Recientemente expusimos
en el blog el estado
de los arsenales nucleares estratégicos de las dos
grandes potencias conforme a los datos suministrados por las partes en
cumplimiento de las estipulaciones de información establecidas en el Nuevo
Tratado de Armas Estratégicas (Nuevo START) de abril de 2010. Estos datos se
publican en el sitio
web del Departamento de Estado americano y son seguidos con atención
y comentados por analistas y especialistas en temas estratégicos porque, como
hemos dicho en
otras ocasiones, el Tratado START es
el acuerdo fundamental del régimen de control de armas nucleares, casi el
único tratado de esta naturaleza que subsiste del sistema de seguridad estratégica
acordado al final de la Guerra Fría y que permitió la transición pacífica hacia
una nueva etapa de las relaciones internacionales y la expansión de la
globalización que llega hasta nuestros días, que se basaba en la existencia de un
hegemón, los Estados Unidos, y una Rusia disminuida y acotada a su nuevo rango
de contraparte en el mantenimiento del equilibrio internacional. Con este
acuerdo las dos partes mantenían la estabilidad global, se expandía el sistema económico
occidental basado en los principios de libre comercio, democracia
representativa y respeto a los derechos humanos y se recuperaban para la democracia
todos aquellos Estados que habían estado sometidos a control imperial por la
antigua Unión Soviética desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Estos son
los Estados Unidos del presidente Clinton y la Rusia de Yeltsin y del primer
periodo de Putin. La Guerra Global contra el Terrorismo trastocó la visión de
la seguridad nacional para los Estados Unidos, pero no puso en duda el régimen
de estabilidad estratégica diseñado y construido en la última década del siglo
pasado. Entendemos por estabilidad estratégica
el equilibrio de fuerzas dentro de la cual ninguna de las partes podría lograr
una ventaja estratégica negándola a su contraparte, esto es, una situación en
la que ninguna de las partes tendría un incentivo para usar las armas nucleares
primero porque no tiene la certeza de prevalecer –como define Podvig en su
ensayo de 2018 sobre modernización
nuclear de Rusia–. El sistema funcionaba y era eficiente para ambas
partes, como lo demuestra el hecho de la firma del Tratado START en Praga el 10
de abril de 2010 por los presidentes Obama y Medvedev. El Tratado se ratificó
rápidamente y entró en vigor el 5 de febrero de 2011, y los límites acordados
se cumplieron rigurosamente en la fecha establecida, el 5 de febrero de 2018. Las
partes han declarado públicamente que estaban decididas a cumplir el Tratado
hasta su vencimiento, el 5 de febrero de 2021, y que la prórroga o extensión
del mismo era también posible y deseable. Pero, después de reiteradas
declaraciones, el 1 de febrero de 2019 la Administración Trump anunció que, a
partir del día siguiente, los Estados Unidos suspenderían las obligaciones del
Tratado de Misiles de Alcance Intermedio (Tratado INF) de diciembre de 1987. Rusia
anunció lo propio el mismo día e inició los trámites internos para la retirada
del Tratado. En otro
sitio hemos desarrollado estas ideas y no vamos a
repetirnos ahora, pero básicamente tanto Moscú como Washington han anunciado
oficialmente que es deseable la extensión del Tratado START, bien sea con una
prórroga del mismo por un plazo de cinco años, que se realizaría mediante un
mero acuerdo entre los gobiernos de ambas potencias sin necesidad de acudir a
los complejos procesos de ratificación interior, o bien negociando un nuevo
tratado general que incluiría todas las armas nucleares, estratégicas y no
estratégicas, como expusimos recientemente en la comunicación
defendida en el Instituto Universitario Gutiérrez Mellado.
Por eso es oportuno conocer y reflexionar sobre los datos de los arsenales
nucleares globales de las dos grandes potencias a fecha actual y la
conveniencia o necesidad de lograr un tratado general que establezca límites
taxativos para estos arsenales. Para ello nos basamos en dos ensayos publicados
por Kristensen y Korda en el Bulletin
of the Atomics Scientists en 2019, tanto
de los Estados
Unidos como de Rusia, que
detallan todas las armas nucleares estratégicas, tácticas, almacenadas y en
proceso de desmantelamiento que poseen. Como es conocido, sus análisis son de
una solvencia indiscutida. De este modo, en 2019 los Estados Unidos acumulan 3.570 armas estratégicas (800 ojivas para
ICBM, 1.920 para SLBM y 850 para bombas y misiles de los bombarderos
estratégicos) y 230 ojivas no estratégicas almacenadas en cinco países europeos
y en territorio continental americano, de las que 1.750 se encuentran
desplegadas y 2.050 almacenadas para cumplir con los límites del Tratado START.
Habría otras 2.385 ojivas nucleares retiradas y en proceso de desmantelamiento,
lo que da un total de 6.185 ojivas
nucleares de todos los tipos. En el caso de Rusia son 2.670 ojivas nucleares estratégicas (1.165 en ICBM, 720
para SLBM y 786 para bombarderos de largo alcance) y 1.820 ojivas de empleo
táctico, de las que estarían desplegadas unas 1.600 y almacenadas 2.890 por los
mismos motivos jurídico-internacionales explicados; además tiene unas 2.000
ojivas en proceso de reciclaje. En total, 6.490
ojivas nucleares. Parecen muchas armas nucleares. En realidad lo son, casi el
93% de la potencia nuclear que se estima que existe en el planeta, suficiente
en caso de empleo masivo para acabar con la civilización tal como la conocemos.
Pero son números que están muy alejados de los arsenales que tuvieron ambas grandes
potencias en 1986 en el momento de paroxismo del enfrentamiento bipolar. Pero
ahora el mundo está en otra realidad, incluso se habla de que encaramos un
cambio de época. Por tanto, el establecimiento de un régimen de seguridad
explícito entre las dos grandes potencias es una necesidad absolutamente
ineludible para que los Estados Unidos puedan enfrentar en gran reto que tienen
por delante en la próxima década: contrarrestar las aspiraciones de China que
quiere disputarle la hegemonía global y, eventualmente, desplazarles del área
del Asia-Pacífico. En este enfrentamiento de proporciones inciertas entre las dos
grandes potencias comerciales globales es preciso que Rusia se mantenga como
co-garante del régimen de seguridad global porque, al contrario que China –o la
misma antigua Unión Soviética– la Rusia actual acepta la hegemonía de los
Estados Unidos en el sistema internacional global, ya que sus intereses de
seguridad se juegan más próximos a sus fronteras y, en todo caso, no
representan una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos. Rusia, no
busca ni quiere un enfrentamiento directo con Washington, practica una
diplomacia extremadamente racional en todos los espacios en los que interviene
y, singularmente, nunca ha considerado un primer ataque contra los Estados
Unidos, como ha recordado recientemente el presidente Putin. Parece oportuno, por tanto, que recordemos las
lecciones de Kissinger.
Putin y Xi hicieron una declaración conjunta en Moscú el 5 de junio de 2019 abogando por la vigencia del TNP y del CTBT y acusando a Washington de desdeñar sus obligaciones en el control de armamentos nucleares. Al fin y al cabo, es el único país que tiene armas nucleares fuera de su territorio.
ResponderEliminarEl oomandante de las RVSN, general Sergei Karakayev, anunció el 5 de junio de 2019 que este año recibirán más de 30 ICBM. También se están entregando los glider hipersónicos Avangard. ¡Sigamos amontonando!
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