Web dedicada a temas de Derecho Internacional, Relaciones Internacionales y Ciencia Política en forma de artículos y comentarios desde la comunidad de la Universidad de La Laguna (Tenerife, España). «Contemplando el centro de la Historia»
“PERMÍTANME QUE ME APOYE EN MI INTUICIÓN”
El Alto
Mando militar soviético lanzó a finales de junio una ofensiva militar
definitiva en el Frente del Este en coordinación con los Aliados occidentales, que
desembarcaron en las costas del Norte de Francia el 6 de junio; el objetivo era
la derrota militar total de Alemania. Sin embargo, Stalin esperó hasta el 22 de
junio para el inicio de la ofensiva oriental, y la fecha no fue casual: justamente
tres años antes los Ejércitos alemanes habían descargado un golpe demoledor a
la Unión Soviética con “Operación Barbarroja”, y que solo el durísimo invierno
de 1941 impidió que alcanzara el objetivo de la toma de Moscú, de hecho las
tropas alemanas se quedaron a las mismas puertas de la ciudad. El 22 de junio
de 1944 tres Ejércitos soviéticos formados por ochenta y nueve divisiones con
más de cuatro mil carro de combate atacaron de lleno la parte más débil del
despliegue alemán en el frente oriental. Cuando la noticia llegó a Hitler en el
refugio de Berchtesgaden, exclamó: “Permítanme que me apoye en mi intuición”.
Durante varios días el OKW esperó la ofensiva principal soviética en el sur de
Ucrania. Sin embargo, en pocas semanas el Grupo de Ejércitos Centro del mariscal
Busch compuesto por treinta y ocho divisiones dejó de existir como fuerza
organizada de combate y lo único que pudieron hacer las tropas alemanas fue
retroceder de forma ordenada continuamente. La ofensiva soviética, denominada “Operación
Bagration”, no concluyó hasta la toma de Berlín el 8 de mayo de 1945. Y setenta
años después, las mismas tierras se hallan sometidas al azote de la guerra por
el poder y la influencia de las grandes potencias. Por eso resultan cuando menos llamativas las declaraciones políticas del Secretario general de la Alianza Atlántica Anders Rasmussen cuando esta semana advierte a Rusia de las consecuencias negativas del despliegue militar y los ejercicios que desarrollan las Fuerzas Armadas rusas en su frontera occidental. Rasmussen, pero también el resto de dirigentes occidentales, se quejan desde la impotencia , porque nadie quiere una guerra mundial y Moscú lo sabe. Por Ucrania nadie va a hacer nada pero el temor de los países bálticos es creíble y justificable.
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