El 12 de julio de 2024 la delegación china en la Conferencia de Desarme en Ginebra presentó oficialmente un proyecto de Tratado sobre No Primer Uso (NFU en inglés) de Armas Nucleares para su examen durante el período de sesiones del Comité Preparatorio de la Conferencia de Examen del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), que se celebrará en Ginebra del 22 de julio al 2 de agosto de 2024. En el mismo, el gobierno chino propone que las cinco potencias nucleares legales (la propia China, Rusia, los Estados Unidos, Francia y Reino Unido) negocien y celebren un tratado que establezca la política de no primer uso en sus respectivas doctrinas nucleares o, en su defecto, que asuman obligaciones equivalentes mediante declaraciones unilaterales de valor jurídico (conforme a la doctrina de los actos jurídicos unilaterales en Derecho Internacional). La propuesta plantea varias cuestiones fundamentales. La primera es reafirmar la declaración común (formulada el 3 de enero de 2022) de que una guerra nuclear tendría consecuencias devastadoras para toda la Humanidad y, por tanto, no debería librarse -véase la entrada DECLARACIÓN CONJUNTA DE LAS CINCO POTENCIAS NUCLEARES SOBRE LA PREVENCIÓN DE LA GUERRA NUCLEAR Y LA CARRERA DE ARMAMENTOS, de enero de 2022-. Con esta medida, las autoridades chinas apelan a la responsabilidad fundamental que tienen los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (que son, además, las cinco potencias nucleares legales) en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional. La segunda es la adopción de un compromiso general de adoptar políticas de no primer uso (declaración que forma parte de la vigente política de empleo de armas nucleares china) -como planteamos también en la entrada recién citada-. De llegar a formalizarse como un tratado internacional, tendría vigencia ilimitada y no se admitirían reservas a dicho compromiso. En tercer lugar, las autoridades chinas consideran que la eventual adopción de un tratado de este tipo crearía las condiciones de confianza necesarias para poder realizar avances significativos en materia de control de armamentos y desarme -cuestiones que no son idénticas, como reflexionaba recientemente Jasmine Owens en un polémico pero interesante artículo publicado en el Boletín de los Científicos Atómicos-. Y cuarto, alcanzados los objetivos anteriores, negociarían un segundo tratado que tendría como finalidad establecer una prohibición general de empleo de armas nucleares contra países no poseedores o en zonas libres de armas nucleares (ambas cuestiones también forman parte de la política de empleo de armas nucleares china). Sin embargo, esta iniciativa no es nueva ni tampoco sorpresiva. No es nueva porque ya en enero de 1994 el gobierno chino presentó un proyecto similar a las otras potencias nucleares del TNP, pero, a pesar del período de distención que estaba viviendo el sistema internacional, no fue considerado favorablemente debido a la oposición de los Estados Unidos y otros países de la OTAN dependientes de la disuasión nuclear estadounidense. Bien es verdad que, hace tres décadas, la China comunista carecía de las capacidades de poder e influencia exterior que disfruta hoy (esto es un aspecto no menor y para nada desdeñable para entender su posición actual). No obstante, en septiembre de 1994 los gobiernos ruso y chino adoptaron una importantísima declaración a nivel de jefes de Estado sobre no primer uso entre sí, que fue complementada con un compromiso político de no apuntar armas nucleares directamente el uno contra el otro (aunque técnicamente esto puede ser modificado rápidamente en caso necesario, especialmente en el lado ruso, que cuenta con miles de ojivas nucleares y con un robusto sistema de mando y control nuclear). Tampoco es sorpresivo porque ya en febrero de 2024 el jefe del departamento de Control de Armas del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Sun Xiaobo, anunció planes para presentar una iniciativa de esas características durante una próxima reunión de la Conferencia de Desarme. Estas acciones forman parte de la preparación de la presidencia de turno del grupo de Cinco Estados Nucleares del TNP en 2025 y de la próxima conferencia de examen del TNP, que debería celebrarse en Nueva York en 2026. De este modo, la propuesta de un tratado de no primer uso de armas nucleares entre grandes potencias forma parte de la estrategia general liderada por el presidente Xi Jinping de desempeñar un papel cada vez más protagonista en los asuntos mundiales. Además, se produce en un tiempo histórico significativo, donde las armas nucleares han vuelto a tomar una posición central en las relaciones entre las grandes potencias, esencialmente entre Rusia y los Estados Unidos (quienes poseen el 90% del total del arsenal nuclear mundial) en el contexto de la guerra en Ucrania, como hemos ido examinando en el blog paso a paso -véase la entrada más reciente sobre el tema