"AUGE DE CHINA Y PODERÍO GLOBAL AMERICANO"

Este es el título del artículo sobre las relaciones de poder entre la potencia emergente que es China y el hegemónico del sistema internacional globalizado, los Estados Unidos, cómo una y otro se encuentran inmersos en un proceso de reajuste permanente de zonas de influencia y esferas de poder y cómo interactúan con las otras grandes potencias del sistema internacional, que ha sido publicado por la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos del Ministerio de Defensa Nacional de Chile, en la sección “Columna de Opinión”, el 25 de septiembre de 2013. 

Texto completo del ensayo (*): 

"Recientemente el profesor Tao Xie, de la Escuela de Estudios Ingleses e Internacionales de la Universidad de Lenguas Extranjeras de Pekín, ha publicado en la revista Política Exterior (núm. 135, 2013) un artículo con el sugerente título “El contestado auge de China en el Pacífico”, que me ha llevado a varias reflexiones que deseo compartir. Para empezar, en las primeras líneas afirma que “China se ha convertido en la mayor potencia económica y militar de Asia Oriental”. Claro, a priori, se me ocurre que la primera potencia de la región es precisamente una potencia extrarregional: los Estados Unidos. Le quedan muchas décadas a China, como a cualquier otra potencia o conglomerado de potencias que eventualmente se pueda formar, para encontrarse en disposición de desafiar el poder global americano; siendo realistas se tendrían que dar muchos cambios en la estructura internacional para que esto ocurriera y no antes del 2050, quizás ni siquiera en este siglo, como afirma George Friedman en Los próximos cien años (trad de The Next 100 Years. A forecast for the 21st Century. Nueva York, 2010). Es cierto que el rápido auge chino de las últimas décadas ha afectado a las relaciones de poder regionales que datan del final de la Segunda Guerra Mundial y que se desarrollan entre un conjunto de potencias emergentes como son la misma China, pero también Japón, Corea del Sur, Australia, Indonesia y la India. En particular, es esta última la que desafiará la eventual expansión china hacia el sur, y en esta oposición contará con el apoyo decidido del bloque occidental y de Rusia. Parece que el auge chino concierta, más que generar grandes desafíos, a sus oponentes y posibilita la formación de una coalición preventiva organizada por los Estados Unidos decidida a mantener a China en una posición determinada en la escala internacional. Si por mor de los grandes acuerdos de Yalta-Postdam y de la Conferencia de San Francisco las grandes potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial acordaron la presencia de China en el Consejo de Seguridad, no es menos cierto que la concibieron en una posición inferior, similar a la que podían tener Francia o Gran Bretaña, pues al fin y al cabo el organismo no era sino un espacio de concertación privilegiado (nada menos que monopolizó el uso de la fuerza en la sociedad internacional) entre las dos grandes potencias: los Estados Unidos y la Unión Soviética. Esa situación se ha mantenido hasta hoy y ese consenso permanece: ni Washington ni Moscú aceptarán una posición china independiente en el Consejo de Seguridad. Es más, si se diera esa circunstancia se rompería el régimen explícito formado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y el sistema onusiano, que es la estructura visible de la sociedad internacional global organizada. Por tanto, como decía la anterior Secretaria de Estado H. Clinton: “el futuro de la geopolítica está en Asia, no en Afganistán ni en Irak, y los Estados Unidos deberá situarse en el centro de la acción” (“America´s Pacific Century”, Foreign Policy, noviembre de 2011). Si esto es así, entonces, ¿qué le espera a China como gran poder emergente? Primero, puede optar por adaptarse a la presencia permanente de los Estados Unidos en la región, porque ésta, aparte de ser ya agobiante, podría terminar conformando un auténtico cerco militar sobre China: de norte a sur, se reafirman las antiguas alianzas militares con Corea del Sur, Japón y Taiwán, se crean nuevos acuerdos de seguridad con Singapur, Tailandia, Filipinas, Indonesia o Australia, y girando hacia el océano Índico, se consolidan las relaciones estratégicas con la India y la constitución de Afganistán como protectorado militar americano. El norte es la zona de influencia rusa, su indiscutido “espacio cercano”, y Rusia siempre se concertará con los Estados Unidos si de lo que se trata es de contener la potencia china a sus fronteras actuales. Por el contrario, China podría intentar crear una coalición de potencias que desafiaran el poder militar americano en la región. Pero aquí el mismo Tao Xie reconoce que los eventuales aliados son bastante endebles: Corea del Norte, quizás Pakistán, y algunos Estados africanos y sudamericanos que, “sin embargo, fundamentan sus relaciones con el país asiático en necesidades económicas mutuas coyunturales y no en alianzas militares duraderas”, nada a la hora de un conflicto militar. Por eso, reconoce que “China no debería plantearse siquiera competir con los Estados Unidos por el dominio regional”. El pragmatismo general del que hacen gala las autoridades estatales chinas les ha llevado a abandonar la expresión “auge pacífico” sustituida por “desarrollo pacífico”; en consecuencia, el discurso oficial se ha tornado conciliador tratando de buscar puntos de encuentro con las potencias occidentales. Así en la cumbre bilateral celebrada en Sunnylands, California, en junio de 2013, el presidente Xi Jinping propuso un “nuevo tipo de relaciones entre grandes potencias” basadas en tres puntos: la ausencia de conflicto y confrontación, el respeto mutuo y la cooperación mutuamente beneficiosa. Con todo, desde el lado americano se insiste en la idea del “auge no pacífico de China” y se quiere ver en cada actuación no prevista del gobierno chino una amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos. Pongamos un ejemplo reciente: la entrega en septiembre de 2012 del portaviones Liaoning, primer buque de estas características de la Marina Popular, que no es otro que un portaviones soviético que se estaba deshaciendo por corrosión en los astilleros de Nikolaiev en el mar Negro comprado subrepticiamente por las autoridades chinas en 1998 y rehabilitado durante una década, se considera una amenaza directa a la hegemonía de la US Navy en el Pacifico. Sin embargo, una sola mirada a los números (sin poder obviar la extraordinaria brecha tecnológica que separa a uno y a otros) impone una visión realista de las cosas: a pesar de las restricciones presupuestarias para contener el déficit público, la primera potencia aeronaval global mantiene diez grupos de combate de portaviones, con sus correspondientes escoltas de cruceros y destructores y submarinos de ataque, que embarcan diez alas aéreas que acumulan más de 1.000 aviones y 540 helicópteros (aparte las fuerzas aéreas del Cuerpo de Marines); pues bien, seis grupos de combate se encuentran asignados a la Flota del Pacífico. No es preciso que acudamos a los grandes teóricos de la supremacía del poder naval para entender que los Estados Unidos no tienen oponente presente ni en un futuro cercano que les pueda disputar su supremacía militar, siempre, claro está que los gobernantes americanos sean capaces de mantener el círculo virtuoso que enunció el Presidente Clinton en 1999: “El liderazgo americano se torna indispensable para fortalecer los intereses nacionales en los años venideros (…) En este momento de la historia, los Estados Unidos están llamados a ejercer su liderazgo para guiar las fuerzas de la libertad y el progreso; para canalizar las energías de la economía global hacia una mayor prosperidad; para reforzar nuestros valores e ideales democráticos, para aumentar la seguridad americana y la paz global.” (A National Security Strategy for a New Century. Washington, 1999). Mientras tanto, China, como cualquier otra potencia, debe adaptarse a las necesidades estratégicas de los Estados Unidos, simplemente porque no resistiría un enfrentamiento militar directo."


