RUSIA INICIA SEVERAS MEDIDAS DE RETORSIÓN CONTRA ISRAEL

El 17 de septiembre de 2018 un avión de inteligencia electrónica ruso fue derribado sobre el mar a unos veintiséis kilómetros cerca de la costa siria a la altura de Baniya en un desafortunado incidente que implicó a varios actores presentes en el escenario bélico sirio. Por un lado, el Grupo Aéreo ruso desplegado en Siria que tenía en vuelo un avión militar Il-20M en tareas de inteligencia de señales y guerra electrónica, cuya base de operaciones es la base aérea de Hmeymim, cercana a la ciudad norteña de Latakia. Por otro, la Fuerza Aérea de Israel que lleva a cabo ataques sistemáticos contra todo tipo de instalaciones y almacenes de equipos militares en territorio sirio que sean -o puedan considerar- susceptibles de ser transferidos a las milicias libanesas de Hezbolá y, por tanto, representan un peligro directo para las fuerzas de seguridad israelíes. En tercer lugar, las defensas aéreas del Ejército sirio, que se están mostrando cada vez más capaces de enfrentar las agresiones aéreas que continuamente llevan a cabo las diferentes potencias que intervienen en su territorio, incluida la Fuerza Aérea israelí. Esta combinación se demostró letal la noche del 17 de septiembre de 2018 cuando cuatro cazabombarderos F-16I israelíes atacaron con misiles guiados un almacén de equipo militar situado en la ciudad de Latakia. La acción de las defensas aéreas sirias contra ese ataque terminó en el derribo del avión Il-20M ruso con quince tripulantes a bordo, sin duda personal especializado y muy entrenado, con lo que, además de una tragedia en términos de pérdida de vidas, supone también la pérdida de personal muy cualificado en tareas de guerra electrónica -para una información detallada del derribo véase The Avionist, 19 de septiembre de 2018)-. Inicialmente sorprendió la cautelosa posición del gobierno ruso que trató de obtener la máxima información de por qué se había producido dicho derribo y en qué condiciones. Porque, por un lado, las fuerzas rusas están ayudando al gobierno sirio a recuperar el control completo de su territorio: ambas partes han manifestado reiteradamente su disposición a colaborar para lograr una “normalización duradera de Siria, recuperar su soberanía, unidad e integridad territorial”; esa es la razón de su presencia ahí, por lo que no era esperable un ataque desde ese lado, aunque nunca se puede descartar el denominado “fuego amigo”. Y por otro, con Israel se mantienen abiertos canales de comunicación directa entre el mando militar ruso en Siria y los responsables del Ministerio de Defensa de Tel-Aviv, que hasta ahora han dado sus frutos puesto que han evitado derribos mutuos desde el inicio de la participación rusa en la guerra civil siria en septiembre de 2015. De hecho, la existencia de estos canales de comunicación puede considerarse una extensión del acuerdo de 2013 por el que Rusia se comprometió a no suministrar los sistemas antiaéreos S-300 producidos por Almaz-Antey a Siria, contrato que se había firmado en 2010, y que ha permitido a Israel continuar actuando casi impunemente sobre territorio sirio como se ha demostrado hasta ahora. El gobierno ruso convocó inmediatamente al embajador israelí en Moscú. En una reacción inédita el Ministerio de Defensa de Israel reconoció que su Aviación había atacado la noche anterior "una instalación del Ejército sirio con sistemas para fabricar armas letales y de precisión que iban a ser enviados en nombre de Irán a Hezbolá en el Líbano" y lamentaba "la muerte de los miembros del avión ruso derribado por fuego antiaéreo sirio" (declaraciones citadas en El Mundo, 18 de septiembre de 2018). El comunicado decía que el avión ruso no estaba en el área atacada de operaciones en el momento del ataque aéreo y que "cuando el ejército sirio disparó misiles que alcanzaron el avión ruso, los aviones de combate israelíes ya estaban en el espacio aéreo israelí" (declaraciones que se recogen en ibidem). Sin embargo, las primeras investigaciones llevadas a cabo por el Ministerio de