El 14 de abril de 2018 fuerzas militares del Bloque
Occidental llevaron a cabo un ataque de saturación con ciento cinco misiles de
crucero de diversos tipos contra objetivos relacionados con el programa de armas
químicas del gobierno sirio, tratando de destruir la capacidad para producir y
usar armas de destrucción en masa contra la población civil . El ataque aliado había sido anunciado previamente por el Presidente Donald Trump en una declaración desde la Casablanca, secundado
a última hora por la Primera Ministra Theresa May y el Presidente Enmanuel
Macron, como respuesta al supuesto bombardeo con cloro contra la población civil
de Duma realizado por fuerzas gubernamentales sirias. Sin embargo, dicho bombardeo
había sido desmentido por el propio gobierno sirio y por el mando militar ruso
en Siria, que llevaba semanas advirtiendo de que se estaba preparando una acción
fake con la que forzar un ataque de
la coalición internacional liderada por los Estados Unidos destinada a
contrarrestar la capacidad de combate de las fuerzas militares gubernamentales
sirias que se están imponiendo definitivamente sobre los diferentes grupos
rebeldes y organizaciones terroristas que han campado a sus anchas por el
territorio sirio desde el inicio de la guerra civil a principios de 2011.
La conocida escasa efectividad del ataque aéreo aliado –no se han consignado
bajas en las fuerzas sirias ni en la población civil a pesar de que se atacaron hasta nueve instalaciones y
bases aéreas- pone en duda los intereses en juego del Bloque Occidental en la
Guerra de Siria. A lo largo de los siete años de conflicto los gobiernos de las
principales potencias occidentales han ido cambiando sus posiciones respecto a
la guerra civil siria, al apoyo que prestaban o debían prestar a los diferentes
grupos combatientes rebeldes -la denominada "oposición moderada-, a la existencia de organizaciones terroristas
yihadistas que han empleado una extrema violencia contra los militares y la
población siria con imágenes que recuerdan a la brutalidad alemana en el Frente
Ruso en la Segunda Guerra Mundial y, en definitiva, a la aceptación y rechazo
alternativos al gobierno legítimo sirio y a su presidente Bashar al Asad, sin definir
claramente a lo largo del tiempo una posición univoca y mucho menos común. A
esta falta de definición político-estratégica han contribuido los sucesivos
cambios de gobierno en los diferentes Estados occidentales: desde la falsa abstención
de la Administración Obama en el conflicto a la intervención hoy sí y mañana no
del Presidente Trump –recordemos las declaraciones del pasado 3 de abril de
2018 cuando anunció públicamente el deseo de repatriar los dos mil soldados
destinados en Siria afirmando que “no hemos sacado nada de ello, no tenemos
nada, excepto muerte y destrucción”; y cuatro días después cambió el discurso-, desde la
posición de seguidismo del Primer Ministro David Cameron y después la
desastrosa May, peligrosamente acrítica con las implicaciones militares en la
guerra civil siria y ensimismada en sus propios problemas de política interior,
hasta la desquiciada posición francesa desde el Presidente François Hollande,
que rechazaba cualquier trato con el régimen de Asad contestado por el candidato Macron en las elecciones presidenciales, hasta el apoyo que éste ha prestado al reciente ataque aéreo contra Siria y su iniciativa para una fuerza militar desplegable europea de resolución de crisis donde parece que caben todos. En medio, unos y otros han
apoyado a las diferentes organizaciones rebeldes que surgieron como setas por
todo el territorio sirio: el Ejército Libre Sirio, Yeish al-Islam, Frente Sur y Frente
Islámico, y han acogido directa o indirectamente a grupos afines a las organizaciones
terroristas yihadistas, particularmente Jabhat Fateh al-Islam o Frente al-Nusra,
que es la rama de Al Qaeda en Siria, Ahrar al-Sham, Harakat Nour al-Din
al-Zenki y el mismo Estado Islámico de Irak y el Levante, como ha denunciado
reiteradamente el gobierno ruso por boca de sus representantes diplomáticos y
militares. La debilidad del gobierno sirio para hacer frente a toda esta
amalgama de organizaciones rebeldes y terroristas financiadas por un montón de
Estados y agentes exteriores llevó a la pérdida del control efectivo de una
parte sustancial del territorio, lo que se agravó peligrosamente con la proclamación
del Califato por parte del líder del Estado Islámico, Abu Bakr al-Baghdadi, el 4
de julio de 2014 que abarcaba una extensión territorial enorme que iba desde el
centro-este de Siria hasta todo el norte de Irak. Esto llevó, a su vez, a
un enfrentamiento directo de éstos con
las fuerzas militares kurdas, semiindependientes en sus feudos norteños con el
consentimiento y el apoyo económico del Bloque Occidental. Inevitablemente esta
situación exacerbó la ansiedad de seguridad de las autoridades turcas, que se vio extraordinariamente
agravada a raíz de la posición occidental ante el fallido golpe de Estado
contra el Presidente Recep Tayyip Erdogan en julio de 2016. De este modo, en el
verano de 2015 el gobierno sirio se encontraba ante una situación dramática: la
guerra estaba pérdida, había demasiados enemigos que combatir al mismo tiempo, diferentes
grupos rebeldes, organizaciones terroristas y fuerzas militares de la coalición
internacional campaban a sus anchas por todo el país y atacaban de forma
indiscriminada a las fuerzas militares leales al gobierno central. La salida fue
