George Friedman ya
adelantó en 2010 que este siglo sería el siglo de la militarización del espacio
y que la próxima guerra global se iniciaría, precisamente, en el espacio y siguiendo
la lógica de sus tesis podemos formular la siguiente regla: quien domine el espacio ganará la guerra global. Pues bien, la
Administración Trump ha estado dando los pasos necesarios para avanzar en el
control del espectro espacial. Como ya indicamos
en el blog en agosto de este año, el presidente Trump anunció el 18
de junio de 2018 la intención de crear unas Fuerzas Espaciales con el mismo
rango que las otras ramas de las Fuerzas Armadas y, por consiguiente, con el
mismo estatuto que la Fuerza Aérea, que es la que mantiene hasta ahora el
control de las actividades espaciales militares de los Estados Unidos. De este
modo, el presidente firmó el 18 de diciembre de 2018 una orden ejecutiva en la
que instruye al Departamento de Defensa para que organice una fuerza militar
dedicada a las operaciones en el espacio denominado Mando Espacial de los Estados Unidos como mando de combate unificado.
Aunque cuenta con la oposición de importantes sectores de las Fuerzas Armadas
tradicionales, representados por grupos organizados de senadores y
representantes en el Congreso, el objetivo definido por el presidente es lograr
la creación de unas auténticas Fuerzas Espaciales independientes en 2020, por
lo que la orden ejecutiva aprobada ahora es una medida transitoria hacia ese
objetivo definitivo que ya adelantó en marzo de 2018. Estados Unidos quiere
reunir en una sola Fuerza el conjunto de las capacidades de lanzamiento,
control y empleo de los satélites espaciales militares de todo tipo, desde los
de comunicaciones, de posicionamiento global, de reconocimiento e inteligencia
hasta los de seguimiento de objetos espaciales y misiles balísticos. Solo de
este modo considera la Administración Trump que pueden seguir manteniendo la
primacía en el espacio y estar preparados
para afrontar las amenazas futuras que se presentarán en ese espectro del campo
de batalla y, llegado en caso, ganar
la guerra espacial. Como dijo el presidente del Estado Mayor Conjunto,
general Joseph Dunford, el pasado mes de abril los sistemas espaciales propios
carecen de la resistencia necesaria en caso de ataque y son vulnerables a las
nuevas capacidades con las que cuentan otros países, y enfatizó: “se dice que
no hay guerras en el espacio, pero existen guerras que implican a nuestros
sistemas”, de ahí la necesidad de protegerlos y hacerlos invulnerables. Estas
iniciativas han sido contestadas por Rusia que afirma que una confrontación en
el espacio podría ser tan peligrosa como la carrera armamentista desencadenada
por los Estados Unidos a mediados del siglo pasado y les acusa de bloquear
sistemáticamente todas las propuestas encaminadas a mantener el espacio
exterior libre de armamentos, pero el anuncio del despliegue operativo en 2019 de sistemas de guerra electrónica como el Tirada-2S con capacidad para interferir
los sistemas satelitales en el espacio, desarrollado desde 2001 por el 46º Instituto Central de Investigación, no hace más que aumentar la sensación de
inseguridad de Washington a una eventual pérdida de sistemas espaciales vitales.
Esto significa que ya se ha producido la
militarización del espacio y previsiblemente en los próximos años
asistiremos a una auténtica carrera por el espacio, pero esta vez no de
carácter civil y solo parcialmente militar como ocurrió entre soviéticos y
americanos durante la Guerra Fría en el siglo XX, sino una auténtica carrera
militar espacial en la que intervendrán múltiples actores que buscarán la
manera de asegurar sus propios sistemas espaciales y, al mismo tiempo,
inutilizar o destruir los satélites adversarios, porque sin estos no hay
reconocimiento, ni inteligencia ni capacidad de batir objetivos en tierra o en el
mar con armas guiadas de precisión, pues como hemos explicado muy recientemente
ese es el objetivo de sistemas como el Programa
Galileo europeo o el Beidou
chino. Por tanto, como dice el maestro de ceremonias en la pista del
circo: “señores, siéntense y vean”.
Estimado Luis, compartiendo lo que se señala en tu análisis, en términos que esta dimensión espacial no tendrá "techo", también debemos considerar que no es primera vez que se militariza un escenario como este, ya que la industria espacial tuvo un componente militar en sus inicios y para qué decir durante la Guerra Fría del SXX, como bien señalas; al igual que en otros ámbitos. ¿Qué ha cambiado para que se le otorgue una característica? El juego del Poder Estatal, tan viejo como el hilo negro. Felicitaciones y slds. desde Santiago.
ResponderEliminarQuerido Luis:
ResponderEliminaren principio estamos todos de acuerdo: quien domina el espacio domina el mundo. Es cierto que controlando los sistemas simples o complejos de satélites, se controla la tierra y las comunidades humanas que habitan en ella. Las redes de comunicación, los sistemas eléctricos, de suministro de aguas, gas, transportes, en suma, el movimiento técnico terrestre y marino se guía por las redes satelitales. Se paralizaría la vida, reinaría el caos y solo podría controlar ese caos el que posea subsistemas de control fuera del alcance de los sistemas madre: ese sería el ganador del caos. La combinación de los dos controles: el producido por las reacciones termoeléctricas y el pulso electromagnético de las explosiones nucleares, más el control de las redes madres de los satélites, acabarían con todo lo que conocemos por vida en la tierra, pero solo la unión o fusión de las dos cosas: la nuclear y la espacial. Por eso, aun reconociendo las tesis de Friedman, pienso que solo la combinación de las dos armas, nuclear y espacial, seria la DMA. Nunca olvido, ni un segundo, el ggantesco potencial del arma nuclear, quizás porque he vivido su gran época de creación, desarrollo y amenaza latente. Si a eso le añado la hipotética guerra espacial no habrá donde esconderse. EAL
Muy buen articulo...si señor.����������������
ResponderEliminar