Defensa ruso pusieron de manifiesto que la acción de los aviones de combate israelíes había sido decisiva para que los sistemas de defensa aérea sirios abatieran el Il-20M con un misil lanzado desde una plataforma S-200. Fue entonces cuando la posición rusa se hizo manifiesta y se formuló la famosa declaración del Ministro de Defensa, Sergey Shoigú, de 18 de septiembre de 2018, ratificada inmediatamente por el presidente Putin: “la culpa por el derribo del avión ruso y la muerte la tripulación recae por entero sobre Israel. [El Ministerio de Defensa ruso] ha solicitado a Israel en numerosas ocasiones que se abstenga de lanzar ataques contra el territorio sirio, por el peligro que entrañan para la seguridad de los militares rusos. […] las acciones del Ministerio de Defensa de Israel no se corresponden con el espíritu de la cooperación ruso-israelí y nos reservamos el derecho a adoptar medidas recíprocas.” Por tanto, en esta declaración se consideraba que el derribo era consecuencia directa de las acciones de los aviones israelíes, que usaron deliberadamente el reflejo radárico del Il-20M para enmascarar su posición y poder evadirse hacia el Mediterráneo y, posteriormente, alcanzar el espacio aéreo propio. Estos actos fueron calificados como “acciones intencionadas” y “hostiles” contra las Fuerzas Armadas rusas y Moscú exigió explicaciones al gobierno israelí (declaraciones citadas en RT, 18 de septiembre de 2018). En una conversación telefónica entre el presidente Putin y el Primer Ministro Netanyahu se acordó que una delegación militar israelí de máximo nivel militar viajara a Moscú para informar de la actuación de los aviones israelíes (citada en RT, 18 de septiembre de 2018). En primer lugar, llama la atención que Israel llevara a cabo un ataque tan arriesgado, porque la ciudad de Latakia se encuentra al norte del país, más al norte de la base naval rusa de Tartús y muy próxima a la base aérea rusa de Hmeymim, y que están protegidas con los sistemas de defensa aérea S-300V4 y S-400 y antiaérea Buk-M2 y Pantsir-S1. Y, como se supo después, que se produjera un incumplimiento flagrante del acuerdo de septiembre de 2015 sobre el establecimiento de canales de comunicación directos destinado a evitar incidentes aéreos peligrosos mutuos. Entonces, se plantea la siguiente cuestión: ¿era tan importante el objetivo programado por los israelíes en Latakia como para poner en peligro el acuerdo con Rusia? Según datos de varios medios especializados, la operación militar se planeó cuidadosamente para que los aviones de combate israelíes evitaran los sistemas de defensa aérea rusos; por eso los aviones israelíes se aproximaron desde el norte del Mediterráneo. Estos informes también indican que unos días antes del ataque los sistemas de inteligencia israelíes realizaron captación de señales para localizar la ubicación correcta de los sistemas de defensa aérea. Por tanto, la respuesta a esta pregunta apunta directamente al alto mando de las Fuerzas Armadas de Israel. Por otro lado, ¿por qué no se avisó al mando militar ruso en Siria para que pudiera sacar del espacio aéreo próximo al Il-20 que estaba desempeñando labores de seguimiento y guerra electrónica en la zona? Según se desprende de la parte rusa representantes de la Fuerza Aérea israelí contactaron con los militares rusos tan solo un minuto antes de comenzar su operación y, en ningún caso, comunicaron las coordenadas o situación de los aviones israelíes que participaban en el ataque. Según el Ministerio de Defensa ruso: “esto no permitió sacar al Il-20 a una zona segura y se encontró con la zona de fuego de los sistemas sirios de defensa antiaérea”. En tercer lugar, y la menos importante de todas, es la que puede cuestionar la responsabilidad de los pilotos de los aviones de combate israelíes implicados en el ataque, pues como indicó el Ministro de Defensa Shoigú: “se encubrieron con el avión ruso, lo cual llevó a su derribo y a la muerte de quince militares rusos” (declaraciones en RT citadas); pero esta responsabilidad se debe imputar pura