SIRIA 2013: GUERRA DE IRAK V. 2.0

El día 29 de agosto la Administración Obama se dedicó  a informar al Congreso sobre las evidencias disponibles que justifican un ataque militar contra Siria. Sobre la base de estas evidencias, el Presidente Obama aseguró que “el gobierno sirio llevó a cabo el ataque”, que “tiene que haber consecuencias internacionales” y que estas serían inminentes (declaraciones a la PBS). En este road show político-estratégico participaron el Vicepresidente Biden, el Jefe de la Inteligencia James Clapper, la Consejera de Seguridad Nacional Susan Rice y el Secretario de Defensa Chuck Hagel. Claro que, ninguno de los miembros del gobierno reveló las fuentes ni tampoco información sustancial que permitiera a los congresistas contrastar las pruebas aportadas por el Ejecutivo. Pero para todos existió una cadena de mando que va desde los más altos responsables del gobierno sirio hasta la unidad que empleó las armas químicas contra la población civil en Ghutta (Damasco). Es evidente que en el seno de la Administración Obama se había decidido llevar a cabo un ataque militar contra Siria con independencia del resultado final de las investigaciones en curso sobre el empleo de armas químicas en la guerra civil siria. Hay que recordar que en medio estaba trabajando en el país una misión internacional de verificación de las Naciones Unidas que contaba con el visto bueno del gobierno sirio que permitió el acceso sin restricciones de los expertos a todo su territorio.
Entonces, cualquier analista riguroso se plantea la siguiente cuestión: ¿por qué intervenir ahora y no en los dos años y medio anteriores que dura la guerra civil que está destruyendo físicamente el país? Un conglomerado extraño de países con intereses aparentemente divergentes han estado presionando desde hace tiempo a la Administración Obama para que emprendiera una operación militar de castigo decisiva contra las fuerzas gubernamentales sirias que mantienen el control efectivo en la mayor parte del país. Este conglomerado heterogéneo está formado por Arabia Saudí, Qatar, Israel y Turquía, y cada uno apoya a una facción rebelde de la denominada Coalición Regional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria o, directamente en algunos casos, como han reconocido fuentes de inteligencia occidentales, a grupos terroristas yihadistas como Al-Qaeda y Al-Nusra. Esta situación fue denunciada por el Presidente al-Assad en una entrevista reciente en el diario ruso Izvestia, pero esto es indiferente, pues ya hace tiempo que Siria fue incluida en la lista del “Eje del Mal” por el Presidente Bush por lo que cualquier manifestación de su gobierno debe ser rechazada de plano, considerada como anatema y herejía contra la moral política occidental (véase en este sentido Eduardo Arroyo en http://www.elsemanaldigital.com/blog.asp?idarticulo=130835&cod_aut=) . Por eso, el Presidente Obama declaró que la actuación del régimen sirio merecía un castigo (solo le faltó precisar que “divino”) “no solo porque ha roto las normas internacionales y estándares de decencia, sino que ha creado una situación en la que los intereses americanos se ven afectados” (declaraciones a la PBS), y es este, como siempre, el elemento fundamental de la política exterior. Ahora bien, ¿cuáles son los intereses nacionales en juego que justifican una implicación militar en Siria? Y más importante aún: ¿justifican una actuación al margen del Consejo de Seguridad, esto es, de las grandes potencias del sistema? Porque, si es así, y al final la acción militar se lleva a cabo, el mantenimiento del sistema exige que los Estados Unidos compensen a Rusia, y también a China, permitiéndoles actuar libremente en sus respectivas zonas de influencia (near abroad). Hay que dejar sentado que el Consejo de Seguridad puede ordenar actuar, aun con la abstención de dos de sus miembros, si entiende que un Estado miembro amenaza gravemente la paz y la seguridad; si el uso de gases tóxicos por el gobierno sirio, en contravención de la Convención de 1924, la haya firmado o no, es a juicio del Consejo de Seguridad una quiebra o amenaza fundamental contra la paz y la seguridad, ha de ordenar la actuación de los Estados miembros conforme a los artículos 2.4 y 2.5 de la Carta con el amparo del artículo 25. Todo lo demás es puro artificio jurídico-internacional.