(*) Las opiniones que se recogen en este artículo son exclusivamente responsabilidad del autor.

"Solo con extender tu mano puedes cambiar el sentido del Universo..."

EL TRIUNFO DE MERKEL ASEGURA LA ESTABILIDAD DE EUROPA


El mayor éxito de Merkel es la perfecta comprensión de los intereses nacionales de Alemania desde que se hizo cargo de la Cancillería; precisamente lo que más se le critica desde fuera. Pero el que ejerce el Poder del Estado debe aplicar una política exterior racional y ésta es la que sirve a los intereses nacionales. Pero es que, además, Merkel ha demostrado durante estos años que es la guía del proyecto europeo, ningún otro político tiene actualmente una política definida sobre cómo conseguir más Europa. Y esto es más sorprendente si cabe, mirando hacia el pasado reciente de Alemania: destruida físicamente en 1945 con mutilaciones fronterizas irreversibles, desintegrada políticamente por las potencias ocupantes hasta la refundación en 1949, separada en dos Estados ideológicamente opuestos y reunificada política y económicamente hace solo dos décadas como consecuencia del hundimiento del sistema bipolar de la Guerra Fría. El éxito de la política exterior alemana desde 1949 ha residido en la correcta comprensión del equilibrio de poder entre las grandes potencias del sistema internacional en cada momento. En consecuencia, Alemania ha terminado consolidándose como la hegemónica del subsistema regional europeo.

