Web dedicada a temas de Derecho Internacional, Relaciones Internacionales y Ciencia Política en forma de artículos y comentarios desde la comunidad de la Universidad de La Laguna (Tenerife, España). «Contemplando el centro de la Historia»
¿DÓNDE ESTÁ EUROPA?
El proyecto de construcción de una Unión Europea era el sueño de muchos demócratas al final de la Segunda Guerra Mundial. Después de los intentos de levantar una Europa alemana por la fuerza de las armas y la violencia –La Europa de Hitler de Arnold Toynbee–, los dirigentes de la posguerra mundial quisieron unirse en un proyecto democrático, que superara los enfrentamientos seculares de siglos entre las naciones europeas y permitiera crear un espacio de desarrollo, paz y seguridad para los supervivientes de la hecatombe bélica. A estos pensadores, llenos de la mejor voluntad los hemos denominado “los Padre Fundadores” de las Comunidades Europeas –Schuman, Adenauer y otros–, después Unión Europea, y más recientemente Unión Política Europea. En ese momento se dieron varios fenómenos conjuntamente: un continente destrozado por una guerra brutal, el deseo de no repetir la experiencia del período de entreguerras que permitió el surgimiento de dos ideologías que se demostraron devastadoras para la democracia –el comunismo y el nacional-socialismo– y unos dirigentes políticos concienciados de que no se podían seguir repitiendo los errores del pasado. No faltaban los enemigos –la Unión Soviética–, pero tampoco los aliados –los Estados Unidos, que se convirtieron en el protector militar de la integración europea durante más de cincuenta años–. La voluntad de paz y de concordia echó a andar el proyecto comunitario y, cada vez, más países se sumaron lealmente a esa unión para crear lazos económicos, sociales, financieros, incluso políticos, que permitieran la expansión de una nueva etapa de paz y prosperidad. Aunque desde el época del franquismo España solicitó el ingreso en las Comunidades Europeas –lo que siempre fue rechazado por Bruselas–, la integración europea era concebido como un proyecto eminentemente democrático y todas las partes implicadas en la transición a la democracia, incluso antes de la muerte de Franco, compartían la idea de que una España democrática solo podía darse en el seno de la comunidad de naciones europeas, que compartían unos mismos valores políticos, un mismo código libertades públicas y derechos fundamentales y un mismo futuro de paz y democracia. De este modo, el desarrollo de España estaba inextricablemente unido a Europa. Por eso, la España democrática apostó desde el primer día por la unión a Europa y, a pesar de las pesadas cargas económicas, comerciales, industriales y financieras que nos impusieron en los tratados de adhesión, el país, con sus sucesivos gobiernos al frente, aceptó la bondad del proyecto europeo. De hecho, la unión europea había sido el sueño del emperador Carlos V –nuestro Carlos I–, rey flamenco de España que se convirtió en paladín de la unión de Europa hace ya cinco siglos. Y España ha sido el país más europeísta, el que ha apostado más por la integración europea, por la unión financiera y por la unión política, que nunca ha dejado de lado al directorio europeo –Francia y Alemania– cuando se trata de avanzar, lo que se puede contrastar especialmente tras la crisis financiera de 2010, que convirtió de facto a la Eurozona en una Unión Política bajo el liderazgo franco-alemán. Y esto ha sido así hasta el mes de marzo de 2020. La crisis sin precedentes provocada por la expansión de la pandemia mundial del COVID19 ha puesto de manifiesto lo que significa la solidaridad europea. Cuando los primeros Estados miembros decidieron bloquear los vuelos comerciales y cerrar las fronteras, la Comisión se opuso porque eso significaba violar los principios del Acuerdo de Schengen de libre circulación de ciudadanos en la Unión Europea y países asociados, pero los Estados tenían derecho a hacerlo basado en criterios de salud pública. Cuando esta medida se generalizó, desde Bruselas siguieron insistiendo en las complicaciones que esto generaba para los intercambios comerciales intraeuropeos. Cuando los países más azotados por la epidemia, Italia y España, solicitaron ayuda sanitaria, esta simplemente no ha llegado –solo Praga y Ankara han enviado equipos y material de protección a España–. Cuando se planteó la necesidad de prestar apoyo financiero a los Estados miembros para afrontar la crisis económica que azotará a los países sometidos a medidas extremadamente restrictivas para la actividad económica, la Comisión Europea de nuevo se mostró cicatera intelectual y financieramente, inconsciente del desastre económico que se avecina. Algunos “socios” europeos –¿lo son realmente?– despreciaron a Italia y España, que están pasando por tragedias nacionales no vistas desde la Segunda Guerra Mundial y desde la Guerra Civil respectivamente. En particular el gobierno holandés se ha mostrado despreciable en términos políticos, éticos y morales con sus declaraciones exigiendo responsabilidades a los gobiernos de estos países por la gestión de la pandemia. Incluso se ha dado la vileza de confiscaciones de material y equipo sanitario entre socios y aliados. Mientras tanto, la Comisión Europea sigue ausente, pérdida en sus diatribas “bruselenses”, que no aportan nada al bienestar de los ciudadanos europeos, confirmando nuestras tesis acerca de los Estados europeos como testigos silenciosos, que hemos sostenido en otros ensayos. En una nueva crisis sin precedentes, ya no hay líderes europeos con capacidad para afrontar la situación con decisiones morales, parece que ya no hay un esquema de valores compartido por todos sino una superioridad moral de unos contra otros, por otra parte totalmente injustificada y absolutamente rechazable. Entonces, nos planteamos la siguiente cuestión: ¿existe un proyecto común europeo? O nos dejarán a nuestra suerte, como hicieron con los países de Europa oriental cuando los abandonaron en manos de la Unión Soviética de Stalin al final de la Segunda Guerra Mundial. Es conveniente recordar a los que abogan por un nuevo Plan Marshall para Europa, que éste ni fue europeo ni benefició a todos los europeos, ya que muchos países quedaron fuera de la ayuda americana destinada al crecimiento económico, entre ellos España. Como ya he dicho en una entrada anterior –UN MUNDO RESTAURADO– la democracia vuelve a estar en peligro. Esperemos que la mezquindad y los odios pasados, que creíamos superados, no permitan que unos Estados europeos sucumban mientras otros tratan de salvarse como sea.