titulada AMENAZAS DE EMPLEO Y PRUEBAS DE MISILES CON CAPACIDAD NUCLEAR EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA EN UCRANIA, de junio de 2024-. Por el lado ruso, el 12 de marzo de 2024 el viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergey Ryabkov, adelantó que su gobierno estudiaría la propuesta china como parte de las iniciativas para tratar de restablecer el sentido común (la cordura) frente a los intentos de escalada de Occidente que no tienen en cuenta los riesgos de un choque armado directo entre potencias nucleares (lo que es propio del lenguaje de extorsión nuclear del Kremlin desde el inicio de la guerra en Ucrania). Precisamente, en ese contexto de escalada, el 11 de junio de 2024 el mismo Ryabkov afirmó que los desafíos que plantea la OTAN podrían llevar a una revisión de la doctrina rusa de empleo de armas nucleares. Nueve días después (20 de junio de 2024) el presidente Vladimir Putin declaró durante su visita oficial a Vietnam que una modificación de la doctrina de empleo de armas nucleares rusa sería una respuesta a cambios en las estrategias nucleares de Occidente (había dicho lo contrario en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo dos semanas antes). Esto supone que una eventual modificación de la Doctrina rusa de empleo de armas nucleares de 2 de junio de 2020 -véase la entrada LA ACTUALIZACIÓN DE LA POLÍTICA DE EMPLEO DE ARMAS NUCLEARES DE RUSIA, UNA APUESTA POR EL RÉGIMEN DE ESTABILIDAD ESTRATÉGICA, de junio de 2020- no iría en el sentido de la propuesta presentada por el gobierno chino, sino todo lo contrario: hacia una reducción del umbral de empleo en caso de conflicto. Pero, como hemos dicho en varias ocasiones, la guerra en Ucrania será larga, el Bloque Occidental y Rusia perseverarán en sus posiciones y, por tanto, el riesgo de escalada aumentará -véase la publicación más reciente en CAPACIDADES MILITARES RUSAS Y ECONOMÍA DE GUERRA EN EL CONFLICTO EN UCRANIA, de julio de 2024-. Eso no obsta para que el gobierno ruso pueda realizar algún tipo de declaración política testimonial de apoyo a la iniciativa china, pero sin contraer ningún compromiso formal, porque ambas partes son conscientes de que tienen intereses comunes, pero no siempre son coincidentes y la asunción de estas premisas da una enorme flexibilidad a sus políticas exteriores en relación a terceros (probablemente esto es lo que es la autonomía e independencia estratégica, no otras declaraciones más cercanas que solo indican una posición de subordinación respecto a un hegemón). Pero, no solo estamos ante un conflicto por delegación entre Rusia y los Estados Unidos, sino que también están implicados los países miembros de la OTAN, de la Unión Europea y de otras alianzas de poder americanas, la mayoría no de buen grado sino por la necesidad de mantenerse y otros simplemente para poder sobrevivir. Esta realidad estratégica determina una oposición decidida tanto de los Estados Unidos, que ve a China como su único rival por la hegemonía, como de un conjunto de países europeos y extraeuropeos, que necesitan imperiosamente la protección militar americana, incluida la disuasión nuclear para garantizar su seguridad y también su estado de pasividad (el mejor ejemplo, pero no el único, es el caso de Alemania). Por eso, son compelidos a secundar políticas que no sirven a sus propios intereses nacionales, sino a los de la gran potencia. Los planes anunciados por algunos funcionarios de introducir cambios en la política nuclear americana tendrán que esperar en sus carpetas hasta la llegada de un nuevo presidente, pero sea el que sea, poco cambiará respecto a la estrategia contra una China decididamente competitiva. En este contexto, el 17 de julio de 2024 el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Lin Jian, anunció la suspensión de las conversaciones con los Estados Unidos sobre control de armas y no proliferación como respuesta a su injerencia en los asuntos de Taiwán (manifestaciones de apoyo político, visitas de altos funcionarios estatales a la isla, aprobación de venta de armas), no atender las reiteradas protestas del gobierno chino contra esas acciones y provocar el deterioro de la situación de seguridad regional, una declaración que tiene similitudes prebélicas a la retórica rusa en el conflicto de Ucrania. En consecuencia, la degradación de la estabilidad estratégica global permite aseverar que se trata de una iniciativa con escasas oportunidades de salir adelante, que la guerra se prolongará, que habrá nuevas crisis regionales con potencial bélico y que los potenciales ganadores seguirán sumando recursos, mientras los dirigentes de las grandes potencias fantasean con un juego de escalada que no se puede jugar, porque el resultado final es la destrucción total (algo que desconocen los testigos silenciosos).
El documento oficial denominado “No-first-use of Nuclear Weapons Initiative. Working paper submitted by China” está disponible aquí.