HOLLANDE QUITA LA CARETA AL BLOQUE OCCIDENTAL

Después de entrar con toda la potencia de fuego disponible (excepto la Force de Frappe) en la Guerra de Malí (véase la entrada ¿POR QUE FRANCIA DEBE INTERVENIR EN MALI?, http://www.ullderechointernacional.blogspot.com.es/2013/01/por-que-francia-debe-intervenir-en-mali.html), el Presidente Hollande se desentiende de los acuerdos artificiosos entre Washington y Moscú, patrocinados por el Ministro de Defensa ruso Sergei Lavrov y acogidos con entusiasmo por ese fantástico conglomerado de intereses que los bienintencionados de la sociedad globalizada denominan “comunidad internacional”, y anuncia que a Francia esos arreglos no le bastan y que quiere, directamente, que Al-Assad deje el poder. Y es cierto, para qué perder el tiempo “mareando la perdiz” si realmente de lo que se trata es de cambiar el régimen político vigente en Siria porque ya no es del agrado de las potencias occidentales. Dice el Presidente Hollande: “es imprescindible que Bashar al Assad abandone el poder y se consiga un acuerdo político que permita acabar la guerra civil” (declaraciones recogidas en ABC, 15 de septiembre de 2013, http://www.abc.es/internacional/20130915/abci-hollande-siria-etapas-201309152107.html). Y esto no parece una frase lanzada a las ondas sino una amenaza personal en toda regla: recordemos  como acabó recientemente Muanmar Gaddafi o, más atrás, Saddam Hussein. El lunes se discutirá el contenido de la resolución del Consejo de Seguridad que recogerá el acuerdo entre las dos grandes potencias, pero que debe contar la anuencia de Francia (también de Gran Bretaña, este por descontado, y de China). Pues el Presidente Hollande estima que de todos los recursos empleados hasta ahora contra el régimen sirio el que de verdad ha funcionado es la amenaza del uso de la fuerza, bruta habría que recalcar, pues se hablaba de 500 misiles Tomahawk solo en los tres primeros días de ataque, y ya se sabe, cuando los Aliados occidentales empiezan una guerra no se sabe cuándo terminan, de nuevo recordemos los casos de recientes de Irak y Afganistán.

CANTATA "ALEXANDER NEVSKY”, OP. 78 36 DE PROKOFIEV

A José Luis Ravina, q.e.p.d.

Según se hacen eco diversos portales especializados en temas de seguridad y defensa, el viernes 6 de septiembre el submarino portamisiles (SSBN) K-555 Alexander Nevsky realizó su primer lanzamiento de un cohete de combustible sólido R-30 Bulavá, en el proceso de validación de todos los equipos y sistemas de combate previos a la entrada en servicio en la Armada rusa el 15 de noviembre de 2013. De acuerdo con estas fuentes, el submarino efectuó el disparo en inmersión desde el mar Blanco y el cohete debía alcanzar su objetivo en el polígono de pruebas de Kura, en la península de Kamchatka (Extremo Oriente ruso); sin embargo, debió ser destruido en vuelo a los dos minutos del lanzamiento por fallos en los sistemas de control de la segunda etapa. Esta prueba se había programado para el pasado mes de junio pero se suspendió sin que la Armada rusa ni el astillero Sevmash hayan informado acerca de las causas del aplazamiento. El tercer SSBN de la clase Borei, el Vladimir Monomakh, debía efectuar también un lanzamiento de validación previo a la entrada en servicio, en este caso a mediados del mes de diciembre. Sin embargo, el Ministerio de Defensa ha anunciado el aplazamiento de las pruebas de lanzamiento y, por tanto, la entrada en servicio de ambos submarinos portamisiles se pospone para el próximo año. Hay que recodar que el cabeza de la clase, el K-535 Yury Dolgoruky, se entregó a la Armada en una ceremonia celebrada en los astilleros Sevmash de Severodvinsk el 10 de enero de 2013. El Ministerio de Defensa ha creado una comisión especial presidida por el comandante en jefe de la Armada, almirante Chirkov, para determinar las causas del mal funcionamiento del cohete.
Ya se conoce que el próximo lanzamiento de un cohete Bulavá se realizará desde el SSBN Dmitry Donskoy, submarino portamisiles de la clase Akula que fue especialmente acondicionado para el desarrollo del nuevo cohete balístico de combustible sólido que equipará a la nueva clase Borei. El Dmitry Donskoi realizó catorce disparos de cohetes Bulavá, siete resultaron un éxito y siete fueron fallidos (en http://rbth.co.uk/news/2013/09/10/dmitry_donskoy_submarine_to_perform_next_bulava_test_launch_29669.html).
El Programa Estatal de Armamentos 2011-2020 prevé la construcción y entrada en servicio hasta 2017 de ocho SSBN de la clase Borei, que constituirán el vector más potente de la Fuerzas Nucleares Estratégicas de Rusia durante los próximos treinta años. 