Pero, la política exterior americana pone de manifiesto la siguiente regla: cuando se toma la decisión de intervenir militarmente dan igual las pruebas o, mejor dicho, las falsedades o directamente la invención de las causas o motivos que la justifican, como ya quedó probado con la guerra de Irak en 2003, solo por citar el caso más reciente y conocido. Así lo reconoce por muchos, el senador Robert Cocker cuando dijo que “la respuesta [sic] de los Estados Unidos por el uso de armas químicas en Siria por su gobierno es inminente, será una operación militar quirúrgica en Siria que no necesita ninguna autorización de nadie”. De hecho, los gobiernos occidentales han hecho oídos sordos a la declaración formulada el 28 de agosto por la presidenta de la Comisión Internacional de Investigación de Armas Químicas y Biológicas en Siria, Carla del Ponte, de que los responsables del uso de gas sarín son los “rebeldes de la oposición”. Tal es así que el Secretario de Estado John Kerry llamó personalmente al Secretario General de la Organización para que ordenara la salida del equipo de inspectores, a lo que este se opuso (de modo que pronto concluirá su mandato). Esto determina otra regla de la política exterior americana: cuando no les conviene obvian la existencia de la Carta de las Naciones Unidas y del propio Consejo de Seguridad porque los Estados Unidos son, ellos solos o liderando una coalición internacional, el supremo garante de la paz y la seguridad internacionales. En palabras del Adjunto a la Secretaría de Prensa de la Casa Blanca John Earnest, si fuera necesaria una “justificación legal para la decisión del Presidente” el gobierno americano estaría en disposición de crear las bases legales para ello. En esta línea, el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado Robert Menéndez afirmó que "juntos hemos proyectado un curso de acción que da al Presidente autoridad para desplegar fuerzas en respuesta al criminal uso de armas químicas por el régimen de Asad contra los sirios, al tiempo que pone restricciones y un límite de tiempo a esta autorización". 
En el caso del conflicto en Siria se dan dos problemas básicos para valorar el peso de la propaganda interesada (a nuestro juicio no es más que otra operación de intoxicación masiva de la opinión pública occidental para ponerla a favor de la guerra) en la intervención militar occidental. El primero está relacionado con una cuestión de extemporaneidad: el vídeo donde se recogen las primeras imágenes del supuesto ataque con armas químicas de Ghutta se publicó en internet (en concreto el youtube.com) el día 20 de agosto y el ataque que hace causa de la posible intervención, fuera de la naturaleza que fuera, se perpetró el día 21 de agosto. El segundo es numérico: en un primer momento se habló de 3.000 muertos, luego de unos miles de muertos y según las fuentes que se consulten las rebajan hasta 100 muertos (por ejemplo ABC citando fuentes americanas). Es evidente que un ataque con armas de destrucción masiva, y las armas químicas lo son, siempre dejará en el camino una masa de vidas humanas, como su propio nombre indica.
Por tanto, estamos, una vez más, ante un intento burdo de justificar un ataque militar que no contaría con la autorización del Consejo de Seguridad, especialmente por la oposición decidida de Rusia y también de China.
Pero veamos cuáles son las posiciones de las grandes potencias. El gobierno ruso ha sido muy claro en este como en otros conflictos anteriores: exige el consenso de las grandes potencias en el seno del Consejo de Seguridad, único órgano que puede autorizar el uso de la fuerza en la sociedad internacional. El Ministro de Asuntos Exteriores Sergei Lavrov reiteró el 28 de agosto que Rusia se opone firmemente a cualquier intervención extranjera en Siria después de dos años de guerra civil continuada, advirtió de que cualquier ataque sin la autorización del Consejo de Seguridad constituye una violación del Derecho Internacional y que Rusia se opondrá a una resolución de Naciones Unidas que pretenda justificar una nueva intervención militar occidental en la región (declaraciones recogidas en Ria-Novosti). El Presidente Putin enfatizó el 31 de agosto que “los Estados Unidos denuncian que las tropas gubernamentales sirias usaron armas de destrucción masiva, en este caso químicas, y afirma que tiene pruebas. Que las presente a los inspectores de las Naciones Unidas y al Consejo de Seguridad. Las afirmaciones de que dispone de pruebas pero son secretas y no pueden ser presentadas no resisten ninguna crítica. Son una falta de respeto hacia sus socios y la comunidad internacional”. Ahora bien, el Presidente también dijo que “en caso de que quede demostrada participaremos de manera consolidada en la elaboración de medidas para hacerla imposible” y el ámbito de concertación no es otro que el Consejo de Seguridad (declaraciones recogidas en Ria-Novosti). Durante