El pasado 10 de septiembre la Agencia Espacial
Europea (ESA) lanzó desde la base espacial de Kourou en la Guayana francesa un
cohete ruso Soyuz –estimado lector, sí, es correcto, un cohete ruso- que
transportaba dos nuevos satélites del sistema de navegación global europeo. Con
la incorporación de estos satélites –a finales de año se pondrán en órbita dos
más- el sistema de posicionamiento global Galileo suma ya diez aparatos de los
treinta que tendrá cuando esté completado al final de la década para dar
cobertura de posicionamiento de altas prestaciones en todo el planeta y
mantener seis satélites de reserva que entrarán en servicio rápidamente en caso
de avería o pérdida de uno o varios de los veinticuatro que permanecerán operativos
de forma simultánea. Como hemos comentado en entradas anteriores de este blog,
la puesta en servicio de este sistema satelital integrado europeo permitirá a
los socios europeos desarrollar sus comunicaciones de forma independiente del
sistema americano GPS, potenciará nuevas sinergias en el transporte europeo por
carretera, marítimo y aéreo, este último excesivamente saturado en el espacio
europeo, ofrecerá estos mismos servicios a terceros clientes que podrán optar
entre el sistema americano, el europeo o el ruso Glonass o interoperar
conjuntamente tanto con el GPS o el Glonass. Por eso, el Director General de la
ESA Jan Wörner explicó el 10 de septiembre que “estamos aumentando
progresivamente el número de satélites en órbita e instalando estaciones en
tierra por todo el mundo, así que Galileo tendrá pronto un alcance global. Ya
se está acercando el día en que Galileo esté plenamente operacional”, para
terminar enfatizando que “será un gran día para Europa”. Con una inversión
enorme de 7.000 millones de euros –mayor que lo que se ha invertido ya en el
Gran Acelerador de Hadrones del CERN-, expertos independientes estiman unos
retornos de 90.000 millones de euros durante los próximo veinte años. Pero también,
y no es menos importante en términos estratégicos, a través del Servicio Público
Regulado (PRS) servirá a las necesidad de comunicaciones cifradas de los
gobiernos europeos, con implicaciones estratégicas fundamentales con será
apoyar en el despliegue de los submarinos nucleares portamisiles franceses y
británicos en sus patrullas oceánicas permanentes o llevar a cabo operaciones
de ataque con misiles aéreos y navales sin necesidad de depender del GPS como
hasta ahora –no olvidemos que se trata de un sistema desarrollado por los militares
y bajo el control del Departamento de Defensa- y, en consecuencia, sin el veto
americano a operaciones militares que podrían emprender los socios europeos… eso
sí, cuando los dirigentes europeos adquieran conciencia política de que el poder
se impone normalmente por la razón, pero también, y en determinados casos, se
requiere el uso de la fuerza.
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