Mientras se resuelve la entrada en servicio del nuevo SSBN Alexander Nevsky en la Armada rusa, disfrutemos de la Cantata Alexander Nevsky, Op. 78 36 de Prokofiev:

LA POSICION DE ESPAÑA EN EL CAMINO HACIA UNA NUEVA GUERRA IMPERIAL, ESTA VEZ EN SIRIA

En la entrada de este mes Siria 2013: Guerra de Irak v.2.0 en http://ullderechointernacional.blogspot.com.es/2013/09/siria-2013-guerra-de-irak-v-20.html dedicada a comentar las diferentes posiciones políticas de los miembros del Directorio mundial y de otros actores relevantes ante una eventual acción militar de los Estados Unidos en y contra Siria, hacíamos una breve reseña a la postura adoptada por el gobierno español. Esta no es otra que la propia de las potencias medias y los Estados débiles, aquellos que se encuentran sometidos a las directrices de las grandes potencias y cuyo margen de actuación en los grandes asuntos internacionales es prácticamente nulo. Esta posición, calificada de prudente y de abstención por la Vicepresidenta Sáenz de Santamaría (declaraciones recogidas en ABC, 30 de agosto de 2013), fue enunciada por el gobierno español en cuanto empezaron a sonar los tambores de guerra en la última semana de agosto. La declaración no contenía ninguna restricción al uso de las instalaciones militares conjuntas, en concreto las bases de Morón y Rota, de importancia estratégica para los Estados Unidos dentro de su despliegue global y, en concreto, como apoyo a la presencia permanente en Oriente Medio.
En esa posición de política exterior reactiva, carente por tanto de planificación y regida por el principio de seguir siempre al que dicta las reglas del sistema cuando se encuentran en juego intereses estratégicos, el gobierno español se sumó a la Declaración de San Petersburgo en relación con la crisis de Siria formulada por un grupo de Estados occidentales miembros del régimen de cooperación no institucionalizado que es el denominado G-20. Pues bien, el que el gobierno español haya suscrito esta Declaración en nada le compromete más allá de la posición ya expuesta por la Vicepresidenta Sáenz de Santamaría y por el Ministro de Defensa Pedro Morenés: España no se ha planteado “en ningún momento un respaldo a una acción militar concreta”. Es más, fuentes del gobierno han insistido en que esta Declaración no es nada más que un acuerdo verbal (sic), que no refleja la posición de España (sic) y que, por tanto, no es vinculante (recordemos la necesaria autorización parlamentaria con una resolución positiva del Consejo de Seguridad para poder participar en un conflicto de esta naturaleza). E insiste en que “no hay solución militar posible al terrible conflicto civil que está viviendo Siria”, de modo que la posición es clara: “España no ha comprometido en ningún momento participación española ante eventuales respuestas de naturaleza militar que pudiesen articularse”.
Por tanto, el gobierno español no ha modificado su posición política inicial en relación con el conflicto sirio tras la Declaración de San Petersburgo, que no le obliga a nada más allá de estar ahí, que al fin y al cabo es lo que interesa a la Administración Obama, obcecada en sumar nuevos miembros a la coalición ad hoc que trata de conformar para intervenir en Siria más allá del Consejo de Seguridad, único órgano de la sociedad internacional institucionalizada que puede autorizar el uso de la fuerza contra un Estado miembro. Postura que, además, se ve respaldada por la propia posición oficial de la Unión Europea y de la misma Alemania.

Conferencia de prensa del Presidente Rajoy en la Reunión del G-20 en San Petersburgo el 6 de septiembre de 2013: http://www.lamoncloa.gob.es/Presidente/Intervenciones/ConferenciasdePrensa/2013/prrp20130906.htm
Véase el contenido de la Nota de prensa del gobierno sobre la reunión del Ministro de Defensa Morenés con el Secretario de Defensa Hagel en Washington el 7 de septiembre de 2013: http://www.lamoncloa.gob.es/ServiciosdePrensa/NotasPrensa/MDE/2013/07092013MorenesEEUU.htm Más información en la web del Ministerio de Defensa: http://www.defensa.gob.es/gabinete/notasPrensa/2013/09/DGC-130907-encuentro--morenes-hagel.html