y exclusivamente al gobierno de Israel ya que los pilotos desempeñan el papel de meros agentes del Estado. Por tanto, como ha dicho el senador ruso Frants Klintsévich: “no me parece que fuera razonable arriesgar las relaciones con Rusia para destruir un almacén de armas en Latakia” (citado en Sputnik, 24 de septiembre de 2018). Es evidente que las explicaciones de la delegación israelí encabezada por el general Amikam Norkin fueron ridículas e inaceptables para Rusia, como anunció el portavoz del Ministerio de Defensa, general Igor Konashékov en la comparecencia del día 24 de septiembre de 2018: “Me gustaría enfatizar una vez más que las acciones provocadoras de los aviones de la Fuerza Aérea israelí la noche del 17 de septiembre se llevaron a cabo en el área de acceso al aeródromo de Hmeymim no solo para los aviones militares sino también para los civiles. Por lo tanto, las tímidas declaraciones de los representantes del departamento militar israelí sobre la presunta no participación de Israel en la tragedia en la que murieron quince militares rusos son falsas.” (declaraciones recogidas en RT, 24 de septiembre de 2018). De modo que el 24 de septiembre el Ministro de Defensa Shoigú anunció las medidas de retorsión -que es la forma más moderada de autotutela, en la que un Estado contesta a un acto ilícito con una acción que, aun siendo poco amistosa, se mantiene dentro de los límites del Derecho Internacional- adoptadas por su gobierno “dirigidas a aumentar la seguridad de los militares rusos que están cumpliendo las tareas de lucha contra el terrorismo internacional en Siria”. En primer lugar, se anunció, ahora sí, la entrega a las Fuerzas Armadas sirias de los sistemas de defensa aérea s-300, que había sido suspendida desde 2013, en el plazo de dos semanas, pero sin confirmar de qué versión se trata ni el número de equipos que se van a entregar. Como dice el analista militar Igor Korotchenko: “la decisión de entregar los S-300 a Siria es una respuesta totalmente adecuada y oportuna a las acciones de Israel, culpable del siniestro del avión ruso Il-20. Lo más importante ahora es no permitir que Tel-Aviv ataque los aviones o los barcos que transportarán estos sistemas a Siria, porque existe esa posibilidad. […] Cualquier intento del lado israelí de destruir los S-300 será reprimido de la manera más dura y decisiva.” (declaraciones en Sputnik, 24 de septiembre de 2018). Segundo, el despliegue de sistemas de Almaz-Antey que permitan el control automatizado de todo tipo de aeronaves que sobrevuelen el espacio aéreo sirio y el Mediterráneo oriental; en palabras de Shoigú: “esto garantizará el control de todas las fuerzas y sistemas de defensa antiaérea en Siria, el monitoreo de la situación aérea y la designación operativa de los objetivos”, lo que supone extender a todo el territorio sirio el control que ejercen las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia (VKS) sobre el espacio aéreo circundante de las bases de Tartús y Hmeymim hasta el alcance de cuatrocientos kilómetros que permiten los sistemas rusos S-400 desplegados en ambas instalaciones. Y tercero, la supresión sistemática de la señal de los sistemas de posicionamiento global por satélite, de los radares de a bordo y de los sistemas de comunicación de la aviación militar en las áreas de operaciones de las VKS y sus aliados sirios, para ello se emplearán sistemas de guerra electrónica Krasukha-2 que están desplegados en Siria desde 2015. Shoigú dijo que “estamos convencidos de que la implementación de tales medidas enfriará las cabezas calientes y les detendrá de cometer acciones irreflexivas que amenacen a nuestros militares” (citada en RT,24 de septiembre de 2018), declaración que fue matizada por el portavoz presidencial Dmitry Peskov: “estas acciones no van dirigidas contra terceros países, sino para la defensa de nuestros militares” (citado en ibídem). Por su parte, el presidente Putin informó a Bashard al Assad de la posición que adoptaría Rusia después del derribo de su avión (citado en RT, 24 de septiembre de 