El 29 de febrero
de 2024 durante su tradicional discurso anual a la Asamblea Federal en Moscú,
Vladimir Putin volvió a advertir a las potencias occidentales sobre las
potenciales consecuencias que tendría una intervención directa de éstas en la
guerra en Ucrania. Su extenso discurso (disponible completo aquí) tuvo tres partes
principales, pero que están íntimamente ligadas entre sí (la retórica de la
guerra en Ucrania en defensa de la soberanía, la permanencia de Rusia como gran
potencia y los objetivos de desarrollo nacional a largo plazo) y cuyo resultado
final se resume en dos ideas fundamentales: la defensa de la soberanía y la autosuficiencia
son una tarea permanente y todas las acciones del gobierno ruso están
orientadas a entregar un país estable y basado en el bien común a las generaciones
futuras. Es precisamente en esa defensa de la soberanía, que no se acota sólo a
su territorio reconocido internacionalmente, sino que se extiende también a
aquellos territorios históricamente rusos o con presencia significativa de
ciudadanos rusos o de origen ruso y que han sido definidos como su extranjero
cercano, áreas en las que Rusia estaría llamada a ejercer poder e influencia y
que, en última instancia, garantizarían la seguridad de sus fronteras internas,
en una suerte de zona de amortiguación (buffer zone) que alcanzó su
máxima expansión durante la Guerra Fría, con su presencia militar permanente en
Alemania Oriental y la creación del Pacto de Varsovia. Como en esa época,
también ahora las autoridades rusas estiman que su zona de amortiguación debe y
puede ser defendida con armas nucleares. De ahí, las reiteradas referencias a
la existencia y vigencia de sus armas nucleares como mecanismo de disuasión por
parte de las principales autoridades y funcionarios rusos desde el inicio de la
invasión de Ucrania el 24 de febrero de 2022 -véase la entrada LAS
ADVERTENCIAS SOBRE DISUASIÓN ESTRATÉGICA DE RUSIA CON OCASIÓN DE LA INVASIÓN DE
UCRANIA, de febrero de 2022-. Estas advertencias están dirigidas contra
Occidente y, en concreto contra los países de la OTAN que, con su apoyo a
Ucrania, impiden alcanzar los principales objetivos rusos, entre ellos su
sometimiento y neutralización. Por tanto, como hemos dicho en otras ocasiones,
para el bando ruso la guerra en Ucrania tiene un carácter existencial, porque
afecta a sus intereses nacionales (de seguridad), mientras que para el Bloque
Occidental, encabezado por los Estados Unidos, es sólo un modo para desgastar a
Rusia (guerra por delegación o proxy war) y lograr que deje de ser una
amenaza para sus vecinos. Al contrario que en el primer caso, en el que es
concebible que Rusia pueda combatir durante años aplicando todos los recursos
del Estado, es decir, asumiendo cualquier costo, el segundo es inalcanzable
simple y sencillamente porque no se puede derrotar (o someter por la fuerza) a
una gran potencia nuclear que, en el caso de Rusia, es necesario recordarlo,
acumula el mayor arsenal nuclear del mundo y que junto con los Estados Unidos
cuentan con el noventa por ciento de las armas nucleares existentes -véase la
entrada ARSENALES
NUCLEARES DE LAS GRANDES POTENCIAS EN 2023: ENTRE LA AMENAZA NUCLEAR
RUSO-AMERICANA Y LAS FALACIAS SOBRE CHINA de junio de 2023-. Ante esta
evidencia, Putin afirmó en su discurso del 29 de febrero de 2024 que “Occidente
se ha olvidado de las consecuencias que tiene una guerra”, que “piensan que son
dibujos animados” y “eso les hace perder la razón y crear riesgos para todos”
(argumentos que ya fueron puestos sobre la mesa por el académico ruso y antiguo
asesor presidencial Sergey Karaganov en sendos artículos publicados en junio y
octubre de 2023). Sin embargo, algunos dirigentes europeos (los antiguos
testigos silenciosos) apelan a continuar escalando contra Rusia, a atacar
objetivos en el interior del territorio ruso y, a más, desplegar fuerzas
militares en territorio ucraniano para tratar de sostener el frente, pero que