SIRIA 2013: GUERRA DE IRAK V. 2.0

El día 29 de agosto la Administración Obama se dedicó  a informar al Congreso sobre las evidencias disponibles que justifican un ataque militar contra Siria. Sobre la base de estas evidencias, el Presidente Obama aseguró que “el gobierno sirio llevó a cabo el ataque”, que “tiene que haber consecuencias internacionales” y que estas serían inminentes (declaraciones a la PBS). En este road show político-estratégico participaron el Vicepresidente Biden, el Jefe de la Inteligencia James Clapper, la Consejera de Seguridad Nacional Susan Rice y el Secretario de Defensa Chuck Hagel. Claro que, ninguno de los miembros del gobierno reveló las fuentes ni tampoco información sustancial que permitiera a los congresistas contrastar las pruebas aportadas por el Ejecutivo. Pero para todos existió una cadena de mando que va desde los más altos responsables del gobierno sirio hasta la unidad que empleó las armas químicas contra la población civil en Ghutta (Damasco). Es evidente que en el seno de la Administración Obama se había decidido llevar a cabo un ataque militar contra Siria con independencia del resultado final de las investigaciones en curso sobre el empleo de armas químicas en la guerra civil siria. Hay que recordar que en medio estaba trabajando en el país una misión internacional de verificación de las Naciones Unidas que contaba con el visto bueno del gobierno sirio que permitió el acceso sin restricciones de los expertos a todo su territorio.
Entonces, cualquier analista riguroso se plantea la siguiente cuestión: ¿por qué intervenir ahora y no en los dos años y medio anteriores que dura la guerra civil que está destruyendo físicamente el país? Un conglomerado extraño de países con intereses aparentemente divergentes han estado presionando desde hace tiempo a la Administración Obama para que emprendiera una operación militar de castigo decisiva contra las fuerzas gubernamentales sirias que mantienen el control efectivo en la mayor parte del país. Este conglomerado heterogéneo está formado por Arabia Saudí, Qatar, Israel y Turquía, y cada uno apoya a una facción rebelde de la denominada Coalición Regional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria o, directamente en algunos casos, como han reconocido fuentes de inteligencia occidentales, a grupos terroristas yihadistas como Al-Qaeda y Al-Nusra. Esta situación fue denunciada por el Presidente al-Assad en una entrevista reciente en el diario ruso Izvestia, pero esto es indiferente, pues ya hace tiempo que Siria fue incluida en la lista del “Eje del Mal” por el Presidente Bush por lo que cualquier manifestación de su gobierno debe ser rechazada de plano, considerada como anatema y herejía contra la moral política occidental (véase en este sentido Eduardo Arroyo en http://www.elsemanaldigital.com/blog.asp?idarticulo=130835&cod_aut=) . Por eso, el Presidente Obama declaró que la actuación del régimen sirio merecía un castigo (solo le faltó precisar que “divino”) “no solo porque ha roto las normas internacionales y estándares de decencia, sino que ha creado una situación en la que los intereses americanos se ven afectados” (declaraciones a la PBS), y es este, como siempre, el elemento fundamental de la política exterior. Ahora bien, ¿cuáles son los intereses nacionales en juego que justifican una implicación militar en Siria? Y más importante aún: ¿justifican una actuación al margen del Consejo de Seguridad, esto es, de las grandes potencias del sistema? Porque, si es así, y al final la acción militar se lleva a cabo, el mantenimiento del sistema exige que los Estados Unidos compensen a Rusia, y también a China, permitiéndoles actuar libremente en sus respectivas zonas de influencia (near abroad). Hay que dejar sentado que el Consejo de Seguridad puede ordenar actuar, aun con la abstención de dos de sus miembros, si entiende que un Estado miembro amenaza gravemente la paz y la seguridad; si el uso de gases tóxicos por el gobierno sirio, en contravención de la Convención de 1924, la haya firmado o no, es a juicio del Consejo de Seguridad una quiebra o amenaza fundamental contra la paz y la seguridad, ha de ordenar la actuación de los Estados miembros conforme a los artículos 2.4 y 2.5 de la Carta con el amparo del artículo 25. Todo lo demás es puro artificio jurídico-internacional.
