes Estratégicos desde el cosmódromo de Plesetsk en el norte de la Rusia europea para poner en órbita el satélite Glonass-M número 53, denominado Cosmos-2516 –el lanzamiento anterior tuvo lugar en febrero de este año-. El 4 de junio un cohete Rokot (conversión del ICBM UR-100NUTTH) de las Fuerzas Aeroespaciales (VKO)lanzado también desde Plesetsk se encargó de poner en órbita el satélite geodésico Geo-IK-2 de interés para el Ministerio de Defensa con la denominación Cosmos-2517. Pero, según han informado diversas fuentes especializadas, cuatro días antes, el 25 de mayo, desde el mismo centro de lanzamiento de Plesetsk se realizó una nueva prueba del sistema antimisiles A-235 Nudol. Se trata de la cuarta prueba de este sistema de misiles con capacidades antisatélites y la segunda de la que se tiene información de que ha sido exitosa. Pero Rusia no hace más que seguir los pasos de los Estados Unidos en esta materia –hay que recordar el derribo en 2008 del satélite de reconocimiento fuera de servicio USA-193 por un misil SM-3 Standard propio-, a la que también se han sumado los chinos, como no. El problema tiene su origen en la ruptura de los Acuerdos de Moscú de 1972 por parte de la Administración Bush anterior, política miope que se ha mantenido por la actual, ya que los Estados Unidos han rechazado la idea de lograr un tratado internacional que prohíba el despliegue y presencia de cualquier arma en el espacio. Es más, ensayan y trabajan con sistemas robóticos espaciales como el avión espacial no tripulado X-37 que actualmente realiza su cuarta misión espacial de larga duración –el pasado 20 de mayo se cumplió un año del despegue desde Cabo Cañaveral de la misión OTV-4-. Estos sistemas siguen, monitorizan y disponen de la capacidad de inutilizar cualquier satélite que se encuentre en órbita, consiguiendo anular de esta manera las capacidades de mando y control y los sistemas de guía de armas estratégicas, misiles de crucero y bombas de guía por satélite del adversario, dejando a las potencias inferiores inermes para enfrentar cualquier conflicto bélico. Entonces, ¿de qué nos extrañamos de los avances rusos o chinos en materia antisatélites? Si no funciona el régimen de estabilidad estratégica solo queda la carrera de armamentos entre las grandes potencias. Esto es consecuencia de que las partes enfrentadas, a diferencia del estatuto global de 1945, no han sabido llegar a un absolutamente necesario régimen implícito, transformado en explícito para ciertas materias con los Acuerdos de Moscú de 1972, y que fue roto unilateralmente por la segunda Administración de los Bush. El régimen implícito entre las grandes potencias, el que estructura y equilibra el mantenimiento del sistema, sirvió a la paz mundial desde 1947 a 1991, y podría y debería seguir si: a) los Estados Unidos se dan cuenta de que han de coexistir con otras grandes potencias, singularmente Rusia y China. El autoconvencimiento de que la caída del Telón de Acero fue el final de Rusia ha sido un error de gigantescas proporciones; b) el régimen implica una serie de normas no escritas que las partes han de adaptar en sus relaciones mutuas cuyo fin último es el mantenimiento del sistema global; y c) todas las partes, las grandes potencias, tienen una serie de intereses comunes que han de preservar, el primero es el de su propia existencia como Estados, y el segundo, el control de sus áreas de influencia. Esto es prácticamente indiscutible por nadie porque la paz del mundo depende de ello.