se convertirían inevitablemente en objetivo de las armas rusas. Estas
posiciones ponen de manifiesto dos cuestiones fundamentales en la teoría de las
relaciones internacionales: la primera es que desconocen el poder limitador del
conflicto que tienen las armas nucleares y, segunda, la ausencia del interés
nacional en el cálculo de sus decisiones. Pero, ambas tienen un curso que lleva
a un enfrentamiento directo con una gran potencia nuclear. Por tanto, un
conflicto de estas características tendría como resultado previsible el empleo
masivo de armas nucleares, con las consecuencias que pusieron de manifiesto los
bombardeos atómicos americanos de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en
agosto de 1945. Se debe descartar, como hemos dicho en reiteradas ocasiones, la
falacia de que es posible combatir (y ganar) una guerra nuclear limitada,
porque, una vez iniciada, se desconoce el punto más alto de la escalada y los
poseedores de dichas armas no estarán dispuestos a perder una guerra de tales
características, además de que, conceptualmente, la idea de la guerra
nuclear limitada fue rechazada por los dirigentes soviéticos y después por los rusos
-sobre este debate véanse las entradas ARMAS
NUCLEARES Y CONFLICTOS ASIMÉTRICOS: PERSPECTIVAS DE EMPLEO de mayo de 2015
y DE
VUELTAS CON LA IDEA DE GUERRAS Y ATAQUES PREVENTIVOS de octubre de 2018.
Esta concepción se plasma en los Fundamentos de la política estatal sobre
disuasión nuclear de 2 de junio de 2020 -véase la entrada LA
ACTUALIZACIÓN DE LA POLÍTICA DE EMPLEO DE ARMAS NUCLEARES DE RUSIA, UNA APUESTA
POR EL RÉGIMEN DE ESTABILIDAD ESTRATÉGICA de junio de 2020- y es la que sirve
de fundamento a Putin para afirmar el 29 de febrero de 2024 que el arsenal nuclear
ruso tiene un nivel de disponibilidad total y que tienen la capacidad (y
también la voluntad) para escalar hasta el punto más alto y combatir una guerra
con armas nucleares bajo la premisa de que nadie podrá ganar porque el
resultado será la desaparición de la civilización. Sin embargo, desde el
lado occidental, se obvian las consecuencias que entrañan en sí mismas el
peligro de un conflicto nuclear ilimitado. Como es propio de los dirigentes
rusos, sus advertencias suelen ir seguidas de actos de demostración para tratar
de mantener la vigencia de la disuasión nuclear. De este modo, el 1 de marzo de 2024 (un día después del
discurso de Putin en Moscú) las Fuerzas de Misiles Estratégicos (RVSN)
ejecutaron un ejercicio de preparación para el combate. Una tripulación
perteneciente a la 14ª División de Misiles de Yoshkar-Ola, en los Urales, llevó
a cabo el lanzamiento de un misil balístico intercontinental (ICBM) RS-24 Yars
móvil desde un sitio de pruebas en Plesetsk, en el norte de la Rusia europea -vídeo
del lanzamiento disponible aquí-.
El misil voló unos seis mil kilómetros hasta que sus ojivas inertes alcanzaron
los objetivos programados en el polígono de pruebas de Kura, en Kamchatka, en
Extremo Oriente. Ahora bien, ni esta prueba es nueva ni es una sorpresa, sino
que forma parte de las actividades regulares que realizan todos los componentes
de las fuerzas de disuasión nuclear con la finalidad de validar el
funcionamiento de los sistemas de mando y control y lanzamiento -véase la
entrada GROM-23:
EJERCICIO DE GUERRA NUCLEAR GLOBAL de octubre de 2023- y, casi más
importante, mostrar a terceros esas capacidades, de tal modo que las armas
nucleares sigan cumpliendo su misión primordial: evitar la guerra entre grandes
potencias. Entonces, las cuestiones que se plantean son: ¿estamos
preparados para afrontar una guerra contra Rusia? ¿somos conscientes de las
consecuencias que podría tener tal guerra? ¿quiénes están adoptando tales
decisiones? ¿Nos veremos arrastrados a una guerra donde no nos jugamos nada, en
aras de una lucha entre las grandes potencias por la supremacía mundial?
Eli & Fur: “Something Was Real.”