Pero, la política exterior americana pone de manifiesto la siguiente regla: cuando se toma la decisión de intervenir militarmente dan igual las pruebas o, mejor dicho, las falsedades o directamente la invención de las causas o motivos que la justifican, como ya quedó probado con la guerra de Irak en 2003, solo por citar el caso más reciente y conocido. Así lo reconoce por muchos, el senador Robert Cocker cuando dijo que “la respuesta [sic] de los Estados Unidos por el uso de armas químicas en Siria por su gobierno es inminente, será una operación militar quirúrgica en Siria que no necesita ninguna autorización de nadie”. De hecho, los gobiernos occidentales han hecho oídos sordos a la declaración formulada el 28 de agosto por la presidenta de la Comisión Internacional de Investigación de Armas Químicas y Biológicas en Siria, Carla del Ponte, de que los responsables del uso de gas sarín son los “rebeldes de la oposición”. Tal es así que el Secretario de Estado John Kerry llamó personalmente al Secretario General de la Organización para que ordenara la salida del equipo de inspectores, a lo que este se opuso (de modo que pronto concluirá su mandato). Esto determina otra regla de la política exterior americana: cuando no les conviene obvian la existencia de la Carta de las Naciones Unidas y del propio Consejo de Seguridad porque los Estados Unidos son, ellos solos o liderando una coalición internacional, el supremo garante de la paz y la seguridad internacionales. En palabras del Adjunto a la Secretaría de Prensa de la Casa Blanca John Earnest, si fuera necesaria una “justificación legal para la decisión del Presidente” el gobierno americano estaría en disposición de crear las bases legales para ello. En esta línea, el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado Robert Menéndez afirmó que "juntos hemos proyectado un curso de acción que da al Presidente autoridad para desplegar fuerzas en respuesta al criminal uso de armas químicas por el régimen de Asad contra los sirios, al tiempo que pone restricciones y un límite de tiempo a esta autorización". 
En el caso del conflicto en Siria se dan dos problemas básicos para valorar el peso de la propaganda interesada (a nuestro juicio no es más que otra operación de intoxicación masiva de la opinión pública occidental para ponerla a favor de la guerra) en la intervención militar occidental. El primero está relacionado con una cuestión de extemporaneidad: el vídeo donde se recogen las primeras imágenes del supuesto ataque con armas químicas de Ghutta se publicó en internet (en concreto el youtube.com) el día 20 de agosto y el ataque que hace causa de la posible intervención, fuera de la naturaleza que fuera, se perpetró el día 21 de agosto. El segundo es numérico: en un primer momento se habló de 3.000 muertos, luego de unos miles de muertos y según las fuentes que se consulten las rebajan hasta 100 muertos (por ejemplo ABC citando fuentes americanas). Es evidente que un ataque con armas de destrucción masiva, y las armas químicas lo son, siempre dejará en el camino una masa de vidas humanas, como su propio nombre indica.
Por tanto, estamos, una vez más, ante un intento burdo de justificar un ataque militar que no contaría con la autorización del Consejo de Seguridad, especialmente por la oposición decidida de Rusia y también de China.
Pero veamos cuáles son las posiciones de las grandes potencias. El gobierno ruso ha sido muy claro en este como en otros conflictos anteriores: exige el consenso de las grandes potencias en el seno del Consejo de Seguridad, único órgano que puede autorizar el uso de la fuerza en la sociedad internacional. El Ministro de Asuntos Exteriores Sergei Lavrov reiteró el 28 de agosto que Rusia se opone firmemente a cualquier intervención extranjera en Siria después de dos años de guerra civil continuada, advirtió de que cualquier ataque sin la autorización del Consejo de Seguridad constituye una violación del Derecho Internacional y que Rusia se opondrá a una resolución de Naciones Unidas que pretenda justificar una nueva intervención militar occidental en la región (declaraciones recogidas en Ria-Novosti). El Presidente Putin enfatizó el 31 de agosto que “los Estados Unidos denuncian que las tropas gubernamentales sirias usaron armas de destrucción masiva, en este caso químicas, y afirma que tiene pruebas. Que las presente a los inspectores de las Naciones Unidas y al Consejo de Seguridad. Las afirmaciones de que dispone de pruebas pero son secretas y no pueden ser presentadas no resisten ninguna crítica. Son una falta de respeto hacia sus socios y la comunidad internacional”. Ahora bien, el Presidente también dijo que “en caso de que quede demostrada participaremos de manera consolidada en la elaboración de medidas para hacerla imposible” y el ámbito de concertación no es otro que el Consejo de Seguridad (declaraciones recogidas en Ria-Novosti). Durante la reunión del grupo de cooperación no institucionalizado  