2018). Posteriormente, la Presidencia de Rusia emitió un comunicado indicando que el Presidente “resaltó que las decisiones tomadas por Rusia para fortalecer las capacidades de combate de los sistemas sirios de defensa antiaérea son adecuadas para las circunstancias actuales y tienen como objetivo prioritario prevenir cualquier potencial amenaza a la vida de los militares rusos, que están cumpliendo tareas de la lucha contra el terrorismo internacional” (declaraciones recogidas en Sputnik,24 de septiembre de 2018). Por su parte, el Primer Ministro Netanyahu advirtió “que la entrega de armamento moderno a manos de irresponsables aumentaría los riesgos de la región”, reiterando que Siria, Irán y Hizbulá son los “culpables” del derribo del avión ruso que con “su agresión socavan la estabilidad” en la región (declaraciones citadas en Sputnik,24 de septiembre de 2018). Estas medidas suponen en la práctica bloquear el espacio aéreo sirio a las acciones indiscriminadas de Israel y pueden considerarse como una sanción de Derecho Internacional. ¿Cómo se ha llegado a este extremo, si hasta ahora, como hemos dicho en otras ocasiones, Israel y Rusia han sido los dos únicos actores racionales en la guerra civil siria? -véanse nuestras reflexiones al respecto en la entrada ¿CUÁLES SON LOS OBJETIVOS POLÍTICOS DEL BLOQUE OCCIDENTAL EN SIRIA?-. De hecho, sorprende incluso la tibia reacción de los Estados Unidos; así el 24 de septiembre de 2018 el Secretario de Estado Michael Pompeo expresó, en relación al encuentro que tendrá lugar con ocasión del período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, que “hay muchos temas de los que hablaremos con los rusos. Tengo mucha confianza en que su última decisión para trasladar los S-300 esté entre ellos” (declaraciones en Sputnik, 24 de septiembre de 2018). Ambos han actuado continuamente con cautela, persiguiendo sus objetivos propios, pero respetando los de la otra parte, hasta el extremo de que Rusia no había reaccionado a ninguno de los ataques aéreos llevados a cabo por la Fuerza Aérea israelí contra cualquier instalación militar siria, iraní o de Hezbolá en territorio sirio -más de doscientos ataques aéreos solo en lo que va de 2018-. Pero los objetivos de ambos Estados son los mismos: Rusia quiere que el gobierno de Assad tome el control definitivo del país destruyendo toda oposición rebelde, sean terroristas yihadistas o no, y ya ha obtenido una larguísima permanencia en Siria con los acuerdos sobre las bases de Tartús y Hmeymim firmados en 2017. Por su parte, Israel quiere mantener segura su frontera norte, tanto en los Altos del Golán como en Líbano, y para ello quiere la retirada completa de las fuerzas iraníes de Siria y la desactivación de Hezbolá como amenaza permanente. Se ve claramente que los objetivos de ambos siguen siendo compatibles, hasta podría decirse que complementarios. De modo que es casi seguro que a pesar de las duras medidas adoptadas por Rusia ambos Estados sigan colaborando porque sus intereses estratégicos son complementarios y no habrá escalada de conflicto entre ambos, siempre que terceras partes no intervengan con la finalidad de desestabilizar la entente que ha existido entre ambos.

Llegada a la base aérea de Hmeymim de los S-300 para Siria. 
Vídeo del Ministerio de Defensa de Rusia, 2 de octubre de 2018.
Otro vídeo se encuentra disponible en el canal oficial de la televisión militar rusa Zvezdá en Twitter. Según informó la agencia TASS Rusia entregó a Siria tres batallones completos de S-300PM dotados con ocho lanzaderas cada uno, lo que supone 96 misiles antiaéreos dispuestos para el lanzamiento inmediato, así como 300 misiles adicionales. Estos sistemas proceden de los arsenales de las VKS rusas de unidades, que han sido reequipadas con el sistema de defensa aérea S-400, y fueron revisados por empresas rusas antes de su entrega para asegurar que se encuentran completamente operativos y capaces de realizar misiones de combate (TASS, 8 de octubre de 2018).  

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