El 30 de septiembre de 2022 el presidente Vladimir Putin pronunció un discurso en el acto de firma de los tratados de anexión de los territorios de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia a la Federación de Rusia en el palacio del Kremlin de Moscú. Obviamente el discurso de Putin estaba dirigido a justificar la incorporación de territorios ucranianos a Rusia, tanto desde un punto de vista histórico como desde la legitimidad de dicha medida, que no tiene justificación desde el Derecho Internacional. Pero, ni las declaraciones de los países occidentales, ni de la ONU ni de Ucrania iban a cambiar las decisiones de Moscú sobre esta anexión. Las miles de bajas rusas en Ucrania han provocado un profundo rencor en las élites dirigentes moscovitas y, por ese sentido del victimismo tan acendrado en la memoria histórica rusa, la identificación del culpable también es obvia. Después de dar la bienvenida a los nuevos sujetos territoriales de la Federación, como los define la Constitución rusa, y de ofrecer a las autoridades de Kiev la posibilidad de poner fin a la guerra de forma negociada sobre la base de que los ciudadanos de esos territorios y de Crimea “serán ciudadanos rusos para siempre”, Putin dedicó la mayor parte de su intervención a acusar a Occidente de crímenes presentes, pasados (incluidas referencias a la esclavitud, el colonialismo y el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki) y futuros, ante la perspectiva de un mundo hegemónico basado en reglas que son inaceptables para Rusia, pero también para otros países. Putin se explayó hasta el detalle en el ataque a la ideología que, según su interpretación, está detrás de los esfuerzos de dominación hegemónica de Occidente, liderado por los Estados Unidos y la OTAN. Se trata de un discurso movido por el rencor, por el victimismo, por una visión del mundo conservadora y anclada a los valores ruso tradicionales, que según Putin tienen su fundamento en la tradición cristiana ortodoxa, el islam y el judaísmo, en un guiño a las comunidades religiosas más importantes del país, pero, al mismo tiempo, un ataque en toda regla a la ideología sin religión que, según su propia visión, sostiene la expansión sin límites de Occidente en el mundo. Putin dejo claro que esto es inaceptable para Rusia, que está preparada para enfrentarla y que, a partir de ahora, su misión será unir a todos los rusos bajo la égida de una nueva Rusia, que reparará los errores históricos provocados por la desintegración de la Unión Soviética y unos dirigentes débiles que confiaron en las promesas de un Occidente que solo buscaba la destrucción de Rusia y la desmembración del país para hacerse poco a poco con las partes, en su afán de depredación ilimitado. De este modo, Putin dejó la puerta abierta para recuperar todos los territorios rusos que quedaron abandonados en ese período. Es decir, como no hay posibilidad de alcanzar ningún acuerdo (de zonas de influencia) con Occidente, Rusia seguirá su propia política de hechos consumados destinada a incorporar Nikoleiv y Odesa en Ucrania, Abjasia y Osetia del Sur en Georgia, Transnistria en Moldavia y, no se pueden excluir otros territorios cercanos a las fronteras rusas habitados por rusos. El sistema de seguridad europeo se ha degradado a tal extremo que los dirigentes rusos han comprendido que solo pueden alcanzar sus objetivos nacionales con el uso de su propio poder y por la fuerza y, han amenazado, con el empleo de todos los medios disponibles, como hemos tratado en la entrada anterior. Mientras Putin y los suyos celebraran una gran fiesta con música y discursos en la Plaza Roja, en Europa occidental se helaban los corazones recordando épocas pasadas de guerra y enfrentamientos con el resultado de millones de muertos, la destrucción de territorios extensísimos y genocidios de pueblos. Por tanto, el rechazo ruso a Occidente retrotrae a los tiempos del inicio de la Guerra Fría, cuando se produjo una separación profunda entre la Unión Soviética y Occidente basada en la lucha por el poder de ambos bloques, supone la pérdida de décadas de esfuerzo en la democratización e integración de la Rusia postsoviética en Occidente y es una pérdida de proporciones catastróficas para Europa. Se abre un escenario extremadamente complejo, que debe ser estudiado y analizado, pero en el que es absolutamente perentorio crear reglas para la coexistencia porque, su ausencia significa, simplemente, desconfianza, crisis, violencia y la guerra.
El discurso completo de Putin está disponible Euronews.