G-20 en San Petersburgo de los días 7 y 8 de septiembre el bloque occidental formuló una Declaración de apoyo a la posición de los Estados Unidos pero sin comprometer el apoyo efectivo de ninguno de los que la suscribían, y por tanto careciendo de cualquier compromiso más allá del meramente político. Durante esta reunión la diplomacia rusa trabajó en sentido opuesto, tratando de desactivar la coalición ad hoc que tan penosamente trata de construir la Administración Obama. Pues bien, las tesis rusas se imponen el 9 de septiembre cuando el Ministro de Asuntos Exteriores Sergei Lavrov propone al gobierno sirio el desmantelamiento y destrucción de su arsenal de armas químicas (cuya existencia y estado se conoce desde los años ochenta) bajo supervisión internacional y la posterior adhesión de Siria al Tratado de Prohibición de las Armas Químicas (la propuesta rusa y la declaración del Presidente Putin de 10 de septiembre en http://sp.rian.ru/international/20130910/158051313.html). El Ministro de Exteriores sirio Walid Mualem, que se encuentra en visita oficial en Moscú, afirmó que su gobierno está conforme con la propuesta rusa porque "busca evitar la guerra". La Unión Europea, así como Japón y la Liga Árabe han formulado declaraciones de apoyo a la iniciativa rusa aceptada por el gobierno sirio (declaraciones que se recogen en http://sp.rian.ru/international/20130910/158047043.html). De este modo, ¿cómo se justifica una acción militar de los Estados Unidos contra un Estado soberano que acepta un control internacional de esta naturaleza?
Superados por la jugada de la diplomacia rusa (véase la crítica rotunda a la Administración Obama que hace Florentino Portero: http://www.libertaddigital.com/opinion/florentino-portero/obama-tal-cual-69558/), los responsables de la política exterior americana decidieron buscar una salida en el seno de la Conferencia de Desarme de Ginebra. De este modo, después de tres días de negociaciones el 15 de septiembre de 2013 se hizo público el Acuerdo Lavrov-Kerry por el que se establece un calendario para la destrucción completa bajo control internacional del arsenal de armas químicas sirio, proceso que deberá estar concluido en junio de 2014 (sobre la relevancia de este Acuerdo bilateral véase Fiodor Lukianov: "Siria reanima la gran diplomacia", Ria-Novosti, 19 de septiembre de 2013, en http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20130919/158121959.html).   
El gobierno chino se ha limitado a decir por parte del Ministro de Exteriores Wang Yi que se debe tener tanto la certeza del uso de las armas químicas como “también quién las uso”, como si esto realmente importara al bloque liderado por los Estados Unidos. A veces parece que los dirigentes chinos se tapan los ojos a la realidad de las relaciones internacionales que tratan de imponer las potencias occidentales o no son capaces de entender la naturaleza de las mismas. Pero en la línea rusa, el portavoz del Ministerio de Exteriores Qin Gan declaró el 5 de septiembre que "cualquier acción debe basarse en los resultados de la investigación y la decisión debe tomarse en el Consejo de Seguridad. Toda acción no avalada por el Consejo de Seguridad podría tener consecuencias graves y aumentar la tragedia humanitaria" (declaraciones recogidas en Ria-Novosti).
En este nuevo conflicto a los Estados Unidos lo seguían, como siempre, el gobierno británico que, con independencia del partido político gobernante, considera de interés nacional el mantenimiento de la alianza estratégica transatlántica, lo que incluye participar activamente en cualquiera de las guerras que patrocine Washington. Sin embargo, el Primer Ministro Cameron se dio de bruces el día 29 de agosto con el rechazo del Parlamento que no por esperado ha sido menos sorpresivo; el Primer Ministro tuvo que reconocer que “no se puede afirmar con seguridad del cien por cien quién es el responsable del ataque químico”. En consecuencia, el Ministro de Defensa Philip Hammond anunció que Gran Bretaña no participará en acciones militares contra Siria. Por su parte, el Primer Ministro Harper expuso que el gobierno canadiense no tiene planeada ninguna participación en una acción militar contra Siria que pero sí apoyará a los países que adopten medidas de represalia contra el régimen sirio por el uso de armas químicas.
El Presidente Hollande afirmó el 30 de agosto la necesidad de una acción “proporcionada y firme” contra el régimen sirio, aunque descartaba que se pretendiera cambiar el régimen político interno (recordemos en caso reciente de Libia en la primavera de 2011 para saber lo que realmente quiere decir). Esta acción militar contaría con el respaldo político y la participación directa de las Fuerzas Armadas francesas, lo que no es más que la compensación por la implicación americana y británica en la guerra de Malí a primeros de este año.
