Los representantes de las agencias estatales nucleares de Rusia y
Jordania firmaron el 24 de marzo de 2015 el acuerdo intergubernamental para la
construcción de la primera central nuclear jordana, que estará dotada de dos
reactores para la producción de energía eléctrica. Rusia ganó el contrato el
2013 y el acuerdo sobre la ejecución del proyecto entre Rusatom Overseas,
filial internacional de la agencia rusa Rosatom, y la Comisión de la Energía Atómica
jordana se firmó en septiembre de 2014. Está previsto que el primer reactor se
ponga en marcha en 2024 y el segundo en 2026. De esta manera, Rusia se
consolida como el primer proveedor mundial de centrales nucleoeléctricas -veinte reactores contratados y otros cuarenta proyectos en estudio según declaró Sergei Kirienko, Director de Rosatom, en enero de 2014- en un
complicado mercado en el que las potencias occidentales tratan de imponerse a
través del régimen de no proliferación nuclear que se encuentra en franca
decadencia –régimen que, por otra parte, servía perfectamente a los intereses
de las grandes potencias, incluida Rusia, y que la miopía estratégica de los
dirigentes occidentales echó abajo-. Por otra parte, resulta llamativo que en
plenas negociaciones secretas de los Estados Unidos con el gobierno de Teherán para
reconducir el programa nuclear iraní bajo control internacional, Rusia anuncie
la firma del contrato para la construcción de la primera central nuclear
jordana, en pleno corazón de oriente Medio, precisamente en las mismas
fronteras de Israel y donde una de las partes del contrato es un firme aliado
de los Estados Unidos en la región. ¿Cómo puede ser que los Estados Unidos
toleren la injerencia de Rusia de esta manera en una zona donde se juegan sus
intereses vitales? Y, ¿cómo enfrentará el gobierno israelí esta nueva
situación? Porque tan dañino es para la seguridad nacional de Israel la
existencia de plantas nucleares en Irak –destruida en un ataque aéreo en junio
de 1981-, como en Siria –destruida de idéntica manera en septiembre de 2007- o
en Irán, que negocia actualmente con la Administración Obama la supervisión internacional
de su programa nuclear a cambio del levantamiento de las sanciones económicas y
el cese de la guerra encubierta lleva a cabo por los Estados Unidos e Israel
contra los científicos e instalaciones nucleares. En una etapa de profunda
inestabilidad estratégica que caracteriza a las relaciones internacionales
actuales, las grandes potencias continúan aplicando la política de poder en sus
relaciones mutuas: a una injerencia del Bloque occidental en el extranjero
cercano ruso –es decir, el Cáucaso y Ucrania-, Rusia responde con una
intervención que atenta directamente contra los intereses de seguridad de un
aliado fundamental de los Estados Unidos en Oriente Medio.