Resumen de la comunicación que presento en las VII Jornadas de Seguridad del Instituto Universitario Gutiérrez Mellado en Madrid -información disponible aquí-:
“Las relaciones internacionales se encuentran sumidas actualmente en un estado de casi desconcierto, tanto a nivel geopolítico como en el análisis intelectual de los fenómenos que se están sucediendo. Por un lado, actores no estatales disputan directamente espacios territoriales a los Estados, y no solo en el caso de Estados débiles o fallidos, sino también frente a potencias regionales o grandes potencias en un nuevo tipo de conflicto bélico que se ha denominado asimétrico. El caso más patente es el enfrentamiento de grandes proporciones entre una coalición internacional liderada por los Estados Unidos y el autoproclamado “Estado Islámico de Irak y Siria”. Por otra parte, las potencias emergentes tratan de consolidar espacios de influencia crecientes que garanticen no solo su seguridad territorial sino especialmente el acceso a las comunicaciones marítimas por las que se mueven los recursos energéticos y las materias primas que necesitan para su desarrollo económico y, a su vez, despachan los productos manufacturados que son el sostén de su crecimiento. En tercer lugar, una Rusia fortalecida por una década de incremento continuo de los ingresos petroleros y gasísticos trata de imponer una nueva esfera de influencia en lo que fue el territorio de la antigua Unión Soviética y reafirma su presencia en Asia central y en Extremo Oriente incluso por la fuerza. Frente a estos retos, los Estados Unidos y los Estados europeos dentro y fuera de Europa han retomado la idea original de una comunidad euroatlántica, que se está imponiendo como Bloque Occidental frente a esos nuevos actores estatales y no estatales que tratan disputarle la hegemonía que mantiene desde el final de la Guerra Fría en la sociedad internacional globalizada. En este contexto internacional de enorme incertidumbre, las grandes potencias nucleares de la etapa anterior, los Estados Unidos y Rusia, se aferran a sus armas nucleares no solo como el componente disuasivo para frenar cualquier enfrentamiento militar directo entre ellas, sino también como advertencia frente a otros sujetos cuando se ponga en peligro la existencia misma del Estado, como así establece expresamente la doctrina militar de Rusia de febrero de 2010 renovada a finales de 2014. De hecho, ambas potencias disponen actualmente del noventa y ocho por ciento de las armas nucleares existentes y se encuentran inmersas en costosísimos programas de modernización de los componentes de la triada nuclear, así como la actualización permanente de sus capacidades tecnológicas e industriales para el mantenimiento de la fuerza de combate nuclear. En particular, desde los años noventa han estado trabajando en el desarrollo de ojivas nucleares de tamaño superreducido que se encuentran al margen del control de los tratados de desarme vigentes –en concreto el nuevo tratado START de abril de 2010- y que podrían ser empleadas en caso de conflicto limitado, cuando el contrario carece de ellas. Por tanto, se plantean una serie de cuestiones a las que es preciso dar respuesta: ¿Puede ganarse una guerra nuclear en un sentido político? ¿Puede ser la guerra nuclear limitada o controlada? ¿Cuáles serían las restricciones para que se diera una guerra nuclear limitada? ¿Cuál sería la doctrina de empleo de armas nucleares viable en caso de guerra nuclear limitada cuando el adversario no dispone de ellas? En guerras limitadas contra sujetos no estatales, ¿sería legal utilizar armas nucleares de baja potencia, aunque sus efectos no fuesen limitados? En esta comunicación nos proponemos reflexionar sobre la vigencia de las armas nucleares en la sociedad internacional global, su papel para garantizar la seguridad nacional y la posibilidad teórica de su empleo en conflictos limitados en los que participe una sola de las grandes potencias contra otro Estado o contra una organización que trate de asumir las funciones del Estado en un enfrentamiento de consecuencias decisivas para el mantenimiento de la estructura internacional. La actualidad del tema se justifica además, porque en el mes de mayo se celebrará en Nueva York una nueva conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear de julio de 1968.
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