solicitar ayuda militar directa a Rusia. Fue un movimiento estratégico decisivo
y la rapidez del despliegue ruso sorprendió a propios y extraños. La implicación
de las fuerzas militares rusas a partir de septiembre de 2015 permitió
restablecer la situación militar, dar la vuelta al conflicto armado con el apoyo masivo
de las fuerzas aéreas y de operaciones especiales rusas desplegadas sobre el
terreno y comenzar a derrotar y reconquistar diferentes porciones de territorio
hasta llegar a finales de 2017, cuando el gobierno sirio había recuperado la
mayor parte del territorio nacional y estaba en condiciones de acabar uno por
uno con los diferentes focos rebeldes que ahora se encontraban aislados. El
Califato había dejado de existir. Así lo proclamaron los mandos militares rusos:
el Jefe del Estado Mayor General ruso, general Valey Gerasimov, informó el 6 de
diciembre de 2017 que “todas las agrupaciones del Estados Islámico en territorio
sirio han sido destruidas, lográndose así la liberación de Siria (…) A día de
hoy no existen zonas de ese país árabe bajo el control del Estado Islámico.” Por
su parte, el jefe de la Dirección General de Operaciones (GOU) del Ministerio
de Defensa ruso, general Sergei Rudskoy, proclamó al día siguiente que “la
tarea de derrotar a las formaciones criminales de la organización terrorista
Estado Islámico en el territorio de Siria, llevada a cabo por la Federación
Rusa, está cumplida (…) las fuerzas del gobierno con el apoyo de las Fuerzas
Aéreas rusas tomaron por completo el control de la zona noroeste de Abu Kemal:
desde el río Éufrates hasta el poblado Mezile, con una superficie de dos mil quinientos
kilómetros cuadrados.” Sin embargo, el
control del desierto oriental y el cruce del río Éufrates por parte de las
fuerzas militares sirias con el constante apoyo aéreo ruso supusieron el choque con los
aliados de la coalición occidental. Entonces, las fuerzas militares sirias se concentraron
en recuperar las zonas más próximas a Damasco controladas por las fuerzas rebeldes
que comenzaron a ser expulsadas sistemáticamente de Ghuta oriental. Hasta que
llegamos al episodio del denunciado ataque con armas químicas contra la
población civil en Duma el 7 de abril de 2018 y el ataque militar “decisivo” llevado a cabo por la coalición
internacional el 14 de abril, del que según anunció el Pentágono el mismo día “tardarán años en recuperarse,
les hemos inflingido un daño severo en su arsenal químico”, ha sido un despropósito, desde los tuits presidenciales amenazantes a Rusia los días previos al ataque militar a la reunión del Consejo de Seguridad del
viernes 13 de abril. Como ha sostenido Rusia desde el principio el enemigo son
los terroristas y cuando ya estaban derrotados se quiere dar la vuelta a la
situación, destruyendo la credibilidad del gobierno sirio y la capacidad
operativa de sus fuerzas armadas. Entonces se plantea la cuestión: ¿quién es el
enemigo ahora? La respuesta a esta pregunta revela la falta absoluta de
coherencia política de los dirigentes occidentales en la guerra civil siria. Como
dijo el Presidente Trump en su comparecencia en la Casablanca la madrugada del 14 de abril de
2018: “No nos hacemos ilusiones, no podemos purgar el mundo del mal ni actuar
en todos los sitios donde hay tiranía. No hay sangre americana suficiente para
lograr la paz en Oriente Medio. Podremos ser socios y amigos, pero el destino
de la región está en manos de su propia gente.” Podemos concluir, por un lado,
que el Bloque Occidental no ha sabido definir a lo largo de siete intensos años
de guerra sus objetivos políticos en Siria, dejando que diferentes grupos
rebeldes y organizaciones y facciones terroristas combatieran al gobierno de
Asad sin llegar a imponerse, sin controlar el territorio y alcanzar la paz, si
es que esta es necesaria para la población siria y para la tan cacareada
estabilidad regional, incluida la gravísima corriente de refugiados de la guerra que comenzó a
llegar a Europa en 2015. Por el otro, la implicación militar directa de Rusia ha
posibilitado que el gobierno sirio recupere el control de la parte sustancial
del territorio y esté en camino de acabar con los grupos rebeldes, dejando de
lado el norte, donde a finales de enero de 2018 comenzó un nuevo enfrentamiento directo
entre las poderosas Fuerzas Armadas turcas y las YPG kurdas con visos de
mantenerse en el tiempo y que ha desgarrado las ya complejas relaciones de Turquía con sus
aliados en el seno de la Alianza Atlántica. Por tanto, todo va a seguir igual
porque Rusia no va a cejar en su apoyo al gobierno de Asad y el Bloque
Occidental carece de objetivos políticos en Siria. Alemania, único Estado que se negó a participar en el ataque, le mostró a Rusia su escaso interés en el asunto, y a los Estados Unidos y a la Unión Europea que no se jugaba nada, porque, si no se tiene ejército a que viene fijarse objetivos militares en Siria o en cualquier otro lado, tengan o no gases de cloro, sarín o VX. La pregunta que se plantea es: ¿por qué lo hacen Francia y Gran Bretaña? ¿Tienen una fuerza militar comparable a Rusia para arriesgarse a un enfrentamiento militar directo? Queda la esperanza de que hay
dos actores racionales para no llegar a un enfrentamiento directo entre grandes
potencias que podría tener consecuencias desastrosas e impredecibles, y que son Rusia e Israel.
“¿Cuánto tiempo durará esto?”
“¿Cuánto tiempo durará esto?”