Muy bueno el artículo. Lo que se ha visto es que no ha habido unión de ningún tipo. Creo que cuando esto pase tendrá que haber un gran debate sobre la UE.
ResponderEliminarMe encanta. Es la pura realidad y la forma de escribirlo es muy clara.
ResponderEliminarVeremos qué sucede.
ResponderEliminarAmigo, a colación de este artículo, desde mi humilde opinión, creo que España debería abandonar la UE si es que ésta no desaparece de una vez por todas.
ResponderEliminar¿Y la OTAN?
ResponderEliminarMuy bueno el artículo.
ResponderEliminarEso me llevo preguntando días...
ResponderEliminarEsta es la Europa de norte contra la del sur.
ResponderEliminarMuy interesante. Gracias.
ResponderEliminarMuy bien todo,pero especialmente darle a Holanda lo suyo, aunque no es la única, también es verdad.
ResponderEliminarLos conflictos internos en cada país van a más y (se está viendo en Europa) las relaciones entre estados carecen de la mirada de los estadistas que ven a largo plazo.
ResponderEliminarMi opinión con respecto al tema económico es un poco diferente.
ResponderEliminarEstoy completamente de acuerdo con lo de que Europa ha demostrado una total falta de visión, de control y de apoyo en toda esta crisis... es evidente que las acciones adoptadas por los países de la UE han sido tomadas por los respectivos gobiernos y no por esa "unión" que supuestamente deberíamos ser.
Pero el tema de la deuda yo lo veo de forma diferente.
Pienso, en cuanto al Plan Marshall, que como fue una iniciativa para países involucrados y perjudicados en el conflicto pues los países "neutrales" se quedaron fuera de este. Lógico que España no entrara en dicho plan, puesto que nuestro país no estaba agotado por la SGM, sino por la suya propia. No quita que también le afectara, claro, al mundo entero.
ResponderEliminarBuenos días Luis. Yo me pregunto ¿por qué un país que ha actuado como una hormiga, y ha sido austero en la gestión de sus presupuestos, tiene que ayudar a salvar a países que incluso en épocas de bonanza han acumulado déficits y han actuado como cigarras (el déficit de hoy es la deuda de mañana)?. ¿Por qué hay que mantener un aparato del Estado enorme y luego pedir a otros que nos vengan a ayudar? Cuando se produce el odiado "austericidio" es consecuencia de los manirrotos que han hecho la gestión previa. Una vez le dijo un cura a una señora que fue a poner una vela para que su hija aprobara un examen: "si quiere que Dios le ayude, que se ayude primero a sí mismo. Si no estudia, difícilmente va a bastar con la velita". Lo que nos queda es madurar, y exigir que el disparate de gasto público (mejor dicho, el malgasto) se gestione de una forma más eficiente. Poca ayuda podemos pedir cuando, en lugar de llevar el dinero a Sanidad, le regalamos 15 millones a las televisiones privadas (para preparar el aparato de propaganda para lo que se avecina). O cuando, por ejemplo, bajamos el IVA cultural ... los demás no importan, parece. Yo alabo lo que ha hecho Holanda. Ayudas, sí (a un precio). Mutualizar la deuda, ¿por qué? ¿por qué he de pagar yo los desperfectos que hace mi vecino en el mobiliario urbano? Solidarios sí, tontos no. Jaime Blanco.
ResponderEliminarMuchas gracias por la entrada, cuídate.
ResponderEliminarBuenísimo.
ResponderEliminarEl primer ministro de Portugal pregunta a Holanda si "quiere quedarse fuera" de la UE: https://www.elespanol.com/mundo/20200411/primer-ministro-portugal-pregunta-holanda-quedarse-ue/481701977_0.html
ResponderEliminarSaludos.
Interesante artículo. Pero la solidaridad y el compañerismo me parece que empiezan por la responsanilidad.
ResponderEliminar"El orgullo del schwarze null: Alemania reivindica su disciplina y rigor fiscal", en: https://www.eleconomista.es/economia/noticias/10481328/04/20/El-orgullo-del-schwarze-null-Alemania-reivindica-su-disciplina-y-rigor-fiscal.html
ResponderEliminarCom um programa nacional de ayudas de 550.000 millones de euros, "ni si quiera la movilización de toda la Unión Europea alcanza los números germanos."
El ministro de Finanzas, el socialista Olaf Scholz ha dicho que todas las empresas del país tendrán toda la ayuda que necesiten.
Para una larga reflexión.
Saludos.
Buen artículo. Y no puedo estar más de acuerdo.
EliminarMuy interesante. Saludos.
EliminarNada más leer el título se me ponen los pelos de punta.
EliminarMuy interesante.
ResponderEliminarMerece una lectura y sacar consecuencias del comportamiento de los diferentes países y no se puede gastar lo que no se tiene es actuar con rigor.
ResponderEliminarUn abrazo.