Como hemos venido siguiendo en el blog, todas las
potencias, las grandes, y las que están en un escalón inferior, se esfuerzan
por disponer de sus propios sistemas de posicionamiento global por satélite que
les permiten la independencia estratégica. Las más grandes, los Estados Unidos
y Rusia, para mantener permanentemente preparada y dispuesta la Fuerza de Disuasión
Estratégica guiando a los bombarderos de largo alcance y a los submarinos
nucleares portadores de cohetes (SSBN) hacia los objetivos donde deberán
descargar sus cargas nucleares en caso de enfrentamiento decisivo entre ellas.
Y también para las guerras convencionales que emprenden en cualquier parte del
mundo y para las guerras que llevan a cabo las potencias inferiores contra
Estados débiles, al canalizar las comunicaciones entre los centros de mando
gubernamentales y las tropas desplegadas en el extranjero y, no menos
importante, para aplicar la fuerza militar empleando misiles de crucero y
bombas guiadas por satélite, en ese tipo de guerra donde la “precisión” evita
bajas propias y los denostados “daños colaterales”. Pues bien, mientras Rusia
realiza lanzamientos espaciales periódicos para mantener la plena operatividad
del sistema de navegación espacial propio Glonass al mismo tiempo avanza en el
desarrollo de sistemas para privar a posibles adversarios de esa capacidad.
Así, el día 29 de mayo de 2016 un cohete Soyuz 2.1b despegó por cuenta de las
Fuerzas de Cohetes Estratégicos desde el cosmódromo de Plesetsk en el norte de
la Rusia europea para poner en órbita el satélite Glonass-M número 53, denominado
Cosmos-2516 –el lanzamiento anterior tuvo lugar en febrero de este año-. El 4 de junio un cohete Rokot (conversión del ICBM UR-100NUTTH) de las Fuerzas Aeroespaciales (VKO)lanzado también desde Plesetsk se encargó de poner en órbita el satélite geodésico Geo-IK-2 de interés para el Ministerio de Defensa con la denominación Cosmos-2517. Pero,
según han informado diversas fuentes especializadas, cuatro días antes, el 25
de mayo, desde el mismo centro de lanzamiento de Plesetsk se realizó una nueva
prueba del sistema antimisiles A-235 Nudol. Se trata de la cuarta
prueba de este sistema de misiles con capacidades antisatélites y la segunda de
la que se tiene información de que ha sido exitosa. Pero Rusia no hace más que
seguir los pasos de los Estados Unidos en esta materia –hay que recordar el
derribo en 2008 del satélite de reconocimiento fuera de servicio USA-193 por un
misil SM-3 Standard propio-, a la que también se han sumado los chinos, como
no. El problema tiene su origen en la ruptura de los Acuerdos de Moscú de 1972
por parte de la Administración Bush anterior, política miope que se ha
mantenido por la actual, ya que los Estados Unidos han rechazado la idea de
lograr un tratado internacional que prohíba el despliegue y presencia de cualquier
arma en el espacio. Es más, ensayan y trabajan con sistemas robóticos
espaciales como el avión espacial no tripulado X-37 que actualmente realiza su
cuarta misión espacial de larga duración –el pasado 20 de mayo se cumplió un
año del despegue desde Cabo Cañaveral de la misión OTV-4-. Estos sistemas
siguen, monitorizan y disponen de la capacidad de inutilizar cualquier satélite
que se encuentre en órbita, consiguiendo anular de esta manera las capacidades
de mando y control y los sistemas de guía de armas estratégicas, misiles de
crucero y bombas de guía por satélite del adversario, dejando a las potencias
inferiores inermes para enfrentar cualquier conflicto bélico. Entonces, ¿de qué
nos extrañamos de los avances rusos o chinos en materia antisatélites? Si no
funciona el régimen de estabilidad estratégica solo queda la carrera de
armamentos entre las grandes potencias. Esto es consecuencia de que las partes
enfrentadas, a diferencia del estatuto global de 1945, no han sabido llegar a
un absolutamente necesario régimen implícito, transformado en explícito para
ciertas materias con los Acuerdos de Moscú de 1972, y que fue roto
unilateralmente por la segunda Administración de los Bush. El régimen implícito
entre las grandes potencias, el que estructura y equilibra el mantenimiento del
sistema, sirvió a la paz mundial desde 1947 a 1991, y podría y debería seguir
si: a) los Estados Unidos se dan cuenta de que han de coexistir con otras
grandes potencias, singularmente Rusia y China. El autoconvencimiento de que la
caída del Telón de Acero fue el final de Rusia ha sido un error de gigantescas
proporciones; b) el régimen implica una serie de normas no escritas que las
partes han de adaptar en sus relaciones mutuas cuyo fin último es el
mantenimiento del sistema global; y c) todas las partes, las grandes potencias,
tienen una serie de intereses comunes que han de preservar, el primero es el de
su propia existencia como Estados, y el segundo, el control de sus áreas de
influencia. Esto es prácticamente indiscutible por nadie porque la paz del
mundo depende de ello.
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