la reunión del grupo de cooperación no institucionalizado  G-20 en San Petersburgo de los días 7 y 8 de septiembre el bloque occidental formuló una Declaración de apoyo a la posición de los Estados Unidos pero sin comprometer el apoyo efectivo de ninguno de los que la suscribían, y por tanto careciendo de cualquier compromiso más allá del meramente político. Durante esta reunión la diplomacia rusa trabajó en sentido opuesto, tratando de desactivar la coalición ad hoc que tan penosamente trata de construir la Administración Obama. Pues bien, las tesis rusas se imponen el 9 de septiembre cuando el Ministro de Asuntos Exteriores Sergei Lavrov propone al gobierno sirio el desmantelamiento y destrucción de su arsenal de armas químicas (cuya existencia y estado se conoce desde los años ochenta) bajo supervisión internacional y la posterior adhesión de Siria al Tratado de Prohibición de las Armas Químicas (la propuesta rusa y la declaración del Presidente Putin de 10 de septiembre en http://sp.rian.ru/international/20130910/158051313.html). El Ministro de Exteriores sirio Walid Mualem, que se encuentra en visita oficial en Moscú, afirmó que su gobierno está conforme con la propuesta rusa porque "busca evitar la guerra". La Unión Europea, así como Japón y la Liga Árabe han formulado declaraciones de apoyo a la iniciativa rusa aceptada por el gobierno sirio (declaraciones que se recogen en http://sp.rian.ru/international/20130910/158047043.html). De este modo, ¿cómo se justifica una acción militar de los Estados Unidos contra un Estado soberano que acepta un control internacional de esta naturaleza?
Superados por la jugada de la diplomacia rusa (véase la crítica rotunda a la Administración Obama que hace Florentino Portero: http://www.libertaddigital.com/opinion/florentino-portero/obama-tal-cual-69558/), los responsables de la política exterior americana decidieron buscar una salida en el seno de la Conferencia de Desarme de Ginebra. De este modo, después de tres días de negociaciones el 15 de septiembre de 2013 se hizo público el Acuerdo Lavrov-Kerry por el que se establece un calendario para la destrucción completa bajo control internacional del arsenal de armas químicas sirio, proceso que deberá estar concluido en junio de 2014 (sobre la relevancia de este Acuerdo bilateral véase Fiodor Lukianov: "Siria reanima la gran diplomacia", Ria-Novosti, 19 de septiembre de 2013, en http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20130919/158121959.html).   
El gobierno chino se ha limitado a decir por parte del Ministro de Exteriores Wang Yi que se debe tener tanto la certeza del uso de las armas químicas como “también quién las uso”, como si esto realmente importara al bloque liderado por los Estados Unidos. A veces parece que los dirigentes chinos se tapan los ojos a la realidad de las relaciones internacionales que tratan de imponer las potencias occidentales o no son capaces de entender la naturaleza de las mismas. Pero en la línea rusa, el portavoz del Ministerio de Exteriores Qin Gan declaró el 5 de septiembre que "cualquier acción debe basarse en los resultados de la investigación y la decisión debe tomarse en el Consejo de Seguridad. Toda acción no avalada por el Consejo de Seguridad podría tener consecuencias graves y aumentar la tragedia humanitaria" (declaraciones recogidas en Ria-Novosti).
En este nuevo conflicto a los Estados Unidos lo seguían, como siempre, el gobierno británico que, con independencia del partido político gobernante, considera de interés nacional el mantenimiento de la alianza estratégica transatlántica, lo que incluye participar activamente en cualquiera de las guerras que patrocine Washington. Sin embargo, el Primer Ministro Cameron se dio de bruces el día 29 de agosto con el rechazo del Parlamento que no por esperado ha sido menos sorpresivo; el Primer Ministro tuvo que reconocer que “no se puede afirmar con seguridad del cien por cien quién es el responsable del ataque químico”. En consecuencia, el Ministro de Defensa Philip Hammond anunció que Gran Bretaña no participará en acciones militares contra Siria. Por su parte, el Primer Ministro Harper expuso que el gobierno canadiense no tiene planeada ninguna participación en una acción militar contra Siria que pero sí apoyará a los países que adopten medidas de represalia contra el régimen sirio por el uso de armas químicas.
El Presidente Hollande afirmó el 30 de agosto la necesidad de una acción “proporcionada y firme” contra el régimen sirio, aunque descartaba que se pretendiera cambiar el régimen político interno (recordemos en caso reciente de Libia en la primavera de 2011 para saber lo que realmente quiere decir). Esta acción militar contaría con el respaldo político y la participación directa de las Fuerzas Armadas francesas, lo que no es más que la compensación por la implicación americana y británica en la guerra de Malí a primeros de este año.