La posición del gobierno alemán fue expuesta el 30 de agosto por el Ministro de Exteriores Guido Westerwelle: “Alemania aboga porque el Consejo de Seguridad elabore una postura común y que los inspectores de las Naciones Unidas concluyan su labor cuanto antes” (declaraciones al Neue Osnabruecker Zeitung). El día anterior, la Canciller Merkel y el Presidente Putin coincidieron en la necesidad de buscar un arreglo político “en el marco de la Organización de las Naciones Unidas y en otros formatos”, en particular la importancia de que el Consejo de Seguridad valore la labor de los inspectores enviados a Siria por la propia Organización. El mismo día 29 de agosto el portavoz del gobierno alemán, Steffen Seibert, afirmó que “no hemos considerado ni estamos considerando un ataque militar” (citado en Ria-Novosti). Por tanto, la posición del gobierno alemán es clara: no se opone a una intervención militar occidental en Siria, Alemania no participará de ninguna manera en dicha intervención y considera que las decisiones políticas sobre el conflicto en Siria se deben tomar en el ámbito del Consejo de Seguridad, con lo que contenta tanto a americanos como a rusos. En este sentido no es desdeñable traer a colación que el 58% de los alemanes se oponen a un ataque militar contra Siria (AFP).
El gobierno italiano precisó que no apoyará un ataque militar contra Siria si no existe una resolución del Consejo de Seguridad y tampoco permitirá el uso de las seis bases de que disponen los Estados Unidos en el país. Por su parte, el gobierno español ha mantenido una posición de prudencia y abstención, no le cabe otra (declaraciones de la Vicepresidenta Sáenz de Santamaría en ABC), pero que deja abierta la puerta al uso de las instalaciones militares conjuntas, en concreto las bases de Morón y Rota, de importancia estratégica para los Estados Unidos dentro de su despliegue global y, en concreto, como apoyo al despliegue en Oriente Medio (véase la entrada LA POSICIÓN DE ESPAÑA EN EL CAMINO HACIA UNA NUEVA GUERRA IMPERIAL, ESTA VEZ EN SIRIA, http://www.ullderechointernacional.blogspot.com.es/2013/09/la-posicion-de-espana-en-el-camino.html).
El Presidente Peres afirmó el día 29 de agosto que Israel responderá “con toda su fuerza” en el caso de que el país sea objeto de algún ataque en respuesta de la intervención militar occidental. Pero es evidente que sus vecinos conocen sobradamente la capacidad militar israelí para asestar golpes directos (basta recordar el reciente ataque de la Fuerza Aérea israelí a instalaciones nucleares en el interior de Siria).
En previsión del ataque militar anunciado por el Presidente Obama, la Armada americana ya tiene desplegados en la región cuatro destructores lanzamisiles, y el jueves 29 de agosto anunció el envío de un quinto destructor, todos ellos equipados con misiles de crucero Tomahawk, así como dos grupos anfibios que embarcan las Unidades Expedicionarias de Marines (MEU) 13 y 26. Los especialistas consideran que en ataque a los centros de mando, instalaciones de seguimiento y detección y unidades militares requerirá el empleo de al menos 500 misiles de crucero. Por su parte, el mando naval ruso anunció el envío a la región de un crucero lanzamisiles y un gran destructor antisubmarino, además de dos buques de desembarco que llegarán a la zona el 6 de septiembre, que se sumarán a los tres buques de asalto anfibio, una fragata y otros barcos de apoyo de las Flotas del Mar Negro, Báltico y Pacífico ya presentes en el Mediterráneo (la entidad del despliegue naval ruso en http://www.rusnavyintelligence.com/article-renouvellement-du-dispositif-naval-russe-en-mediterranee-119908987.html). Aunque algún oficial naval ha afirmado que este desplazamiento de fuerza estaba programado y nada tiene que ver con el despliegue de las fuerzas navales occidentales (Ria-Novosti), fuentes del Estado Mayor indicaron que "la nueva situación en el Mediterráneo oriental requiere que se hagan ajustes en la fuerza naval" (Interfax). Y es evidente que la preocupación rusa se ha incrementando con el lanzamiento no anunciado de dos cohetes del sistema israelí Arrow desde el Mediterráneo occidental hacia la costa este del mismo mar el 3 de septiembre. Esta forma de proceder de los Estados Unidos viola todos los protocolos vigentes entre las dos grandes potencias sobre el deber de informarse de lanzamiento de cohetes en pruebas, para evitar, precisamente cualquier escalada en un conflicto nuclear.