La posición del gobierno alemán fue expuesta el 30 de agosto por el Ministro de Exteriores Guido Westerwelle: “Alemania aboga porque el Consejo de Seguridad elabore una postura común y que los inspectores de las Naciones Unidas concluyan su labor cuanto antes” (declaraciones al Neue Osnabruecker Zeitung). El día anterior, la Canciller Merkel y el Presidente Putin coincidieron en la necesidad de buscar un arreglo político “en el marco de la Organización de las Naciones Unidas y en otros formatos”, en particular la importancia de que el Consejo de Seguridad valore la labor de los inspectores enviados a Siria por la propia Organización. El mismo día 29 de agosto el portavoz del gobierno alemán, Steffen Seibert, afirmó que “no hemos considerado ni estamos considerando un ataque militar” (citado en Ria-Novosti). Por tanto, la posición del gobierno alemán es clara: no se opone a una intervención militar occidental en Siria, Alemania no participará de ninguna manera en dicha intervención y considera que las decisiones políticas sobre el conflicto en Siria se deben tomar en el ámbito del Consejo de Seguridad, con lo que contenta tanto a americanos como a rusos. En este sentido no es desdeñable traer a colación que el 58% de los alemanes se oponen a un ataque militar contra Siria (AFP).
El gobierno italiano precisó que no apoyará un ataque militar contra Siria si no existe una resolución del Consejo de Seguridad y tampoco permitirá el uso de las seis bases de que disponen los Estados Unidos en el país. Por su parte, el gobierno español ha mantenido una posición de prudencia y abstención, no le cabe otra (declaraciones de la Vicepresidenta Sáenz de Santamaría en ABC), pero que deja abierta la puerta al uso de las instalaciones militares conjuntas, en concreto las bases de Morón y Rota, de importancia estratégica para los Estados Unidos dentro de su despliegue global y, en concreto, como apoyo al despliegue en Oriente Medio (véase la entrada LA POSICIÓN DE ESPAÑA EN EL CAMINO HACIA UNA NUEVA GUERRA IMPERIAL, ESTA VEZ EN SIRIA, http://www.ullderechointernacional.blogspot.com.es/2013/09/la-posicion-de-espana-en-el-camino.html).
El Presidente Peres afirmó el día 29 de agosto que Israel responderá “con toda su fuerza” en el caso de que el país sea objeto de algún ataque en respuesta de la intervención militar occidental. Pero es evidente que sus vecinos conocen sobradamente la capacidad militar israelí para asestar golpes directos (basta recordar el reciente ataque de la Fuerza Aérea israelí a instalaciones nucleares en el interior de Siria).
En previsión del ataque militar anunciado por el Presidente Obama, la Armada americana ya tiene desplegados en la región cuatro destructores lanzamisiles, y el jueves 29 de agosto anunció el envío de un quinto destructor, todos ellos equipados con misiles de crucero Tomahawk, así como dos grupos anfibios que embarcan las Unidades Expedicionarias de Marines (MEU) 13 y 26. Los especialistas consideran que en ataque a los centros de mando, instalaciones de seguimiento y detección y unidades militares requerirá el empleo de al menos 500 misiles de crucero. Por su parte, el mando naval ruso anunció el envío a la región de un crucero lanzamisiles y un gran destructor antisubmarino, además de dos buques de desembarco que llegarán a la zona el 6 de septiembre, que se sumarán a los tres buques de asalto anfibio, una fragata y otros barcos de apoyo de las Flotas del Mar Negro, Báltico y Pacífico ya presentes en el Mediterráneo (la entidad del despliegue naval ruso en http://www.rusnavyintelligence.com/article-renouvellement-du-dispositif-naval-russe-en-mediterranee-119908987.html). Aunque algún oficial naval ha afirmado que este desplazamiento de fuerza estaba programado y nada tiene que ver con el despliegue de las fuerzas navales occidentales (Ria-Novosti), fuentes del Estado Mayor indicaron que "la nueva situación en el Mediterráneo oriental requiere que se hagan ajustes en la fuerza naval" (Interfax). Y es evidente que la preocupación rusa se ha incrementando con el lanzamiento no anunciado de dos cohetes del sistema israelí Arrow desde el Mediterráneo occidental hacia la costa este del mismo mar el 3 de septiembre. Esta forma de proceder de los Estados Unidos viola todos los protocolos vigentes entre las dos grandes potencias sobre el deber de informarse de lanzamiento de cohetes en pruebas, para evitar, precisamente cualquier escalada en un conflicto nuclear.

No hay comentarios:

Publicar un comentario